San Martín de Valdeiglesias - Madrid

Escrito por Inés Sabanes.

Se trata de imponer a hierro y fuego la idea de que la única posibilidad de salvarnos del desastre es la reducción del gasto público. Los organismos internacionales, los mercados financieros, el gobernador del Banco de España o el Club de los ricos, han decidido convertirse en los guardianes de la austeridad y los recortes sociales.

Reducir el déficit para calmar los mercados es el pensamiento dominante que nos traen cada mañana – con el café- en muchos medios de comunicación, en las tertulias, en los comentarios, y apenas queda espacio para contrastar tan poderosa ofensiva. El acuerdo está tomado, en realidad la discusión ya está en quién paga el peaje de tan traumáticas e injustas medidas. Y, en este caso el gobierno socialista va apurando día a día el trago amargo de hacer cumplir las órdenes. Es lo que tiene formar parte del Club de los poderosos: que como te descuides te mandan a por café y encima lo pagas.

No puedo remediar – ahora – recordar los desmadres que con el gasto público se han ido cometiendo en los últimos años, en Madrid, sin ir más lejos. Acusan ahora de haber vivido por encima de nuestras posibilidades que es exactamente lo que algunos defendíamos cuando Gallardon se empeñó en un proyecto - el de la remodelación de la M-30- .

Con un presupuesto de 6000 millones de euros la financiación produciría un endeudamiento durante casi 35 años y el coste final para las arcas públicas supodría una hipoteca de más de 14.000 millones de euros. La reforma para la seguridad de la vía se podía haber abordado de otra manera, pero la maquinaria de la construcción, y la especulación financiera debía seguir funcionando. Eran épocas donde los que hoy claman contra el déficit público acumulaban deuda y nos llamaban antiguos al resto.

La Comunidad no se iba a quedar atrás, y después del metro y sus ampliaciones sobredimensionadas o las estaciones de AVE en descampados, proyectó a todo tren La Ciudad de la Justicia.

Con un presupuesto de 600 millones de euros- sólo poner la primera piedra, maquetas y publicidad, 1.500.000 euros- a fecha de hoy no pueden asumir ni la deuda ni el proyecto. El único edificio construido habrá que alquilarlo y así disimular el desastre . Todo esto lo denunciamos en España y en Europa, porque representaba – entre otras cosas- un riesgo en la financiación de la Comunidad y del Ayuntamiento. Pero nadie quiso controlar el gasto público en aquel momento, ningún sabio estuvo dispuesto a controlar las cuentas.

El Ayuntamiento tiene hoy una deuda de 6.762 millones de euros, un 23.5% de la deuda de todos los Ayuntamientos de España, y la Comunidad de Madrid de 11.576 millones. Esperanza Aguirre se permite el lujo de dar lecciones de austeridad, y todos juntos han decidido para arreglar el desaguisado hay que rebajar el salario a los funcionarios, congelar las pensiones y realizar profundas reformas en el mercado laboral. Y por supuesto -en Madrid- los ajustes alcanzan a la Dependencia, a la Sanidad, a la Universidad y a todo aquello que que se construyó con los ahorros colectivos que ellos despilfarraron.