Ironía fina BORJA MARÍA ZALLANA DE LOS ACEBOS 29/12/2007 El niño que provocó al obispo Una semana más me veo en la obligación de salir en defensa de la Santa Madre Iglesia. Es una tarea gustosa, no se vayan ustedes a creer, pero además viene forzada por el merecido descanso que estos días disfrutan mis entrañables amigos y figuras titulares de la COPE, Federico y César. Las acertadas palabras del obispo de Tenerife, don Bernardo Álvarez, refiriéndose a la constante provocación sexual a la que nos vemos sometidos los adultos por los insolentes adolescentes y a la evidente equiparación entre homosexualidad y pedofilia, han sido utilizadas por la izquierda, como era de esperar, para atacar la idea que la Iglesia sostiene sobre un asunto tan peliagudo como el del las desviaciones sexuales. Créese la izquierda, como en tantos otros temas, poseedora también en éste de un mayor conocimiento que una institución infinitamente más antigua y sabia como la Iglesia. Y digo yo, como dirían sin duda César o Federico si estuvieran aquí: ¡Hasta ahí podíamos llegar! No hay institución mundial que haya recibido más denuncias por pederastia, ni que cuente con una mayor proporción de homosexuales entre sus miembros (dicho sea esto con el mayor de los respetos) que la Iglesia católica. Luego cabe deducir que nadie, como la Iglesia, puede hablar con mayor propiedad y conocimiento de estos asuntos. Si el obispo de Tenerife afirma, y cito textualmente, que: “Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan”, es que es tan cierto como que María era virgen y madre de Jesucristo. Sin duda alguna, para afirmar algo así, el señor obispo debe hablar no de oídas, si no desde la experiencia personal. No dudo que el señor obispo pudo contenerse ante la provocación, pero no todos los adultos tienen una fuerza de voluntad como la suya, por lo que insto desde aquí a las fuerzas de seguridad del Estado a la inmediata localización y detención de ese o esos niños de trece años que se han permitido provocar a la más alta representación de Dios en la afortunada isla
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