De vez en cuando.... Para saber algo más de nuestro paisano, misterioso e imprevisible El día de su investidura, el hoy presidente del Gobierno cerró su discurso con una frase de su abuelo. Alguien comenzó a hurgar, y se han encontrado cosas sorprendentes. 2 de diciembre de 2006. Del libro de Isabel Durán y Carlos Dávila se va a hablar durante mucho tiempo. Ya Elsemanaldigital.com desveló la reacción que su existencia produce en José Blanco, y es normal, porque desenmascara algunos aspectos ocultos en el pasado familiar de José Luis Rodríguez Zapatero, ciertamente inconvenientes para la imagen que el PSOE quiere transmitir de su líder. En concreto, da todas las claves de una de las características de esta legislatura: el sectarismo -en su sentido estricto, esto es, de secta- del que hace gala el Gobierno en asuntos que no están entre las preocupaciones ciudadanas, y sin embargo sirven para crear divisiones y suscitar odios. Y decimos "suscitar" y no "resucitar", porque algunas de las cosas en que emplea su tiempo y el nuestro Zapatero -como el guerracivilismo, por ejemplo- ya eran viejas cuando aún no había nacido la mayoría de los españoles de hoy. En cuanto accedió a la secretaría general del PSOE en el año 2000 se supo que el abuelo del nuevo líder socialista, Juan Rodríguez Lozano, militar de profesión, había sido fusilado el 18 de agosto de 1936 por no secundar el Alzamiento Nacional. Cuatro años después, Zapatero cerró su discurso de investidura con una frase suya, comprometiéndose a que su acción de Gobierno se regiría por los principios dejados por su abuelo en su testamento: "Un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes". Al poco se reveló que Rodríguez Lozano había sido masón, aunque, como demuestran Durán y Dávila en estas páginas, esa condición nada tuvo que ver con su muerte. Llegó entonces la inconcebible comparación que hizo el presidente entre su dolor por la muerte del abuelo a quien no conoció, y el de la madre de Irene Villa por la doble amputación que sufrió su hija a manos de ETA. Luego se supo que el capitán Rodríguez había participado, a las órdenes de Francisco Franco, en la represión militar de la Revolución de Asturias (el intento de golpe de Estado del PSOE contra la Segunda República, en 1934). Y por último, los autores de La gran revancha se lanzaron a una investigación que ha sido costosa pero ha valido la pena. Ambos conocidos periodistas han conseguido rescatar documentos de la logia a la que perteneció el abuelo de Zapatero, así como de su historial militar, para descubrir que, efectivamente, se inició en la Logia Emilio Menéndez Pallarés número 15, donde alcanzó el segundo grado; que posiblemente fuese un "agente doble", pues según algunos testimonios de sus coetáneos se entregó a los nacionales para luchar junto a ellos, y o bien no se fiaron de él, o bien la información sobre su filiación no llegó a tiempo; y que el monolito que se erigió en su honor en 2001, por iniciativa de su nieto, está situado en un lugar del frente de batalla donde Rodríguez Lozano, por propia voluntad, nunca estuvo. ¿Ha generado toda esta historia un deseo de revancha anidado en el corazón de Zapatero, o bien se ha fabricado una historia conveniente a sus intereses, en concreto a los apoyos que buscó en la extrema izquierda a los pocos meses de llegar a la secretaría general, y con los que gobierna? Es lo que investigan Durán y Dávila, haciendo un retrato del personaje muy distinto al que ha dibujado la propaganda socialista. Y ¿es Zapatero mismo masón? Los autores recuerdan que Ricardo de la Cierva tiene el testimonio afirmativo de Arturo Fortún, gran maestre adjunto de la Gran Logia de lengua española en Estados Unidos, hasta ahora no desmentido. Y detalla la especial relación, que apenas ha trascendido, del padre del presidente del Gobierno, Juan Rodríguez García-Lozano, con la Fundación Sierra-Pambley, históricamente vinculada a la masonería, y que visitó el mismo Zapatero en un viaje a León en julio... y de la que es patrono con cargo Antonio Gamoneda, el poeta reciente Premio Cervantes. Junto a estas revelaciones sobre la figura del presidente y de su familia paterna, Durán y Dávila reflexionan sobre la incidencia en la política española de ese carácter sectario de la forma de gobernar de Zapatero, y sobre asuntos conexos como la relación entre la masonería y la Iglesia Católica, o la represión tras la guerra civil. En fin, una obra indispensable sobre un asunto que circulaba entre un temeroso ocultamiento (la masonería continúa despertando miedo) y algunas fabulaciones. Todo ello queda ahora fijado con documentos ya publicados e incontestables, y aptos para conocer mejor quién es y qué quiere Zapatero. Si todo ello indigna a Pepiño, él sabrá por qué.
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