Villalmonte - Leon

Nuestros mayores fueron muy sabios.

No lo habían tenido fácil. Un sigo XX de bastante miseria, lo mismo fuese con Alfonso XII que con Alfonso XIII; ya mandase en el Estado el General Primo de Rivera ya los distintos gobiernos de la II República, ya el General Franco. Una tierra ya esquilmada después de más de mil años de explotación creciente, sobrepoblada y sobreexplotada en sus escasos vallecitos verdes en las riberas de los ríos rodeados de montes secos y pobres. Trabajaron duro en el campo en jornadas agotadoras de 12 y 14 horas al día mientras otros lo hacían en las ciudades del hierro y el acero y otros en la mina del carbón. Pero todos coincidieron en algo: terminada la edad productiva al cumplir los 65, su vida cambió. Los que habían emigrado volvieron y los que trabajaron el campo se retiraron a disfrutar de su tiempo, de un paisaje ahora ya bello, despojado de los sudores, de las jornadas de sol a sol, de las moscas por el día y los ‘orugos’ por la noche. Rehicieron, mejoraron, embellecieron por dentro y por fuera sus casas y se dispusieron a pasar días de mucha paz, de mucho sosiego, de alegría, naturaleza y amistad a raudales en el pueblo, en su pueblo.

Coincidieron en otra cosa todos ellos: en crear un ambiente de hermandad verdadera, de camaradería, de solidaridad real y de mutua ayuda, en definitiva de convivencia cristiana como no habíamos visto en parte alguna. Qué manera de ayudarse, qué manera de pasarlo bien, qué paseos se daban en grupos hablando de lo divino y de lo humano, admirando cien, mil veces de nuevo aquel campo, aquellas flores, esos geranios, el canto de aquel jilguero, el incesante cuclillo, aquella carabiella del anochecer…. Los grillos de la noche, las cigarras del medio día; un cerezo en flor y unos piornos floridos flameantes…..

Nuestros mayores fueron muy sabios. Pusieron su mayor interés en la empresa de su vida, en la empresa de su alma, porque, sabios, católicos y de pueblo como eran, sabían que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma. No ignoraban que el mayor negocio era guardarla para la vida eterna. Y que ‘al final de la vida’ –como dice la canción–, ‘nos examinarán del amor’. Por ello sabemos que sus últimos veinte o quince o diez años en este mundo, en esta tierra, fueron ejemplares; por eso se ayudaban, por eso sin caer en el lenguaje cursi podemos afirmar con tota seguridad –a boca llena– que se amaban. Que se querían.
Y nos dejaron el listón muy alto.

Ya quedan pocos de aquella raza. Se nos han ido yendo casi todos. ¡Cómo notamos su ausencia!, la falta entre nosotros de los Avelín, José Luis, Enedina, Juan y Dora, Camilo, Ceferino, Desiderio, Victorino, Valerio y Victorina, Sara, Fausto, Ramira, Teodoro, Donato, Evelio, M. Asun más joven, y los otros. O Tivo en El Otero, Orencio en Puente y Honorino en Ocejo. Imposible mencionarlos a todos. Sin embargo, pero hay que decir, algunos quedan aun y puesto que son pocos es posible mencionarlos sin caer en el olvido o en olvidos insalvables. Desde Mari y Merem a Rosalina, Mercedes y Geles pasando por Octavio, Socorro, Natividad, Aurelio, Rosario, Anuncia, Juan, Carmen, Mesio y Carmen, Oliva o Rosalía, Jesús, Francisca, Visita y Abilio, Ausencia, Pepa, Amelia…. Etcétera. Y algunos otros, más jóvenes que los citados.

En efecto: nuestros mayores fueron muy sabios. Y nos dejaron varias lecciones de vida, pero, sin embargo una al menos seria muy preciso aprender: la de la solidaridad, la de la mutua ayuda, el respeto mutuo y amistad desinteresada y que de alguna manera también se podría decir o denominar: Amor. Claro que hoy en día en este y en otros foros, y como quiera nos permiten el anonimato, algunos se piensan, por lo visto, que de nada han de dar cuentas. Que todo permanecerá secreto y que nadie nunca les juzgará.

¡Error! Se equivocan.

Pregunta, pregunten, preguntad a los mayores, de los que aun viven, y verán, veréis cómo os dicen que pensar eso y que actuar así es un error. Un trágico error.

Y a los sabios y a los ancianos, por lo general y salvo excepciones, hay que hacerles caso. No conviene. No lo olvidemos.

un buen elogio,merecido además

Me pone los pelos de punta, me dan ganas de llorar cuando leo este mensaje, el recuerdo se hace intenso, las imágenes presentes, que fuerza tiene el lenguaje que nos deja ver de nuevo a tantos seres queridos y su presencia es tan fuerte como si estuvieran vivos.
No sé quien lo ha escrito, pero Gracias, quien seas.

#7698636, Mental:

Os quiero dar las gracias por vuestros escrito.