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Villablino - Leon

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España > Leon > Villablino
20-05-13 21:19 #11318259
Por:No Registrado
Lo innombrable
Lo innombrable

Ulises Teixidor tenía buenas amigas en su círculo de amistades, pero ja
más tuvo una novia. Sin ser guapo no era feo. Divertido y simpático y
con algo de dinero, era profesor de francés en un instituto de Arrecife. Sin embargo, Ulises Teixidor exhibía una razón que era tan vieja como simple para ser rechazado por las mujeres sólo medía 110 centímetros.

Las chicas hablaban y se reían con él, de sus ocurrencias, de la forma
que se reía de su propia estatura, de sus chistes, de las historias que a menudo se inventaba para complacerlas, pero nunca traspasaban el límite que separa la amistad del amor, ni mucho menos la del placer sexual.

Ulises Teixidor, Uli para los amigos, caminaba todos los atardeceres por
la playa para admirar el ocaso, esa hora del día en el que los perfiles se confundían entre el color calabaza y el violeta y él pasaba a ser un niño para los demás paseantes. Un niño con esperanzas de crecer del que todavía no se mofaban por la calle, una personilla de la que no hacían chistes sin gracia, un mozalbete virgen de la maldad humana que se ríe de los defectos de los otros.

Pero a Ulises le cambió la vida el día que hizo de la mentira un sueño.
No el sueño de ser un galán de cine capaz de atraer a las mujeres como moscas a la miel. No un hombre rico y poderoso. Ni tampoco un Don Juan de discoteca. Ulises Teixidor sólo quería medir tres o cuatro palmos más. Lo suficiente para no tener que subirse en una banqueta a coger cualquier cosa de un armario. Lo justo para que los taquilleros de los cines no sólo le vieran su mano diestra pidiendo una entrada. Lo necesario para no conducir con tres cojines en un coche con el cambio automático.

Y ese día llegó cuando comenzó a chatear en Internet con Carmen.El intentó ser sincero y desde el primer momento quiso confesarle su estatura, pero antes le dijo que era profesor de francés, y le contó dónde vivía, y le explicó que en Arrecife podían verse los atardeceres más bonitos del mundo. Y también le confesó que se sentía solo, que le gustaba nadar y leer, que sus comidas favoritas eran unas papas bonitas con mojo picón y la fabada y que, de vez en cuando escribía en un diario. Y cuando quiso darse cuenta, ella le dijo que debía marcharse y Uli tuvo que dejar para el día siguiente lo más evidente, lo primero que todo el mundo veía en él.

Y al día siguiente le sucedió lo mismo, y al otro, y a la semana siguiente, y el nuevo mes que entró. Así hasta que comprendió que era demasiado tarde para decírselo, para contarle que su estatura era de sólo 110 centímetros y jamás podría apoyar los codos en ninguna barra de bar del mundo, ni sentarse en ningún asiento en el que los pies no le balancearan sin llegar al suelo.

Y Carmen le contó que también ella era maestra, que vivía en Villablino, un pueblecito de León donde hacía mucho frío, que tras su divorcio también sentía muy sola, porque no tenía hijos y su familia estaba lejos. También le dijo que le gustaba leer, sobre todo libros de viajes y aventuras, que odiaba la cocina y limpiar la casa, que le gustaba jugar al ajedrez y también ir al cine, pero no le confesó que padecía osteomielitis, una enfermedad de los huesos y la médula que le impedía practicar ningún tipo de deporte y tener la libertad de movimientos necesaria para llevar una vida normal.

Carmen mandó su foto a Ulises y él pudo comprobar que nunca había sentido un calor tan cercano hacia una mujer tan hermosa. Ulises, para ocultar su secreto, le envió una foto de carné. Así ella no descubriría que sus brazos y sus piernas no estaban proporcionados al resto de su cuerpo.

Ambos tenían miedo a confesar su secreto y ser rechazados, y la relación
se fue alargando en el tiempo, mucho después de conocer hasta los detalles más nimios el uno del otro y de pasarse centenares de horas ante la pantalla del ordenador.

La distancia era su aliada y su escondite, pero llegó el día en que ambos supieron que no podían seguir así, que debían enfrentarse a la revelación de lo innombrable, de eso que tantas veces habían pensado decirse y nunca se habían dicho.

Y así, un día, Carmen sacó fuerzas de valor y le dijo a Ulises que deberían conocerse personalmente. Ulises, cuyo defecto era inocultable, puso mil excusas para postergar la cita y ella, que creía haber leído el libro entero de su vida, supo que más allá de todas las cosas que Ulises le había contado, había un secreto, una sombra que intuía como una corona de espinas y se agazapada detrás de cada pretexto.

Después de titubear y mentir un buen rato, él supo que había caído en la
trampa, que no podía ocultar por más tiempo la realidad de su estatura y respondiócon una pregunta: “¿te gustaría salir con un enano?”.
Carmen se quedó paralizada y durante dos eternos minutos sobre la pantalla del ordenador no apareció ni una sola palabra. Las manos quedaron como muertas a los lados del teclado. Las letras, inmóviles, enmudecieron ante el secreto revelado

Ulises pensó que quizás no había ninguna mujer en el mundo “normal”
capaz de aceptar al hombre más perfecto si este medía poco más de un metro.

Aquel era el mundo de la imagen, del físico, del culto al cuerpo y los enanos, aunque tuvieran una personalidad arrolladora, estaban muy bien para los espectáculos circenses, para lanzarlos al espacio y ser objeto de chanzas y de mofas, no para salir con ellos.

La pantalla en blanco ofrecía un aspecto desolador. Como el silencio
que precede a una batalla perdida, igual que la calma que deviene en olvido. Era obvio que Carmen, enterada de la noticia, había desconectado y allí concluía una relación imposible que, desde el principio, se había sostenido sobre una mentira.

Ulises se dispuso a desconectarse de la red, pero en ese momento llegó
la respuesta de Carmen: “No lo sé. Espero que al menos me dejes intentarlo. Aunque antes me gustaría que me dijeses si a ti te gustaría salir con una mujer enferma. Ulises se quedó sorprendido ante la revelación y también él tardó en responder, pero al final escribió: “Me gustaría si la enferma eres tú”.

Una semana después Carmen y Ulises se vieron y empezaron un largo periplo de convivencia. Hoy viven juntos, apoyándose el uno al otro en sus defectos, unidos para superar sus dificultades. A menudo, al tardecer, cuando la playa Honda de Arrecife se queda desierta,
a esa hora del día en la que los perfiles se confunden con el color calabaza y el violeta, pueden verse las figuras de esta singular pareja caminando junto a la orilla del mar

LIBROS EN LA RED Servicio de Publicaciones. Diputaciónde Albacete.
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20-06-13 13:47 #11380229 -> 11318259
Por:No Registrado
RE: Lo innombrable
Ja Ja ahora te ne rezas un Padre nuestro dos avemarías y le das por cu a la vaca
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