alguien importante de valduvieco El padre Isacio Perez Fernandez vino al mundo el 14 de agosto de 1922, en el pueblecito de Valduvieco, provincia de León, España. Gente obrera y sencilla debieron ser sus padres y demás familiares suyos. Porque así como pueden verse allí comarcas montuosas, de las cuales se extrae ventajosa piedra para construcciones firmes, sobreabundan también buenos prados donde pacer animales o vegas largas y anchas, productoras de frutos, cereales y hortalizas de exquisita calidad. Copiosas aguas )ríos y riachuelos rebosan) por doquier. Naturalmente, pululan fábricas de todo tipo, desde harinas a productos farmacéuticos o desde el simple maderamen a lujosísimos muebles. Igual cabe hablar con el hierro y las recias y hermosas filigranas de sus valiosos artesanos. Por todo esto y más, atrás no se quedó la enseñanza básica y el Instituto, las Artes y Oficios o Politécnicos, como los llamamos hoy, ya que a escasa distancia surgieron dichos establecimientos. Ya desde muy antiguo, la provincia natal de Isacio antiguamente alcanzó suma notoriedad por el reino cristiano que junto al de Asturias fueron decisivos para La Reconquista. Nuestro Isacio adquirió en su mismo pueblo lo pertinente a su educación básica. Tal vez, la cercanía de tal poblado a León, capital de la Provincia, le permitió seguir allí sus estudios de Instituto. Pero aquellos años eran difíciles a causa de la guerra civil. Un joven como él tenía quizá pocas probabilidades de seguir adelante una carrera académica. Ofrécesele entonces una oportunidad atractiva para él: ingresar en unas Escuelas bien acreditadas donde se enseña el latín y otras humanidades. Llevan años dirigidas con suma seriedad y brillantez por los padres dominicos en Manacor, ciudad de la isla Mayorca, archipiélago de las Baleares. Allí decidió nuestro joven vestir el hábito de los Hermanos de la Orden de Predicadores (sigla O. P.), que es como oficialmente, todavía hoy, lo llevan los frailes fundados por Santo Domingo de Guzmán. Con ello y con el conocimiento intenso de su Orden realiza Isacio su año de prueba o “noviciado”, rematado con su primera profesión (año 1940). Trasladóse ahora de la isla Mayorca a la tierra firme donde se alza la gran ciudad de Valencia, porque en ella se encuentra el Estudio General de la Provincia de Aragón. Con catedráticos eminentes de la O. P. estudió tres años de Filosofía y cuatro de Teología, a más de hacer su segunda y definitiva profesión. El 7 de abril de 1946 recibió el presbiterado punto clave de su carrera sacerdotal. Escribe el P. Antonio González Pola: “Ya sacerdote, de por vida se dedica a la enseñanza de la Filosofía (...) y a la investigación hasta la víspera de su hospitalización y muerte”.1 En efecto, le encantó tanto a nuestro joven leonés la Filosofía, que el regente del Estudio General lo escogió como profesor de dicha asignatura para los alumnos que habían de vérselas con la Lógica, la Metafísica, la Cosmología o las distintas corrientes en el filosofar, desde lejanísimos tiempos hasta nuestros días, y, sobre todo, descubrir los ápices de verdad que cada fluente puede de suyo encerrar. Fueron sus propios estudiantes quienes al finalizar el ciclo de cuatro tratados, decidieron otorgarle el nombramiento de “profesor eméritus”. De 1951 a 1953 Isacio marchó a Roma con objeto de hacer difusiones de postgrado en la Facultad de Filosofía de la afamada Universidad Santo Tomás de Aquino. Obtuvo el grado de Doctor. Título en mano, se reintegró a su cátedra exponiendo distintas ramas del filosófico saber hasta 1966, “en que convalida su etiqueta eclesiástica por la civil en la Universidad Central de Barcelona”, donde también enseñó, en calidad de ayudante, del destacado catedrático de Ética J. L. Alcorta. De 1966 a 1968 nuestro pensador de Valduvieco viajó a su querida Valencia a fín de enseñar Filosofía en el mismo Estudio General Dominico de la Provincia de Aragón, allí donde él la había aprendido. No obstante, se le requirió irse, por ser cosa mejor, al Instituto Pontificio Santo Tomás de Madrid, agregado también a la Universidad del mismo nombre santo aquinatense en Manila, Filipinas. Aceptó con entusiasmo y diligencia. Llevó adelante, pues, el hilo fuerte de su docente labor filosófica, a la que ahora había sumado una peculiaridad: la publicación de sus investigaciones. ¿Sobre qué versaban? Como muy bien dice González Pola: “Temas de carácter metafísico, evolucionando hacia la filosofía de la Historia”. En la paz del metafísico quehacer, he aquí que en 1974, una circunstancia dichosa que desconocemos, le enroló en los actos conmemorativos de los 500 años del natalicio de fray Bartolomé de las Casas. Como ver podemos, dábase entonces por cierta la fecha 1474 para el nacimiento del famoso Protector de los Indios, data que muy pronto varios estudiosos dieron, entre ellos el propio Isacio Pérez, por errónea. En cambio señalaron, como más próxima a la histórica verdad, la de 1484. Ya dentro de este campo, contempló tantos prejuicios, tantas imputaciones gratuitas que envolvían y a la vez deformaban las verdades, que comprendió cuán justo era elevar mediante el conocimiento científico de la historia la gigantesca figura del sevillano, cura diocesano, dominico después y protector incansable de los indios: Bartolomé de Las Casas. Y con la mejor buena voluntad, Isacio dejó de momento sus estudios filosóficos y se lanzó a reconstruir el panorama del ideal de fray Bartolomé en España y en América escudriñar sus papeles, sus libros y sus tratados en defensa de los derechos de los aborígenes. El 12 de diciembre del 2001 fallecio en Madrid Contaba 79 años cabales, ¡Una larga vida rebosante de altos y nuevos estudios filosóficos y también de sólidas enseñanzas históricas! |