Valduvieco - Leon

Recuedos de infancia, 78. Junio 2014
El mandil de mi abuela.
Cuando digo “mi” abuela, digo “tu” abuela, “nuestra” abuela. Las abuelas de todos.
El mandil de mi a buela todavía está colgado de la punta de la puerta de la cocina. Una cocina de los años 50. Las cocinas de aquellos años en León era todoa gemelas: dos trébedes, una cocina de hierro, en fregadero grande de piedra que igual valía para lavar verdeuras que para bañar a los nietines.
El mandil de mi abuela es una reliquia, un tótem, más que un rfecuerdo. Es gris oscuro, con cuadros y bordes en negro. Lleva dos “atijos”, uno para meter por la cabeza y el otro para atarlo a la espalda. Tiene dos bolsillos laterales, donde nunca faltaban un “moquero” y dos caramelos. El mandil de mi abuela es el multiusos más completo que yo he conocido. El medio de traporte más eficaz.
Servía para:
Esconder la cabeza del nieto tímido cuando llegaban visitas.
Metder las hogazas de pan del panadero.
Echar unos “rebojos” de pan a las gallinas.
Recoger los huevos de los “niadales”.
Traer unas pencas de berzas del huerto.
Limpiar las “boceras” de los nietos y los mocos, para lo que siempre había una esquina limpia y desinfectada.
Traer un manojo de espigas de los zarzales de los caminos en la época del acarreo.
Limpiar el polovo del mueble ante la visita improvisada.
Limparel dedo índice después de meterlo en el culo de la gallina para ver si está pronta la puerta del huevo.
Limparse alguna lagrimilla oculta por la pelea entre los hinos.
Taparse la boca “desdentada” en la sonrisa ante el chiste o la picardía…
Así podría continuar… Es un pequeño homenaje a nuestas abuelas.
Nota: Algunas ideas están cogidas de las webs que ya no dejan inventar nada. Ahora he visto por ahí un correo que me ha copiado…
Saludos a todos los mondillos.
A. A. F.