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07-10-15 11:04 #12857958
Por:No Registrado
LA CIENCIA
La Ciencia y sus Demonios

La primera gran virtud del hombre fue la duda y el primer gran defecto la fe (Carl Sagan)

¿Por qué no se enseñan método y pensamiento científicos en las escuelas?
6 octubre, 2015

Vivimos en un mundo en el que un individuo que no comprenda la ciencia está casi al mismo nivel que un habitante del Medievo que no supiera leer ni escribir. Es por ello que los informes de los expertos recalcan que la enseñanza de la ciencia debe ser prioritaria y que es un elemento fundamental para poder conseguir el desarrollo de una sociedad o de un país. Sin embargo, pasan los años, se modifican y reforman los planes de estudio y la enseñanza de la ciencia en la educación obligatoria sigue consistiendo poco más que en una mera descripción bastante superficial de algunos de los más importantes logros científicos, analizados casi siempre como simples hechos históricos. Y sin embargo el método científico y sus grandes aliados: el pensamiento crítico y el racionalismo siguen alejados (cuando no desterrados) de las aulas. ¿Es sólo pura incompetencia o hay algo más detrás de este decepcionante fracaso educativo?

Y la verdad es que no sería nada difícil ni costoso enseñar racionalismo, puesto que no se trata de que nuestra infancia repita complejos experimentos con el Gran Colisionador de Hadrones, sino que bastaría con aplicar el exitoso método de la enseñanza de los deportes: entrenar el órgano correspondiente en condiciones reales, que en el caso que nos ocupa no son las piernas ni los brazos sino el ya de por sí poderoso cerebro.

Así además de explicar los conceptos, y en lugar de obligar a los alumnos a memorizar como papagayos interminables listas de datos que se encuentran accesibles en la Wikipedia, bien se podría fomentar que los alumnos reflexionaran sobre los hechos, buscaran pruebas y experimentos que apoyaran o refutaran una serie de cuestiones planteadas por el profesor y que al final comprendieran como se validan los descubrimientos y se separa el verdadero conocimiento científico de la supercherías varias, en una palabra que se fomentara en las escuelas el desarrollo de un espíritu crítico basado en el racionalismo.

Este enfoque centrado en la reflexión y alejado de la memorística tendría una evidente ventaja. Las fechas, datos, detalles de lo estudiado en cualquier asignatura se suelen olvidar, muchas veces tan rápidamente que no dejan ni siquiera poso aun cuando el alumno haya sacado una nota excelente. Sin embargo, los modos de pensar permanecen en el tiempo. La inmensa mayoría de los alumnos no van a acabar haciendo un doctorado en biomedicina o astrofísica, sino que después de la enseñanza obligatoria van a intentar conseguir un empleo normal (bueno menos en el caso de España, ya que muy lamentable pero seguramente tendrán que emigrar) o hacer una carrera de las llamadas de Letras y por tanto no van a estar directamente relacionados con la ciencia. Sin embargo el haber creado hábitos de pensamiento racionalistas sí que les pueden servir a estas personas a lo largo de toda su vida para poder diferenciar ciencia de pseudociencia, medicina efectiva de “medicinas” alternativas, conocimiento de supercherías y con este bagaje ser inmunes (o más resistentes) a esa legión de timadores tanto terrenales como espirituales que muy desgraciadamente abundan entre la población.

¿Y cuál es el principal escollo para llevar a cabo este inaplazable cambio de paradigma educativo? Pues muy desgraciada (o afortunadamente, según se mire) que este tipo de enseñanza trasciende el propio marco de la ciencia y tiende a expandirse a todas las facetas de la vida. Es un caso quizás similar al ya famoso proverbio chino de:

Mientras los individuos no saben pescar se les puede dar de comer salmón, atún o sardinas en la cantidad que se quiera puesto que son dependientes, ahora bien, si se les enseña a pescar ellos mismos conseguirán el pescado que deseen y en las cantidades que puedan y ya no necesitarán ayuda, ni sobre todo y más importante, controles externos.

Pues ese mismo proceso ocurre cuando se enseña a razonar a un niño y se le entrena año tras año en los métodos de la ciencia. Al principio, el racionalismo y el espíritu crítico de los alumnos se pueden mantener dentro del estricto marco de las clases de ciencia: física, biología, etc. Pero poco a poco, a medida que vayan sucediéndose los cursos académicos (si la enseñanza ha sido eficaz) los estudiantes irán desarrollando sus capacidades de raciocinio, e inexorablemente llegará un momento más tarde o más temprano en el que los alumnos caerán en la cuenta de que pueden aplicar esas mismas reglas, ese pensamiento racionalista, ese espíritu crítico, en resumen ese conjunto de herramientas que han visto y comprobado que son tan poderosas y efectivas, a otros marcos de su propia actividad académica y por extensión de su vida y sus relaciones sociales.

Y entonces, en ese momento es cuando se destapa la “peligrosa” Caja de Pandora del raciocinio, porque ¿cómo esos ya creciditos adolescentes (entrenados y curtidos en la reflexión, la investigación y la crítica constructiva pero también demoledora basada en los hechos) pueden cerrar sus libros de ciencia al cambiar de clase y escuchar dócilmente mientras en la siguiente hora lectiva un nuevo profesor con alzacuellos, con túnica o con tirabuzones les “explica” que en el “más allá” existe un señor barbado que ha creado todo el universo, aunque por supuesto ese “docente” no presente prueba corroborable alguna (aparte de un parloteo vacuo y sin sentido) de sus increíbles afirmaciones en todo el curso escolar? ¿cómo estos alumnos racionalistas van a permanecer impasibles y callados cuando estos mismos “profesores” les indiquen que ese “ente” todopoderoso (del que por cierto ni ellos ni nadie sabe nada a ciencia cierta) les quiere tanto y es tan infinitamente compasivo que si ellos le dejan de querer, entonces ese benevolente ser especial les castigará a toda una eternidad de sufrimiento y horror en un lugar que no está ni en el espacio ni en el tiempo, que no es ni materia normal, ni materia oscura, ni tampoco energía oscura, ni nada que se le parezca, y que además todo ese tan particular “conocimiento” no entra ni con calzador en ninguno de los descubrimientos científicos realizados en los últimos siglos y ni siquiera se tiene en cuenta en los modelos cosmológicos desarrollados por los más prestigiosos astrónomos y físicos de la humanidad? Y es por ello que cuando se enseña ciencia de verdad, el choque con la religión es absolutamente inevitable.

Y ya no digamos si se abandona el tema de la superstición y se entra en otros campos: sanidad, economía, etc. ¿Cómo se puede por ejemplo convencer a ciudadanos reflexivos y entrenados en la búsqueda de pruebas que el sistema sanitario público español es ineficiente y derrochador, mientras que el mercado y la libre competencia bajo una gestión empresarial encaminada a la obtención del máximo beneficio puede acabar generando una sanidad más eficiente y además más barata? Es más, estos individuos ¿no cuestionarían en masa la vergonzosa apropiación de los conocimientos públicos por parte de grandes corporaciones para enriquecerse con la necesidad de los enfermos?

¿Individuos acostumbrados al análisis y a la reflexión podrían ser convencidos fácilmente de que el actual sistema económico imperante es tan maravilloso como nos lo pintan, cuando todas las pruebas empíricas indican que únicamente es una forma de perpetuar el secular expolio de los grupos sociales y naciones más poderosos hacia los sectores y países más débiles? ¿Trabajadores racionalistas que cobraran el salario mínimo podrían llegar por sí mismos a la curiosa conclusión de que la exención de impuestos a las grandes fortunas y a las multinacionales es una decisión económica racional, sensata y avalada científicamente? Y así sucesivamente con cualquier otra parcela del conocimiento, la sociedad o las relaciones humanas.

No es por casualidad que las personas racionalistas, apegadas a los hechos y exigentes en relación a la verificación de las pruebas sean el grupo social menos proclive a dejarse llevar (o más bien engañar) por las consignas establecidas, estén basadas estas en la tradición o sean de nuevo cuño.

En resumen, un mundo en donde todos los niños fueran educados en los valores del racionalismo, la reflexión, el pensamiento crítico, el empirismo y el método científico es muy probable que fuese un lugar muy diferente (y por supuesto mucho mejor y más justo) que en el que vivimos en la actualidad. Y esa posibilidad tan aterradora es la que por supuesto quita el sueño a unos pocos en número, pero muy poderosos en autoridad e influencia.
Puntos:
15-10-15 19:39 #12871775 -> 12857958
Por:No Registrado
RE: LA CIENCIA
Buen articulo, felicidades al que lo escribio
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