Enero,extraido del libro: "Un año en la vida de la España salvaje" ENERO. Siguen los días fríos del invierno en las altas tierras del interior, en estas tierras de “pan llevar” que antes se decía. Son estas jornadas de especial dureza climatológica. Las noches son ahora largas y frías y frecuentemente se producen intensas heladas, en tanto que los días resultan relativamente “templados”, sobre todo si el cielo está descubierto y no sopla -cosa extraña por estos pagos – el viento fuerte y racheado que caracteriza a estas tierras. En enero las precipitaciones son más bien escasas, aunque no así las nieblas que frías y tenaces, cubren los campos durante jornadas. En esta época los huertos cercanos al Turiénzo se tornan blancos y con los primeros rayos del sol brillan como cristales. Las plantas se encuentran en esta época del año en un periodo de latencia, aguardando la llegada de tiempos mejores por lo que las manifestaciones vegetales de estas zonas , se limitan a unos pocos pastos requemados, junqueras y arbustos, que si bien muestran un aspecto enjuto y poco atractivo, atesoran un impagable valor biológico. Por lo que respecta a la fauna, este mes se presenta difícil y a la escasez de alimentos hay que unir el frío por lo que muchos de los pobladores de estas tierras se reúnen en bandos y grupos para soportar mejor los rigores de la estación. Los días de enero van transcurriendo en los pardos campos entre vientos cortantes y nieblas, que a veces dejan tras de sí mañanas soleadas y tibias en las que luce, intenso, el sol, a penas desdibujado por blandas y lejanas calimas, sobre Las cumbres ce Foncebadon. Con la caída de la tarde un intenso frío comienza a envolver los campos y un abrazo blanco y silencioso se extiende por entre rasas y calveros, petrificando los barbechos y esculpiendo en los tallos de lo0s secos arbustos filigranas y arabescos de punzantes cristales y hielo. Son estas noches, quietas, heladoras y silenciosas, las que aprovecha uno de los viejos y conocidos habitantes de la contorna, para desde lo alto de un teso ó desde el interior de un pequeño soto, entonar sus característicos “guarreos” con los que anuncia su celo y su afanosa búsqueda de compañera. Es el siempre hábil, esquivo y astuto zorro. Los habitantes halados recurren a la formación de bandos como estrategia para encarar la supervivencia en estos días hostiles; son muchas las aves que en un momento u otro se reunen en grupos de diversa consideración. Palomas, aláudidos, jilgueros, y pardillos. Esta tendencia se hace aún mas patente en los días neblinosos y fríos de enero, en los que a lo largo del helado y pardo paisaje, se mueven los bandos de estas pequeñas aves. Grupos de verderones, verdecillos, pinzones y mitos se desplazan como un solo cuerpo y deambulan incansablemente por entre sementeras y eriales, barbechos y llanadas a la búsqueda incesante de semillas de plantas rudelares y arvenses que las rejas de los arados han dejado al descubierto, puede que tras años de reposo. No obstante todos los movimientos están supervisados, vigilados y seguidos por la atenta mirada del esmerejón, un menudo halconcillo, de vuelo rápido y potente que intentará sorprenderles. A la caida de la tarde en las llanadas se distingue la silueta del aguilucho que regresa al herbazal donde cuando llegue el momento dejará su puesta. Las avefrías y chorlitos se extienden por los campos durante el invierno, sin embargo el más característico y estepario de los limícolas de la zona, el alcaraván, resulta ser un ave huidiza y de habitas más bien solitarios. Así y todo, en los días más fríos, estas aves bellas y misteriosas, realizan cortos desplazamientos, formando bandos de relativa importancia. Arriba en lo más profundo del monte del Val, extraños sonidos, roncos y resquebrajados, surgen de la las profundidades, llenando las noches de ecos extraño. Son los días del breve celo de los gatos monteses, unos de los seres más huraños, agrestes y esquivos de cuantos pueblan estos pagos. Si para los gatos todo es actividad, para otros seres todo es recogimiento y sueño, como para el murciélago o el erizo. Los jabalíes andarán merodeando por los huertos cercanos al pueblo, buscando incluso entre la basura fáciles bocados, con los que ir saciando su apetito.Colirrojos tizones, petirrojos o lavanderas blancas se aproximan al cobijote corrales y desvanes para dormitar, mientras las calandrias, verderones o zorzales trajinan por entre labrados en busca de semillas o algún perdido fruto. |