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Riego de la Vega - Leon

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27-03-15 02:07 #12542557
Por:VARON ROJO

Un paso por la historia por (El quemado)
El “Quemado” se traslada a Real Colegiata de la Santísima Trinidad, Sala de las Reliquias, en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso. Conversación con Felipe V.

– ¿Qué cuenta majestad? Soy español que nací casi 300 años después de su fallecimiento. Me gustaría que me contara lo más representativo de su reinado, si no le molesta.

– ¿Hablamos en francés o en español?

– Como esto lo van a leer descendientes de sus súbditos, lo lógico es hablarlo en castellano.

– Que quiere que le diga, tuve muchos problemas en España. Tuvimos una guerra muy desagradable. La razón fue que algunos españoles, me aceptaron como rey, aunque venía de Francia, y otros no.

– Explíquelo, es un tema muy importante, que todavía colea en España.

– Verá, al principio todos los españoles me aceptaron, pero los ingleses ¡hijos de mala madre! se metieron por medio, y sin yo quererlo, organizaron una guerra que se extendió por toda Europa. Todavía sueño con eso.

– Algo he oído. Continúe, se lo ruego.

– Para no extenderme demasiado, pues estoy algo cansado, le diré que esos malditos ingleses, aparte de quitarnos Gibraltar y Menorca, consiguieron que los residentes en Aragón, Valencia, Baleares y especialmente en Cataluña, se pusieran en mi contra, a pesar que les había prometido respetar sus fueros, pero luego cambiaron de opinión.

– ¿Qué hizo usted?

– Lamentándolo mucho, tuve que ponerme serio. Y quitarles sus fueros.

– ¿Tan gordo fue el asunto?

– Sí, tuve que librar algunas batallas para conservar lo que era mi reino. Ya sabe que el rey último Habsburgo, Carlos, no tuvo descendencia y me nombró su heredero. No tuve la culpa de eso.

– ¿Se refiere a la batalla de Almansa?

– Si, y a otras de funesto recuerdo. No me quiero acordarme de esos tiempos.

– ¿Y qué pasó luego?

– Barcelona y algunas partes de Cataluña, me hicieron frente y no tuve más remedio que actuar con dureza, sino, España no se hubiera consolidado como nación.

– Pues como le dije, ese tema todavía se habla, especialmente en Cataluña ¡Después de casi 300 años! Lo malo es que este tema está dividiendo España.

– ¿Todavía? ¿Dividiendo España? ¡Qué barbaridad! Y el rey actual ¿No hace nada para remediarlo?

– Por desgracia, todavía no.

– Ya me dijeron entonces que la invasión de Cataluña iba a crear problemas, pero no podía imaginar que durarían tanto tiempo. El caso es que modernicé las estructuras financieras, creé un cuerpo profesional de funcionarios para gestionar la Hacienda Pública, empecé a obligar a la nobleza a pagar impuestos que nunca lo habían hecho, lo cual era muy injusto, pues sólo pagaban los que no eran nobles. Y no hablemos de la Iglesia, que tampoco pagaba ninguno y eso que no paraba de pedir. Claro ejemplo es de los jesuitas, los terratenientes más fuertes en América. Creé también aduanas con el fin de recibir una retribución por el comercio internacional y, al mismo tiempo, acabar con el contrabando. No se me puede achacar que actué mal. España, cuando me la encontré no era un estado, cuando la dejé, sí que lo era. Dispuse que las leyes fueran para todos por igual. Y ahora, si me lo permite, vuelvo a donde debo estar. Estoy muy cansado.

El Quemado vuelve al Monasterio del Escorial. Conversación con Fernando VII.

– ¿Qué hace usted aquí? Usted no es ningún rey conocido.

– Soy un patriota español, cosa que usted nunca fue, según dicen mis compatriotas. Vivo en España 200 años después de usted.

– ¿Pero que está diciendo? Soy tan español como usted y cualquiera de sus coetáneos.

– Pues no lo demostró, según dicen.

– Si se refiere a mis tratos con Napoleón, hice lo que debía.

– ¿Lo que debía? ¿Sabe lo que se dice de usted? Que vendió a su país por un plato de lentejas. Vender a su patria no es patriotismo. Eso se llama traición.

– ¿Me va a dar usted lecciones de patriotismo? Si estuviera vivo, le mandaría colgar.

– Seguro que sí. A mí y a todos los españoles, todos de una vez y a ser posible, a la vez. Para usted el absolutismo lo es todo. Lo demostró con creces. Los españoles nunca olvidarán lo que hizo. Dicen también que después de acatar la Constitución 1812, se retractó. Eso no es bueno. Se sintieron engañados, por eso le llaman el “rey felón”.

– ¡Porque no eran buenos españoles!

– ¿Y usted si?

– Le repito que hice lo que tenía que hacer. No me comprenden. Si naciera otra vez haría lo mismo.

– No me cabe la menor duda. Dicen que usted no es de fiar, pues bien, con lo que me ha dicho acaba de confirmármelo ¡Y pensar que los españoles le llamaban “El Deseado”!

– Que yo sepa que volví a España, para restaurar lo que se había perdido: la dignidad.

– ¿A asesinar gente que no compartía sus opiniones le llama dignidad? Usted no sabe lo que es eso.

– Me niego a seguir hablando con usted.

El Quemado continúa en el Monasterio del Escorial. Conversación con María Cristina de Borbón.

– Señora, me llaman El Quemado. Vivo en España pasados 100 años después de su fallecimiento. Acabo de hablar con su padre Fernando.

– ¿Qué le dijo mi padre? ¿Y que desea de mí?

– Se puso como una furia cuando le hablé de Napoleón.

– La verdad, es que no actuó bien. Lo reconozco. Pero fui reina gracias a él, ya sabe la Ley Sálica, aunque eso costó que viviera la guerra carlista.

– Hubo dos más después de usted. Le ruego que me hable de su reinado.

– ¿Qué quiere saber?

– Lo que quiera decirme.

– La verdad, poco le puedo decir. La guerra que viví me costó que tuviera que irme a vivir a Francia. Prácticamente me echaron.

– ¿Cuál fue el motivo?

– Lo que le he dicho. Hubo mucho revuelo político.

– ¿Sólo por eso?

– Bueno, deseo ser sincera. Me metí en unos negocios que sentaron muy mal a los españoles, aparte de que no se vio con buenos ojos mi segundo matrimonio con mi querido Agustín Muñoz. Eso aumentó el deseo de los españoles para que me fuera, aunque luego volví, cuando mi nieto Alfonso ocupó el trono. Pero no fue lo mismo. Tuve que fallecer fuera de España.

– ¿De que qué tipo de negocios está hablando?

– De la sal, el ferrocarril y el comercio negrero, de lo que me avergüenzo.

– No tengo nada que decir. Solo tomo notas.

El Quemado se encuentra en la Basílica del Valle de los Caídos. Conversación con Francisco Franco Bahamonde.

– Excelencia ¿Puedo hablar con usted?

– Quién es usted y de que desea hablar.

– Soy un español y deseo hablar de España. Nací unos diez años después de su fallecimiento.

– Me gusta el tema ¿Por dónde empezamos?

– He hablado con diversos reyes para que me hablaran de sus respectivos reinados.

– ¿Y con que reyes ha hablado? ¿Y qué le han dicho?

Le repetí punto por punto con quien y de que habíamos hablado. Se quedó pensativo.

– ¿Y usted qué opina?

– Que nuestra historia, es cuanto menos, muy rica, peculiar, conflictiva y controvertida.

– ¿Por qué?

– En más de 500 años hemos pasado de tenerlo todo a no tener nada. No es común.

– Es que los españoles somos como dice, peculiares.

– Le ruego se explique.

– Cuando me hice cargo de la Jefatura del Estado, me encontré con país hecho unos zorros, como se dice vulgarmente. Se había salido de una Guerra Civil. Había mucha hambre y tuvimos que importar desde Argentina el trigo para hacer el pan. El mundo no me soportaba, porque hice desaparecer el comunismo español. Decían de mí que era un dictador. Había colas en los ultramarinos y tiendas para obtener alimentos. Se tuvo que racionar todo, hasta la gasolina, para que todos los españoles residentes pudieran, al menos vivir y comer. Se tuvo que regular el orden público. Dar seguridad a los españoles en forma de salud, propiedad privada, agricultura, industrias, comercio, entre otras muchas cosas. En resumen; crear un nuevo estado desde los cimientos. La República y como consecuencia, la Guerra Civil lo había arruinado todo. Con el esfuerzo de todos se pudo salir del hoyo. Estoy orgulloso de cómo lo dejé cuando fui enterrado en el lugar donde estamos hablando. Hasta los Estados Unidos reconocieron el régimen. Incluso dejé un rey para que controlara la nación. Creo que todo lo dejé bien atado.

– Pues ahora está todo muy desatado y bastante descontrolado. Tiene que ver cómo estamos y como vivimos.

– ¿Por qué dice eso?

– Si se lo cuento, se preguntará para que se hizo una Guerra tan espantosa.

– Explíquese.

– Le comento lo más destacado. Disfrutamos de un paro descomunal al que no se le ve final. Debemos a Europa lo que no está escrito. No se dan créditos, porque no hay dinero que prestar, por lo que no se generan ni industrias, ni se potencia el comercio. La justicia no funciona. Se ha dividido España en diecisiete “partes”, que le llaman comunidades autónomas que generan más deudas que el Gobierno Central. Ese engendro, ha generado, y sigue generando, trampas mil. Imagínese: todos los gastos de un Gobierno Central multiplicados por diecisiete. En cada de esas diecisiete partes existe un Ministerio a semejanza del central y luego el propio Gobierno Central. Es para volverse loco. Todo menos Defensa y Asuntos Exteriores. Como consecuencia los funcionarios existentes se cuentan por miles, y para colmo la corrupción ha hecho acto de presencia con una fuerza descomunal, como si un elefante entrara en una cacharrería. Se ha desarrollado una nueva Constitución, que opinión de mucha gente es la que ha creado este desastre. Nadie está contento. Solo los ladrones, que abundan más que las estrellas del cielo. Y para nuestra desgracia, hemos tenido un Presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, que ha hundido y arruinado a España, y ahora tenemos a otro, Rajoy se apellida, que teniendo la oportunidad de arreglar las cosas, pero con sus decisiones absurdas y su multitud de indecisiones, no ha arreglado nada.

– ¡Qué barbaridad! ¡Tanta administración! ¿Y por qué se ha hecho eso? Con un Gobierno se puede regular todo. Yo lo hice y no salió mal. Y me habla de otra Constitución ¡Pero si tenemos una amplia gama donde elegir!

– Ya lo sé, pero los políticos actuales, que muchos están está más pendientes de rellenar sus bolsillos, que del bienestar de los españoles, se han empeñado en hacerlo así. Los españoles nunca aprenderemos. Por cierto, el comunismo ha vuelto, pero afortunadamente ahora son totalmente pacíficos. Y no son ni sombra de lo que fueron, de los que conoció.

– Es un consuelo saber eso. Pero por lo que me cuenta, no es agradable vivir ahora en nuestra patria.

– No, no lo es. Mucha gente se ha ido a vivir a otros países.

– Entonces decido seguir donde estaba. Quiero seguir reposando tranquilo.

– Eso si le dejan, porque se ha llegado a hablar de desenterrarle. Algunos no le perdonan que haya sido el vencedor de la Guerra Civil.

– Lo siento por ellos, pero no creo que atrevan a tanto. A los muertos hay que dejarles en paz.

Conclusión: Yo, “El Quemado” declaro que España no tiene remedio. Busqué una solución en el pasado que no encontré. La busco en el presente y tampoco la encuentro. Por tanto, me considero doblemente quemado.

José Alberto Cepas
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