Riego de la Vega - Leon

Alucinante final para el caso de los dos policías de Barcelona condenados por torturas.Ya nos preguntábamos en su día por lo difícil que resulta que un policía torturador entre en la cárcel. Dificultades de identificación del criminal, encubrimientos corporativos, ayudas del forense, jueces y fiscales majos y en última instancia indultos. Jamás, que sepamos, deja el poder abandonado a su suerte a uno de sus perros guardianes torturadores. Pero como ahora lo de indultar está vigilado con lupa, a los políticos encargados de asegurar la impunidad a los torturadores, cuando el resto de mecanismos de protección fallan, se les ha ocurrido una maquiavélica idea. Veamos el caso. Víctor Bayona y Bakari Samyang son dos policías de la Guardia Urbana de Barcelona condenados a dos años y tres meses de prisión por graves torturas. También están inhabilitados a ejercer su profesión durante ocho años y medio. Sin embargo no les hará falta ejercerla, puesto que a sus 34 y 38 años de edad ya son jubilados. Percibirán durante el resto de su vida pensiones de 1.600 euros al mes uno y 1.800 el otro. ¿Y cómo puede ser tal cosa? Pues porque, antes de ser sentenciados, ambos, al alimón, han conseguido una declaración de "situación de incapacidad permanente total". Gracias a los informes favorables redactados por el Instituto Catalán de Evaluaciones Médicas. Todo el proceso de diagnóstico, evaluación e informe se ha tramitado a velocidad meteórica. Ya son dos jubilados anticipados. El semanario La Directa afirma que, aunque no son públicos los nombres de los doctores firmantes de esas declaraciones, sí se sabe que las causas aducidas son psiquiátricas. Siguiendo la lectura del artículo de La Directa que tienen en catalán más abajo averiguamos que tanto Bayona com Samyang habían superado todo tipo de pruebas psicotécnicas cuando entraron en la policía e, incluso después de la condena, no había indicios de que no pudieran trabajar de antidisturbios. Uno de ellos incluso era formador de nuevos agentes. Después de recibir la declaración de incapacidad uno de ellos siguió su vida normal como profesor en un gimnasio y el otro, con su primera nómina de jubilado organizó un viaje a Japón a pescar atunes acompañado de cuatro amigos de los mossos d’esquadra. Como puede verse, si uno es policía, torturar no solo no se castiga sino que se premia. Una temporada corta en la cárcel, en módulo especial para policías, acortada aún más si cabe a base de progresiones de grado y libertad condicional privilegiadas con respecto al resto de presos en cuanto los focos de prensa dejen de apuntar, y luego a disfrutar la vida con un buen sueldo sin dar golpe. -¡Este país da ASCO!