Riego de la Vega - Leon

En el próximo año y medio tendré que acudir a las urnas en tres ocasiones ¡qué pereza!

No me malinterpreten, no quiero un sistema político distinto a una democracia, hasta el punto que me gustaría acudir a las urnas una cuarta vez para elegir al Jefe del Estado. La pereza me la da lo cansina, desilusionante y hasta frustrante que se ha vuelto la vida política española.

Los partidos tradicionales se han escondido dentro de su caparazón intentando que la crisis pase pronto y que cuando las economías familiares remonten recuperemos nuestra mala memoria y volvamos en masa a votarlos, aunque sólo sea por el “madrecita, que nos quedemos como estamos”. Mientras llega esto, su legión de corifeos está desplegada en posición de combate con sus consignas de “o conmigo o contra mí”, intentando crear la percepción de que si criticas la falta de agilidad dialéctica del Secretario de Organización del PSOE eres pepero y si haces lo propio con el mueble que es la Ministra Fátima Báñez (por ejemplo) es que eres un izquierdista intolerante. Como si a los políticos con el cargo les dieran liderazgo, habilidades comunicativas y sabiduría.

Las alternativas surgidas del descontento, y que tan buenas expectativas han generado en algún caso, está por comprobarse que sean capaces de convertir este importante caudal de simpatía en una transformación real de la vida política. Es cierto que merecen un margen de confianza, pero yo que sé. Debo reconocer que el proceso que ha seguido estas semanas Podemos para elegir sus candidatos locales me ha interesado bastante e incluso en el caso de Sevilla me ha llegado a ilusionar al presentarse como candidato alternativo y que me genera gran confianza; perdió por 60 votos en unas elecciones por internet, sin interventores… bueno, el aceptó el resultado, nada que objetar. Pero que la candidatura oficial se haya impuesto en todas partes con esos márgenes de votos… llámenme malpensado, pero tiene una pinta de más de lo mismo que echa para atrás.

Izquierda Unida y la mayoría de los nacionalistas luchando por sobrevivir, otros nacionalistas (como los andalucistas) desaparecidos en combate, alternativas que son más de lo mismo… Vamos, que acabo como empecé: ¡qué pereza! No sé si los líderes políticos de la transición eran más ilusionantes o es que éramos más jóvenes e inexpertos, pero cómo echo de menos la ilusión que tenía en esos años por ir a las urnas. Hoy, como entonces, no faltaré a las citas, pero ¡qué pereza!