Riego de la Vega - Leon

Desobediencia "tenaz, rebelde y decidida" agravada con expresiones de menosprecio para los agentes. Y, por tanto, un delito y no una falta de desobediencia. Así han calificado la conducta de Esperanza Aguirre los cinco magistrados de la Audiencia Provincial de Madrid que entendieron de su caso.

El auto filtrado a la prensa desde la Audiencia Provincial es un auténtico varapalo a la benevolencia con que juez y fiscalía quisieron catalogar la prepotente y altanera conducta de la ex presidenta de Madrid. La primera batalla, la de la dignidad, ya está ganada.

Porque, si nos apuran, poco importa ya que, finalmente, Aguirre sea condenada a 6 meses de prisión o a un año de cárcel (la absolución, a la vista del retorcido reconocimiento de culpa efectuado por la propia imputada, y las incuestionables grabaciones hechas públicas, se antoja poco menos que prevaricación). Lo fundamental es que la prepotencia, la chulería, la altanería de quien se cree por encima del común de los mortales, ya ha sido castigada. Aguirre no cometió una faltita de nada. Aguirre cometió un delito. Y debe dar gracias de que no terminó la jornada declarando en comisaría arrestada, como le habría ocurrido a la inmensa mayoría de los mortales.

Porque, si nos apuran, poco importa ya que, como señalan algunos malpensados, la causa última de la decisión del tribunal pueda encontrarse en hacerle un favor al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien se encontraría reforzado para cerrar el paso de su entrañable enemiga a la carrera por el Ayuntamiento de Madrid, que dicen las mismas malas lenguas que es el último oscuro objeto de deseo de la ex lideresa.

Y es que empezar la campaña electoral con fotos recogiendo su llegada y salida de los juzgados y justificando una posterior condena, incluso para el PP, tan ducho últimamente en lidiar toros judiciales, sería muy fuerte. Claro que, “cosas veredes, amigo Sancho, que te maravillaren”, le hacía recitar Cervantes al inmortal Don Quijote.

Poco importa. Los jueces, por una u otra razón, le han recordado a Esperanza Aguirre su vena terrenal. De un batacazo, a golpe de folio, la han bajado de su Olimpo particular a la sala de vistas de un juzgado. Que se vayan acostumbrando otros.