Riego de la Vega - Leon

En 2011 -hace casi tres años- comenté un artículo en el que denunciaba la cantidad ingente de riqueza que escapaba al control de las Haciendas Públicas del mundo. Reproduzco parcial y literalmente lo que decía entonces:


La cifra marea, pero se ha estimado por el Banco Mundial que más de ocho billones de euros están a buen recaudo en los paraísos fiscales sin que sus propietarios paguen ni un sólo céntimo al erario público de sus respectivos países. Son los escondrijos de una cuarta parte de la riqueza privada mundial, según datos del Fondo Monetario Internacional.

Para muestra un sólo botón, en las Islas Caimán, con 52.000 habitantes y un territorio de unos 260 Km cuadrados, están instalados 600 bancos, operan 2.200 fondos especulativos y de pensiones, se estima que manejan más de medio billón de euros y hay domiciliadas y en activo unas 44.000 empresas. Los etéreos “mercados” tienen nombre y apellido aunque permanezcan en el anonimato. Constructores sin escrúpulos, narcotraficantes, grupos terroristas, políticos corruptos o dictadores de países tercermundistas comparten sus botines con las grandes empresas multinacionales que, a través de complejas operaciones de ingeniería financiera de dudosa legalidad, desvían gran parte de sus excedentes a estas cuevas financieras.

(…)

Este panorama induce a pensar que la eliminación de los paraísos fiscales debería ser la actuación prioritaria de los políticos del mundo y que, sólo después de que éstos desaparecieran, podría exigirse sacrificios a los que más sufren las consecuencias de una crisis en cuya gestación no han tenido ninguna responsabilidad.

En tanto que estas cuevas financieras persistan con el beneplácito de las autoridades mundiales, que no nos hablen de ajustes presupuestarios que han de soportar nuestras menguadas economías por las exigencias de unos “mercados” que, además de no tributar, pretenden seguir enriqueciéndose a costa de nuestras privaciones. Mientras que así sea, se está incubando una revolución social cuyas consecuencias no me atrevo a pronosticar. ¡Ojalá! me equivoque.

Hoy, un informe de Oxfam Intermón denuncia que la mitad de la riqueza mundial está en manos de un exiguo 1% de la población y que 15,5 billones de euros -hace tres años eran ¡tan solo! 8 billones- se escapan anualmente al control del fisco a nivel mundial porque, continúa informando esta organización, “las personas más ricas y las grandes empresas ocultan miles de millones a las arcas públicas a través de complejas redes basadas en paraísos fiscales”. A pesar de la crisis económica -o tal vez por ella y por el perverso sistema económico que padecemos- la fatal brecha entre los poderosos y los menesterosos se ha agudizado hasta niveles verdaderamente insufribles.

La revolución social se acerca a pasos agigantados porque quienes debieran evitarla se limitan, por el contrario, a alentarla. Que no se rasguen pues las vestiduras cuando se lanzan unos huevos a la fachada de un ayuntamiento, se quema un contenedor o se tira una piedra al escaparate de una entidad bancaria. Que la violencia genera más violencia es bien sabido, pero ¿existe mayor violencia que la realidad de cientos de millones de personas viviendo en la más completa indigencia mientras que un 1% de la población posee la mitad de la riqueza mundial?. Mucho me temo que del “rasgado de vestiduras” van a pasar al “lloro y crujir de dientes” ¡tiempo al tiempo!.