EL PASEO PASEO DOMINICAL Se les veía muy enamorados; ese amor sereno, fruto del paso de los años. Caminaban con aire desenfadado; daban una vuelta por Atocha, unas cañitas con calamares en el Brillante. Paseo por la cuesta de Moyano; mirar libros, y recordar los paseos domingueros de antes de casarse para toda la vida, y prometerse ayuda mutua en la salud y en la enfermedad, como les dijo el cura el día que los casó. En su deambular, decidieron cruzar la glorieta, mal, muy mal, por el peor sitio, no había paso de peatones, comenzaron a cruzar. Él, tranquilo, con paso firme pero algo lento, ella, temerosa, miraba a los coches que se aproximaban. Urgía a su marido para que acelerara el paso, pero él, impertérrito continuaba a su aire. Ella ya no pudo más y, soltándose del brazo, comenzó a correr y a ponerse a salvo de la avalancha de coches que se les venia encima. Los dos llegaron sanos y salvos a la acera, eso sí, ella antes que él. Observador involuntario de la escena desde la ventanilla del autobús. Comprendí que la sentencia del cura con su. “Hasta que la muerte os separe”. En algunos casos, es mejor separarse antes por si acaso. |