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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
14-07-14 06:24 #12135587
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 87ª Sección
El evangelista Juan, le dijo a María: Que le parecía razón obedecer a Pedro y volverse luego a Jerusalén. Justo y debido es, respondió María, obedecer a la Cabeza de la Iglesia; disponed luego la partida. Con esta determinación fue Juan Evangelista a buscar embarcación para Palestina y prevenir lo que para ella era necesario y disponer con brevedad la partida. En la preparación del viaje, Juan el Evangelista y María, llamaron a las mujeres que tenían en Éfeso por conocidas y discípulas, para despedirse de ellas y dejarlas informadas de lo que para conservarse en la fe debían hacer. Eran estas mujeres en número setenta y tres, y muchas de ellas vírgenes.-

A éstas y otras muchas había catequizado y convertido en la fe por sí misma María, y de todas había hecho un colegio en la casa donde vivía, con las mujeres que la hospedaron en ella. Y con esta congregación comenzó la María a recompensar los pecados y abominaciones que por tantos siglos que se habían cometido en el templo de Diana, dando principio a la común guarda de la castidad en el mismo lugar de Éfeso, donde el demonio la había profanado. De todo esto tenía informadas a estas discípulas, aunque no sabían que la gran Señora había destruido el templo; porque este suceso convenía guardarlo en secreto, para que ni los judíos tuviesen motivo contra la piadosa Madre, ni los gentiles se indignasen contra ella, por el insano amor que tenían a su Diana. Y así ordenó el Señor que el suceso de la ruina se tuviese por casual y se olvidase luego y los autores profanos no lo escribiesen, como lo ocurrido con el primer incendio.-

Habló María a estas discípulas suyas con palabras dulcísimas, para consolarlas en su ausencia, y les dejó un papel escrito de su mano, en la que les decía: Hijas mías, por la voluntad del Señor todopoderoso me es forzoso volver a Jerusalén. En mi ausencia tendréis presente la doctrina que de mí habéis recibido y yo la oí de la boca del Redentor del mundo. Reconocedle siempre por vuestro Señor, Maestro y Esposo de vuestras almas, sirviéndole y amándole de todo corazón. Tened en la memoria los mandamientos de su santa ley, y en ellos seréis informadas de sus ministros y sacerdotes, a quienes tendréis en grande veneración y obedeceréis a sus órdenes con humildad, sin oír ni admitir a otros maestros que no sean discípulos de Jesucristo mi Hijo santísimo, seguidores de su doctrina; yo cuidaré siempre de que os asistan y amparen, y no me olvidaré jamás de vosotras ni de presentaros ante el Señor.-

En mi lugar queda María la Antigua, a ella obedeceréis en todo, respetándola y amándola, y cuidará de vosotras con el mismo amor y desvelo. Guardaréis inviolable retiro y recogimiento en esta casa y que jamás entre varón en ella y, si fuere forzoso hablar a alguno, sea en la puerta estando tres presentes de vosotras. En la oración seréis continuas y retiradas; diréis y cantaréis las que os dejo escritas en el aposento donde yo estaba. Guardad silencio y mansedumbre; y con ningún prójimo hagáis más de lo que deseáis para vosotras. Hablad siempre verdad y tened presente continuamente a Jesucristo crucificado en todos vuestros pensamientos, palabras y obras. Adoradle y confesadle por Creador y Redentor del mundo; y en su nombre os doy su bendición y pido que Él mismo os asista en vuestros corazones.-

Llegó el día de partir para Jerusalén, y la humilde entre las humildes pidió la bendición a Juan Evangelista y con ella se fueron juntos a embarcar, habiendo estado en Éfeso dos años y medio. Y a la salida de su posada se le manifestaron a la gran Señora todos sus Ángeles en forma humana visible, pero todos como de batalla y armados para ella en forma de escuadrón. Esta novedad fue el aviso con que se le dio inteligencia de que se previniese para continuar el conflicto con el Dragón grande y sus aliados. Y antes de llegar al mar vio gran multitud de legiones infernales que venían a ella con espantosas figuras, todas de gran terror,
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y tras ellas venía un Dragón con siete cabezas, tan horrible y tan disforme que excedía a un grande navío y sólo el verlo tan fiero y abominable era causa de gran tormento. Contra estas visiones tan espantosas se previno la invencible Reina y Señora del Cielo, y a los Ángeles ordenó con que la asistiesen, porque naturalmente aquellas figuras tan horribles le causaron algún temor y horror sensible. Juan el Evangelista no conoció entonces esta batalla, hasta que después le informó la divina Señora y tuvo inteligencia de todo lo ocurrido.-

Embarcaron María y Juan, y el navío partió. Pero a poca distancia del puerto aquellas furias infernales, con el permiso que tenían, alteraron el mar con una tormenta tan deshecha y espantosa cual nunca otra semejante se había visto en él hasta aquel día ni hasta ahora, porque en esta maravilla quiso el Omnipotente glorificar su brazo y la santidad de María y para esto dio aquel permiso a los demonios, que estrenasen toda su malicia y fuerzas en esta batalla. Se entumecieron las olas con terribles gemidos, levantándose sobre las mismas, fuertes vientos, y al parecer sobre las nubes, y formando entre ellas unas montañas de espuma y de agua, que parecía tomaban la corrida para quebrantar las cárceles en que están encerrados.-

El navío era combatido y azotado por un costado y por otro, de manera que con cada golpe parecía gran maravilla no quedar hecho polvo y destruido. Unas veces era levantado hasta el cielo, otras descendía a romper las arenas de lo profundo, muchas tocaba con las gavias y con las entenas en las espumas de las olas, y en algunos ímpetus de esta inaudita tormenta fue necesario que los Ángeles sustentaran el navío en el aire, y le sustentaban inmóvil mientras pasaban algunos combates del mar que naturalmente habían de anegarle y echarle a pique a esta embarcación. Nuestra Reina y Señora del Cielo, dio gracias al Omnipotente por aquellos beneficios y le hizo un cántico de loores y alabanzas, porque a ella y a los demás los había sacado de tan formidables peligros. El Evangelista Juan, hizo lo mismo, y la divina Madre le agradeció también el haberla acompañado en sus trabajos y le pidió la bendición, y caminaron hacia Jerusalén, los Acompañaban los Ángeles en la misma forma de pelear, porque también los demonios continuaban la batalla desde que salieron a tierra donde la esperaban.-

María, se fue derecha a la casa del cenáculo, donde estaba Pedro, y puesta de rodillas en su presencia le pidió la bendición y que la perdonase por no haber cumplido antes con su mandato, le pidió la mano y se la besó como a sumo Sacerdote; pero no se disculpó de haber tardado en el viaje por la tempestad, ni le dijo otra cosa, y sólo por la relación que después le hizo Juan, tuvo Pedro noticia de los trabajos que en la navegación habían padecido. Pero el Vicario de Jesucristo y todos sus discípulos y fieles de Jerusalén recibieron a su Maestra y Señora con indecible gozo, veneración y afecto, y se postraron a sus pies, agradeciéndole que hubiese venido a llenarlos de alegría y consuelo para que la pudiesen ver y servir.-

Después que María cumplió con la obediencia de Pedro, le pareció debía cumplir con su piadosa devoción, salió María del Cenáculo para visitar los Sagrados Lugares, acompañada de sus Ángeles, y siguiéndola Lucifer y sus demonios, continuando su batalla. La batería de estos dragones era terrible en demostraciones, amenazas varias y espantosas figuras, y a este modo, eran también sus tentaciones y sugestiones. Pero llegando la gran Señora a venerar alguno de los lugares de la Redención, se quedaban lejos los demonios, porque los detenía la virtud divina de María, y también sentían en sus cuerpos, que se les quebrantaba las fuerzas la que el Redentor les había comunicado en aquellos lugares con los misterios de la Redención.- 432

Porfiaba Lucifer por acercarse a ellos, esforzándole la temeridad de su misma soberbia, porque con el permiso que tenía de la Trinidad, de perseguir y tentar a la Señora de las virtudes, deseaba si pudiera, ganar de ella alguna victoria en aquellos mismos Lugares donde él había quedado vencido, o al menos impedirla que no los venerase con la reverencia y culto que María lo hacía.-

Pero el Altísimo ordenó que la virtud de su brazo poderoso obrase contra Lucifer y sus demonios, por medio de la Reina, y que las mismas acciones que en ella pretendían estorbar fuesen el cuchillo con que los degollase y venciese. Y sucedió así, porque la devoción y veneración con que la divina Madre adoró a su Hijo, renovó las memorias y agradecimiento a la Redención, fueron de tan gran terror para los demonios, que no lo pudieron tolerar y sintieron contra sí una fuerza de parte de María que los oprimió y atormentó, obligándolos a que se retirasen más lejos de la presencia de esta invencible Reina y Señora de los Cielos.-

Los Demonios, daban espantosos bramidos, que solo María los oía, y decían: Alejémonos de esta Mujer, nuestra enemiga, que tanto nos confunde y oprime con sus virtudes. Pretendíamos borrar la memoria y veneración de estos Lugares en que los hombres fueron redimidos y nosotros despojados de nuestro señorío, y esta Mujer, siendo pura criatura, impide nuestros intentos y renueva el triunfo que su Hijo y Dios, que nos ganó a nosotros en la cruz.-

El Apóstol Juan.-
Era la ciencia de Juan Evangelista como la plenitud de un querubín y su cándido corazón inflamado como un supremo serafín y que tenía consigo por madre y maestra a la misma autora de la sabiduría y de la gracia. Con estos ricos privilegios de los que gozaba Juan el Evangelista, pudo intentar grandes obras y obrar grandes maravillas para fundar la ley de gracia en Éfeso y en toda aquella parte de Asia y en los confines de Europa.-

El Apóstol Juan, llegando a Éfeso comenzó el Evangelista a predicar en la ciudad, bautizando a los que convertía a la fe de Jesucristo y confirmando la predicación con grandes milagros y prodigios nunca vistos entre aquellos gentiles. Y porque de las escuelas de los griegos había muchos filósofos y gente sabia en las ciencias humanas, aunque llenas de errores, el Apóstol les convencía y enseñaba la verdadera ciencia, usando no sólo de milagros y señales, sino de razones con que hacía más creíble la FE Cristiana. A todos los convertidos remitía luego a María y ella los catequizaba y, como María, conocía los interiores e inclinaciones de todos, les hablaba al corazón de cada uno y los llenaba de los influjos de la luz divina.-

María, hacía prodigios y muchos milagros y beneficios curando endemoniados y de todas las enfermedades, socorriendo a los pobres y necesitados y, trabajando para esto con sus propias manos. María acudía a los enfermos y visitaba los hospitales y los servía y curaba por sí misma. Y en su casa tenía María, ropa y vestiduras para los más pobres y necesitados, ayudaba a muchos a la hora de la muerte, y en aquel peligroso trance ganó muchas almas y las encaminó hacia su Creador sacándolas de la tiranía del Demonio.-

Y fueron tantas las que trajo al camino de la verdad y vida eterna y las obras milagrosas que con este fin hizo, para la salvación eterna de todos ellos. Con los aumentos que la primitiva Iglesia iba recibiendo cada día por la santidad, solicitud y obras de María, estaban los demonios llenos de confusión y furioso despecho. Y aunque se alegraban de la condenación de todas las almas que llevaban a sus tinieblas eternas, con todo eso recibieron gran tormento con la muerte de Herodes, porque de su obstinación no esperaban enmienda en tan feos y abominables pecados y por esto le tenían por instrumento poderoso contra los seguidores de Jesucristo.-
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Dio permiso María, para que Lucifer y estos Dragones infernales se levantasen de lo profundo del infierno, donde los derribó María desde Jerusalén. Y después de haber gastado el tiempo que allí estuvieron los demonios, en arbitrar y prevenir tentaciones para oponerse a la invencible Reina de los Ángeles, determinó Lucifer querellarse ante el Señor, con indignación hacia María. Y con este pensamiento para salir del profundo infierno, habló Lucifer con sus ministros y les dijo: Si no vencemos a esta Mujer que es nuestra enemiga, temo que sin duda destruirá todo mi imperio, porque todos conocemos en ella una virtud más que humana que nos aniquila y oprime cuando ella quiere y como quiere, y hasta ahora no se ha hallado camino para derribarla ni resistirla. Esto es lo que se me hace intolerable, porque si fuera Dios, que se dio por ofendido de mis altos pensamientos y contradicción y tiene poder infinito para aniquilarnos, no me causara tanta confusión cuando me venciera por sí mismo; pero esta Mujer, aunque sea Madre del Verbo humanizado, no es Dios, sino pura criatura y de baja naturaleza que la nuestra; no sufriré más que me trate con tanto imperio y que me arruine cuando a ella se le antoja. Vamos todos a destruirla y para eso nos querellémonos contra ella delante del Omnipotente, como lo tenemos pensado.-

Hizo el Dragón esta diligencia y alegó de su falso derecho ante el Señor. Pero advierto que no se presentan estos enemigos ante el Señor por visión que tengan de su divinidad, que ésta no la pueden alcanzar, mas como tienen ciencia del ser de Dios y fe de los misterios sobrenaturales, aunque corta y forzada, por medio de estas noticias se les concede que hablen con Dios, cuando se dice que están en su presencia y se querellan, o tienen algún coloquio con el Señor.-

Atendiendo Dios, la querella que Lucifer le presentaba. Dio permiso el Omnipotente a Lucifer para que saliese a pelear y hacer la guerra contra María; pero las condiciones que pedía eran injustas y así se le negaron muchas. Y a cada uno les concedió la divina Sabiduría las armas que convenía, para que la victoria de su Madre fuese gloriosa y quebrantase la cabeza de la antigua y venenosa serpiente.-

Prosiguió María visitando todos los Lugares sagrados en compañía de sus Ángeles, y llegando al monte Olivos, que era el último, estando en el lugar donde su Hijo subió a los Cielos, descendió de ellos Su Majestad con inefable hermosura y gloria a visitar a su Madre. Jesús se le manifestó con caricias y regalos de su Hijo y este le dijo: Que aquellos beneficios eran alguna parte del premio de su humildad y obediencia que había tenido con Pedro, ejecutando luego sus mandatos y anteponiéndolos no sólo a su devoción sino a su comodidad. Le dio también palabra de asistirla en su batalla contra los demonios y, ejecutándose luego esta promesa, ordenó el mismo Señor que Lucifer y sus ministros reconocieran en María alguna novedad de mayor excelencia contra ellos.-

Después de esto, María volvió al cenáculo, y cuando los demonios intentaron volver a sus tentaciones, sintieron lo mismo que si una pelota de viento con grande ímpetu topara con un muro de bronce, que resurtiera con suma presteza y velocidad hacia donde venía; así les sucedió a estos desvanecidos enemigos, que retrocedieron de la vista de María, con más furor contra sí mismos que llevaban contra ella.-
Llegaron Pablo y Bernabé, sabiendo que ya María estaba en Jerusalén, y con el deseo que Pablo tenía de verla se fueron de camino a donde ella estaba y se arrojaron ante su presencia. Con abundantes lágrimas de gozo que sintieron con su vista. No fue menor el que recibió María con los dos Apóstoles, a quienes amaba en el Señor con especial afecto por lo que trabajaban en la exaltación de su nombre y dilatación de la fe.-
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Deseaba la Maestra de los humildes que primero se presentasen los dos Apóstoles a Pedro y a los demás y a ella la última, como quien se juzgaba menor entre las criaturas. Pero ellos ordenaron bien la veneración y caridad, juzgando que ninguno se debía anteponer a la que era Madre de Dios y Señora de todo lo creado y principio de todo. Se postró también la gran Señora a los pies de Pablo y Bernabé y les besó la mano y pidió la bendición. Tuvo Pablo en esta ocasión una maravillosa abstracción extática, en que se le revelaron de nuevo grandes misterios y prerrogativas de aquella Mística Ciudad de Dios, María, y la vio toda como vestida de la misma divinidad.-

Con esta visión quedó Pablo lleno de admiración y con incomparable amor y veneración de María. Y volviendo más en sí mismo la dijo: Madre de toda piedad y clemencia, perdonad a este hombre pecador y vil por haber perseguido a Vuestro Hijo y mi Señor y a su Iglesia.-

Respondiendo María le dijo: Pablo, siervo del Altísimo, si el mismo que os creó y redimió os llamó a su amistad y os ha hecho vaso de elección ¿cómo dejará de perdonaros esta esclava suya? Mi alma le magnifica y engrandece, porque en vos se quiso manifestar tan poderoso, santo y liberal.-

Dio gracias Pablo a la Madre por el beneficio de su conversión y por los favores que sobre esto le había hecho guardándole de tantos peligros. Y lo mismo hizo también Bernabé, y de nuevo le pidieron su protección y amparo a María.-

Pedro, como cabeza de la Iglesia, había llamado a los Apóstoles y discípulos que estaban cerca de Jerusalén y con los que estaban en ella, los juntó un día en presencia de la Reina y Señora del mundo, interponiendo para esto la autoridad de Vicario de Cristo, para que la prudente Madre no se retirase de la junta con su profunda humildad. Estando todos juntos les habló Pedro, y dijo: Hermanos e hijos míos en Jesucristo nuestro Señor, necesario ha sido juntarnos todos para resolver las dudas y negocios que nuestros hermanos Pablo y Bernabé nos han informado y otras cosas que tocan al aumento de la fe de nuestro redentor y Señor Jesucristo.-

Para esto conviene que preceda la oración, en que pidamos nos asista el Espíritu Santo y en ella perseveraremos diez días, como tenemos de costumbre hacer.-

Y el primero y último día, celebraremos el Sacrificio Sacrosanto de comulgar mediante la reunión Sacramental, con que preparemos nuestros corazones para recibir la Divina luz. Aprobaron todos este mismo medio, y para celebrar la primera Misa al otro día preparó la Reina, la sala del cenáculo, limpiándola y ordenándola decentemente con sus manos, y previno todo lo necesario para comulgar ella y los demás en aquella primera Misa. Celebró sólo Pedro, guardando en estas Misa, los mismos ritos y ceremonias que anteriormente habían realizado.-

Habiendo comulgado la Madre en la primera Misa de aquellos diez días, se recogió a solas, y luego por mandado del Señor la levantaron sus Ángeles y los demás que allí asistían para llevarla en alma y cuerpo al Cielo, quedando un Ángel sustituyendo por ella su figura, para que en el Cenáculo no la echasen de menos los Apóstoles que allí estaban.-
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