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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
08-07-14 06:37 #12129591
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 79ª Sección
Forma de proceder con el Bautismo.-
Este beneficio lo debió la nueva Iglesia por la intercesión directa de María, que estando contemplando al Omnipotente y por su prudentísima atención y por su petición, se comenzase a consagrar el cuerpo y sangre de su Hijo santísimo y celebrar la Primera Reunión Sacramental en la Nueva Iglesia después de la Ascensión y venida del Espíritu Santo. Y estaba puesta en razón que por su diligencia se comenzase a distribuir el pan de vida entre sus hijos, pues María era la nave rica y próspera que lo trajo de los Cielos. Luego María, en aquella visión que tenía de la Divinidad, Él Omnipotente la dijo: María, esposa mía, ¿qué quieres?, ¿qué me pides? Porque tu voz y tus ansias han sonado dulcemente en mis oídos. Pide lo que deseas, que mi voluntad está inclinada a tus ruegos. María le respondió al Señor: Dios y Señor mío, dueño de todo mi ser, mis deseos y mis gemidos no son ocultos a Vuestra sabiduría infinita. Quiero, busco y solicito Vuestro mayor agrado y beneplácito, vuestra mayor gloria y exaltación de Vuestro nombre en la Nueva Iglesia. Estos nuevos hijos que tan presto habéis multiplicado os presento, para que reciban el Sagrado Bautismo, pues ya están ilustrados en la FE. Y si es de Vuestra voluntad y servicio, deseo también que los Apóstoles, Vuestros Sacerdotes y Ministros, comiencen ya a consagrar el Cuerpo y la Sangre de Vuestro Hijo y mío, para que con este admirable y nuevo sacrificio os den gracias y loores por el beneficio de la Redención humana y de los que por ella habéis hecho al mundo, y asimismo para que los hijos de la Nueva Iglesia, fuera de Vuestra voluntad el que recibamos este alimento de vida eterna. Yo soy polvo y ceniza, la menor sierva de los fieles y mujer, y por esto me detengo en proponerlo a Vuestros Sacerdotes los Apóstoles. Pero inspirad, Señor, en el corazón de Pedro, que es Vuestro Vicario, para que ordene lo que Vos queréis que hagamos y como hacerlo.-

El Señor la respondió a María y la dijo: Amiga y paloma mía, hágase lo que tú pides y deseas. Mis Apóstoles con Pedro y Juan te hablarán y ordenarás por ellos lo que deseas para que se ejecute. Luego entraron todos a la presencia de María, que los recibió con la reverencia acostumbrada, puesta de rodillas y pidiéndoles la bendición. Pedro, como cabeza del apostolado se la dio. Pedro habló por todos y informo a María cómo los nuevos convertidos estaban ya catequizados en la FE y en los Misterios del Señor, y que sería justo darles el bautismo y señalarlos por hijos de Cristo y agregados al gremio de la Iglesia, y pidió a María, como Maestra que ella ordenase lo que fuese más acertado para el beneplácito del Altísimo.-

María respondió: Señor, Vos sois cabeza de la Iglesia y vicario de mi Hijo en ella, y todo lo que en su nombre por vos fuere ordenado lo aprobará su voluntad santísima, y la mía es la suya con la vuestra. Con esto Pedro ordenó que al día siguiente, que correspondía al Domingo de la Santísima Trinidad, se les diese el Bautismo a los que se habían convertido, y así lo aprobaron María y los demás Apóstoles. Pero luego se ofreció otra duda sobre el Bautismo que habían de recibir, si sería el de Juan Bautista o el de Jesucristo. A algunos de aquella congregación les parecía que se les diese el bautismo de Juan Bautista, que era de penitencia, y que por esta puerta habían de entrar a la FE, para la justificación de las almas. Otros, por el contrario, dijeron que con el Bautismo de Jesucristo y su muerte había expirado el Bautismo de Juan Bautista, que servía para prevenir los corazones que recibiesen al Redentor, y que el Bautismo de Su Majestad daba gracia para justificar y lavar todos los pecados a quienes estaban dispuestos, y que era necesario introducirlo luego en la Iglesia. Este parecer aprobó Juan Evangelista y Pedro, y lo confirmó María, con que se estableció que luego se introdujese el Bautismo de Jesucristo, y con él fuesen bautizados aquellos nuevos conversos y los demás que viniesen a la nueva Iglesia Evangélica Cristiana.-
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Y en cuanto a la materia y forma de este Bautismo no hubo duda entre los Apóstoles, porque todos convinieron que la materia había de ser agua natural, elemental y en el nombre de la Trinidad: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, por haber sido esta materia y forma, la que señaló el mismo Señor y él mismo la practicó en los que dejó bautizados por su propia mano y persona. Esta forma del Bautismo se ha guardado siempre desde este día. Y cuando en los actos de los Apóstoles se dice que bautizaban en el nombre de Jesús, no se entienda esto en la forma, sino del mismo autor del Bautismo que era Jesús, a diferencia del Bautismo de Juan Bautista. Y lo mismo era Bautizar en el nombre de Jesús que con el Bautismo de Jesús, pero la forma era la que el mismo Señor dejo expresado, en el nombre de las tres personas de la Trinidad, como fundamento y principio de toda la FE y verdad Cristiana. Con esta resolución acordaron los Apóstoles que para el día siguiente que se juntasen todos los conversos en la casa del cenáculo para ser bautizados, y que los setenta y dos discípulos fuesen avisados, para que tomasen sus cargos este mismo día.-

Pedro tomó la palabra, y a los allí reunidos les dijo: Hermanos míos, ya sabéis que nuestro Redentor y Maestro Jesús, con su ejemplo, con su doctrina y sus mandatos, nos ordenó y enseñó la verdadera pobreza en que debíamos vivir, ahorrados y libres de los cuidados del dinero y de la hacienda, sin codiciarla ni juntar tesoros en esta vida. Y a más de esta saludable doctrina, tenemos delante de los ojos muy reciente el formidable escarmiento de la perdición de Judas Iscariote, que también era Apóstol como nosotros y por su avaricia y codicia del dinero infelizmente se perdió y cayó de la dignidad del apostolado en el abismo de la maldad y condenación eterna. Este peligro tan tremendo hemos de alejar de nosotros, que ninguno ha de poseer dinero ni tratarlo, para imitar y seguir en suma pobreza a nuestro Capitán y Maestro. Y todos vosotros conozco que deseáis esto mismo, entendiendo que para retirarnos de este contagio nos puso luego el Señor el riesgo y el castigo delante de los ojos. Y para que todos quedemos libres de esta amenaza que sentimos con las dádivas y limosnas que los fieles nos ofrecen, es necesario para adelantar tomar y forma de gobierno. En esta materia conviene que ahora determinéis el modo y el orden que se ha de guardar en recibir y dispensar el dinero y dádivas que nos ofrecieren los fieles.-

Para tomar medio conveniente en este gobierno, se halló algo embarazado todo el Colegio de los Apóstoles y discípulos y propusieron diversos arbitrios. Algunos dijeron que se nombrase un mayordomo que recibiera todo el dinero y ofrendas y lo distribuyese y gastase acudiendo a las necesidades de todos, pero este arbitrio, con el ejemplo de Judas Iscariote, no se abrazó tan bien entre aquel colegio de pobres y discípulos del Maestro de la pobreza. A otros les pareció que se depositase todo y entregase a una persona de confianza y fuera del colegio de los Apóstoles, para que fuese dueño y señor de ello y acudiese con los frutos o como réditos a cubrir las necesidades de los otros fieles, y también en esto se hallaron dudosos, como en otros medios que se proponían.-

María oyó a todos sin hablar palabra, así porque daba aquella reverencia a los Apóstoles, como porque si dijera primero su parecer ninguno manifestara su propio dictamen, y aunque era Maestra de todos siempre se portaba como discípula que oía y aprendía. Pero Pedro y Juan, viendo la diversidad de arbitrios que se proponían por los demás, suplicaron a María que los encaminase a todos en aquella duda, declarándoles lo más agradable a su Hijo santísimo. María obedeció: Y hablando a toda aquella congregación les dijo: Señores y hermanos míos, yo estuve en la escuela de nuestro verdadero Maestro, mi Hijo, desde la hora que nació de mis entrañas hasta que murió y subió a los Cielos, y en el discurso de su vida divina jamás le vi, ni conocí que tocase ni tratase por su mano el dinero, ni tampoco que admitiese dádiva de mucho valor o precio.
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Y cuando recién nacido recibió los dones que adorándole ofrecieron los Reyes de Oriente, fue por el misterio que significaban y para no frustrar los piadosos intentos de aquellos reyes, que eran las primicias de las gentes. Pero sin dilación, estando en mis brazos, me ordenó que luego los distribuyese entre los pobres y con el templo, como así lo hice. Y muchas veces me dijo en su vida, que entre los altos fines para lo que Él vino al mundo en forma humana, fue para levantar la pobreza y enseñarla a los mortales, de quienes era aborrecida, y con su conversación, doctrina y vida, siempre me manifestó y así lo entendí que la santidad y perfección que venía a enseñar se había de fundar en suma pobreza voluntaria y desprecio de las riquezas, y cuanto ésta fuese mayor en la Iglesia, tanto se levantaría la santidad que en todos los tiempos tuviese, y así se conocerá en el tiempo futuro. Pues habiendo de seguir los pasos de nuestro verdadero Maestro y poner en práctica su doctrina para imitarle y fundar su Iglesia con ella y con su ejemplo, es necesario que todos abracemos la más alta pobreza y la veneremos y honremos como a madre legítima de las virtudes y santidades. Y así me parece que todos apartaremos nuestro corazón del amor y de la codicia de las riquezas y del dinero, y que todos nos abstengamos de recibirlo y tratarlo directamente y de admitir dádivas grandes y de mucho valor. Y para que a ninguno le tente la avaricia, se pueden elegir seis o siete personas de vida virtuosa, y que sea bien fundada y conocida por todos, para que reciban las ofrendas y limosnas y lo demás de que los fieles se quieran desposeer, para vivir más seguros y seguir a Jesucristo mi Hijo y su Redentor sin dependencia de hacienda alguna, Y todo esto que tenga nombre de limosna y no de renta, ni de dinero, ni de rédito, y el uso de ello sea para las necesidades comunes de todos y de nuestros hermanos los pobres, necesitados y enfermos, y ninguno en nuestra congregación, ni en la Nueva Iglesia, reconozca cosa alguna por suya propia, sino solamente de sus hermanos. Y si no bastaren para todos estas limosnas ofrecidas por Dios, las pedirán en su nombre los que para esto fueren señalados, y todos entendamos que nuestra vida ha de pender de la altísima Providencia de mi Hijo y no de la codicia del hombre ni del dinero, ni de adquirirlo ni de juntar hacienda con pretexto de sustentarnos, más que con la confianza y mendicación moderada cuando esta sea necesaria. Ninguno de los Apóstoles ni de los otros fieles de aquella primera congregación, replicó a esta determinación de María, sino que todos abrazaron y admitieron su Doctrina, reconociendo que ella era la única y legítima discípula del Señor y Maestra de la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana. Y la prudentísima Madre, por disposición divina, no quiso fiar como Mayordomo en ninguno de los Apóstoles. Esta enseñanza y el asentar en la Nueva Iglesia este sólido fundamento de la perfección Evangélica y Cristiana, para esta obra tan ardua, pedía el magisterio y el ejemplo de Jesucristo y de su misma Madre. Ellos fueron los inventores y artífices de esta nobilísima pobreza y los que primero la honraron y profesaron, y a los Maestros siguieron los Apóstoles y todos los hijos de la primitiva Iglesia, y perseveró este modo de pobreza por muchos años.-

Después, por la fragilidad humana y por la malicia del enemigo, no se conservó en todos y se vino a reducir la pobreza voluntaria a sólo el estado eclesiástico. Y porque también la dificultó el tiempo o la imposibilitó, levantó Dios el estado de las religiones, donde con alguna diversidad de institutos se renovó y resucitó la pobreza primitiva en todo o en la mayor parte, y así se conservará en la Iglesia hasta su fin, gozando de los privilegios de esta virtud los que más o menos la siguen, la honran y la aman. Ningún estado de los que aprueba la Iglesia se excluyó de la perfección proporcionada, y ninguno tiene excusa de no seguir la más alta en el estado que vive. Pero como en la casa de Dios hay muchas mansiones, también hay orden y grados; tenga cada uno el que le toca según el género de su estado.
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Mas entendamos todos, que el primer paso en la imitación y escuela de Jesucristo, es la voluntaria pobreza, y el que la siguiere más ahorrado puede alargar los pasos y más ligeramente para allegarse más a Jesucristo y participar con abundancia de las otras virtudes y perfecciones. Con la determinación de María se concluyó aquella junta del primer Colegio Apostólico y fueron nombrados seis varones prudentes para recibir limosnas y dispensarlas. Y la gran Señora pidió la bendición a los Apóstoles, que salieron a continuar su ministerio y los discípulos a prevenir los catecúmenos para recibir el Bautismo al día siguiente.-

María con la asistencia de sus Ángeles y de las otras Marías, salió a disponer y a limpiar la sala donde su Hijo celebró la cena, y por su mano la limpió y barrió para volver a consagrar en ella el día siguiente como estaba tratado. Pidió al dueño de la casa el mismo adorno que se puso el jueves de la cena, y el devoto huésped lo ofreció todo con suma veneración en que tenía a María. Previno también Su Alteza el Pan de trigo puro y el Vino de vid pura, necesario para la consagración y también el mismo plato y cáliz en que lo había consagrado Jesucristo. Y para el Bautismo previno agua pura. Con esta prevención se retiró la piadosa Madre y pasó aquella noche en ferventísimos efectos, postraciones, agradecimiento de gracias y otros ejercicios con altísima oración, ofreciendo al Eterno Padre todo lo que con altísima sabiduría conoció, para disponerse dignamente para la comunión que esperaba y para que los demás también la recibiesen con agrado de Su Altísima Majestad, y lo mismo pidió por los que habían de ser bautizados.-

Al día siguiente por la mañana, que fue el octavo día después de la venida del Espíritu Santo, se juntaron en la casa del cenáculo todos los fieles y catecúmenos con los Apóstoles y discípulos y estando congregados les predicó Pedro, declarándoles la condición y excelencia del Sacramento del Bautismo, la necesidad que de él tenían y los efectos divinos que por él recibirían, quedando señalados por miembros del Cuerpo Místico de la Iglesia con el carácter interior y reengendrados en el como hijos de Dios y herederos de su gloria por la gracia justificante y remisión de los pecados. Los exhortó a la guarda de la Divina Ley a que se obligaban por su voluntad propia y al humilde agradecimiento de este beneficio y de todos los demás que de la mano del Altísimo recibían. Les declaró asimismo la verdad del misterio sacrosanto de la Eucaristía que se había de celebrar, consagrando el verdadero cuerpo y sangre de Jesucristo, para que todos le adorasen y se preparasen los que después del Bautismo le habían de recibir. Con este sermón se fervorizaron todos los nuevos conversos, porque su disposición era de todo corazón verdadera. Las palabras del Apóstol vivas y penetrantes y la gracia interior muy copiosa. Luego se comenzó a Bautizar por mano de los Apóstoles con gran orden y devoción de todos. Y para esto entraban los catecúmenos por una puerta del cenáculo y salían por otra ya Bautizados y asistían a guiarlos sin confusión los discípulos y otros fieles. María, estaba presente en todo lo que se hacía, aunque retirada a un lado del cenáculo, y por todos hacía oración y cánticos de alabanza. Conocía en cada uno el efecto que hacía el bautismo en mayor o menor grado de las virtudes que se les infundían. Pero miraba y conocía que todos eran renovados y lavados en la Sangre del Cordero y que sus almas recibían una pureza y candidez divina. Y en testimonio de esto, y a vista de todos los que estaban presentes, descendía una clarísima y visible luz del cielo sobre cada uno que se acababa de Bautizar. Y con esta maravilla quiso Dios autorizar el principio de este gran sacramento en su Iglesia y consolar a aquellos primeros hijos que por esta puerta entraban en ella, y a nosotros que alcanzamos esta dicha menos advertida y agradecida de lo que debemos.-
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Se concluye esta acción del bautismo, que pasaron de cinco mil los que este día lo recibieron. Y mientras los bautizados daban gracias por tan admirable beneficio, se pusieron los Apóstoles en oración con todos los nuevos discípulos y por los otros fieles. Y todos se postraron en tierra confesando y adorando al Señor Dios infinito e inmutable y la propia indignidad para recibirle en el justísimo sacramento del altar. Con esta profunda humildad y adoración se prepararon para recibir mediante el Pan y el Vino, el cuerpo y la sangre de Jesús. Y luego dijeron las mismas oraciones y salmos que Jesucristo había dicho antes de consagrar, imitando en todo aquella acción, como la habían visto hacer a su divino Maestro. Tomó Pedro en sus manos el PAN que estaba preparado, y levantando primero los ojos al cielo con admirable reverencia, pronunció sobre el PAN las palabras de la consagración del cuerpo de Cristo, y en ese mismo instante, fue lleno el cenáculo de un resplandor visible con inmensa multitud de Ángeles, y toda esta luz se encaminó singularmente a la Reina del cielo y de la tierra, advirtiéndolo todos los allí presentes esta luz Celestial. Luego Pedro consagró el Cáliz y con el sagrado cuerpo y sangre hizo las mismas ceremonias que nuestro Salvador, levantándolos para que todos lo adorasen. Tras de esto se comulgó el Apóstol a sí mismo y luego lo hicieron los once Apóstoles restantes, como María se lo había prevenido, y detrás de ellos y por mano de Pedro comulgó María, asistiéndola con inefable reverencia los Espíritus Celestiales que allí estaban. Y para llegar la gran Señora al altar hizo tres humillaciones y postraciones hasta llegar con su rostro al suelo.-

María: Volvió luego a su lugar, donde antes había estado, y no es posible manifestar con palabras los efectos que hizo en esta suprema criatura la comunión de la Eucaristía, porque toda fue transformada y elevada, toda absorta en aquel divino incendio de amor hacia su Hijo, que con su cuerpo consagrado participó. María: Quedó elevada y abstraída, pero los Santos Ángeles la encubrieron algo por voluntad de la misma Reina, para que los circunstantes no atendiesen más de lo que convenía a los efectos divinos que en ella se pudieran manifestar. Prosiguieron los discípulos comulgando después de María, y tras ellos comulgaron los otros fieles que antes se habían convertido a la Fe de Jesucristo. Pero de los cinco mil bautizados, comulgaron aquel día solo mil, porque no todos estaban preparados ni prevenidos para recibir al Señor con el conocimiento y disposición que requiere este gran Sacramento y misterio del sacrificio realizado en el altar mediante el Pan y Vino Consagrados.

Vivió María treinta y tres años en compañía de su Hijo y Dios verdadero y desde la hora que Su Majestad nació de su virginal vientre, nunca le dejó hasta su muerte en la cruz. María lo Crió, le Sirvió, le Acompañó, lo siguió y lo imitó, obrando en todo y siempre como Madre, como Hija, como Esposa, como sierva fidelísima y como amiga. Gozando siempre de su vista, de su conversación, de su doctrina y de los favores que con todos estos méritos y obsequios recibió en vida terrenal y mortal. Cristo después de RESUCITADO, ascendió a los cielos, y la fuerza del amor y de la razón le obligaron a llevar consigo a su amantísima Madre para no estar en el Cielo, sin la compañía de ella, ni ella en el mundo sin su presencia y compañía. Pero la caridad ardentísima que ambos sentían hacia la humanidad, rompió en algún modo posible este lazo y unión, y obligaron a María a volver del Cielo, al mundo terrenal para fundar la Nueva Iglesia y al Hijo que la enviase y consintiese en la ausencia que se interponía entre los dos por un espacio de tiempo. Pero, siendo todopoderoso el Hijo de Dios para recompensarle esta privación a su querida en algún modo posible, venía a ser deuda del amor el hacerlo y no quedara tan acreditado ni fuera tan manifiesto si negara a su Madre el favor de acompañarla en la tierra cuando Él se quedaba Glorioso residiendo en el Cielo y en la Diestra de su Eterno Padre. Fuera de esto, el amor ardentísimo de su Madre, acostumbrado y criado con la presencia de su Hijo purísimo, viviera ahora con una intolerable violencia de amor y compasión hacia la humanidad, si en este tiempo hasta su muerte natural no le tuviera presente a su Hijo en el modo que podía, estando ahora presente ella misma en la Iglesia, como Maestra y Consuelo para todos los Apóstoles de su Santo Hijo. Y con esta acción de María, de bajar del Cielo a la tierra, para continuar con la nueva obra que su Hijo había comenzado mediante sus Apóstoles, hasta que la muerte natural de la carne se la llevase.-
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