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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
05-05-14 06:34 #12007493
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 18ª Sección
haber empleado tan ajustadamente la vida como debe la criatura. Recibid, madre mía, la muerte y pagad con ella la común deuda con alegría de espíritu y partid segura a la compañía de los Santos Patriarcas, Profetas, Justos y Amigos de Dios, nuestros padres, donde con ellos esperaréis la Redención que nos enviará el Altísimo por medio de su salud y nuestro Salvador; la seguridad de esta esperanza será el alivio, mientras llega la posesión del bien que todos esperamos.

Ana respondió a su Hija con el recíproco amor y consuelo digno de tal madre y tal hija en aquella ocasión, y con maternal caricia la dijo: María, hija mía querida, cumplid ahora con esta obligación, no me he olvidado en la presencia de nuestro Señor Dios y Creador, representándole mi necesidad de su Divina protección en esta hora; advertid lo que debéis a quien os concibió y tuvo en sus entrañas nueve meses y después sustentó en mis pechos y siempre os tiene en el corazón. Pedid, hija mía, al Señor, que extienda la mano de sus misericordias infinitas sobre esta inútil criatura que salió de ellas, y venga sobre mí su bendición en esta hora la de mi muerte, pues ahora y siempre he puesto mi confianza toda en solo su Santo Nombre, y no me desamparéis, amada mía, antes que cerréis mis ojos. Huérfana quedáis y sin amparo de los hombres, pero en la protección del Altísimo viviréis y esperaréis en sus misericordias antiguas. Caminad, hija de mi corazón, por el camino de las justificaciones del Señor y pedid a Su Majestad gobierne vuestros afectos y potencias y sea el maestro que os enseñe su Santa Ley.-

No salgáis del Templo antes de tomar estado, y éste sea con el sano consejo de los Sacerdotes del Señor y habiendo pedido continuamente a Dios que lo disponga de su mano; y si fuere su voluntad daros esposo, sea de Judá y de linaje de David. De la hacienda de vuestro padre Joaquín y la mía, que os pertenece, repartiréis con los pobres, con quienes seréis larga y caritativa. Guardaréis vuestro secreto en lo escondido de vuestro pecho y continuamente pediréis al Omnipotente quiera su misericordia enviar al mundo su salud y redención por el Mesías prometido. Ruego y suplico a su bondad infinita que sea vuestro amparo y venga sobre vos su bendición con la mía.-

Entre tan altos y divinos coloquios la dichosa madre Ana sintió las últimas congojas de la muerte, o de la vida, y reclinada en el trono de la gracia que eran los brazos de su Hija María Ana entregó su alma purísima a su Creador. Y habiéndole cerrado los ojos, como lo pidió a su hija, dejando el sagrado cuerpo de su madre Ana compuesto.-

Devolvieron los Ángeles a su Reina María a su lugar en el Templo. No impidió el Altísimo la fuerza del natural amor para que la divina Señora no sintiera con gran ternura y dolor la muerte de su feliz madre y con ella su propia soledad sin tal amparo. Pero estos movimientos dolorosos fueron en nuestra Reina y Señora del Cielo, perfectísimos, gobernados y regulados por la gracia de su inocente pureza y de su prudentísima inocencia; y con ella alabó al Muy Alto por las misericordias infinitas que en su Madre Ana, había mostrado en su vida y muerte; y siempre se continuaban las querellas dulces y amorosas de tener oculto al Señor. Más no pudo saber la hija todo el consuelo de su dichosa madre en tenerla presente a su muerte, porque ignoraba la hija su propia dignidad y sacramento que si conocía la madre, la cual guardó siempre este secreto, como el Altísimo se lo había mandado Pero hallándose a su cabecera la que era lumbre de sus ojos, y la había de ser de todo el universo, y expirando en sus manos, no pudo desear más en su vida mortal, para darle fin más dichoso que todos los
mortales hasta ella.
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Ana Murió llena no tanto de años como de merecimientos, y su alma santísima fue colocada por los Ángeles en el seno de Abrahán y reconocida y venerada por todos los Patriarcas, Profetas y Justos que allí estaban. Fue esta matrona en lo natural de dilatado y magnánimo corazón, de claro y alto entendimiento, fervorosa, y con esto muy sosegada y pacífica; la persona de mediana estatura, algo menor que su hija María, el rostro algo redondo, el semblante siempre igual y muy compuesto, el color blanco y colorado; y al fin fue madre de la que lo fue del mismo Dios, y en esta dignidad encierra juntas muchas perfecciones. Vivió Ana hasta la edad de cincuenta y seis años, repartidos de esta manera: de veinte y cuatro se casó con Joaquín, veinte estuvo casada sin sucesión y a los cuarenta y cuatro nació María, y doce que sobrevivió de la edad de esta Reina, hacen todos ellos cincuenta y seis años.-

El Señor en una de las visiones le dice a Sor María de Jesús: Ana la madre de María, se ha escrito que tuvo varios maridos, y varias hijas de todos ellos llamadas también Marías todas ellas.-

Samaniego cita en favor de esta sentencia, entre otros, a Estrabón, Haymon Albertense, Hugo de S. Víctor, Pedro Comestor, Ludulfo Cartujano, San Antonio de Florencia y Pedro Sutor Cartujano, quien escribió De triplici connubio D. Annae, donde a su vez cita en su favor a Alberto Magno, Pedro de Tarantasia [Inocencio V] y Vincencio Belvacense --- Notas a la MCD, nota 35 a la primera parte).

Hay que recalcar, decir, y rectificar este error, porque estos datos son erróneos. Afirmando estos autores, que Ana se casó primero con Joaquín y de este matrimonio nacio María, la Madre de Dios; muerto Joaquín se casó con Cleofás y de este matrimonio nació María Cleofás; muerto Cleofás se casó con Salomé y nace María Salomé.-

Dios mismo en las visiones que me ha dado para conocer la vida de María, se me ha mostrado que se casase solamente con Joaquín, ni que Ana haya tenido otra hija fuera de María, la Madre de Cristo.-

Cuando murió su esposo Joaquín, Ana tenía la edad de cuarenta y ocho años, y la escogió y entresacó el Altísimo del linaje de las mujeres, para que fuese madre de la que fue superior a todas las criaturas y sólo a Dios inferior, pero madre suya; y por haber tenido esta hija, y por ella ser abuela del Humanizado Verbo, todas las naciones pueden llamarla bienaventurada a la felicísima Ana, madre terrenal de la que sería la Madre del Dios humanizado.-

María cumple los 14 años que marca la Ley.-
María a los trece años y medio, estando ya en esta edad muy crecida, tuvo otra visión abstractiva de la Divinidad, en esta visión, sucedió lo mismo que dice la Escritura sobre Abrahán, cuando le mandó Dios sacrificar a su querido hijo Isaac, única prenda de todas sus esperanzas. Tentó Dios a Abrahán, probando y examinando su pronta obediencia para coronarla. Dios en esta visión, probó también a María, mandándola que tomase el estado de matrimonio. Donde también entenderemos la verdad que dice: ¡Cuan ocultos son los juicios y pensamientos del Señor y cuánto se levantan sus caminos y pensamientos sobre los nuestros! Distaban como el cielo de la tierra los de María los que el Altísimo le manifestó, ordenándole que recibiese esposo para su guarda y compañía; porque toda su vida había deseado y propuesto no tener ni conocer marido, cuanto esta era la voluntad de María, repitiendo y renovando el voto de castidad que tan anticipadamente había hecho en la Casa del Señor donde María residía.-
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Confirmándole el Señor con la aprobación del voto de castidad que hizo, y con la gloria y presencia de todos los Espíritus Angélicos; se había despedido la candidísima paloma de todo humano comercio, sin atención, sin cuidado, sin esperanza y sin amor a ninguna criatura, convertida toda y transformada en el amor casto y puro de aquel sumo bien que nunca desfallece, sabiendo que sería «más casta con amarle, más limpia con tocarle y más virgen con recibirle, hallándola en esta confianza el mandato del Señor que recibiese esposo terreno y varón, sin manifestarle luego otra cosa, ¿qué novedad y admiración haría en el pecho inocentísimo de esta divina doncella, que vivía segura de tener por esposo a solo el mismo Dios que se lo mandaba? Mayor fue esta prueba que la de Abrahán, pues no amaba él tanto a Isaac cuanto María amaba la inviolable castidad.-

Pero a tan impensado mandato suspendió María su juicio y sólo le tuvo en esperar y creer, mejor que Abrahán, en la esperanza contra la esperanza y respondió al Señor y dijo: Eterno Dios de majestad incomprensible. Creador del cielo y de la tierra y todo lo que en ellos se contiene; vos, Señor, que ponderáis los vientos y con vuestro imperio al mar le ponéis términos y a vuestra voluntad todo lo creado está sujeto, podéis hacer de este gusanillo vil a vuestro beneplácito, sin que yo falte a lo que os tengo prometido; y si no me desvío, mi bien y mi Señor, de vuestro gusto, de nuevo confirmo y ratifico que quiero ser casta en lo que tuviere vida y a vos quiero por dueño y por Esposo; y pues a mí sólo me toca y pertenece como criatura vuestra obedeceros, mirad, Esposo mío, que por la Vuestra corre sacar a mi flaqueza humana de este empeño en que Vuestro santo amor me pone.-

Y María se turbo en su parte inferior cuan hablaba al Señor, como sucedió después con la misiva del Arcángel Gabriel; pero aunque sintió alguna tristeza, no le impidió la más heroica obediencia que hasta entonces había tenido, con que se resignó toda en las manos del Señor.-

Y Su Majestad la respondió: María, no se turbe tu corazón, que tu rendimiento me es agradable y mi brazo poderoso no está sujeto a leyes; por mi cuenta correrá lo que a ti más conviene.-

Con sola esta promesa del Altísimo, volvió María de la visión que tenía con el Señor a su estado normal; y entre la suspensión y la esperanza que la dejaron el divino mandato y promesa, quedó siempre cuidadosa, obligándola el Señor por este medio a que multiplicase con lágrimas nuevos afectos de amor y de confianza, de fe, de humildad, de obediencia, de castidad purísima y de otras virtudes.-

Después de que el Señor se le apareciese a María, Dios habló en sueños al Sumo Sacerdote Simeón, y le mandó que dispusiese cómo dar estado de casada a María hija de Joaquín y Ana de Nazaret; porque Su Majestad la miraba con especial cuidado y amor. El Santo Sacerdote respondió a Dios, preguntándole su voluntad en la persona con quien la doncella María tomaría estado dándosela por esposa. Ordenándole el Señor a Simeón, que juntase a los otros sacerdotes y letrados y les propusiese cómo aquella doncella era sola y huérfana y no tenía voluntad de casarse, pero que, según la costumbre de no salir del Templo las primogénitas sin tomar estado, era conveniente hacerlo con quien más a propósito les pareciese.-

Obedeció el Sacerdote Simeón a Dios, y, habiendo congregado a los demás, les dio noticia de la voluntad del Altísimo y les propuso el agrado que Su Majestad tenía de aquella doncella María de Nazaret, según Dios se le había revelado; y que hallándose en el templo, y faltándole sus padres, era obligación de todos ellos cuidar de su remedio y buscarle esposo digno de mujer tan honesta, virtuosa, y de costumbres tan irreprensibles, como todos habían conocido de ella durante su estancia en el Templo; y a más de esto la persona, la hacienda, la calidad y las demás partes eran muy señaladas, para que se reparase mucho a quien se había de entregar todo. Añadió también que María de Nazaret no deseaba tomar estado de matrimonio, pero que no era justo saliese del Templo sin él, porque era huérfana y primogénita, y sola se encontraba en el mundo.-
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Conferido este negocio en la junta de los sacerdotes y letrados y movidos todos con impulso y luz del cielo, determinaron que en cosa donde se deseaba tanto el acierto, y el mismo Señor había declarado su beneplácito, convenía inquirir su santa voluntad en lo restante y pedirle señalase por algún modo la persona que más a propósito fuese para esposo de María, y que fuese de la casa y linaje de David, para que se cumpliese con la ley. Determinaron para esto un día señalado, en que todos los varones libres y solteros de este linaje que estaban en Jerusalén se juntasen en el Templo; y vino a ser aquel día el mismo en que la Princesa del Cielo cumplía los catorce años de su edad. Y como era necesario darle a ella noticia de este acuerdo y pedirle su consentimiento, el Sacerdote Simeón la llamó y le propuso el intento que tenían él y los demás Sacerdotes de darle esposo antes que saliese del templo.-

La prudentísima María, se le lleno el rostro de pudor, respondió al Sacerdote con gran modestia y humildad, y le dijo: Yo, señor mío, cuanto es de mi voluntad he deseado toda mi vida guardar castidad perpetua, dedicándome a Dios en el servicio de este Santo Templo, en retorno de los bienes grandes que en él he recibido, y jamás tuve intento, ni me incliné al estado del matrimonio, juzgándome por inhábil para los cuidados que trae consigo. Esta es mi inclinación, pero vos, señor, que estáis en lugar de Dios en su Casa como es este templo, me enseñaréis lo que fuere de su santa voluntad.-

Hija mía replicó el sacerdote, vuestros deseos santos recibirá el Señor, pero advertid que ninguna de las doncellas de Israel se abstiene ahora del matrimonio, mientras aguardamos conforme a las Divinas Profecías de la venida del Mesías, y por esto se juzga por feliz y bendita la que tiene sucesión de hijos en nuestro pueblo. En el estado del matrimonio podéis servir a Dios con muchas perfección; y para que tengáis en él quien os acompañe y a vuestros intentos se conforme, haremos oración, pidiendo al Señor, como os he dicho, señale de su mano al esposo que sea más conforme a su Divina voluntad, entre los del linaje de David; y vos pedid lo mismo con oración continua, para que el Altísimo os mire y nos encamine a todos.-

Esto sucedió nueve días antes del día que estaba señalado para la última resolución y ejecución del acuerdo. Y en este tiempo de los nueve días, María, multiplicó sus peticiones al Señor con incesantes lágrimas y suspiros, pidiendo el cumplimiento de su Divina voluntad, en lo que tanto según sus cuidados le importaba. Un día de estos nueve, de nuevo se le Aparicio Dios a María y la dijo: Esposa y paloma mía, dilata tu afligido corazón y no se turbe ni contriste; yo estoy atento a tus deseos y ruegos y lo gobierno todo y por mi luz va regido el sacerdote; yo te daré esposo de mi mano, que no impida tus santos deseos, pero que con mi gracia te ayude en ellos; yo te buscaré varón perfecto conforme a mi corazón y le elegiré entre mis siervos; mi poder es infinito, y no te faltará mi protección y amparo.-

Respondió María al Señor: Sumo Bien y amor de mi alma, bien sabéis el secreto de mi pecho y los deseos que en él habéis depositado desde el instante que de vos recibí todo el ser que tengo; conservadme, pues, Esposo mío, casta y pura, como por vos mismo y para vos lo he deseado. No despreciéis mis suspiros, ni me apartéis de vuestro Divino rostro. Atended, Señor y Dueño mío, que soy un gusanillo vil y flaco y despreciable por mi bajeza; y si en el estado del matrimonio desfallezco, faltaré a vos y a mis deseos; determinad mi seguro acierto y no os desobliguéis de que no lo he merecido; aunque soy polvo inútil, clamaré a los pies de vuestra grandeza, esperando, Señor, vuestras misericordias infinitas.-
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María, acudió también a sus Ángeles que la custodiaban, a quienes excedía en la santidad y pureza, y confería con ellos muchas veces el cuidado de su corazón sobre el nuevo estado que esperaba, un día los espíritus Angelicales le dijeron a María: Esposa del Altísimo, pues no podéis ignorar ni olvidar este título, ni menos el amor que os tiene, y que es todopoderoso y verdadero, sosegad, Señora, vuestro corazón; pues faltarán primero los cielos y la tierra que falte la verdad y cumplimiento de sus promesas. Por cuenta de vuestro Esposo corren vuestros sucesos; y su brazo poderoso, que impera sobre los elementos y criaturas, puede suspender la fuerza de las impetuosas olas e impedir la vehemencia de sus operaciones, para que ni el fuego queme, ni la tierra sea grave. Sus altos juicios son ocultos y santos, sus decretos rectísimos y admirables, y no pueden las criaturas comprenderlos; pero deben reverenciarlos. Si quiere su grandeza que le sirváis en el matrimonio, mejor será para vos obligarle con él que disgustarle en otro estado; Su Majestad sin duda hará con vos lo mejor y más perfecto y santo; estar segura de sus promesas.-

Con esta exhortación Angélica sosegó a María nuestra algo de sus preocupaciones y de nuevo les pidió a los Ángeles que la asistiesen y guardasen y representasen al Señor su rendimiento, aguardando lo que de ella ordenase su Divino beneplácito.-

Llegó el día señalado, en que cumplía María los catorce años de su edad, y en este mismo día, se juntaron los varones descendientes del tribu de Judá y linaje de David, de quien descendía la soberana Señora, que a la sazón estaban en la ciudad de Jerusalén. Entre los demás fue llamado José, natural de Nazaret y morador de la misma ciudad santa, porque era uno de los del linaje Real de David. Era entonces José, de la edad de treinta y tres años, bien dispuesto y de agradable rostro, pero de incomparable modestia y gravedad; y sobre todo era castísimo de obras y pensamientos, con inclinaciones santísimas, y que desde los doce años de edad José tenía hecho el voto de castidad; era pariente de María en tercer grado; y de vida purísima, santa e irreprensible a los ojos de Dios y el de los hombres.-

Congregados todos estos varones y libres en el Templo, hicieron oración al Señor junto con los Sacerdotes, para que todos fuesen gobernados por su divino Espíritu en lo que debían hacer. El Altísimo habló al corazón del Sumo Sacerdote Simeón, inspirándole que a cada uno de los jóvenes allí congregados pusiese una vara seca en las manos y todos pidiesen con fe viva a Su Majestad declarase por aquel medio a quién había elegido para esposo de María. Y como el buen olor de su virtud y honestidad y la fama de su hermosura, hacienda y calidad y ser primogénita y sola en su casa era manifiesto a todos, cada cual codiciaba la dichosa suerte de merecerla por esposa.-

Sólo el humilde y rectísimo José entre los congregados se reputaba por indigno de tanto bien; y acordándose del voto de castidad que tenía hecho y proponiendo de nuevo su perpetua observancia, se resignó en la Divina voluntad, dejándose a lo que de él quisiera disponer, pero con mayor veneración y aprecio que otro alguno de la honestísima doncella María.- 90
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