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Calzadilla de Los Hermanillos - Leon

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20-11-12 12:31 #10789491
Por:Bous

Día Universal del Niño.
Diario de León - Tribuna

Día internacional de los derechos del niño.

Abuso y respeto



Casimiro Bodelón Sánchez. Psicólogo clínico 20/11/2012

La cadencia implacable del paso del calendario trae a nuestra consideración la fecha del 20 de noviembre, como día internacional de los derechos del niño. Por qué, se preguntará más de uno, hay que dedicar cada año un día especial para recordar a los niños, a los ancianos, a los enfermos de… Pues sencillamente porque los humanos tendemos a la rutina y con ella, al olvido de algo que debemos recordar, y con demasiada frecuencia nos olvidamos de lo obvio.
De vez en cuando tenemos que leer o escuchar por la radio o televisión, con verdadero estupor, noticias sobre niños que son violados, adolescentes que se suicidan porque han sido víctimas inmisericordes de adultos o de sus propios compañeros… ¡Ay, la crueldad de los niños y de los adolescentes! Es decir, los derechos más elementales, como el derecho a la vida, a la intimidad, al respeto, al cariño, al cuidado..., son descuidados o atropellados una y otra vez precisamente por personas de las que nadie podría sospechar ni imaginarse: sus propios padres, sus cuidadores, sus compañeros, sus maestros, sus…, ¿sigo?.
Pues a esto quiero referirme hoy. Cada vez que se descubre un caso, y ¡quiero recordarles que sólo salen a la luz entre el 15-25%!, cuando se entrevista a las personas cercanas al autor o autores de esas criminales tropelías, todos confiesan su sorpresa y su desconcierto: «pero cómo íbamos a sospechar de él…; ¿quién se lo iba a imaginar?; era una buena persona; llevaba una vida normal, etc., etc.». Claro, esos sujetos se «camuflan» perfectamente, de ahí que no levanten la menor sospecha. Los adolescentes y algunos niños expresan mediante sus abusos los deseos de poder, de dominio que han aprendido de alguno de sus mayores y ocultan su fechorías crueles en forma de juego, de diversión irresponsable; los adultos, unos se amparan en su «profesión», otros en su labor pretendidamente «social», la mayoría en su rol familiar o de oficio. Ah, pero lo primero que debemos saber todos es que en cualquier oficio o profesión hay un porcentaje, en unos, pequeño, en otros mayor, de sujetos que enmascaran y vivencian sus deseos insatisfechos, sus instintos más primarios o sus «patologías ocultas», precisamente a la sombra o en el ejercicio de su quehacer diario. Y esto lo hacen con los más débiles y frágiles, con los que están bajo sus órdenes, bajo su poder o bajo su cuidado.
El desconocimiento masivo de esta realidad por parte de la población común hace que vivamos ajenos y desprevenidos ante este grave problema, que nos pone los pelos de punta cada vez que se descubre por «casualidad» un caso. Hoy, la conciencia social y la alarma que producen estas atrocidades, ha llevado a crear cuerpos especializados en vigilar y en seguir el tema en las redes sociales, pero ello no debe llevarnos a la población común, a los padres y a todo ciudadano responsable, a bajar la guardia. Todos hemos de mantener los ojos muy abiertos para «percibir» algo que es más común de lo que nos sospechamos o nos queremos creer. Nuestra desidia o falta de «alerta» deja a las posibles víctimas desprotegidas. Y posibles víctimas de abusos, a lo largo de la vida, somos cualquiera de nosotros (niños, jóvenes, adultos o ancianos), porque todos hemos pasado o pasaremos por momentos de fragilidad y dependencia de otros en los que, en principio, hemos de confiar o ponernos en sus manos, esperando buen trato y respeto.
Quien ha sido víctima de un atropello o de una falta grave de respeto, (póngale cada uno el nivel y tipo que quiera), arrastrará siempre consecuencias, negativas, por supuesto, como es la inseguridad, la autoestima depauperada, etc.
Quiero insistir, a pesar de que a más de uno le parezca exagerado, que sólo llegamos a tener conocimiento de un número muy reducido de casos (no superior al 25%), es decir, no nos enteramos del 75% de los mismos, por lo que de cada cien víctimas (no piensen sólo en niños, porque hay muchos adultos que son vejados, violados y abusados de mil formas a lo largo de su vida), setenta y cinco no llegan a tener ni la posibilidad ni la fuerza para defenderse o para denunciar a sus verdugos; y muchas de esas personas ni siquiera se atreven a contárselo a alguien, aunque sólo sea para liberarse del peso aplastante de la «culpabilidad». Sí, las víctimas, para su mayor desgracia y tragedia personal, se sienten culpables de la tropelía a la que se han visto sometidas, sin ser responsables de la misma. Se sienten avergonzadas, sucias y humilladas, por lo que, en algunos casos, desean morirse o viven una vida completamente amargada, apareciendo ante los demás, ante sus propios familiares y compañeros, como «raros y extraños», y así son calificados muchas veces por los más cercanos, sin que éstos puedan imaginarse el infierno que están viviendo en silencio y en la soledad más aterradora.
Las personas que han sufrido abusos, cuanto más temprana haya sido la edad, peor, necesitan no sermoneos que degradan más su autoimagen y aumentan su culpabilidad, sino mucho cariño y la cercanía comprensiva y cálida de personas que les faciliten abrir la boca sellada por su verdugo. Un verdugo que, en la mayoría de los casos, vive o trabaja en su entorno durante mucho tiempo, sin que la víctima pueda liberarse de su asquerosa presencia.
En el día internacional de los Derechos del Niño, como prototipo de persona que es, pues todos hemos sido niños y todos llevamos dentro el niño o la niña que fuimos, deseo denunciar un hecho que me preocupa altamente: observo, observamos que cada día nuestra sociedad, desde hace ya unos cuantos años, se vuelve más «irrespetuosa», más grosera, más abusadora. Esta actitud que va tomando visos de patología generalizada en un amplio núcleo de población joven creo es fruto de una mala educación y de una sociedad permisiva que, en nombre de una mal entendida democracia, se ha creído que cada uno puede decir y hacer lo que le venga en gana, y no. ¡No! Eso no es democracia sino pura «canallocracia» inadmisible. Eso nos empobrece a todos, porque si cunde o se hace frecuente la falta de respeto a las personas, a los animales y a las cosas, vamos hacia el precipicio, hacia la autodestrucción. Por el contrario, una sociedad respetuosa, bien educada, una sociedad donde el ¡¡¡respeto!!! impere sobre cualquier tipo de abuso, es una sociedad que «progresa adecuadamente», es una sociedad donde nadie se siente ajeno ni extraño y donde la vida se hace convivencia, es una sociedad civilizada, de ciudadanos (civis) y politas (polis).
Quiero, pues, en este día, hacer una llamada a quien corresponda, es decir, a todos para que recuperemos la ética del respeto hacia las personas, los animales y las cosas. Sí, porque necesitamos de los animales y de las cosas y somos responsables de su buen uso y servicio. Los abusos deben ser sistemáticamente desterrados de nuestras conductas personales y sociales. Si cultivamos la falta de respeto, la grosería, el agravio y el abuso, todos perderemos, nadie ganará: ¡mala economía!.
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Viendo las últimas actuaciones en nuestra sociedad, donde se ha llegado incluso a adopciones sin sentido, a la venta de niños (madres de alquiler), y otros casos difíciles de admitir; pienso que para todo niño el principal derecho que debemos darle es lo que perdió: Un padre y una madre.

Saludos.
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