UN DIA EN QUE LA LUNA FUE SOL El sol se encontraba – aunque suene anecdótico – sofocado y desbordado, porque tenía guardado un secreto y no sabía cómo lo evaluaría su amiga Luna cuando se enterase, ya que tenía que ver con la Tierra. Y, como en la noche no acaecía, ni se veía lo mismo que en el día, el Sol se estremecía y sufría de saber que su amiga no conocía de “aquello” que curría con la Tierra. Sin embargo, el Sol tuvo un brote de llama inspiradora y envió por medio de sus amigas las estrellas un mensaje a la Luna, proponiendo un plan para que ella pudiese observar lo que acontecía. El mensaje con destellos de tales cuerpos brillantes decía como casi en clave morse: “Luna te cambio por un día, que tú seas Sol y yo soy Luna, es necesario que sepas lo que pasa en el mundo”. Luna no comprendió demasiado a qué se refería el Sol, pero curiosa aceptó tal solicitud. De esta forma, la Luna sacó de su baúl un traje que casi enceguecía, con luces y lentejuelas de color dorado, naranja y plata. Mientras, el Sol, por su parte, encontró una capa térmica en su ropero, tapándose con ella lo más posible, para que su fuego y calor no molestasen a la noche. Finalizado el cambio en su indumentaria, era posible que Luna vigilase en el día lo que sucedía en la Tierra. Al cantar los pajarillos, como le había recomendado su amigo Sol, Luna debía aparecer, en la madrugada, debutando con su disfraz de Sol. El Sol por su parte escondido y sumiso, calladito y sin su histrionismo habitual de desplegar llamas, miraba un tanto aburrido otra parte del mundo en compañía de la noche y las estrellas. El Sol por su parte escondido y sumiso, calladito y sin su histrionismo habitual de desplegar llamas, miraba un tanto aburrido otra parte del mundo en compañía de la noche y las estrellas. En cuanto a Luna, estaba pasándolo bastante bien, casi como en una fiesta, si aparecía alguna nube, pedía al viento que la alejase, para que ella siguiera siendo la atracción del día. Sin embargo, se percató derepente en una de sus vueltas y danzas con su disfraz destellante, de que la Tierra no era como alguna vez recordó cuando adquirió su puesto de Luna, ahora había cemento, torres y edificios que tapaban el suelo y casi no había árboles. La vegetación casi exterminada, cuando antes abundaba y maravillaba. De esta forma, Luna triste al otro día, retornó a su posición nuevamente y decidió estar menguante, avergonzada de ver tal deformación de la Tierra que resguardaba en la noche y pensando en qué podría terminar este mundo. El Sol trató de consolarla mediante el envío de estrellas fugaces, pero Luna prefirió realizar un eclipse y provocar por algunos minutos la ceguera de la Tierra en el día, para que no fuese evidente la visión de la aniquilación de los seres humanos a este mundo que no conservan, dañan y exterminan día a día… |