EL SOL Y LA LUNA El sol y la luna ~ Todo el día yendo de un lado a otro llegó a cansar a la mariposa y decidió descansar junto a una rama seca. Al acercarse despertó a una gigantesca polilla que estaba sobre la rama. Tenía las alas de color marrón, con un tono más claro en la parte superior. En la parte inferior, dos círculos hacían que tuviese un aspecto extraño, parecían dos ojos blancos enormes en el sitio equivocado. Sus alas eran muy gruesas, pero lo más raro era la suave capa que las cubría, como terciopelo a la luz del sol. La mariposa no deseaba interrumpir el descanso de un ser tan hermoso. -Perdona que te haya molestado- le dijo. -No me has molestado- le contestó la polilla -Disculpa que no me levante. No estoy preparada para el sol y este calor me agota. La mariposa subió al tronco del arbol por encima de la polilla y extendió sus alas dándole sombra. -¿Estás mejor así?- dijo -Descansa cuanto quieras mientras yo tomo el sol. -Muchas gracias. La polilla se quedó mirando a la amable mariposa. El colorido de sus alas era espectacular. Naranja y rojo en el centro, rodeadas por un montón de motas blancas, sobre un borde tan negro que brillaba con cada rayo de sol. La polilla se sintió feliz al poder disfrutar de la luz del día por primera vez y al poder contemplar todos los colores del bosque sin sufrir los inconvenientes del calor. Al anochecer la mariposa bajó de la rama y se dispuso a partir, pero la polilla le retuvo. -No te vayas, deja que te muestre la luz de la luna igual que tú me has mostrado el bosque con la claridad del día. -De acuerdo- contestó la mariposa -me quedaré un rato, pero debo resguardarme del frío antes de que se congelen mis frágiles alas. Se quedaron juntos hasta que se puso el sol. Cuando de pronto se levantó una brisa nocturna, la mariposa empezó a tiritar. La polilla se acercó a ella y le rodeó con sus fuertes alas para protegerla del frío. Entonces salió la luna cubriendo la arboleda con su pálida luz. La mariposa se alegró al poder estar por primera vez bajo los rayos de la luna y al poder contemplar los tonos azules del bosque nocturno sin que sus alas sufriesen ningún daño. Así pasaron toda de la noche. Así, fue como se conocieron el sol y la luna. |