La Carolina - Jaen

Desde la llegada de José Antonio Griñán al frente del PSOE-A, los apoyos a su partido han ido decreciendo hasta perder las elecciones el 25 de mayo de 2012.

«Yo sé quién soy». Aquel discurso de investidura nos hizo creer en la posibilidad del cambio sin necesidad de cambiar de partido. Griñán se presentaba en el Parlamento de Andalucía como aquella primavera que dejaba un aire tibio e ilusionado en los patios del antiguo Hospital de las Cinco Llagas. «Yo sé quién soy». La frase que pronunció Don Quijote después de recibir una soberana paliza le sirvió al culto Griñán para definirse a sí mismo. Esa honda sabiduría está reservada a los filósofos. Mejor le habría venido parafrasear a Sócrates: «Sólo sé que no he ganado nada». Porque ahí estaba el quid de la cuestión. Griñán se había convertido en presidente de la Junta de Andalucía sin haber hecho absolutamente nada.

Soberbio hasta el extremo de la arrogancia, Griñán no se dio cuenta de que destacaba no por su estatura intelectual, sino por la ausencia de currículum en los mediocres que le rodeaban. En vez de buscar a los mejores cayó en el error contrario. Los griñaninis constituyen su aportación a la política andaluza. Unos griñaninis quen algunos casos lo han dejado solo ante el peligro. Pero Griñán, tan cinéfilo, no es Gary Cooper, sino un inspector de Trabajo experto en propiciar el aumento del paro allí donde ha estado. Una verdad tan objetiva como cruel. Tan cierta como inasumible para su soberbio temperamento.

Menospreciado por la vieja y rancia nomenklautra de su propio partido, Griñán ha conseguido que su partido resista en esta Galia andaluza donde falta la audacia de Asterix y sobra el pancismo de Obelix. Va de sobrado cuando es el sobrero que se agenció Chaves para cantarle a Zapatero el fandando de Paco Isidro: «Aunque me voy, no ve voy, / aunque me voy no me ausento... Chaves pretendía ser vicenada en el Gobierno y líder natural en el cortijo andaluz mientras se lo administraba su amigo Griñán. Pero el ungido se le rebeló pronto y el frágil hilo de la amistas política se quebró. Griñán quiso volar por su cuenta con las alas de cera de su infinita autoestima. Seguirá gobernando

El mito de Ícaro se juntó con la habilidad de Don Quijote para terminar por los suelos en las municipales y en las generales. Con treinta años en el poder, con casi todos los resortes de la sociedad andaluza, con un presupuesto multimillonario que ha dilapidado en medidas tan inútiles como sectarias, con un electorado al que le cuesta la misma vida cambiar de orientación, con todo a su favor... y resulta que ha perdido. Sin embargo ha sido una dulce derrota que puede permitirle gobernar. Una dulce derrota que algunos de los suyos le agradecerán porque podrán seguir viviendo del presupuesto, que es de lo que se trata. Griñán continuará siendo presidente de la Junta sin haber ganado unas elecciones. Quedará en manos de IU. Antes, ni se lo imaginaba. Ahora no desea otra cosa. La vida?