Bespén - Huesca

Ahora solo lo hacen en casos muy puntuales, pero en las décadas de los cincuenta y sesenta, era normal que para promocionar sus películas el día del estreno, se desplazaran a provincias algunos de los principales actores y actrices que habían intervenido en ellas. Y a Zaragoza, era rara la semana que no venía alguno.
En aquélla época, las mayores aficiones de los jóvenes eran el cine y el fútbol (la música no tanto como ahora). La televisión no contaba (estaba en sus comienzos), y solo por la prensa y la radio estábamos al corriente de las novedades, por lo que si queríamos ver esos espectáculos teníamos que hacerlo en vivo y en directo.
Artistas, cantantes famosos, fichajes de futbolistas, películas…, entonces no teníamos inquietudes políticas, ni hipotecas, ni sedes sociales, ni coches… Lo que si teníamos era trabajo y sueños, que aunque casi nunca se realizaron, fue bonito haberlos tenido, y por supuesto, de ninguna manera creo que aquéllas fueran adolescencias perdidas. Entonces, quizá nos acostáramos sin cenar…, pero lo que es seguro, es que nos levantábamos sin deudas. Todo lo contrario que ahora.
Pero volvamos a los actores y actrices que es el tema de hoy.
Cuando salía de trabajar a las once de la noche, me solía pasar (unas noches por unos, y otras por otros) por el hall de los diferentes cines de estreno para “controlar” tanto lo que estaban poniendo, como lo que anunciaban para próximas fechas. Y fue precisamente en el hall del cine Goya, donde me ocurrió la anécdota que me ha servido de pretexto para escribir este comentario.
Era enero o febrero del año sesenta, hacía mucho frío, y cuando llegué pasadas las once, ya había empezado la última sesión (en realidad, había empezado el “Nodo”, que no la película, que lo haría a continuación (después del descanso, sobre las once y media), y al ponerme a curiosear los fotogramas que había colgados en las paredes, vi que correspondían a la película que habían estrenado ese día, y que no era otra que “Un rayo de sol”.
El hall era grande y dando vueltas mirando y mirando, me di cuenta que, a mi lado, había una niña de unos diez años que también los estaba mirando. Era rubita, con el pelo largo, delgadita, muy poca cosa (estábamos solos ella y yo), y me extrañó que estuviera sola a esas horas y en pleno invierno.
Pero cual sería mi sorpresa cuando al fijarme en ella, me di cuenta que era la misma chica que estaba en los fotogramas de la pared, la intérprete de la película a quién en ese momento no conocía nadie (y por supuesto, yo tampoco), y que según decían los carteles, se llamaba Marisol. Supuse que como he dicho, estaría esperando a alguien para entrar a la sala ha hacer la presentación de la película cuando terminara el Nodo. Como no sentí la más mínima curiosidad, me fui, y ahí quedó sola.
Al día siguiente se confirmaron mis sospechas, al leer en la prensa que “ayer se estrenó la película Un rayo de sol, con la presencia en la sesión de noche, del director, y de la futura y gran estrella infantil Marisol”.
Cuando días después vi la película, me pareció que me habían estafado. Esa niña tan guapa y graciosa de la que se enamoró medio mundo, se parecía muy poco a la que yo vi a un metro de distancia.
Supongo que me hubiera pasado lo mismo si en vez de haber visto a ella, hubiese visto a cualquier otra.
José Miguel Palacio