Los juegos en las calles: Los bolindros (1ª parte) LOS BOLINDROS Aunque los niños de hoy siguen practicando este juego, no hay duda alguna que se echa de menos aquella algarabía, aquella lucha, aquel afán, e incluso, aquellas peleas por conseguir ganar algo tan preciado como era un “bolindro de barro”. Un simple agujero practicado en el suelo, “el joyo”, una bola fabricada con barro arcilloso o de grea, “el bolindro”, y al menos dos jugadores eran (y lo siguen siendo, aunque la calidad del bolindro ha mejorado) los elementos precisos e imprescindibles para este popularísimo juego infantil, cuyo fin y culminación es conseguir “matar” al otro (o a los otros) y así ganar un preciado bolindro que agregar a los que ya se poseían...¡divino tesoro!. Da comienzo el juego colocándose un jugador en el joyo (al menos así jugábamos antes). ¿Quién se coloca el primero en el joyo? La forma de decidirlo es diversa. Puede ser como un acuerdo entre los jugadores. O “por que hoy me toca a mí”. O echando suertes... de mil maneras posibles. Los demás se “plantan”, alguno buscando un “escondite” apropiado, si no se ha establecido antes como norma la de “no vale escogé, ni escondite, ni bute tuerto ni ná”; otros, “haciendo alardes de valentía impropia de la edad”, lo colocaban a campo abierto, incitando al tirador, como si de un puro duelo románico se tratase . El tirador hace puntería con el “bute” e intenta dar, matar, a uno de los bolindros que están “plantaos”. Si tiene buen bute, buena puntería y acierta, gana, y si no, pues le tocará el turno a otro jugador que intentará ganar el premio dándole a otro bolindro enemigo y colándose en el joyo después; o al contrario, colándose antes y acertando luego al bolindro elegido. Sobre este juego, un hábil observador hubiera podido escribir un particular diccionario por la cantidad de frases y palabras curiosas que los jugadores utilizan durante el desarrollo del juego. Palabras y frases que son como partes integrantes del propio juego y que le dan la “salsa” y el ambiente apropiado. Difícilmente podría yo aquí recordarlas todas, ya que muchas surgían como de improviso y desaparecían para siempre. Pero me vienen a la memoria algunas de las más usadas. Por ejemplo, cuando un jugador acertaba de pleno al bolindro de otro, salían de nuestras bocas exclamaciones como estas: “¡Qué mitra! “¡Qué mascá!”... La norma contraria a la ya señala anteriormente y que no permitía nada raro al juego, era ésta: “Vale escogé, escondite, bute tuerto y dicho tó”. Cuando un jugador, por su habilidad conseguía colarse fácilmente en el joyo, los contrincantes se apresuraban a insinuar: “¡Estás empicao!” A veces el tirador veía la ocasión de alcanzar a un bolindro situado en un lugar cercano o no escondido y se apresuraba a gritar: “¡Píamelo!”... O invitaba a su enemigo con estas palabras: “¡Plántamelo ahí...!” Como en todos los juegos donde se busca conseguir algo, las trampas y triquiñuelas estaban a la orden del día. Mover el bolindro buscando un lugar mejor, avanzar el bute más de lo correcto, intentar hacer creer que el fallo lo era por cuestiones ajenas al juego, acercarlo disimuladamente al joyo, intentar ocultarlo con una piedrecita o tierra... eran tan normales como el propio juego. Y así surgían expresiones como éstas: “¡No hagas fullerías!”, con su superlativo “tranfullerías”, “¡No seas tan robón”!, “¡Se m’ascapao!, ¡Se m’a resbalao”, “Roa, roa y te doy un cacho gamboa”, “M’encolitrao”... Como en todos los juegos en los que uno gana y otro pierde, generalmente el más habilidoso con el bute, el de mejor puntería, conseguía llevarse, como preciado botín de guerra, los bolindros del contrincante, que quedaría “arruchao”, y se retiraría cabizbajo en busca de algún que otro bolindro que hubiese quedado por algún rincón de su casa, con la esperanza de recuperar (vana ilusión) lo perdido. Además de este juego con bolindros, el más conocido, hay otras dos modalidades. La primera es la conocida como “la media, cuarta y pie”. El número de participantes es variable. Se comienza con el acto de echar suerte a ver qué jugador inicia la partida. Para ello, y desde un lugar establecido de común acuerdo entre los participantes (por lo general una raya trazada a cierta distancia), se lanza el bolindro hacia el “joyo”. Aquél que quede más cerca tendrá el derecho de comenzar, consiguiendo además grandes ventajas, ya que los demás han de quedar sus bolindros en el lugar en que cayeron al ser lanzados. Hay que conseguir dar tres veces a otro bolindro. La primera vez se llama “media”, y da igual a qué distancia queden ambos bolindros después del impacto. Lo normal es que se le dé despacio (si están cerca uno de otro) para facilitar la segunda tirada. A ésta se le denomina “cuarta”, y como su nombre indica, los bolindros habrán de quedar separados, al menos, un poco más que la medida de la cuarta del dueño del bolindro alcanzado. Si no es así, el que está tirando pierde turno. Y, por último, a la tercera vez se le conoce como “pie”, y por su denominación se comprenderá que la distancia habrá de ser superior al tamaño del pie (calzado) del contrincante. Una vez conseguidas las tres “matás”, hay que colarse en el “joyo”. Si se consigue, se anota un punto y el otro jugador quedará eliminado hasta que tan sólo quede un único vencedor entre los participantes. Si entre alguna de las “matás” el bolindro del jugador acabase en el “joyo”, habría de volver a empezar de nuevo con la “media”. |