Sotiel Coronada - Huelva

PALABRAS A MARIA.


TU, EL RUISEÑOR, YA NO CANTA EN TU NIDO.



Hace unos días, Maria, tuve un asalto de recuerdos, los mismos que hicieron acercarme a tu casa, pero al llegar a tu puerta comprendí que estabais en familia y mi presencia podía entorpecer vuestras conversaciones.
Pero una vez ya en ella, y sin saber que hacer, tome unas ramillas del árbol de mimosa de tu puerta que parecía vestir de amarillo con refajo verde.
Ya de regreso a mi casa, triste y pensativo, y murmurando por la fatalidad del momento tan inoportuno en el que decidí ir a visitarte.
Y es que, una vez que decido visitarte estaba en tu casa toda la familia de tu marido, hoy pienso que quizás no sea capaz de volver hacerlo otra vez, ni tan siquiera tener el valor de volver a intentarlo de nuevo, ¡lo siento Maria!
Ya en mi casa, coloque las mimosas en un vaso con agua, y a ellas les hable como si fueses tú.
Y hoy, que han pasado algunos días desde que las puse en el vaso, y estas están mustias o secas, las tomo entre mis manos para renovarlas por otras que cogí del parque, y es entonces cuando he vuelto a recordar ese domingo, aquel domingo del parque, algunas horas antes de dirigirme a tu casa.
Y sin pensarlo, tomé este trasto para escribirte, y decirte lo que vi, y sentí en aquellos momentos, lo que le dije a las mimosas del vaso, y lo que siento por ti hoy.
Todo esta invasión de recuerdos me vino, cuando reposaba sentado placidamente sobre el muro de ladrillo de un rincón del parque, y en un banco no muy lejano a donde me encontraba yo, vi como llegaba primero una parejilla de jóvenes en una moto, y mas tarde, comenzaron a llegar uno a uno, los pocos jóvenes que visitan Sotiel o nativos de el, hasta hacerse un bonito grupo de maravillos jóvenes, plenos y repletos de juventud y donde el jubilo y la alegría rebosaba por doquier.
Jóvenes, por los que estuve acompañado casi toda la tarde, sin que ellos se percatasen de mi presencia, o quizás sin prestarme atención, o posiblemente ignorando a este pobre viejo, pensando que estaba concentrado en los recuerdos de su pasado o simplemente dormitase.
Pero no era así. Yo, como casi siempre, curioso y expectante a lo que ocurría, hablaban o decían en sus conversaciones, tomaba apuntes, de sus idas y venidas, de sus charlas y comentarios, de sus deseos e inquietudes, de sus narraciones, donde se comentaban sus hazañas imaginarias, que solo existían en sus fantasías, en sus quimeras, de sus conversaciones, donde iban dando formas a los deseos de futuro, del mañana, cuando ellos fuesen mayores, y hasta de sus secretos, que no eran tales, pues llegaban nítidos hasta mi, y todo esto acontecía, entre risas infinitas.
Pero pronto me sentí triste, y me vi volver a tiempos pasados, mi mente voló a tiempos atrás antes de que alguien se apeara en el camino, cuando este caminaba hacia estos…



---unsotieleño-

mismos sueños, hacia estas mismas ilusiones cuando fuese mayor, pero nunca llego a serlo, y nunca a realizar sus sueños, sus quimeras, porque todas estas se quebraron, se evaporaron en una madrugada y como no, en un mes de septiembre.
Me pareció, como si todos lo que veía a mi alrededor se paralizara, y todos los jóvenes enmudecieran, y sus movimientos se ralentizaran, sus palabras se volvieran incongruentes y sus gestos mímicos, y entonces comprendí que faltaba algo.
Los jóvenes parecían mimos que jugaban y comenzaban a hablar en otro lenguaje, sus caras se desvanecían, se evaporaban, y yo entraba en esos momentos en un estado de aturdimiento, de desconcierto, de perturbación, con pesadez en los parpados y sopor. Entonces me vi, y los vi, meses atrás y en el mismo banco, y descubrí como allí faltaba una sonrisa y una voz, parecía como si se hubiese desvanecido, como si la hubiesen usurpado, robado, como si a esa tertulia se le hubiese despojado de algo elemental, e imprescindible o si se hubiese perdido entre los ramajes de los llorones verdes.
Puse toda mi atención, toda mi alma, todo mi corazón en volver a escucharla y fue entonces, cuando apareció la suya que iba emergiendo, primero como una reverberación de un sonido lejano y que mas tarde y poco a poco, se convertía en voz lejana que se iba acercando hasta percibir nítida y patente su voz, ¡si!, amiga Maria, la suya, que pronto dejo ser eco lejano, hasta sobrevolar el grupo, y entonces se hizo parte de el, y fue cuando mi alma cambio, y retornaron otra vez todas las palabras, todas las risas y el grupo volvió a ser otra vez el júbilo y la alegría que en su día fue.
No se si lo soñé, si fue real o irreal, el caso que yo en aquellos precisos momentos volví a oír aquella voz, su voz y sus risas, con toda su fuerza, con potencia, con alegría.
En esta época del año cuando parece alargarse el día, comiéndole espacio a la noche y el sol transita perezoso, y parece alcanzar a la noche, mientras ella llega caminando parsimoniosa, lenta, poco a poco, así se fueron marchando los jóvenes, tal como habían llegado, uno a uno, quedando solo la embrionaria e incipiente parejilla, que espera a estar a solas para perderse bajo el manto y el cortinaje verde de ramajes que cuelgan y hacen difusas las siluetas, y poco después, se fue perdiendo entre ellas.
Hoy yo mas que…


---unsotieleño---

Hoy, yo, más que hablarte de él, de su alegría, de su vitalidad, de su simpatía, de su sonrisa, de su humanidad, más que de todo eso deseaba hablar de ti, y a ti.
Pero lo siento Maria, ha sido tan inevitable como imposible no hacerlo, ni he podido remediarlo, y me parece que lo de ese domingo fue él, el que quiso acelerar los acontecimientos, y acelerar mí visita a tu casa.
De todas formas, hoy te hablo a través de este aparato, si, reconozco ser un poco cobarde por hacerlo de forma anónima, sin embargo, aquel domingo fue un arranque de espontaneidad, y estuve dispuesto a romper el anonimato y el seudónimo tras el que me oculto, y todo ello, porque necesitaba hablar contigo y de ti, pero él intercedió y quiso estar entre nosotros, y por eso hoy he querido transmitirte lo que sentí en aquel rincón bajo el ciprés, y cercano a los aromos florido, vecinos de los aparatos de juegos de niños.
Amiga Maria, no pienses que él esta lejos. El, esta aquí, y cerca de ti, y como tu, él también tiene el alma triste, y más cuando te ve llorar.
Te olvidaste, amiga Maria, te olvidaste, aunque no quieras reconocerlo, tú, el ruiseñor, te olvidaste de cantar, y a él, como a ti, se le entristece el alma si le faltan tus cosas.
Te ruego Maria, que le cantes, que estés alegre, y veras como tanto el, como tú, cambiáis, y volveréis a sonreír, aunque para ti sea difícil, y yo, dudo que a el se le haya borrado su sonrisa.
Por eso, amiga Maria, Canta, Maria, canta, para que a él no se le olvide tu trino.
Escúchame Maria, pon atención a lo que voy a decirte: El, Romancillo, era mi amigo, aunque la edad entre nosotros era distante, pero se lo que el piensa en estos momentos al verte, y al oír tus palabras, las que vas diciendo y las que repites tantas y tantas veces, una y otra vez, de como tu vida se ha terminado aquí. ¡No!, amiga Maria, no es así, porque la vida no se te debe de parar aquí, y en este renglón, porque solo tiene un punto, y solo es, un punto y seguido, y como de ello dice la regla, debes de seguir.
Tu, Maria, sufres porque no lo ves, y él sufre porque te ve como lo estas pasando, si lo pudieras oír, si te pudieran llegar a ti sus palabras, si te pudieran llegar a ti sus consejos de hoy, como en aquellos días cuando estabais a solas, y en unos momentos de sinceridad y espontaneidad le salían aquellas palabras entre sonrisas, con todo cariño y ternura, y se confesaba a ti, y sobre él, volaban tus consejos, estos mismos que el te daría ahora y en estos momentos, y no me preguntes porque lo se, porque se como él era, como él pensaba, y esto solo lo sabemos los viejos como yo, y los que somos amigos de los amigos, como era él.
Si te llegaran a ti sus palabras, te diría con aquella sonrisa eterna; Maria, si es esta la vida que vas a seguir, tengo que pensar que te olvidaste de mi, quiero que sepas, que yo no te olvido, y hoy estas haciendo todo lo contrario a lo que hacías y me decías ayer, Maria, me tienes triste, muy triste, y me haces llorar, porque tú el ruiseñor, ya no cantas en mi casa.
Por eso amiga Maria, canta, cántale, para que a él no se le olvide tu trino.


PARA TI, MARIA, PARA QUE VUELVAS A SER LO QUE ERAS, UN RUISEÑOR, AQUEL RUISEÑOR QUE CANTABA EN SU NIDO.



---unsotieleño---