Encinasola - Huelva

Rafa hablaba embelesado mirando a las estrellas y no se daba cuenta que Sara lo miraba embobada, de pronto calló y sus miradas se encontraron y se engancharon una en la otra y como si unas cuerdas invisibles estuvieran tirando de uno hacia el otro, se fueron acercando hasta fundirse en un abrazo que los hizo rodar por la arena y sentir todo el calor de sus cuerpos, toda la pujanza de su amor. Pararon, se miraron a los ojos y decidieron buscar un sitio más íntimo y tranquilo y dado que estaban todos en la playa y pasarían la noche allí, decidieron que la casa era lo mejor y allí se encaminaron.
Buscaron una habitación discreta y con el claro de luna que entraba por la ventana abierta se fueron desnudando muy despacio, admirando cada centímetro de sus cuerpos que se iban descubriendo mutuamente. Sus corazones latían desbocados y por fin se echaron en la cama. Rafa miraba a Sara como si la acabara de descubrir y casi no se atrevía a tocarla al verla tan pura, tan hermosa, tan frágil, tan suya, tan cerca. Le besó los ojos y la frente, las mejillas, jugueteó con la lengua en las orejas, bajó por el cuello hasta los hombros y entonces paró y la miró a los ojos como pidiéndole permiso para seguir hacia abajo y entrar en zonas más comprometidas. Sara asintió y le dio un calido beso en la boca, beso que le supo a él como ninguno hasta entonces.
Sintiendo la sangre latir en sus labios, Rafa siguió la magnifica curva de los senos y metió la cara en la calidez de seda del canal de sus pechos. Siguió hacia abajo, más despacio, recreándose en el maravilloso tacto de la piel de ella, en esa suavidad tibia y palpitante. Jugó con la lengua en su ombligo y vio como ella se estremecía de placer y le acariciaba la cabeza y el pelo y siguió hacia abajo hasta dar con el tesoro de ella, entonces lo beso con toda la suavidad de que fue capaz.
Sara lo hizo subir y lo encajó entre sus piernas. La inexperiencia en él era obvia, pero suplía la pericia con ternura, dulzura y cariño. La habilidad la ponía ella que en seguida se hizo cargo de la situación y consiguió que ambos fueran subiendo de la mano de los besos y las caricias, juntos, hasta la cima del placer, hasta perder la noción del tiempo y el espacio.
Acabaron pero no se movieron, no hubieran querido moverse nunca de cómo estaban, tan cerca, más cerca era imposible estar, dentro de ella, sintiéndola palpitar, oliéndola, saboreando su sudor, revuelto en su pelo, entrecruzado en sus piernas, abrazado a ese cuerpo que, por primera vez había sido suyo y ahora, si eso era posible, la amaba más todavía, con más furia, con más energías, con más pasión. Con un hilo de voz, como si temiera romper algún hechizo le susurró al oído:

_ Gracias. Ha sido maravilloso. Ha sido la primera vez. Antes estuve con algunas chavalas pero nunca llegue tan lejos como contigo, ha sido maravilloso. Te quiero mi amor.

Un nuevo beso selló la boca de él que se revolvió de placer y acabó con ella encima, viendo como sus ojos brillaban en la penumbra enmarcada por su melena.

_ Será mejor que nos levantemos, los de la playa pueden volver en cualquier momento y no sería conveniente que nos sorprendieran_ dijo Sara mientras se recogía el pelo en una graciosa coleta.
_ Tienes razón, vamos, todavía estamos a tiempo de tomarnos una copa.

Cogidos de la mano salieron camino de la playa y encontraron a la pandilla que, pícaramente les sonreía como si adivinaran lo que había ocurrido. Se sirvieron una copa y volvieron a pasear solos por la bajamar, con las estrellas como fondo y el mar lamiéndoles los pies. La luna se reflejaba en los ojos de Sara y su pelo ondeaba a la fresca brisa de la madrugada.

_ ¿Es verdad eso que me has dicho de que era la primera vez?
_ Sí y si te digo la verdad, no se de donde saco la fuerza cuando estoy contigo sabiendo lo tímido y cortado que soy y lo que me cuesta hablar de ciertas cosas, pero tu me das la fuerza para ser tal como soy y mostrarme sin tapujos ni falsedades…
_ Será la fuerza del amor.
_ Eso debe ser, una especie de metamorfosis que me convierte en el Príncipe Valiente cuando normalmente soy un pardillo inocentón y timorato.
_ Tampoco te debes rebajar tanto. A mi me pareces bien, me gustas, te quiero, te veo guapo, dices lo necesario, haces lo que debes y estoy a gusto contigo, me siento segura, bien, protegida y querida.
_ Eso no lo dudes, amor mío, moriría por ti, mataría por ti, pero prefiero vivir por ti toda la eternidad, contigo, para ti.
_ Bueno no te enrolles más y responde a mi pregunta: ¿Ha sido la primera vez de verdad?
_ Sí, es verdad. Antes estuve con algunas chavalas y… ya sabes, el morreo, el calentón, que si por aquí, que si por allá… pero nunca llegué hasta donde he llegado contigo, a tocar el cielo con la punta de los dedos, a rozar la gloria, el éxtasis, el nirvana, que sé yo… ha sido la hostia y te quiero más que a nada en este mundo. No me dejes nunca, no te vayas… me moriría sin ti.
_ Ojala pudiera decir yo lo mismo. Para mi desgracia no ha sido la primera vez y ya me hubiera gustado ofrecerte mi flor toda y solo para ti, pero ya sabes, hubo otras experiencias y no ha podido ser.
_ Cariño, no tengas remordimientos. Si lo hiciste por amor no te debes avergonzar de ello y si salió mal no fue culpa tuya. Lo que importa es el presente, tu y yo y toda esa vida que parece que tenemos por delante, vivámosla día a día queriéndonos, deseándonos, amándonos con pasión hasta el agotamiento…

El sol empezaba a anunciar su salida con los primeros resplandores del alba y la playa se iba deshilachando de gentes y músicas, la pandilla tomo el camino a casa y en ella fueron ocupando los asientos que había libre para descansar un rato antes de emprender la vuelta a casa. Rafa y Sara se sentaron juntos en un sofá y ella apoyó la cabeza en las piernas de él y mientras él le acariciaba el pelo se quedaron los dos dormidos dando lugar a una estampa llena de ternura.
Agosto acabó y hubo más días de playa, más tardes de cervezas con la pandilla y más noches de botellón, las tardes eran ya mucho más cortas y las puestas de sol empezaban a perder el brillo y la intensidad de semanas atrás. El otoño se anunciaba melancólico en el ocre de las hojas, gris en las nubes que empezaban a frecuentar el cielo, fresco en las mañanas y las tardes y agradable durante el día con la suavidad de las temperaturas.
Rafa y Sara se veían casi todas las tardes y paseaban o estaban con la pandilla y ya no era un secreto para nadie que estaban juntos. el padre de Rafa estaba contento viendo el cambio de su hijo, ahora más alegre y lleno de ilusión, deseando empezar el curso para estudiar y centrarse en los libros. Según Sara, a sus padres no les hacía mucha gracia que ella saliera con algún chico todavía, apenas conocían a nadie y no sabían con quien se relacionaba ella, pero todo era cuestión de tiempo y en cuanto lo conocieran a él cambiarían de actitud.


+Ya había empezado a llover y el viento hacia que la lluvia racheada molestara más todavía. Al ser las primeras aguas habían pillado a casi todo el mundo con ropas de verano y cada cual buscaba refugio donde podía.
A una hora muy temprana sonó el móvil de Rafa, era Sara y le extrañó que le llamara a esa hora. Entre sollozos y muy nerviosa le explicó como pudo que de madrugada su padre había muerto de infarto, había sido fulminante y cuando llegó el 061 ya no había nada que hacer. Ahora estaban en el tanatorio.
Rafa tomó un taxi y se presentó allí en seguida, quería estar con ella, a su lado, dándole ánimos, consuelo, apoyo lo que hiciera falta en esos momentos tan duros que debía estar pasando. La busco entre las gentes que iban llegando y cuando la encontró la beso en las mejillas y le tomó las manos. Aunque hizo grandes esfuerzos por lo contrario, al final acabó llorando junto con ella, de verla a ella destrozada de dolor y si al principio se cortó, acabó llorando con ella, abrazados los dos y consolándose mutuamente.
Rafa se acercó a dar el pésame a la madre de Sara, era una señora joven y guapa, tenía Sara a quien salir. Permanecieron juntos hasta que decidieron que lo mejor sería ir a comer algo y descansar después de la noche pasada ya que hasta el día siguiente no lo enterrarían.
Rafa se despidió de Sara dándole un beso en la mejilla y quedaron en verse por la tarde ya que estaba dispuesto a acompañarla si se quedaban de noche velando el cadáver del padre.

Cuando volvió Rafa a casa, el padre estaba poniendo la mesa para almorzar y le preguntó enseguida:

_¿Dónde has ido tan temprano y con el día que hace? Sécate que vienes empapado.
_ Vengo del tanatorio, ha muerto el padre de Sara.
_ Vaya por Dios ¿Y eso, como ha sido?
_ Le dio un infarto de madrugada y fue fulminante.
_ ¿Qué edad tenía ese hombre?
_ La tuya más o menos. Ha ocurrido algo muy extraño: era la primera vez que me veía la madre de Sara y cuando fui a darle el pésame, antes de que la hija me presentara y dijera mi nombre, ella me miró y con los ojos muy abiertos lo dijo muy despacio y como asombrada. ¿No te parece extraño?
_ Sí que lo es pero a veces nos parecemos mucho a otras personas que no conocemos de nada.
_ Eso debe ser.
_ Bueno, vamos a comer que esto se enfría.

Estaba siguiend0 tu relato con mucho interés, pero ahora estoy ¡interesadísimo!
¿Existe alguna relación entre la madre de Sara y el chico protagonista?
Por favor, Andrés, no me hagas esperar demasiado para leer la quinta entrega. Saludos.

andres cuando la 5 pof pronto