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Encinasola - Huelva

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España > Huelva > Encinasola
30-03-09 12:10 #2012508
Por:No Registrado
UNA HISTORIA DE AMORES (ORIUNDO)
Esto es el principio de un relato, si os gusta sigo poniendolo.Saludos

EL TREN VOLVIÓ A PASAR

El cielo amaneció encapotado, como para das más dramatismo al evento, la dirección del viento y un olor, conocido para las gentes de la ciudad, hacían presagiar que no tardaría mucho en llover. Serían las primeras aguas del otoño y Rafa no podía evitar acordarse del maravilloso verano que empezaba a despedirse.

A Sara la conoció a principios de verano, aunque recordaba haberla visto por primera vez en El Rocío. Ella estaba recién llegada con su familia por haber trasladado a su padre recientemente y no conocía a nadie, salvo a alguna familia que le quedaba por aquí por parte de su madre con la que no mantenían mucha relación.
A pesar de lo fugaz del contacto, Sara no pasó desapercibida para Rafa, le llamaron la atención sus enormes ojos negros y una larga melena que le caía hasta la cintura y ella movía con mucha gracia. Apenas hablaron más allá de la escueta presentación por parte de unos amigos y todo hubiera quedado ahí de no haber coincidido en una fiesta de barrio donde ya hablaron más, no mucho, dada la timidez de Rafa, pero lo suficiente para recordar los nombres de cada uno y empezar a conocerse un poco más.
Rafa no quitaba los ojos de los de Sara y ella no era ajena al hecho hasta el punto de sentirse a veces incómoda por la insistencia de la mirada de él. Se despidieron quedando en verse otro día. Ya se encargaría él de saber quienes eran sus amistades y como acercarse a ellas para poder verla de nuevo lo antes posible.
Los exámenes abrieron un paréntesis obligatorio entre los dos pero el verano se anunciaba a la vuelta de la esquina y entonces seguro que la vería y podría estar con ella, irían a la playa y lo pasarían bien, estaba seguro de ello y no se equivocó casi en nada. A mediados de junio arreció el calor y Rafa supo que Sara y sus amigos irían a la playa y se quedarían el fin de semana allí, en casa de unos amigos.
Se las ingenió como pudo para ser invitado y después convenció al padre para que lo dejara pasar el fin de semana en casa de unos amigos en la playa. El padre accedió no de muy buen grado y con la consabida coletilla de “cuidado con lo que se hace que estáis todos locos”. El hecho de ser mayor de edad no impedía que su padre ejerciera una gran protección sobre él al verlo tan tímido e inexperto, tan falto de calle y mundo, aunque sabía que tonto no era y cuando se enfadaba le salía el lado oscuro. De cualquier manera, padre e hijo se llevaban muy bien tal vez conscientes de que solo se tenían el uno al otro desde el divorcio y que él decidiera vivir con el padre.
Rafa acababa de cumplir los dieciocho y, aunque por su físico parecía mayor, en el fondo era muy infantil y se ganaba más de una bronca por parte del padre al verlo engolfado con la Play o embobado con los dibujos animados de la tele y aquí venía otra coletilla que ya se sabía de memoria “Deja ya eso y vete a la calle… a tus años ya estaba yo cansado de pelar la pava por ahí”. No sabía su padre lo difícil que le resultaba a él, con su timidez, eso de pelar la pava, cuando las chavalas que conocía parecían estar de vuelta de todo y los chavales eran como en el parchís, que se comían una y contaban veinte, pero todo llegaría y tampoco era bueno precipitarse, cada cosa a su tiempo.
Apenas almorzó el sábado aquel presa de la ansiedad pensando que dentro de unas horas estaría con ella y con ella pasaría la noche. Tendrían tiempo para hablar de muchas cosas, para conocerse mutuamente y tal vez fuera capaz de decirle que le gustaba, que le gustaba mucho, pero ella también parecía estar de vuelta de todo, no tanto como las demás pero a su lado parecía tener mucha más experiencia, parecía muy mujer y él se sabía muy niño e inexperto en muchas cosas pero se armaría de valor y le hablaría seriamente, como un hombre pero… ¿y si ella le decía que no? No, eso era imposible ¿por qué le iba a decir que no? Feo no era y se veía resultón con su metro ochenta y sus espaldas anchas y algo de musculatura, que para eso iba al gimnasio tres veces en semana.
Al fin sonó el claxon del coche del amigo con el que iría a Punta y apenas se despidió del padre tirándole un beso desde lejos con la mano. Ahora su gran duda era si irían todos… si estaría allí Sara, de no ser así no tendría objeto que estuviera él, a los demás apenas los conocía y él iba por ella, sólo por ella y tenía que intentar estar a solas con ella cuanto antes mejor, antes que se le acercara otro y se la quitara o le diera conversación y se la llevara a dar una vuelta o a bailar. Había oído hablar de hacer botellón y de ser así la cosa era más fácil, estarían todo juntos y no había riesgo de que se fuera con nadie que no fuera él.
Tampoco sabía si le gustaba a algún otro de la pandilla. Tal vez fuera bueno hacer un sondeo de opinión, le preguntaría a los que iban en el coche pero tendría que hacerlo sin levantar sospechas que luego eran unos mamones y se lo decían a ella y se burlaban de él y entonces se moriría de vergüenza ante ella. También cabía la posibilidad de que a ella le gustara alguno de ellos y estuvieran saliendo o ella esperara que él se lanzara. Pero no le veía él cara de estar enamorada de nadie y ¿qué cara se le pondría cuando se enamorara? ¿Qué cara se les pone a las mujeres cuando se enamoran? Según su padre, a los hombres se les pone cara de tontos y están todo el día pensando en las musarañas. De todas formas preguntaría:

_ ¿Sabéis si la chica esta… Sara, vendrá?
_ Creo que sí, es amiga de Quino y él viene.

¿Venía porque era amiga de Quino o porque venía Quino? La cosa cambiaba sin duda, si venia porque venía él, es que venía con él y entonces no había nada que hacer, si venía porque era amiga de Quino tal vez hubiera alguna posibilidad. ¿Cómo era el tal Quino? No lo recordaba y no estaba seguro si era el que pensaba, uno alto con el pelo claro… si era ese no tenía nada que hacer, tenía pinta de surfero californiano y eso las volvía locas, lo sabía por experiencia, su aire más ibérico no levantaba tanta admiración en las chicas y su timidez añadida acababa de tirar por tierra todos sus intentos seductores.

_ ¿Están juntos…?
_ ¿ Y eso, te interesa Sara?
_ No… no es eso… era por decir algo.

Obviamente había metido la pata hasta la ingle y se arrepentía absolutamente de ello. Seguro que en cuanto la vieran se lo dirían y ella lo evitaría o lo mandaría a la mierda directamente, eso si el tal Quino no le decía cuatro cosas.

_ Pues no, no están juntos… todavía pero creo que Quino está por ella, vamos que le gusta Sara_ fue el conductor el que aclaró el tema.

Pero Rafa también estaba por ella y no se lo iba a poner fácil a Quino, estaba dispuesto a poner toda la carne en el asador, iba a apostar fuerte, se lo iba a jugar todo a una carta, la carta de su amor, de su ilusión, de sus sueños.
Habían llegado a la casa de Punta donde se quedarían y daba la impresión de no haber nadie en ella, pero al tocar el claxon salieron unos cuantos de la casa y Rafa, muy nervioso, buscó entre todos a Sara y allí estaba, radiante, más guapa que nunca, mucho más que en su recuerdo. Sus ojos eran aún más grandes y su pelo más largo y más sedoso todavía. Le estaban empezando a sudar las manos y eso era mal síntoma, se estaba poniendo nervioso y eso era lo peor que podía ocurrirle en esas circunstancias.
Se saludaron y se besaron todos unos a otros y cuando Sara se acercó a él se quedó mirándola de una forma extraña, con los ojos muy abiertos y sin atreverse a decir nada. Fue ella la que rompió el silencio entre los dos:

_ ¿Tu eres Rafa, no?
_ Sí, perdona, Sara, que tonto soy… es que estás tan guapa que me has dejado sin palabras.
_ No exageres hombre. ¿Cómo estás?
_ Bien… ya ves, a ti no te pregunto, no hay más que verte.
_ Me vas aponer colorada. Nos veremos más tarde.
_ Eso espero, tenemos que hablar.

Sara se perdió entre los demás y Rafa respiró profundamente, después se rascó la cabeza y esbozó una pícara sonrisa al no dar casi crédito a sus propias palabras. No sabía de donde había sacado el desparpajo para hablarle así a Sara, posiblemente su corazón temeroso de que la cabeza, llena de complejos y tabúes, le jugara una mala pasada, había decidido tomar el protagonismo en la corta conversación y había dicho lo que sentía, lo que sentía por ella, lo que tanto había soñado decirle temeroso de no ser capaz a la hora de la verdad.
Decidieron pasar la tarde en la playa y allí tuvo ocasión de contemplarla a gusto y observar su maravilloso cuerpo, flexible, lleno de suaves y sugerentes curvas ¡Dios, como le gustaba Sara! Y se lo tenia que decir pronto, no podía esperar más, la impaciencia se lo estaba comiendo, la ansiedad lo tenía loco y algo le decía que no debía esperar mucho, él no era el único admirador de Sara, no había más que ver la nube de moscones que tenía alrededor. La próxima vez que estuvieran solos se lo diría y que ocurriera lo que tuviera que ocurrir.
Una voz a la que no estaba muy acostumbrado todavía le habló por la espalda y le sonó dulce y melodiosa, se volvió y era Sara, su Sara, su musa, su amor.

_ ¿Te apetece dar un paseo por la playa?
_ Sí… sí, claro… ¿Tu y yo solos?
_ ¿Necesitas a alguien más?
_ No, que va, vamos.
_ Esta hora tiene algo mágico, entre triste y melancólico viendo al sol ponerse. Oye, ¿de qué teníamos que hablar tú y yo si apenas nos conocemos?
_Precisamente de eso, de que no nos conocemos y yo quiero que nos conozcamos, quiero conocerte, saber de ti, saber que te gusta, que te divierte, que te entristece, que odias, que amas…
_ ¿No te parece que quieres saber demasiado? Y todo eso ¿por qué?
Puntos:
30-03-09 12:42 #2012652 -> 2012508
Por:No Registrado
RE: UNA HISTORIA DE AMORES (ORIUNDO)
Continúa, Oriundo.
Lo que más me ha gustado de este fragmento de tu relato es la alusión a la comunicación:
"...Oye, ¿de qué teníamos que hablar tú y yo si apenas nos conocemos?
- Precisamente de eso, de que no nos conocemos y yo quiero que nos conozcamos, quiero conocerte, saber de ti, saber qué te gusta, qué te divierte, qué te entristece, qué odias, qué amas..."

Muchas veces hay que hacer preguntas... Yo aprendo a conocer a los demás hablando, y les enseño lo que soy, también hablando, respondiendo a sus preguntas.

Buenas tardes, Andrés. Lo dicho: continúa.
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