Guadalajara - Guadalajara

Esta carta si ha estado y creo que sigue estando en la red. Pero estaba aislada porque además de esta carta había todas estas poesías que escribí aquellos días tan trágicos enviadas a los medios e ignoro si llegaron o no pero aquí están reunidos para dar testimonio del amor de una hija por su tierra y el agradecimiento más sincero a la buena gente que dejé ahí o que se fueron como yo a otros sitios.
Había un error en la carta y es el nombre de la profesora de Ciruelos del Pinar, Doña Mercedes que confundí con Doña María , que era la profesora de Maranchón. Y todavía me queda poesías para mi tierra para dar , tomar y regalar.

UN REQUIEN POR LOS PINARES DE MI INFANCIA

Es muy duro pensar que un trágico accidente ha acabado con pinares, sabinares , carrascos , robles , sembrados y que también se ha cobrado vidas humanas entregadas en la defensa de esos antiquísimos montes. España ha perdido una riqueza paisajística de primer orden aunque pasasen desapercibidos ahora sí notaremos su pérdida. Ya nada volverá a ser como antes de la quema.
Cuando en otras regiones se tomaron medidas , aquí , no hubo ni siquiera campañas contra el fuego. Y la zona era sumamente vulnerable. Pero si se encargaron de evacuar las aguas del Tajo a Murcia. Nuestros pinares no recibieron protección alguna. Ellos estaban ahí desde tiempos inmemoriales pero sin valoración alguna. La sed y la escasez los hacía altamente inflamables. Y ahora ya todo está perdido.
Camino del destierro, Camino del Cid, Ciruelos del Pinar , Luzón, Tobillos... Arden en llamas pavorosas y brota el llanto por los pinos de mi infancia y todos mis recuerdos agonizan en atroz desenlace.
Ya lo único que debo salvaguardar es su memoria y devolver esa imagen que guardo de un pueblo acogedor donde gentes y naturaleza se unían para dar singular bienvenida a quien quisiera visitarlos o quedarse una buena temporada como fue mi caso.
Habité en el bosque, en Luzón , en Ciruelos del Pinar y estudié como cualquier niño o niña de la zona en Maranchón, también de la Ruta del Cid
Ha surgido en mi, en ocasiones, la necesidad de desligar el pueblo, el marco físico, del de sus gentes. Por la mezquindad de ésas no quise nunca juzgar al espacio geográfico sobre el que se asentaba porque la naturaleza siempre fue aliada y amiga.
Pero precisamente aquí, iban a la par y te hacían sitio en su corro. A su lado aprendí valores indestructibles- que un fuego- pongamos por caso, nunca lograría extinguir.
Es necesario ahora que transmita esos valores ahora que el fuego ha devastado miles de hectáreas de mis queridos montes para poner énfasis en las gentes que se impregnaron de la generosa naturaleza para imitar , mediante dones humanos los que ya recibieran de sus montes.
Aprendí en conjunción perfecta a creer en Dios, en los demás, en mí, a ser leal, valiente y a luchar por el entorno porque era mío , me pertenecía , aunque no hubiese nacido precisamente allí . La naturaleza no entiende de fronteras . No hay quien pueda poner puertas y fronteras a lo que nos pertenece a todos.
Juntos buscamos aguas subterráneas que no aparecían porque el agua escaseaba y había que repartirla. Por eso completé el significado y el valor del agua para la vida. Y sin el agua , todo se reduce a muerte y destrucción.
Aprendí a leer, hice mi primera comunión comulgando con el pinar , salí a Maranchón a estudiar- También Ruta del Cid y con estos pueblos aprendí a diferenciar un pueblo de una gran ciudad. Yo sanaba con el especial aire de los pinos. Recuperaba la salud en cuanto regresaba.
En Luzón, Ciruelos , Maranchón, pueblos en los que habité, rezumaba la generosidad y abundaban las buenas personas que te hacían sentirse como en casa.
Los niños explorábamos , jugábamos y contábamos historias por las noches en los bancos de la plaza de Ciruelos del Pinar.
Aprender allí también fue un magnífico privilegio con la buena Doña Mercedes y las alumnas mayores que te echaban una mano para que siguieras el ritmo general . Después, Maranchón, nos acogió a todos los niños y niñas de los pueblos de los alrededores. El trato fue especial. Podías quedarte en clase a la hora del recreo leyendo o jugando a las damas si el tiempo era demasiado frío y duro. Si no, podrías columpiarte en los jardines aledaños saliendo del recinto escolar y también podíamos inventarnos los juegos que más nos apeteciesen. Ya, en mucho tiempo , no volví a encontrar tanta humanidad como en aquellos maravillosos años. Hasta que aprendí a recuperarla y fabricarla yo misma para los demás , para que no nos faltase nunca . Para ellos mi agradecimiento , ánimo y que sepan que estoy sufriendo con ellos la gran pérdida acaecida, que aunque me encuentre muy lejos de ellos, sigo siendo una más de la cuadrilla.