Armilla - Granada

El fascismo y la inteligencia no se llevan nada bien.
A juzgar por las “políticas” de nuestros goberantes digamos que hoy impera, como cuando España vivía bajo el yugo y las flechas, el pensamiento único y la falta de sensibilidad con las minorías sociales, muy cerca algunas de ser mayorías. Mayorías de hambrientos, de parados, de sintecho, de endeudados, de pobres, de ciudadanos sin oportunidades. Mayorías sin futuro. Mayorías expoliadas. Mayorías olvidadas.
Las únicas minorías que existen para este y el anterior Gobierno, así como para el que salga de la cohorte bipartidista, son la banca, el clero, la patronal y las grandes corporaciones.
Para el resto, la mayoría, gobiernan sin sensibilidad, sin corazón. Y es que para cuidar la Universidad, la Madre Nutricia de la sociedad, hay que ser sensible. Hay que entender que en la Casa de la Cultura se respetan los valores de la igualdad, la fraternidad y la libertad. Que son los mismos que han de guiar a un pueblo e inspirar a sus gobernantes. ¿Qué nos ha pasado?. ¿Acaso los Astray no se han ido?. Quizás ese es el problema, no haber curado el franquismo, no haber curado el borreguismo, no haber curado la España Negra.
Un pueblo sin memoria histórica es un enfermo de alzheimer esperando cita para la morgue. Es un barco a la deriva sin timón ni capitán.
Constatamos a menudo que en España todo aquello que huela a Ciencia, Música, Arte y, en definitiva, a Cultura, se lapida y tortura hasta conducir al sabio al estrado de la humillación.
Un doctor, un investigador, es en visto por la casta política de este país como un Don Nadie. Se le trata de radical cuando critica la política presupuestaria; se le tilda de antisistema cuando exige inversión en Educación, Sanidad, I+D+i o en Medio Ambiente; se le llama izquierda reaccionaria a toda la MAREA social que sale en defensa de la Enseñanza. Se eliman los periodistas incómodos de las redacciones de los medios públicos. Se enciende la llama del odio contra aquel que piensa diferente al establisment y se eliminan las ayudas a aquel colectivo o medio de comunicación que cuestiona el actual modelo económico y político.
Miles de aulas sin calefacción; tasas desorbitadas en la Universidad Pública; drásticos recortes en Investigación; paupérrima asignación de recursos para el Cine o el Teatro; nula consignación de presupuesto para las bibliotecas públicas…
Este es sin duda un paisaje desolador. El espacio vital para un país democrático y desarrollado, la Paideia, se convierte en yermo tras aplicar estas políticas verdaderamente reaccionarias y propias del fascismo sociológico.
Estos tiempos de penuria y tiranía contra la Cultura me recuerdan al sentimiento que provocó en la España ilustre y académica del 36 aquella frase de Millán Astray, fundador de Radio Nacional de España y de la Legión, cuando en una intervención del rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, gritó: ¡muerte a los intelectuales!. ¡Viva la muerte!.
Esta es la máxima con la que está actuando el Gobierno . Está matando nuestra Cultura, nuestra Enseñanza, nuestra Universidad. Brama el “viva la muerte” del pensamiento social.
Los gritos de Astray se escucharon cuando Miguel de Unamuno respondía al profesor Maldonado, que estaba haciendo una oda al fascismo. Lo hacía con las siguientes palabras que suscribo y que le traslado a Su Excelencia:
“A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia (…) Éste es el templo de la inteligencia. (…) Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.”