Villaescusa de Haro - Cuenca

Breve historia del Convento de Justinianas.

El convento de Sta. María de Jesús, de la Orden de Canónigos seglares de San Jorge in Alga, conocido generalmente con el nombre de San Lorenzo Justiniano, que fundó nuestro D. Antonio Rodriguez de Haro, Obispo de Segovia, en Agosto de 1549. (Las obras de construcción, comenzarón en Marzo de 1501).

El edificio de este convento, el dormitorio principal, la sala grande cuyas ventanas caen a Oriente y los claustros, son de las mejores construcciones y belleza de España.

Fue consagrado en 1553 por el Obispo de Cuenca, D. Miguel Muñoz.

Su fundador, dejó ordenado que las religiosas que había de tener el convento para poder sustentarse con decencía, habían de ser 18. De ellas, 13 de coro y 5 criadas legas; ordenando que se admitieran como preferidas a las naturales de Villaescusa.

Con el paso de los años, llegó el convento a verse tan desvalido, que hasta el retablo del altar mayor que tenía su iglesia, era de la Iglesia de Poveda, que se lo había prestado; y las imágenes laterales eran de gentes del pueblo. Esta situación fue causada, por tener mas religiosas de las que se podían mantener. En el año 1610 se encontraban en el convento 33.

D. Gil Ramirez, adquirió el covento mediante escritura, a D. Andrés Pacheco (Ovispo de Cuenca) por 12.000 ducados.

Como agradecimiento de la compra, se colocó el escudo de sus armas, sobre las rejas del coro alto. (En la actualidad forman parte del muro de la fuente romana, y pueden verse si se miran con detenimiento).
Y se adquirió un servicio de plata para la sacristía, traido desde el Vaticano. (Segun escritos de la época, estas alhajas sagradas de plata, oro e incrustaciones, fueron llevadas a una cueva profunda que existía bajo el altar mayor, para guardarlas del incendio que aconteció en 1653. Pero no pudieron ser recuperadas, por hundirse el pasadizo que conducía a la sala subterranea. En 1655, tras muchos esfuerzos sin resultados, su fundador acudió a Roma y obtuvo unas nuevas reliquias. Nadie hasta ahora, se ha preocupado de sacar las que quedaron en la cripta subterranea. Una lástima).

De 1838 a 1840, las religiosas fueron obligadas a abandonarlo, trasladandose a San Pedro de Cuenca. En la desamortización. Las gentes del pueblo, se llevarón a sus casas, las imágenes, ropas, herramientas y utensilios que se dejaron en su marcha.

Recordamos que había en este hermoso edificio, un patio central rodeado de una ancha galería o clautro con grandes y bonitos arcos de piedra, sostenidos por columnas de una sola piedra perfectamente labrada, y cuyas bases tenían forma de corazón. Bajo el patio del claustro, había unas dependencias subterraneas excavadas, que se utilizaban como algibe, almacenes y tenían unos túneles o pasadizos que llegaban a todas las construcciones religiosas, casas de personas importantes, la fuente romana e incluso hasta el Castillo de Belmonte (que se encuentra a varios kilómetros). Algunos de los túneles, tienen preciosos mosaicos de escenas cotidianas y militares romanos (por ello se cree que Villaescusa, tuvo su máximo explendor en la epoca romana, por ser lugar de descanso para sus grandes personalidades). Dicho patio comunicaba, por la galería baja, con la portería, torno, corobajo, cocina, labadero y otras dependencias. Por el claustro se llegaba a la iglesia, el coro alto, salas y habitaciones. Las celdas de las monjas estaban situadas en otro edificio, situado hacía la calle Santa Ana, siendo todas muy espaciosas y ventiladas. Todas miraban hacía el huerto, donde había una noguera y varias higueras con riquisimos higos de forma atomatada. En el angulo entre el huerto y la calle Santa Ana, estaba el osario, donde se depositaban los huesos de las religiosas (en las noches de mucho calor y luna llena, pueden verse los Fuegos Fatuos a ras del suelo; resultado del fósforo que tienen los huesos).

Con el paso del tiempo, ya no quedaron en el convento más efectos que algunas ropas de la Virgen del Favor y Ayuda, de la Virgen de la Misericordia (que tiene un precioso manto de Tisú de Oro), que fué recuperado para el pueblo, por D. Blas Carrasco. El antiquisimo vestido morado y bordado con lentejuelas que se le ponía a la Virgen de la Concepción, fué un regalo en 1755 de Dña. Josefa de Mena, esposa de D. Pablo Ruiz de Astrana.
Se trasladó a la iglesia parroquial, la sillería del coro, el tenebrario con el escudo del fundador, unos paños y cortinas de seda de colores encarnado y amarillo en franjas y las ropas que quedaron de las monjas.
El cuerpo embalsamado del fundador, se encuentra en un hueco cubierto con yeso, al lado de la epistola del Altar de la Virgen del Favor y Ayuda (en su pecho, reposa una cajita de madera y plomo, que contiene Bulas del Papa Clemente).

Bueno jovenes. Por hoy ya está bien.

Ahora, recorred nuestro pueblo, y decubrireis cosas que os pasaron desapercibidas durante muchos años.

Hasta otrá ocasión.

Buenas! me ha encantado leer parte de la historia de nuestro pueblo, la verdad que sí, es una pena que la mayoría de nosotros no conozcamos estas historias, pero con tu ayuda ya conocemos algo más!! No hay algún libro en el que se cuente la historia del pueblo? si lo hay y alguien sabe cómo se puede conseguir que me conteste!! gracias. Mientras tanto, te animamos a que sigas contandonos un pokito más!! Un beso a todos!!

Tu mereces encontrar TURRON y TURRON del BUENO.

Mónica fue esposa de Patricio, ella ferviente cristiana el Pagano, aunque mas tarde se hiciese cristiano. Mónica aguanto estoicamente todas las infidelidades de Patricio sin dar su brazo a torcer. Hasta que lo gano para Cristo, jamás le puso este la mano encima, sabia callar y cuando lo tenia de buen humor, intentaba recordarle lo que ella veía de torcido en su comportamiento. ( las que la siguieron en la virtud nunca tuvieron que lamentar los desafueros de sus maridos, las que no la siguieron en sus consejos, sufrieron de sus maridos algunos que otros castigos.

Pero lo la virtud que en ella sobresale por encima de todas es que jamás hablaba mal de nadie y si encontraba a una vecina que hablara mal de otra ella intentaba la forma que estas hiciera las paces. En vez de echar leña al fuego.

Te remito al libro "compendio historico de Villaescusa de Haro",es un poco rollo en algunas partes,pero se puede sacar alguna información interesante.Creo q lo venden en el ayuntamiento del pueblo.Un saludo villaescusera.

En el foro hay cosas así de interesantes.

Es verdad rosi, ya era hora... Gracias al que a escrito un pokito de la historia de nuestro pueblo aki demostrando q el foro sirve para mas cosas que las que estamos acostumbrados a leer aqui. saludos

esto es lo que debería haber en el foro, sin tantas peleas y política

Pues yo creo que la historia de Villaescusa es muy interesante pero lo que hace realmente interesante este foro es que se toquen muchos temas y haya enfrentamientos (sin insultos, por supuesto). Si a alguien no le interesa un tema (por ejemplo, yo paso de la reina esa) no participa en ese tema y ya está. A mí me interesa todo lo que tiene que ver con mi pueblo (sin entrar en el terreno personal), tanto la política como los actos de las distintas asociaciones o las iniciativas personales. Es curioso leer la pérdida de tradiciones a las que se hace referencia en otros mensajes. Puede dar ideas a otros para recuperarlas.
Vamos anamar, que incluso de los enfrentamientos puede salir algo bueno.

Hombre, esta claro que los piques (sanos, por supuesto) le dan vidilla al foro, pero esta bien que la gente escriba sobre nuestra historia para que los demás aprendamos cosas que ni nos imaginabamos. Que nuestro pueblo es y ha sido mucho pueblo y con comentarios como el de arriba me siento mas orgullosa si cabe de pertenecer a el.
Por cierto, lo de usuario no registrado no lo entiendo, si hay que registrarse y la fecha es de 2005, seran mensajes del principio del foro y que ya no nos acordabamos??
Un abrazo!!

A ver que os parece esta historia. Se trata de los recuerdos de un personaje muy entrañable para mí. Tengo más....

La tienda de la Magdalena

Recuerdo a Magdalena cuando era una mujer joven, guapa y soltera. Tenía una tienda en frente del ayuntamiento y de la central de teléfonos, en lo alto de la cuesta que baja a la plaza. Vivía con su hermana Josefa en la parte de arriba de la tienda. Una vez subí hasta allí, hasta la vivienda y me sorprendió que fuera una casa de verdad. Iba a la tienda casi todos los días, pero nunca había pasado a la casa. Como siempre la veía allí de pie detrás del mostrador no la imaginaba viviendo en otro sitio.
En su tienda se podía comprar de todo: puntillas, botones, hilos, calcetines, bragas, zapatos. Una vez me regaló unas botas de agua azules de goma. Fue poco antes de cerrar la tienda. Le habían quedado un par de mi número y me las regaló. Para probármelas me llevó a la cámara que le servía de almacén. ¡Cuántas cosas había! Vasos de cristal de regalo de los que daban con el detergente, cubiertos que se le habían quedado impares, calcetines pequeños y zapatillas muy grandes, espuertas de goma, cubos de plástico, abarcas hechas con caucho como el de las ruedas de coche, cajas grandes, redondas, de madera, vacías, que antes habían estado expuestas en el mostrador, tapadas con una tapa que sólo se levantaba APRA despachar las sardinas saladas que había dentro y que daban el olor característico a la tienda, latas de conservas, juguetes....
Pero yo ya era grande para jugar con ellos.
Disfruté viendo todo aquello. Tanto la cocina, como el comedor, los sillones de mimbre donde nos sentamos, todo estaba muy nuevo, como si nadie los usara.
Magdalena hablaba con mi madre y la Josefa me dio unas galletas de la tienda, gratis. Tenía el par de botas junto a mi y no cabía de gozo. Nunca había unas de ese color, y estaban nuevas. Mi madre decía que los pies se cocían con ese calzado y no había querido comprármelas. Ahora , por fin , las tenía.
-No te vienen- me dijo la Josefa. Yo no quería que mi madre la oyera. Era verdad que me venían un poco pequeñas pero no me importaba que me apretaran.
-¿Qué estás rumiando? Le gruñó su hermana.
-Nada, que esas botas no le vienen a la chica
-Si me vienen- contesté
-A ver póntelas otra vez- me dijo mi madre.
-Mira, ya no las voy a vender, así que, que se las lleve...
-Se las puedes dar a otra que le vengan- dijo la Josefa.
-Cállate tontusco...
Esta vez le di la razón a la Madalena. ¡Sería tonta la Josefa diciendo que esas botas no me venían..!
Está claro que Magdalena era, de las dos hermanas, mi preferida. Creo que ella fue uno de los modelos de mujer que más imité en mi infancia. Jugábamos a las tiendas en el corral o en la calle y yo me pedía el papel de tendera:
-Yo soy la Madalena.
-No, la Madalena soy yo, tú venías a comprar a la tienda.
Vendía todo lo que quisieran venir a comprarme, pesaba la azúcar y la harina, las envolvía en papel de periódico, hacía la cuenta para el cliente escribiendo los precios en la tierra ...Nuestras maestras debían estar contentas, con esos juegos aprendíamos matemáticas, aprendíamos a sumar y a multiplicar. Porque todo lo que comprábamos lo pagábamos. O lo apuntábamos en la teja que hacía de cuaderno, después de ajustar la cuenta.
Pero casi siempre llevábamos el dinero en la mano para que no nos apuntara y le pagábanm del día anterior que le habíamos quedado a deber. A veces no teníamos suelto, dábamos un billete de cien pesetas y la tendera nos tenía que dar el cambio. Además, cuando yo era Magdalena, atendía a los viajantes, y algunas veces me enamoraba de ellos
-A ver, tú haces de viajante , le pedía a alguna. Cerraba la tienda y me iba a vivir a Madrid.
Si Magdalena me hubiera visto se habría muerto del susto...
No, aquella variante de cerrar la tienda y largarme a Madrid era creación nuestra. A ella nunca se le habría ocurrido hacer una cosa así, aunque es verdad que muchos se lo proponían delante de nosotras. Ella se reía de ellos y les soltaba cuatro frescas. –Pobre mujer la que se haya casado contigo.
-Que no, que no hasta ahora no había encontrado ninguna mujer que me conviniera.
- ¡Cómo te oyera tu mujer!
- Dale con mi mujer. Que no, Magdalena, que estoy por ti.
- La tienda no da para una familia y yo tendría que mantenerte porque si te entretienes en todas las tiendas como aquí, no creo que vendas mucho.
- ¡ Mujer! No seas tan arisca conmigo.
- ¿Arisca? Más tenía que serlo. Un hombre casado diciéndole esas cosas a otra mujer.
Escuchábamos muchas novelas por la radio. Algunas veces también allí, en la tienda.
Estaba en casa de mi abuela Adela. Mi madre y mis tías cosían abajo. Mi tía Valentina que era modista, se quedaba sin hilo y me mandaban a comprar una bobina a casa de la Magdalena. Ellas no podían ir porque estaban oyendo la novela. Llegaba allí y me tocaba esperar, porque también la Magdalena estaba embobada oyendo la radio. Así que no me quedaba más remedio que escucharla
Algunas veces tardaba con la bobina más de cuenta. La razón era que había algún viajante enseñando botones, velos de encaje, calcetines, abanicos, medias...
-Mira que cosa más bonita, Magdalena...Póntelo por encima.
-Que no, que no me lo quedo, que no lo vendo..
-Pero mujer, esto se vende solo...
-Que no, que eso no vende en este pueblo...
-Te lo quitan de las manos nada más verlo.
-¿Y que tengo que hacer para que lo vean?
-Te dejo uno de muestra...
-Vale...
-¿Cómo no pone usted escaparate? Un escaparate pequeño ahí en la ventana..
-¿Y quien iba a mirar?
-Todo el que pase
-Por aquí no pasa nadie....

Otras veces era el de las sardinas el que había venido. Era mucho más rápido y más divertido.
-Magdalena, ahí le traigo el besugo del Norte
-Menudo besugo esta usted hecho
-Ay Magdalena, si vengo del Norte solo por verla...
-Si, a engañarme..
-Ea, otra vez con que la engaño...Lo felices que habríamos podido ser si usted no pensara siempre que la engaño.
-Ya, a estas horas, sepa Dios dónde estaría si le hubiera hecho caso...
-No me cree cuando le digo que la haría la mujer más feliz del mundo.
-¿En todos los pueblos dice lo mismo?
-Solo dónde hay chicas bonitas
- ¿No se cansa?
-No pierdo la esperanza que no es lo mismo
Eso de que llamara chica a Magdalena que era de la edad de mi madre me chocaba. A mi madre nadie le decía chica ni que estaba muy guapa...La vida de mi madre era mucho más aburrida. En cambio la vida de Magdalena, aunque nunca saliera de la tienda era de lo más divertida. Por allí pasaba todo el mundo. Siempre tenía gente que le daba conversación, incluso las tardes de invierno en que nadie salía de sus casas, había gente en la tienda. La Magdalena tenía un brasero donde dejaba que se calentaran los viajantes que traían noticias de otros pueblos. La gente se quedaba allí de pie hablando sin prisa hasta que le tocaba la vez.
Cuando era pequeña quería ser soltera como la Magdalena y tener una tienda.

Luz, me ha encantado tu historia. como ha cambiado el mundo...

luz o cualquie forero que le guste las historias pasadas yo recuerdo al "hermano hortelano", y al "hermano canana" cuando hacian la matanza aquellas historias interminables en las que se iba a buscar "aliagas", el futbol con la vegiga de la orina, el lavado de las tripas la realizacion de los chorizos, y las morcillas, las muestras las mejores "tajas" para que el veterinario viese si el gorrino estaba bueno o no, cuando ya se habia comido el las gachas con la asadura a moja y paso patras.
y si no dia de la frita de los chorizos

Yo tadavía recuerdo los chillidos de los cerdos cuando les clavavan el cuchillo en el cuello para que se desangraran. Aquello me horrorizaba y gustaba a la vez, como cría que era. También me acuerdo de lavar los tripas y hacer los chorizos por que me tocaba a mí por ser de los más jóvenes. Al veterinario no lo recuerdo pero aseguro que esto ha cambiado mucho, ya no nos dán la mejor "taja", de hecho por esta zona no tenemos ninguna o casi ninguna matanza domiciliaria. Por la sierra se siguen haciendo. Era un momento festivo, de reunión familiar.

Luz me ha encantado la historia de la Magdalena, a ver cuando nos cuentas otra de esas que dices que tienes... También va por los demás. Besos....

Cine en el casino
La suerte de ser una de las nietas de la hermana Adela, la del casino, es que entrábamos al cine gratis.
Nos colocábamos en fila, encima del mostrador cuando apagaban las luces y veíamos la película entera.
Antes poníamos los tapetes de las mesas de juego encima del frío mármol. Eran unas mantas de lana, oscuras y muy ásperas por las que reñíamos los primos (somos veintisiete) No debían estar muy limpias pero eso nos importaba poco. Eran mejor que no tener nada. Tenían un olor peculiar, a humo, a café, a madera...
Teníamos que dejar un hueco por donde pasara el chorro de luz del foco de la cámara. Esta estaba detrás de nosotros. Era un vieja máquina de 35 milimetros que necesitaba gasolina para funcionar.
La hacía funcionar Evilasio, un señor de Tresjuncos.
Se apagaba la luz y se podía ver las partículas de humo del local como si danzaran en un tubo, el formado por el haz de luz que salía del proyector para ir a dar a la pantalla.
Casi todas las películas que recuerdo haber visto allí son en blanco y negro. La hermana de San Sulpicio, El clavo, Marcelino Pan y vino, las de Joselito, las de Estrellita Castro, Sara Montiel, Carmen Sevilla...
Recuerdo imágenes de algunas de ellas. Por ejemplo, unos segadores andaluces segando en un campo de un pueblo como el nuestro y la escena en la que ven una máquina, una especie de monstruo que se va tragando la mies a un ritmo vertiginoso con el que no pueden competir ni trabajando toda la cuadrilla sin respirar. El más viejo se enfrenta al tal monstruo que les va a quitar el trabajo, su pan de cada día y arremete contra ella, siendo vencido de muerte. Las cuchillas le hacen heridas mortales. Se trataba de una de aquellas primeras segadoras que después vería en el pueblo pero que por entonces aún no habían aparecido. Entonces segaba la gente con hoces, como aquellos andaluces de la película, y venían jornaleros de otros pueblos a segar a las casas más grandes.
Había un descanso cada vez que se tenía que cambiar el rollo de película. Entonces se encendían las luces y la gente pedía una gaseosa o un refresco. Creo que era lo único que se podía tomar. LA cafetera ya estaba apagada hacía tiempo.

Las gaseosas las hacía Paco Jiménez en su fábrica. Íbamos a por ellas en una carretilla con mi tía Salomé. Las chicas de Paco que son mi s primas, me enseñaban como las hacían. Había una máquina para lavar las botellas y otra para llenarlas de líquido y cerrarlas a presión.
También hacían sifones en otra máquina y luego las llevaban en un carromato a los bares.
También al casino. Pero nos dejaban la carretilla cuando eran pocas cajas las que nos faltaban.
La madre, la mujer de Paco Jiménez, era la tía Maruja y sus hijas la llamaban mamá y no madre como llamábamos nosotras, las demás chicas del pueblo, a las nuestras.
Tenían una casa a la que iba de visita por la tarde con mi abuela. Una casa llena de muebles oscuros y cortinas en la que no se podía hacer ruido. Me gustaba más estar en el patio o en el cuarto de las gaseosas.
Las chicas de Paco son la Pili, la Maricarmen y la Teruca. Se tuvieron que ir a Madrid por culpa de la Coca Cola. Cuando llegó al pueblo el invento de los americanos las gaseosas dejaron de ser negocio y se quedaron sin trabajo.
Pero en el cine nunca nadie llegó a pedir Coca Cola . Aunque la hubiera ya ¿quién iba a gastarse tanto dinero? Una gaseosa costaba una peseta y una pepsi cola o coca cola valía cinco. La entrada del cine no sé lo que costaba. Como yo no pagaba...