Tarancón - Cuenca

La Academia Sueca va camino de convertirse en la mayor productora de humor no intencional del mercado mundial. En los galardones científicos no entro, que uno es de letras, pero el de Economía es bastante cuestionable, el de Literatura a menudo parece un premio a minorías y el de la Paz es directamente un chiste. Sólo su historia y su sustanciosa dotación económica explica que siga copando titulares.

Alfred Nobel pretendía premiar a quienes mayores esfuerzos hubieran hecho en consecución de la paz mundial, una utopía muy de moda cuando don Alfred inventó la dinamita, lo que no ha impedido que entre los premiados figuren terroristas como Arafat, mentirosas compulsivas como Rigoberta Menchú, o ecologistas apocalípticos como Al Gore. Una broma, ya digo.

En esta parada de friquis, lo de Obama es casi normal. Casi, porque el ahora presidente de Estados Unidos no ha tenido tiempo ni para hacerlo demasiado mal, no digamos para acumular logros en pro de la paz. Pero ahora la Academia Sueca premia sentimientos, no acciones; buena voluntad, no resultados. Tanto así que la solicitud de nominación se envió semanas antes de que fuera elegido presidente, y fue nominado cuando apenas había desempaquetado las maletas en la Casa Blanca.

La Obamanía nos tiene acostumbrados a cosas así. Todavía no había Michelle elegido las nuevas cortinas para el Despacho Oval y ya menudeaban por toda la Unión colegios e institutos bautizados con el nombre del 44 presidente, se presentaban mociones para convertir en fiesta nacional el día de su nombramiento y un escultor daba los últimos toques a un gigantesco busto del Hombre del Cambio, presumiblemente para colocarlo en el Monte Rushmore junto a Washington, Jefferson, Roosevelt (don Teodoro) y Lincoln. Pero, ¿no fue nuestra Pajín quien habló de 'conjunción planetaria' a la coincidencia en el tiempo de Obama y Zapatero?