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25-04-10 23:34 #5166037
Por:jsaizvalero

LA SAL Y LAS SALINAS EN EL ÁMBITO DE CUENCA Y EL CABRIEL
LA SAL Y LAS SALINAS EN EL ÁMBITO DE CUENCA Y EL CABRIEL.

Bibliografía:
ETNOSAL, UN INTENTO DE RECUPERAR LAMEMORIA SALINERA DE CASTILLA-LAMANCHA de Jesús F. Carrasco Vayá y Katia Hueso Kortekass.
SENDEROS DE LA SAL Guía de Itinerarios por las Salinas de la Provincia de Alicante (Medio Ambiente / Diputación de Alicante).
EL PODER EPISCOPAL EN LA DIÓCESIS DE CUENCA DURANTE LA EDAD MEDIA de Jorge Día Ibáñez (Universidad Complutense de Madrid).
LA RENTA DE LA SAL EN LA CORONA DE CASTILLA (SIGLOS XIII – XVI) de Miguel-Ángel Ladero Quesada
LAS SALINAS DE JARAGUAS de Asunción Panadero Ponce.
RUTAS POR LAS HOCES DEL CABRIEL de Ignacio Latorre Zacarés.
LA SAL de Wikipedia
DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO LARROUSSE.
ENCICLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA.


Cuando hablamos de las salinas de Cuenca estamos hablando de afloramientos asociados a las facies salino-yesíferas del Keuper (Triásico) o bien a los yesos y margas del Terciario. Hablamos de lugares donde el hombre ha buscado la manera de proveerse de un mineral tan común en la naturaleza como la sal.

Sabemos que es el condimento más antiguo jamás utilizado por el ser humano, marcando claramente el desarrollo de la historia, ya que a lo largo de ella vemos como no se ha limitado a ser simplemente un aderezo de cocina, sino que ha venido ocupando un importante papel en la vida del ser humano.

LA IMPORTANCIA DE LA SAL

La sal, conocida como halita (del griego “halos” = sal = mar), es cloruro sódico y los elementos que la componen son indispensables para la vida y necesarios para la incorporación de nuestra dieta y la de los animales domésticos (el ganado) que han formado siempre parte de nuestra cadena alimenticia.

Ni que decir tiene la importancia de su uso culinario, puesto que la sal es uno de los pilares básicos en la cocina de cualquier cultura, ya que es mundialmente usada como condimento.

No fue hasta el siglo XIX cuando comenzó a ser utilizada en la industria.

Hoy en día una gran cantidad de ésta va destinada a la alimentación animal, donde por ejemplo cabe decir que una vaca lechera puede llegar a consumir hasta 80 gramos de sal diarios.

La industria farmacéutica con la fabricación de sueros para hemodiálisis, la cosmética, la peletera para el curtido de las pieles o la industria química, (principal consumidora de sal a nivel mundial para la fabricación de ácido clorhídrico, sosa cáustica, plásticos o PVC), son otros de los destinos de este elemento.

Otros usos de este blanco elemento son:
• En cocina, además de condimento como ya hemos visto, es muy utilizada para quitar amargor, evitar que se quemen asados, limpiar marisco, etc.
• En casos de nevada, es comúnmente usada para disolver las grandes cantidades de nieve que quedan depositadas en el firme de las carreteras, caminos vecinales, etc.
• Para el tratamiento de maderas a la hora de evitar posteriores ataques por polillas, hongos, etc.
• Para abono y como herbicida.

Campo aparte lo constituye el uso en medicina natural que hace de este producto uno de los más universalmente utilizados. Para inflamaciones de garganta o boca, para la congestión nasal, como tonificante para la fatiga, hemorroides, golpes o contusiones.

Por todo ello, por su cotidianeidad, la sal ha sido y es fuente de numerosos dichos populares y refranes como el “Negar la sal y el agua a alguien”, o “Al hablar como al guisar, su granito de sal”.

Coloquialmente, en ocasiones, la agudeza, el ingenio, es calificado como la "sal" de la conversación y se dice que una persona es "salerosa" cuando tiene garbo, gracia al hablar y un trato amable con los demás.

EL SIMBOLISMO Y LAS SUPERSTICIONES DE LA SAL A TRAVÉS DE LA HISTORIA

Uno de los aspectos más interesantes de la historia de la denominada “mágica arena blanca” según la llamaban los indios norteamericanos, es que ha jugado y juega un papel importante dentro de las supersticiones y malos augurios de muchos pueblos (en Colombia, en el Valle de Cauca, se usa para significar mala suerte), de ahí que muchas personas creen que derramar este elemento implica tener mala suerte durante bastante tiempo. Pero este hecho no debe preocuparnos demasiado, pues contamos con un eficaz antídoto para contrarrestar este mal augurio: echar un poco de sal por encima del hombro o por la espalda.

También hay quien duerme con una taza de sal gorda debajo de la cama para evitar los males de ojo y supersticiones por el estilo. Aunque parezca raro si nos fijamos un poco veremos que hay mucha gente, aún hoy que cree en estas supersticiones y en el valor mágico de la sal.

En la Antigüedad, los egipcios la empleaban para conservar alimentos y para facilitar el proceso de momificación.

Entre los griegos, al igual que para los hebreos o los árabes, era símbolo de hospitalidad y fraternidad, por lo que junto con pan se daba a los huéspedes.

Los romanos acostumbraban a colocar sal en los labios de los niños en periodo de lactancia para protegerlos del peligro.

La sal además se utilizaba como material en los sacrificios, tanto los latinos como los griegos espolvoreaban con sal la cabeza del animal en el sacrificio que ofrecían a los dioses.

También se utilizaba la sal para dar solemnidad a los juramentos; así entre algunos pueblos primitivos, el que juraba sumergía el dedo en la sal y luego pronunciaba el juramento. Los beduinos firmaban entre ellos "el pacto de la sal". Se compartía la sal como el pan.

Los mozárabes distribuían sal encima del lecho de los recién casados y en los sepulcros antes de depositar a los difuntos.

Los alquimistas la consideraban como el quinto elemento, junto con el agua, el fuego, la tierra y el aire.

En muchos lugares y civilizaciones es fuente de protección contra las enfermedades y el infortunio: humedecer la piel, cubrirla de sal y frotar durante un día, tres, cinco, siete o nueve, en función del grado del problema, ayuda a liberarnos de las penas, amarguras…

La sal tuvo un uso muy frecuente para la magia protectora y la curativa. Entre los naturales de Lao y de Siam, las mujeres recién paridas se lavan diariamente con sal y agua, en la creencia de que es una protección contra los hechizos. Los árabes de Marruecos esconden la sal en la oscuridad, para ahuyentar a los malos espíritus, y en los países nórdicos se pone sal cerca de la cuna de los niños para protegerlos de toda mala influencia.

Es posible que la parte simbólica que tiene en la actualidad, y de la cual participan muchas religiones, pueda provenir del antiguo conocimiento de sus propiedades. Sabemos que su protagonismo a lo largo de la historia le ha conferido un carácter casi sagrado y ciertamente cargado de simbolismo.

Hay muchas referencias a ella en la Biblia, como el caso de la mujer de Lot que se convirtió en estatua de sal al mirar hacia atrás, a la ciudad de Sodoma de la que huían; la expresión la “sal de la vida” y la frase “sois la sal de la tierra” con la que se designaba a los elegidos o que era utilizada a demás en la ceremonia del bautismo como signo de incorruptibilidad, son varios de los ejemplos que encontramos.

Incluso el arte también se ha visto influenciado por la sal, ya que la más importante obra de orfebrería del Renacimiento es un salero de oro, realizado por Benvenuto Cellini, por desgracia robado en Viena en el año 2002 y que aún no ha sido recuperado.

EL ORIGEN DE LA SAL

El origen de la sal está en el origen del planeta. Mientras este se iba formando, durante la consolidación de las capas más externas de la litosfera se produjo la segregación de una costra, compuesta fundamentalmente por cuarzo y minerales alcalinos. Esta capa se vio sometida a la actividad volcánica que caracterizó a los primeros tiempos de la evolución del planeta, siendo la responsable de aportar cloruros, que son aquellas sales que al disociarse liberan cloro.

Al mismo tiempo, el hidrotermalismo asociado a este proceso aportó un considerable volumen de vapor de agua a la atmósfera, cuya condensación fue el origen de las primeras precipitaciones. Se inicia así un proceso de lavado de las primitivas rocas, arrasando la casi totalidad del sodio contenido en los minerales, además de otros elementos como el cloro, hacia los océanos, mares y otras cuencas más reducidas que se estaban formando, siendo el origen de su salinidad.

En los mares y océanos actuales se produce cierta tasa de precipitación de las sales hacia el fondo pero, a pesar de ello, la concentración se mantiene más o menos constante a lo largo del tiempo. Ello se debe a que las pérdidas son compensadas por el aporte de los ríos, los cuales siguen lavando las sales de las cuencas de las que son deudoras.

TEORÍA DE LA SAL EN RELACIÓN CON EL ORIGEN DE LA TIERRA

El enigma de la sal en la Tierra es muy semejante al del fuego. Las aguas de los ríos, después de haber limpiado la atmósfera y la superficie terrestre, llevan al mar grandes cantidades de sales minerales, en las que predomina el carbonato cálcico, y hay también cloruros, especialmente el de sodio.

Siendo posible evaluar el tonelaje total de cloruro de sodio que cada año llega al mar por este camino, como se conoce la cantidad que de él contienen las aguas marinas, se ha pretendido calcular la edad de la Tierra, o, mejor, la duración del tiempo transcurrido desde que existen aguas marinas sobre el Globo, dividiendo la cantidad total de sal por la cantidad, que suponemos invariable, llevada todos los años por los ríos al mar.

Por supuesto el cociente hallado debe sufrir varias correcciones, puesto que los vientos que soplan desde el mar contienen sal, que junto con la lluvia, cae en los continentes y aumenta las aportaciones saladas de los ríos, y otra causa de error, mucho más grave, es que los continentes actuales encierran en algunos lugares antiguos depósitos marinos, donde se ha conservado, en forma de sal gema, una parte importante del cloruro sódico que el mar poseía en la época de aquellos depósitos, y las aguas que los lavan no hacen más que devolver al mar lo que le había pertenecido anteriormente.

Teniendo en cuenta estas causas de error, se encuentra para la duración buscada unos treinta millones de años, aunque se debe advertir que el grado de precisión de este número es completamente ilusorio. Si se considera el origen nebuloso de la Tierra; el período en que el planeta, cargado de escorias en su superficie, tenía en el firmamento el aspecto de una estrella variable; el momento de apagarse, y, por último el instante en que los vapores que sobrecargaban la atmósfera se precipitaron en lluvias ardientes, es posible afirmar que los cloruros debieron de condensarse antes que el vapor de agua, y que hubo, por consiguiente, lluvias de sal cuando la temperatura superficial era todavía superior al punto crítico del agua, es decir que las primeras aguas que cayeron sobre la Tierra encontraron en muchas partes gruesas costras de sal que las saturaron inmediatamente.

Así es que los mares primitivos, lejos de estar formados por agua dulce, debieron de ser más salados que los mares actuales, ya que primeramente debió de disminuir su salinidad por el gran exceso de condensación acuosa, y después de haber pasado por un mínimo, volvió a aumentar el grado de salinidad a consecuencia de la continua aportación de los ríos.

Esta consideración podría hacernos creer que dicha duración, calculada en ochenta millones de años es demasiado corta, ya que los tiempos geológicos duraron probablemente muchísimo más. La conclusión que se deduce de todo esto es que debe existir una circulación de sal, y que una causa, todavía desconocida, arrebata cada año al Océano una cantidad de cloruro sódico comparable a la que llevan los ríos.

LOS YACIMIENTOS DE SAL EN EL CABRIEL

Las fuentes de suministro de sal en el Cabriel han sido esencialmente dos: los yacimientos de sal gema y los manantiales salados (a falta del agua del mar al ser tierras de interior). En pequeñas cantidades también se encuentra este mineral en el agua dulce.

Estos yacimientos de sal del interior se originaron por la fuerte evaporación que tuvo lugar en algunas cuencas marinas, que fueron ocupadas por el mar y quedaron después aisladas durante el período Triásico, hace más de doscientos millones de años. Posteriormente, al circular el agua del subsuelo en contacto con estos materiales, va disolviendo parte de sus sales, de forma que al aflorar han alcanzado una salinidad elevada.

La importancia como productora de las tierras del Cabriel, desde siempre, se pone de relieve en las numerosas explotaciones repartidas por gran parte de su geografía, sobre todo en los lugares donde el Keuper (Triásico) se encuentra presente. El número de yacimientos debió ser incluso mayor en el pasado ya que las dificultades en el transporte hicieron surgir pequeños aprovechamientos, de los que hoy conocemos muy poco. Hablamos de pequeñas explotaciones destinadas a abastecer los mercados locales.

La abundancia de topónimos existentes en muchas de las poblaciones, de las cuales pongo algún que otro ejemplo, son prueba de ello: Las Salinas (Salinas del Manzano, Monteagudo de las Salinas), Arroyo o Rambla de las Salinas (Villora), La Salobreja (Enguídanos), El Salobral (Enguídanos), El Saladar (La Pesquera), Castillo del Saladar (Pajaroncillo), La Salmuera, o Rambla Salada (Minglanilla – La Pesquera).

LOS MANANTIALES SALINOS

La presencia de manantiales de agua salada en el Cabriel se relaciona con la existencia de depósitos de sales más o menos “difusos”, presentes en los materiales del periodo Triásico. Se trata de materiales que se formaron hace más de doscientos millones de años en el fondo de grandes cuencas sedimentarias que fueron invadidas por el agua del mar. Estas pudieron quedar desconectadas posteriormente de la circulación general y verse sometidas a un proceso de intensa evaporación.

En estas condiciones, se produce la precipitación de las sales contenidas en el agua de mar, evolucionando hacia lo que se conoce como “cuerpos evaporíticos”. Estos materiales presentan en su afloramiento unas características bastante definidas, similares a las que han sido descritas en términos geológicos como “facies del Keuper valenciano”. Después, el agua subterránea que circula en contacto íntimo con estos materiales va disolviendo las sales más solubles, adquiriendo ésta cierta salinidad. Si la circulación del agua subterránea se produce a una velocidad lo suficientemente lenta, el resultado es una salmuera cargada de sales hasta la saturación.

La recuperación posterior de las sales se hace por evaporación progresiva de la salmuera hasta que se produce de nuevo la cristalización de la sal. Este proceso se lleva a cabo en un circuito de balsas de poca profundidad, que permiten aumentar rápidamente la temperatura del agua, forzando su evaporación (un ej., lo tenemos vivos en las abandonadas salinas de Villargordo del Cabriel y las de la mina “Lolita” en Jaraguas).

Una de las características de las salinas de interior es que no es necesaria una gran extensión ya que, como hemos dicho, el agua que alimenta las balsas tiene una alta concentración salina. Compartían con las de la costa el aprovechamiento de la radiación solar y el viento para evaporar la salmuera aunque fuese a muchos kilómetros de cualquier mar.

Sabemos que estas salinas se trataban de pequeños aprovechamientos a fin de obtener sal para las comunidades de su entorno, en un tiempo en que eran difíciles los transportes. El trueque de la sal por otros productos solucionó las necesidades más prioritarias de estas familias salineras, pues les ayudaban a conseguir comida para ellos y para los animales que tenían.

En las salinas de evaporación el trabajo empezaba en invierno sacando el agua de los pozos y almacenándola en depósitos al aire libre. En algunas salinas de Cuenca el agua se extraía de los pozos mediante molinos de viento
(Monteagudo de las Salinas, Salinas del Manzano, Salina Real de Tragacete). Para agilizar la producción, en invierno, se ponía el agua salada sobre una plancha alzada sobre trébedes y era calentada por el fuego que quedaba debajo. La sal salía ya molida, pero era de menor calidad.

Cuando llegaba el verano y, por tanto, la mayor radiación solar que era la fuerza principal en el proceso de evaporación del agua, la producción de sal era más rápida. Estos estanques recibían nombres diferentes según la zona y hasta la salina en concreto; se les conocía como presones o depósitos de retenida.

Desde hace años, el paulatino abandono de la actividad salinera fue convirtiendo las instalaciones en escombros y surgió un paisaje en ruinas. Porque eso es lo que nos encontramos hoy en esos lugares: la ruina del paisaje de la sal.

LA EXPLOTACIÓN SALINERA A TRAVÉS DE LA HISTORIA

1.- PREHISTORIA

El aprovechamiento de estos depósitos de sal se ha producido desde antes de la aparición del ser humano. Cerca de alguna zona salina importante hay yacimientos paleontológicos de primer orden.

Actualmente tenemos pruebas de que ya en la antigüedad, la ubicación de los yacimientos de sal tuvo especial importancia en la situación de los asentamientos humanos, pues nuestros antepasados ya conocían su capacidad para conservar alimentos, aspecto de vital importancia en aquellos tiempos tan remotos.

En la actualidad no sabemos cómo fue descubierta por el hombre: algunos defienden que se descubrió sobre unas malezas que flotaban sobre el agua del mar; otros afirman que se encontró primero en forma de sal de roca; pero la teoría más generalizada es que la primera sal que se encontró estaba en depósitos dejados por la evaporación del agua marina.

2.- PRIMERAS CIVILIZACIONES

Existen estudiosos del tema que atribuyen el descubrimiento de esta roca comestible a la milenaria cultura china, y que haciendo honor a su instinto comercial, fueron ellos mismos los que se dieron cuenta de que todo el mundo necesitaba consumirla, creando impuestos gracias a los cuales obtuvieron unos grandes beneficios.

Sabemos que en la antigüedad, navegaban grandes navíos cargados con sal procedente de Egipto y Grecia, surcando las aguas del Mediterráneo y el Egeo.
En Grecia, el intercambio de sal por esclavos, dio origen a la expresión "no vale su sal".

Una de las culturas anteriores a la época de los romanos que fue adquiriendo el conocimiento de la aplicación culinaria y preservativa de la sal fueron los celtas, quienes empleaban las salazones en la curación de las carnes.

3.- ÉPOCA ROMANA

Cuando los celtas fueron cediendo a los avances del Imperio romano, el conocimiento sobre estas técnicas fue traspasándose poco a poco. Durante los primeros momentos del Imperio romano los patricios insistían en que cada hombre tenía derecho a poseer una porción de la "sal común" (el concepto de sal común proviene de esa época).

El gobierno romano no hizo un monopolio del comercio de la sal, al contrario que en China durante la misma época. La importancia que poseía para el Imperio romano se puede notar en el hecho de que la mayoría de las ciudades romanas se construían y se desarrollaban junto a una salina.

Plinio ya describía el procedimiento de obtención de sal en el interior de Hispania, tanto por aprovechamiento de la evaporación natural de lagunas de agua salada como por extracción de la misma de pozos mediante máquinas que semejaban norias primitivas. El mismo autor elogia la sal gema obtenida en Egelasta (en las inmediaciones de las minas de sal gema de Minglanilla – La Pesquera) donde se explotó la mina de Minglanilla hasta el siglo XIX.

En la Geográfika de Ptolomeo (s. II. d.C.), se citan en la Península Ibérica varias ciudades con el nombre de Salaria, una oretana y otra Salaria bastetana identificada con la actual Iniesta en Cuenca, y a veces con la propia Egelasta por la proximidad a estas minas.

Pronto se construyeron infraestructuras para el transporte y el comercio a lo largo de toda Europa. Algunas de las vías más importantes que conectaban centros de comercio se denominaban con topónimos que sugieren hoy en día una pasada actividad relacionada con la elaboración y comercio con la sal, como la Vía Salaria.

De todos los caminos que conducían a Roma, el más transitado era la Vía Salaria o Ruta de la Sal, por donde los mercaderes regresaban de las minas de sal de Ostia, hacia Roma. Conocido por todos es que el elevado valor tanto económico como social de este producto dio pie a múltiples guerras para controlar tanto los depósitos como los mercados de sal, y que incluso hubo tratados ya en la Antigua Grecia que incluían intercambios de sal por esclavos.

Se requería sal en aquellos momentos para los legionarios, los caballos, la intendencia militar, etc. Destacar en este sentido que el término “salario”, tan conocido y utilizado en la actualidad, proviene de aquel “Salarium argentum”, cantidad especial de sal dada a los legionarios romanos como modo de pago por sus servicios.

En algunas zonas como en Hispania se salaban perniles con asiduidad, empleando las razas autóctonas de cerdo ibérico. Los romanos usaban también la sal para arrasar los campos en términos de venganza y así evitar que se pudiera volver a cultivar en ellas de nuevo.

Otro de los productos vegetales empleados en la salazón fueron las olivas. Los patricios comían las olivas al comienzo de una comida como aperitivo, a pesar de que para el vulgo era un alimento más. Los romanos denominaban salsamentum a los alimentos que contenían una cierta cantidad de sal.

Entre los refinamientos culinarios se encontraba el “garum” o garo, que consistía en una salsa de pescado sometida a una fermentación láctica debido al uso de abundante sal, siendo uno de los mejores garos el denominado sarda (elaborado con bonito). El garo y algunas de sus variantes denominadas liquamen se empleaban a veces en lugar de la sal. En esta época las factorías de esta salsa se extendían por toda la costa del Mediterráneo. Además formaba parte de otras cuatro salsas saladas: el moretum, el liquamen, allec y la muria. La forma exacta de su elaboración, así como los ingredientes, se ha perdido durante la historia y poco se sabe de ellas, salvo por algunos registros escritos (uno de ellos obra de Apicio en su “De re coquinaria”). Por regla general, las salinas se ubicaban durante la época del Imperio romano cerca de los centros de captura de peces.

La obtención de la sal y la propiedad de las salinas siguieron de diferentes maneras. Pero tuvo gran importancia puesto que se ofrecían como premio y se controlaban los beneficios.

4.- EDAD MEDIA

La explotación de la sal en el interior de la Península Ibérica se desarrolló de manera organizada desde la prehistoria aunque su regulación consta desde la Edad Media.

Para la explotación de estas salinas, se emplearon norias de tracción animal para elevar el agua salada hasta la superficie. Estas norias, de tradición árabe, se han mantenido en funcionamiento, de la misma manera, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX en algunas salinas. Según algunas fuentes, la caída del Imperio Romano tuvo como consecuencia que la producción de sal se hiciera de nuevo a una escala más doméstica.

Hasta el reinado de Alfonso VII el Emperador no se tiene constancia de una regulación de la propiedad de las salinas y sus rentas por parte de los reyes de Castilla o León.

Importante debió ser la extracción de la sal en Cuenca, recurso que se localiza con cierta abundancia en el espacio conquense. El control de su explotación, junto a la ubicación de los pastos para la cabaña ganadera, debió determinar la instalación de buena parte de las fortificaciones, de manera que muchas se situaron en las inmediaciones de estas salinas, como pueden ser los castillos de Monteagudo de las Salinas, Salinas del Manzano, Cañete o Huélamo.

La sal estuvo siempre muy unida a la cabaña ganadera ya que está indicada para animales en engorde que consumen pastos y combate la pérdida de peso y el apetito depravado generado por la deficiencia de sodio.

En 1137, en las Cortes de Nájera, la Corona se reserva todas las aguas y pozos salados como renta. Con excepción de los concedidos por privilegio bien a pueblos, a instituciones o a particulares en razón de servicios prestados o como parte de los beneficios otorgados en cartas - puebla.

Las salinas y, en menor medida, los portazgos, constituían otra fuente de renta para la Diócesis de Cuenca. En cuanto a las primeras, la donación del castillo de Monteagudo realizada el 12 de abril de 1187 conllevaba también el diezmo de las salinas del lugar, que los obispos de Cuenca percibirían hasta el 20 de octubre de 1297, fecha en que el obispo don Gonzalo Díaz Palomeque donaría al cabildo catedralicio, para dotación de las procesiones de los Domingos, los 500 mrs. anuales que hasta entonces percibía en los diezmos de dichas salinas. Pero los obispos de Cuenca también obtuvieron rentas de otras salinas.

Así, el 25 de octubre de 1202, Alfonso VIII donaría conjuntamente al obispo y cabildo el diezmo de las salinas de Tragacete, situadas en la Sierra próximas al nacimiento del Júcar, y cuyo montante económico en los momentos iniciales debía ser importante. No obstante, parece ser que el obispo de Cuenca mantuvo durante muy poco tiempo su derecho sobre estas salinas, pues después Fernando III donaría enteramente al cabildo el diezmo de estas salinas de Tragacete, aunque su posesión por la institución capitular se perdería en el siglo XIV.

Otra renta importante de sal concedida por Alfonso VIII, en este caso en exclusiva a la mesa episcopal, consistió en la donación, el 21 de julio de 1203, de una renta de sal de 60 cahíces anuales en Medinaceli y su término debiendo destacarse que en esta ocasión se trata de rentas que quedan ya fuera del territorio de la diócesis conquense.

Desconocemos durante cuánto tiempo mantuvieron los obispos conquenses su derecho a percibir esta renta de sal, aunque lo cierto es que en la documentación manejada las nuevas alusiones a esta renta en Medinaceli son prácticamente inexistentes.

Con todo, los obispos de Cuenca vieron en la sal un complemento importante a las rentas de su mesa, y ello explica que el 3 de abril de 1253 Alfonso X, a petición del obispo don Mateo, concediese a éste un privilegio prohibiendo la entrada de sal en la diócesis, lo que sin duda favorecería los intereses económicos del prelado y cabildo respecto a la sal.

Debió llegar en buen momento la regulación (o normalizó una actividad floreciente) puesto que en un conjunto de leyes y disposiciones de 1255, el Especulo, se incluyen modelos de contratos de arrendamiento de salinas (Espejo, 1919).

Alfonso X el Sabio en las Partidas (1256-1263) estableció el derecho de reyes y emperadores a la propiedad de las salinas y otras rentas. Durante su reinado se llegó a fijar el precio de venta de la sal. Es lo más cerca que estuvo de instituir un monopolio que no fue tal porque no tenía la propiedad de todas las salinas.

En relación con esta importancia adquirida por la renta de la sal se encuentra un documento del 5 de agosto de 1257 por el que Alfonso X, a petición de los caballeros y «hombres buenos» del concejo conquense, que se quejaban de tener que pagar a la Iglesia el portazgo del ganado que pasase por el castillo de Paracuellos.

Este derecho que tenía confirmado el obispo conquense desde el 7 de diciembre de 1200 por Alfonso VIII, se permutó por una concesión al obispo y cabildo conquense los pozos de agua para hacer sal en Valtablado, Valsalobre y Behamud, con cuatro yugadas de heredad, así como el derecho para poder vender la sal en todo el obispado, además de 600 mrs. sólo por ese año para que pudiesen poner en funcionamiento dichos pozos.

Durante el reinado de Alfonso XI se elaboró un nuevo Ordenamiento que es importante recordar por varias razones. Por primera vez se regularon los lugares de producción, los puertos de entrada para la sal que viniese de fuera del reino, las medidas que había que usar y los precios que se debían cobrar según de donde fuese la sal. Además constituyó la guía y la referencia en el arrendamiento de salinas durante dos siglos: hasta Felipe II.

En cuanto al precio, este sufrió continuas subidas debidas a los sucesivos impuestos con los que se gravaba, “rentas de la sal”, “acopios” o cupos forzosos de compra con que se obligaba a los pueblos, según la sal que se consideraba tenían que consumir.

En lo que toca al obispo de Cuenca, Alfonso XI reconocería en 1339 el pago anual a favor del prelado y cabildo catedralicio de 1200 mrs. sobre las salinas de Monteagudo, como compensación por antiguos derechos que al parecer habían sido cancelados sobre aquella salina.

Lógicamente, la nueva disposición no dejó de tener consecuencias sobre la producción salinera de la diócesis conquense, al potenciar la intervención de la Monarquía y modificar algunos de los derechos que sobre ella se venían ejerciendo.

El ordenamiento de 28 de abril de 1338 regulaba los diversos aspectos del mercado de la sal sobre la base de declarar, de nuevo, a todas las salinas propiedad de la corona por ser mineros, de modo que las instituciones eclesiásticas, monasterios u Órdenes Militares, que tenían aún algunas salinas, o parte de ellas, traducidas en cantidades de sal de renta, hubieron de renunciar a la propiedad, aunque se les reconocieron cantidades del producto para su uso en el pasivo o “salvado” de la renta, que quedaba al margen de la acción de los arrendadores. En otros casos, los “herederos” o antiguos beneficiarios de salinas que tuvieran derecho a continuar la explotación o a reservar parte de la producción, habían de venderla, si querían hacerlo, forzosamente a los arrendadores reales, a precio muy inferior al de la tasa: uno o dos maravedíes por fanega, mientras que Alfonso XI fijaba el de la tasa en 6 ó 4,5 maravedíes.

Esto es lo que se denominaba Estanco (de la sal, en este caso): el monopolio de la sal correspondió a la Corona, considerándose las salinas propiedad de la misma, así como su explotación y la venta de sal, siendo también la corona la encargada de fijar y regular los precios de este producto de primera necesidad.

Desde entonces han sido diversos los sistemas que se han establecido para gestionar y administrar la sal, bien obligando a su compra a través de personas autorizadas llamadas albareros, o bien estableciendo puntos concretos de venta, llamados “alfolíes” (o depósitos de sal).

A pesar de todas las vicisitudes y cambios por las que pasó el derecho a percibir cierta renta de sal que tenían los prelados conquenses, lo cierto es que éstos siempre tuvieron en ella un complemento necesario a su economía, que defenderían durante el resto de la Edad Media al presentarse algún pleito relativo a su percepción.

También hay un dato que es importante para situar en la Historia la importancia de la producción de sal en los territorios que ahora forman Castilla – La Mancha. En ese Ordenamiento se citan expresamente 28 lugares productores de sal donde se pondría especial cuidado en aplicar la regulación. De esos, 13 estaban en lo que hoy en día son las provincias de Albacete, Cuenca, Guadalajara y Toledo. Falta una provincia, Ciudad Real, para que estén las cinco que forman la región. Pero eso se debe a que es la única de la que todavía no se tiene noticia de la existencia de salinas en su territorio.

De los 15 lugares restantes, 10 se localizan hoy en otras provincias como Álava, Burgos, Murcia y Sevilla. A los 5 que faltan no resulta fácil adjudicarles una ubicación clara porque son topónimos que aparecen en varias provincias.

5.- RENACIMIENTO

En el obispado de Cuenca y sus proximidades había bastantes salinas de pequeñas dimensiones que, en uno u otro momento fueron enajenadas por la Corona a favor de diversos aristócratas. Su rentabilidad era escasa, en general. Por ejemplo, las salinas de Belinchón, cerca de Huete, pasaron a manos del Contador Mayor, Rodrigo de Ulloa, entre 1469 y 1480. Su sal circulaba sólo en Huete y su infantazgo, junto con la de Espartinas. La renta, en tiempos de Juan II, había sido la siguiente:

Período Valor anual
1427-1429 3.758
1430 3.885
1439-1443 2.050
1441-1446 2.383
1453-1454 1.811
1.468 2.600

Otro grupo lo formaban las salinas del obispado de Cuenca, enajenadas también a favor de Rodrigo de Ulloa en 1.469. Entre ellas, las de Monteagudo, Enguídanos, Tragacete, Huélamo, Fuente el Manzano, Requena, las Raças, Valsalobre. He aquí las rentas, hasta 1468:

Período Valor anual
1427-1430 2.100
1439-1443 2.430
1443-1447 2.562
1448-1454 2.700
1455-1460 2.000
1461-1466 2.500
1468 2.700

Villar del Humo, que también era salina de aquella comarca, había pasado a manos de Pedro Álvarez de Barrientos, por merced de Enrique IV, y Cañete era del marqués de este nombre a mediados del XVI.

6.- LOS AUSTRIAS

Tras muchas vicisitudes, Felipe II incorporó las salinas de nuevo a la Corona y lo hizo de una forma más amplia en cuanto al número de explotaciones y con mayores limitaciones en cuanto a las condiciones de explotación. Se instituyó en 1564, ahora sí, un monopolio de la sal. Antes de regular esta renta se determinó una Visita (1563) a las salinas para ver cuál era la producción media de los últimos años, cuál podría ser la producción óptima y a qué precios se estaba vendiendo lo producido.

En una relación incompleta, procedente de los datos obtenidos en esta Visita de 1563 y que cuenta con las grandes zonas de producción de la Península, encontramos que se declara una producción total de 563.000 fanegas de sal. De esas, 285.000 (50,6%), se produjeron en las salinas de las actuales provincias de Guadalajara y Cuenca.

Por otra parte, en las Relaciones Topográficas (1575-157Chulillo, que se llevaron a cabo en este mismo reinado de Felipe II, aparecen citadas 19 salinas en tres provincias de la comunidad castellanomachega:
En Albacete: Fuentealbilla, Bienservida, Jorquera, Socovos, Pinilla y Villaverde.
En Cuenca: Belinchón, Iniesta, Santa Cruz de Moya, Enguídanos, Huélamo y Minglanilla.
En Guadalajara: Armallones, Saelices, Gormellón, Almallá, El Atance, Imón y La Olmeda.

Tres de las instalaciones citadas (Iniesta, Minglanilla –que probablemente son la misma- y Santa Cruz de Moya) son de sal gema y las demás de agua, en una denominación que ha permanecido hasta ahora en muchos documentos y en el habla popular. Muchas de estas salinas permanecieron en activo hasta hace relativamente poco tiempo. Las de Belinchón, por ejemplo, siguen vendiendo agua salada pero no hacen sal desde hace tiempo. Y las de Imón y La Olmeda hicieron su última cosecha en 1993.

Con el monopolio de la Corona en vigor fue en la época de la Ilustración, con el rey Carlos III, cuando se acometió la gran obra de racionalización de las explotaciones salinas. En alguna de estas explotaciones citadas se llevaron a cabo obras que fueron las más importantes que se realizaron nunca antes y después. De esta época son las construcciones de Minglanilla, Fuentealbilla, Saelices, Almallá, Imón y La Olmeda entre otras muchas.

Finalmente, en 1633 se produce el estanco definitivo de la sal que supone la fijación del precio por parte de la Corona, la cual continuaba monopolizando su comercio. Esta medida la convierte en la principal fuente de ingresos del Tesoro, fijándose sucesivos sobreprecios con distintos fines (obras públicas, guerras etc.). Lógicamente esta medida y control resultaba muy impopular para el pueblo, especialmente para las clases bajas, las principales perjudicadas. El contrabando, a su vez, fue también propiciado por esta situación, siendo muy perseguido por la Corona.

7.- DE LA ILUSTRACIÓN HASTA LA ACTUALIDAD

En el Catastro del Marqués de la Ensenada (1749), entre las salinas del siglo XVII, se citan en Cuenca: Belinchón, Minglanilla, Fuente el Manzano (Salinas del Manzano),Tragacete y Monteagudo.

En la relación de 1852 de Yegros, se citan en Cuenca las siguientes salinas en la primera mitad del siglo XIX. (Yegros, 1852): Belinchón, Cañete (manantiales para los ganados), Minglanilla (mina), Fuente del Manzano (Salinas del Manzano) y Monteagudo de las Salinas.

En 1850 las salinas de las provincias de Albacete, Cuenca y Guadalajara ya representaban sólo el 10,6% de la producción nacional de sal, y eran superadas por la producción de Alicante (31,9%) y Cádiz (16%). De ese 10%, 7
correspondía a Guadalajara y eso era, sobre todo, por las salinas de Imón y La Olmeda.

Al mismo tiempo, la sal de uso industrial también sufría esta situación, pagando las industrias un impuesto llamado “de gracia” y estando sujetas a grandes trabas para la adquisición y uso de la misma. Toda esta agónica situación, junto con el malestar popular, dio lugar a que las Cortes Constituyentes de 1869 declararan el desestanco de la sal, aunque con una serie de medidas para evitar la pérdida de ingresos para el estado. La principal será la enajenación de todas las salinas y la imposición de un cupo por contribución territorial a todo propietario de las mismas y además, cuotas de la industria a los vendedores de sal al por mayor y al por menor.

En 1869 se abolió el estanco de sal, permitiendo su libre circulación y comercio (Pastor y Rodríguez, 1880).

La pérdida de ingresos que supuso, fue compensada con el valor alcanzado al declararse en venta las salinas de la Hacienda y las demás fincas y efectos pertenecientes a las mismas, a excepción de algunas como las de La Mata -Torrevieja en la Comunidad Valenciana que continúan siendo del Estado. Ya en 1877 se dicta un real Decreto en el que se fijan las bases para el arriendo de estas salinas estatales.

A mediados del siglo XX según José Altimir Bolva, estas eran la Salinas en Cuenca que poco después irían dejando de ser explotadas: Belinchón, Villarrubio, Valsalobre, Beteta, Cañaveras, Valdemoro, Salinas del Manzano, Santa Cruz de Moya, Monteagudo de las Salinas, La Pesquera y Minglanilla. Añado las de Tragacete, Villora, y en territorio valenciano, Villargordo del Cabriel, Requena y Jaraguas.

La mejora de la red de comunicaciones en la segunda mitad del siglo XX hizo que la sal del interior no fuese tan competitiva como la sal de la costa, cuya campaña tenía una duración mucho mayor que la del interior. En los años noventa la producción agonizó: no era económicamente rentable y las instalaciones comenzaron a deteriorarse a gran velocidad.

En la Antigüedad, el precio de la sal era elevado, lo cual contrasta con la situación actual donde su valor en el mercado es muy bajo.

Esta situación ha desencadenado, en primer lugar, que no se produzca más sal de la que se va a vender, saliendo al mercado una cantidad muy similar a la que va a ser consumida. Y en segundo lugar, como la mayor parte de la producción es consumida internamente por cada país productor, no existe un comercio muy elevado de este producto.

A nivel mundial, el consumo de sal se distribuye de la siguiente forma: la industria química de base utiliza el 56% aproximadamente del total (el 36% para la fabricación de cloro y sosa cáustica, el 17% para la de carbonato sódico sintético y el 3% para otros usos); la alimentación humana y animal hace uso del 22%; el deshielo de vías públicas, un 13%, y usos diversos como tratamiento de aguas, curtido de pieles, etc., el 9%.

Todos estos porcentajes, lógicamente, pueden variar fuertemente de un país a otro; así, por ejemplo, en la India el consumo de sal para uso alimentario supera el 40% del total, mientras que en los Estados Unidos sólo representa el 7%, mientras que, por el contrario, el deshielo de vías públicas representa el 30%, o incluso el 40% en años de intenso frío.

En mi opinión, deberían ponerse en valor todas estas salinas del interior, de algún modo restaurarlas y aprovecharlas como destino turístico, cultural e histórico con la posibilidad de realizar balnearios y piscinas para baños públicos en época de estío.

En definitiva, podrían convertirse en un motor y en un centro impulsor y complemento al resto de destinos turísticos de las zonas de proximidad que ofrecen otras alternativas, paisajes geológica y botánicamente más apacibles, pueblos con un patrimonio histórico y prehistórico casi desconocidos y una ruta de castillos muy poco desarrollada.

José Saíz Valero. Abril 2010
Puntos:
26-04-10 01:30 #5166581 -> 5166037
Por:jsaizvalero

RE: LA SAL Y LAS SALINAS EN EL ÁMBITO DE CUENCA Y EL CABRIEL
Este artículo está ilustrado en Amigos del Cabriel.

Enlace:
https://ww.amigosdelcabriel.es/showthread.php?t=286
Puntos:
02-05-10 00:52 #5216900 -> 5166581
Por:jsaizvalero

RE: LA SAL Y LAS SALINAS EN EL ÁMBITO DE CUENCA Y EL CABRIEL
Ya es hora de que se vayan poniendo en valor el patrimonio geológico de esta tierra.
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