La historia del bautizo Como ya os adelanté, os voy a contar lo que sucedió el día en que íbamos a bautizar a mi Satary y a mi Mari Frutis. Fue un 8 de septiembre, en Tarancón (el año no lo digo porque no teníamos dinero para hacer recordatorios y ya no me acuerdo), el día de Nuestra Sra. de la Asunción y en la iglesia que lleva su nombre. Estaba todo dispuesto: papi estaba la mar de guapo con el traje de novio que, aunque le apretaba un poco en la espalda, le hacía parecer un príncipe sacado de un cuento donde antes había sido sapo. La tita Caty, divina como siempre, con sus mejores galas y su encantadora sonrisa sujetaba la manita de Satary, que parecía una muñeca de porcelana; ¡que tez!, con su pelito sujeto por una diadema que le trajo el padrino (el tito) y ese revuelto de tirabuzones... ¡Qué linda estaba!. Y el padrino... ¿qué os voy a decir de él? I-m-p-o-n-e-n-t-e. Con el traje de gala del ejército que heredó de su abuelo... Sujetando de la manita a Mari Frutis que era el doble de Satary, con su vestidito de encajes, su diadema -el tito se portó ese día- y sus tirabuzones que me vi negra para hacérselos con esos cuatro pelillos tan finos que tenía... Yo miraba al tito, y miraba a papi, y miraba al tito, y miraba a papi... y me preguntaba... ¿no me abré equivocado? Ejem...!!! Y yo... ¡anda que no iba mona yo! Con mi vestido de imitación de no se quién, pero de alguien muy famoso, y mi moño de peluquería... Los zapatos eran corrientitos, los compré en una oferta de 2 x 1 en unos grandes almacenes parecidos al Carrefour, y si no hubiera sido porque los juanetes me dolían tanto que tenía cara de estreñía, hubiera parecido yo una modelo de revista. Bueno, a lo que iba... Como casi todos sabéis, Mari Frutis es la mayor porque se bautizó antes. La joía Satary, en cuanto la acercaron a la Pila Bautismal se soltó de la mano de la tía Caty echó a correr. Los titos, que como ya he dicho eran los padrinos, salieron tras ella y consiguieron darle alcance en madrid cuando la niña salía de la M50 con dirección a la A2 dirección Zaragoza. ¡No corría ná la niña! Los titos cuando consiguieron darle alcance iban como el niño del chiste de los garbanzos, con la lengua llena de tierra. Pero de eso nos enteramos al día siguiente. Así que allí nos quedamos papi, Frutis y yo. Bautizamos a la niña y, para celebrarlo, la llevamos a la feria; ¡anda que no iba contenta!. Cuando llegamos al mogollón eran las ocho de la tarde. La feria estaba que no cabía un alma más y la niña va y dice que quiere subir en un búfalo. Pues hala, venga, vamos pa los búfalos y ¡míra tú que suerte que no había nadie!. Sacamos el ticket (muy caro por cierto) y allá que va nuestra preciosa niñita a buscar su búfalo. Despúes de subir y bajar unas cuantas veces de cada uno de los seis que había, se decide y ¡se queda en el primero!. ¡Que lindos son los niños!. Mi niña montada en su búfalo, papi y yo sentados en un banco de piedra, abrazados, sonrientes y mirando a nuestra pequeña. No pudimos tomar ninguna foto porque la cámara se la llevó la tita en su bolso de Carolina la Herrera, pero esa imagen quedó grabada en nuestras retinas, ¡parecía un querubín de esos que pintó... ¡ese!, que me lo habéis quitado de la boca. Y esperamos que el tío de la garita ponga en marcha a los búfalos. Esperamos diez, quince, veinte minutos y nada... A la niña ya no le quedaban ni tirabuzones. A la media hora llegan dos niños y se apoderan cada uno de su búfalo. Mi niña los mira sonrientes y nosotros esperanzados... ¿va a empezar esto? Pues no. Los chiquillos se quedaron dormidos, y hasta que cada búfalo no se llenó de jinetes el tío de la caseta no hizo sonar aquella asquerosa sirena que anunciaba el comienzo de la carrera. Y empieza la música y los búfalos comienzan a moverse, y cuando los niños que se habían dormido empiezan a despertar, aquello se para. Desmontan todos y tienen que montar de espaldas. Otra vez la música y otro meneíto. Parada. Ahora de frente, con las piernas cruzadas sobre el lomo del búfalo. Eso sí fue divertido. ¡Todos al suelo! Todos menos mi Mari Frutis. Ella seguía allí, erguida y altanera... como su madre. Y los búfalos se vuelven a parar. Los chiquillos se vuelven a colocar, y ¡ya está! . ¡Se acabó! Vamos, que a mi me recordó la primera experencia sexual con papi. Pero bueno, la niña vino a nosotros más contenta que unas castañuelas y, para colmo, muerta de sueño. Y aquí empiezan los problemas: no tenemos medios para volver a casa. ¿Por qué me dejaría yo convencer por la tita para bautizarlas en Tarancón? Afortunadamente, papi había vendido un llavero de lujo el día anterior y llevaba algo en la cartera. Lo contamos, bien contadito, y nos vamos a buscar un lugar donde pasar la noche. A las doce y pico de la madrugada, después de dar muchas vueltas, encontramos un hotelito ¡justo al lado de la feria!. Aquello estaba de bote en bote. Los jóvenes entraban y salían con sus bebidas para quedarse después en la terracita del hotel-restaurante. Música, risas... ¡que alegría!. Los tres conseguimos llegar al pequeño punto de recepción, pero no había nadie. Por una ventana que comunicaba recepción con restaurante vemos que aquello está repleto. ¡Cuánta juventud! ¡Y qué maneras de comer! Todos apretaos porque no había mesas ni sillas para tantos, no comían, devoraban. Y un bultito gris que se movía de un extremo a otro del local haciendo zigzag entre las mesas, ¡como una bala!. Un muchacho jovencito con un delantal gris que le llagaba hasta los pies: piuuuuuuuuuu, piuuuuuuuuuuuu, piuuuuuuuuuuu. ¡que velocidad!. Como no venía nadie a atendernos, papi hace señales con una mano y consigue que la bala camarera nos vea: "voy zumbando". Dicho y hecho. - Habitación para tres. "La doscientos once". -¿No dará a la terraza? "¡Nooooooo!, por eso le he dado una de la segunda planta". Vale. Y llegamos al segundo piso y buscamos la habitación, abrimos la puerta, entramos, y dice la niña: -¡yo quiero una cama grande! .¡Yo no sé de dónde ha sacado esta criatura esa pasión por las camas grandes!. Yo le habría dicho, "tú te acuestas ahí y te callas", pero claro, era el día de su bautizo... Bajamos y esperamos al chico-bala. -Que la niña también quiere una cama grande. "La doscientos trece". Al menos es casi vecina de la anterior, no tenemos que buscar. Abrimos y encontramos frente a nosotros un i-m-p-r-e-s-i-o-n-a-n-t-e cuarto de baño. Ducha adpatada con suelo antideslizante, una ventana que parece otra puerta, -pero de cristal, claro- frente a la entrada, y... ¡una peeeeeeeste! Bueno, se soluciona abriendo la ventana. Lo malo es que nos ven desde la calle. No pasa nada, nos ducharemos con la luz apagada. Y la habitación, ¡que delicia para mi niña! Tres camas. Una grande y dos menos grandes. -Hala, niña, elige una de esas. Impresionante la habitación también. Pero... ¡que calor! Aquello parecía una sauna. Papi quiso abrir la puerta que daba al balcón, pero no se podía, tenía cerradura. Bueno, pues ponemos en marcha el aire acondicionado. Al final nos duchamos con la luz encendida, decidimos que era mejor bajar la persiana, y cuando estamos preparados para meternos en la cama dice el angelito: -"mami... tengo hambre". Yo le habría dado un cruasán que me sobró del desayuno y que, casualmente, llevaba en el bolso, pero... era el día de su bautizo. Nos volvemos a vestir y bajamos al restaurante. ¡Biennnnn! Ya no había nadie. Como antes había tanta gente, antes de sentarnos nos acercamos a la barra para preguntar si podíamos cenar. Un señor con sobrepeso y sobrebigote nos dijo que esperáramos un momento, y llegó el bala. -¿Queda algo para papear? Le preguntó papi. El chico dijo, "les preparo una ensaladita, una parrilla... " y salió zumbando. Papi y yo nos miramos. ¿Qué ha dicho? -Que nos prepara una ensalada y una parrillada, que nos vayamos sentando. En eso que zumba a nuestro lado, piuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu, y pone un mantel limpio en una de las mesas, cubiertos, servilletas.. piuuuuuuuuuu. ¡Esperaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Quieeeto parao!. Que nosotros queremos algo ligerito, un sándwich o un pinchito... "No, no puede ser, no nos queda nada de eso, pero siéntense que ya les traigo yo una ensaladita y una parrillada". Piuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!! Pues nada, nos sentamos. Piuuuuuuuuuuuuuuu! -"¿De beber?". Y coloca pan, vasos y una ensalada. -Vino y casera. Piuuuuuuuuuuuuuuuuuu. Miramos la ensalda. ¡Que lánguida estaba! Intentamos alegrarla con un poco de sal, vinagre y aceite, en ese orden. Probamos... al menos está fresquita. Piuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu - piuuuuuuuuuuuu! Un plato de algo parecido a patatas fritas y una fuente con chorizo, morcilla, panceta y algo extraño en el centro aparece en la mesa. Miramos aquello, nos miramos, la niña también, ¡con una carita de asco!. ¡Chssssssssssssssss!!! ¡Ven pa'cá!. -le dice papi. Piuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu! -¿Esto qué es?. "Chorizo, morcilla, panceta y, lo del centro, cordero". -Que nosotros no queremos esto, que queremos un sándwich. "¿Jamón y queso?" -¡Eso mismo, hombreeee! .El camarero quita la parrillada y la pone en un mueble a nuestro lado y piuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!. A los dos minutos regresa con tres enormes sandwiches de jamón y queso. Las lonchas de jamón daban cuatro vueltas sobre el queso, mi niña no abarcaba el sándwich con sus manos. Tres bocados y ya no podíamos más. Se acerca el señor con sobrepeso y sobrebigote y tomando la parrillada nos pregunta. ¿Ya no quieren más?. Yo miro aquello... seguramente los perros no lo han querido. ¡La de vueltas que ha debido dar por ahí la parrillada esa! Mi niña tiene una arcada. Le tapo los ojos. No mires hija... -Lléveselo, ya estamos llenos. Pedimos la cuenta y nos vamos a la habitación. La pobre niña con tantas emociones está reventaíta y se mete en una de las camas menos grandes, vestida y todo, y queda K.O. Papi y yo comenzamos a desnudarnos, lentamente.... mirándonos a los ojos... ¡que calor! Los chorros de sudor nos caían por la espalda. Me acerco al aparato de aire acondicionado y levanto el brazo hasta llegar a la altura en la que sale el aire. ¡Caliente! Aquello echa aire caliente. Lo apago. Abrimos la ventana del baño y subimos la persina para que salga aquello, y ¡que peste sale del baño!. "Lo sabía" -gruñía papi. "Desde que vi el trece sabía que esto no iba a ir bien". Yo no sabía si echarme a llorar o reir, así que decidí poner en marcha otra vez el aparato, cambiando un botón, y.... ¡hurraaaaaaaaaaaaaaaaaa. Aire fresquito!. Por fin pudimos dormir. Bueno... ellos. Yo no conseguía quedarme en off, y me dieron ganas de hacer pipí, así que me levanté y caminé a oscuras hacia el baño, pero cuál no es mi sorpresa cuando me encuentro frente a mi, en la calle, a una parejita comiéndose a besos. La persiana subida y la ventana abierta, yo les veo, ellos... ¿me ven?. ¡Dios mío, si estoy en pelotas!. Me cubro con mis brazos por si acaso y me agacho y, justo en ese momento, el chico mira hacia la ventana. Y yo allí, agachada, desnuda y sin atreverme ni a respirar. El chico le dice algo a la chica y ella también mira hacia mi. ¡Ohhhhhhhhhhh, noooooooooo! Creen que soy una voyeur!!!. Y así, desnuda, agachada y sin haber vaciado mi hinchada vejiga me vuelvo a la cama, ¿cómo poder dormir?. Esperé y esperé y a las cinco y media de la mañana yo ya no podía más, así que lo intenté de nuevo. Me asomo por la puerta del baño hasta ver la ventana y ¡c0ñ0! ¡Seguían allí!. A esos si que les hubiera venido bien la parrillada, ¡no tenían hambre!, daba miedo verlos como se comían el uno al otro, pero aproveché que estaban distraídos para hacer mi pis. Cubriéndome con los brazos, por si acaaaaso, me siento sobre la taza y ¡que aliviooooooooooo!. pero no me dio tiempo a terminar cuando, otra vez, el chico miró hacia arriba y tuve que salir corriendo. Afortunadamente, pude descansar un rato; ¡veinte minutos!. A las diez de la mañana estábamos otra vez en el restaurante para tomar el desayuno, que estaba incluído en el precio de la habitación, y tras la barra había otro camarero. "¿Qué tal les ha parecido todo?" -nos preguntó muy amablemente. Le contamos solo lo del fallo del aire acondicionado de la habitación. "¿En qué habitación han estado? porque todos los aparatos estaban bien... " - la 213. "¡Me caaaaaaaaaaaaaago! ¡Cuando llegue le mato!" Eso será si le pillas, pensé yo. Y así terminó la celebración del bautizo. Cuando regresamos a casa recibimos una llamada del tito comunicándonos que estaban cerca de casa, en no sé dónde, inscribiendo a Satary para las próximas olimpiadas. |