Guadalcázar - Cordoba

Era una ostra marina que, como todas las de su especie, habia buscado la roca del fondo para agarrarse firmemente a ella. Una vez que lo consiguio, creyo haber dado en el destino claro que le permitiria vivir sin contratiempos su ser de ostra. Un dia, durante una tormenta en la profundidad del mar, de esas que casi no provocan oleaje en la superficie, pero que remueven el fondo de los océanos, un pequeño grano de arena entró dentro de ella. Aunque cerró rápidamente sus valvas -así lo hacia siempre que algo entraba en ella, pues es la manera de alimentarse que tienen las ostras-, ya había entrado, y la ostra no pudo hacer lo de siempre. Bien pronto constató que aquello era sumamente doloroso. El grano de arena le hería por dentro. En vez de digerirlo, más bien la lastimaba a ella. Quiso entonces expulsar ese cuerpo extraño, pero no pudo. Ahí comenzó su drama. Lo que Dios le había mandado pertenecía a aquellas realidades que no se dejan integrar, y que tampoco se pueden suprimir. El granito de arena era indigerible e inexpulsable. Y cuando trató de olvidarlo, tampoco pudo. Porque las realidades dolorosas que Dios envía son imposibles de olvidar o de ignorar. Frente a esta situación, no le quedaba más remedio que luchar contra su dolor, rodeándolo con él, y entonces vio que tenía una hermosa cualidad desconocida para ella. Era capaz de producir sustancias sólidas, que normalmente las ostras dedican a su tarea de fabricarse un caparazon defensivo, rugoso por fuera y terso por dentro, pero que también pueden dedicar a la construccion de una perla. Y eso fue lo que sucedió. Poco a poco, con lo mejor de sí misma, fue rodeando el granito de arena del dolor que Dios le había mandado, y a su alrededor comenzó a formar una hermosa perla. Normalmente las ostras no tienen perlas, sino que son producidas solo por aquellas que se deciden a rodear, con lo mejor de sí mismas el dolor de un cuerpo extraño que las ha herido. Muchos años después de su muerte, unos buzos bajaron hasta el fondo del mar. Cuando la sacaron a la superficie se encontró en ella una hermosa perla. Cada uno debe preguntarse qué ha hecho con ese granito de arena que Dios ha puesto en su vida y que tenemos la oportunidad de convertirlo en una perla

Precioso cuento, moralizante y didáctico, gracias por compartirlo

Quizás le falte a tu historia, decir que es la muerte lo que nos ofrece la joya. Realmente, la ostra no nos regala nada... no es un regalo, es un robo, nosotros matamos y robamos a la ostra. Quizá, si pudiéramos entender a la ostra, compartiríamos su dolor, y veríamos las perlas como lo que son, productos del dolor, desechos del sufrimiento, llanto y amargura... y el motivo de su prematura muerte...

Tal vez, la ostra sería mucho más feliz si consiguiera expulsar por si misma la odiosa perla... así seria libre, así podría encontrar el camino de vuelta hacia la luz, hacia la risa, hacia el amor y el placer... y no moriría... ¡Ay!, si la ostra pudiera desprenderse de su amada perla... ¡Ay!, si la ostra no amara tanto su sufrimiento...

Te voy a regalar un cuento, a mí que me encanta contarlos me es fácil...

Había una vez un bolígrafo, de esos que le aprietas el botón y sale la punta. Dentro de el, vivía feliz un pequeño muelle, pese a que no veía la luz del sol, y no podía hablar con nadie. No recordaba nada del mundo exterior, y prefería pensar que en la seguridad de su pequeño espacio, podría vivir para siempre. Pero un día, una luz tremenda casi lo cegó... sintió como lo elevaban y de pronto se vio rodando por el suelo... Estaba muerto de miedo... y no era capaz de abrir los ojos... ¿que le había pasado? Tardo mucho tiempo en darse cuenta de que se oían ruidos a su alrededor... Poco a poco, fue abriendo los ojos... muy lentamente, aunque el mas leve soplo de aire lo hacia cerrarlos de nuevo... Así, estuvo horas, días, meses... hasta que escucho un llanto terrible... El pequeño muelle, no sabia que hacer... alguien estaba llorando a su lado, y el no era capaz de de hacer nada... Al fin, abrió por completo los ojos y descubrió que estaba en un lugar maravilloso. Era un pequeño jardín, y a lo lejos se veía un gran árbol. En sus ramas se limpiaban las plumas una pareja de pájaros. Estuvo buscando un rato de donde procedían los lamentos, busco y busco y encontró que eran de una pequeña flor. Tenía el tallo roto, y la pobre se encontraba casi tirada en el suelo. El muelle al verla así, sintió la necesidad de ayudarla. Intentó consolarla y se pusieron a charlar tranquilamente. Al cabo del rato ya estaba totalmente fascinado con ella... lo hacia sentirse tan bien, y se ponía muy triste al verla así, rota y mirando al suelo... sin poder contemplar el sol que tanto amaba... No se lo pensó dos veces, se acerco a ella, y empezó a enroscarse por el tallo. Poco a poco, la florecilla que antes estaba quebrada, se erguía más y más, hasta que por fin, quedo totalmente derecha... Parecía un milagro, ambos reían y reían... La flor le dio gracias a su amigo, se sereno, y contempló el sol. Por fin se sintió de nuevo "ella misma". Y así, flor y muelle, pasaron el resto de sus días, juntos siendo el uno para el otro.

Un beso Julia.

vanitte, me quedo con tu reflexion y con tu cuento