leyendas de la torre ESCAMILLA Torre de Juan Abad Tierras de la Cabeza, tierras de lobás. “Mire usted, cuentan que muy cerca de “La Cabeza”, hace muchísmos años, había un cortijo donde un gañan llamado Escamilla intentaba arar en el frío negro que hacía aquel día. Era noviembre y a la yunta le costaba Dios y ayuda seguir con la labor en aquellas tierras apelmazadas por las lluvias caídas recientemente. En cierto momento los animales detuvieron sus esfuerzos, el arado se había enganchado en algo e impedía a los animales continuar. Pese a los esfuerzos de Escamilla que, con la vara de gavilanes una y otra vez animaba a las mulas, estas permanecían hincadas en la tierra. Fuera lo que fuera donde estuviera enganchado el arado era de gran tamaño. Pese a todos los esfuerzos la yunta permanecía inmóvil y enganchada. Viendo los fracasos Escamilla, decidió liberar el arado de la gran laja, que eso era lo que paraba el trabajo y a los animales. Con habilidad consiguió su propósito. Pero al hacerlo con curiosidad atinó una pequeña y negra raja en la tierra y en el fondo cómo algo rebrillaba con luminosos resplandores dorados. Alargó su brazo que apenas cabía por la grieta, tentó algo y lo cogió. Eran grandes monedas de oro. Asombrado y admirado una y otra vez metió la mano por el agujero y una y otra vez la sacó llena de aquellas “peluconas”. Sospechaba Escamilla que había encontrado un tesoro enorme…pero rumiaba que la parte principal aun se encontraba en la cueva, así que no pudiendo meterse dentro de ella y cogerlo, salió a escape para el cortijo cercano a buscar a su hijo pequeño, él si se metería dentro de aquel agujero y sacar el resto del tesoro. Tal cómo la pensó la hizo. Acudió al lugar del hallazgo con su muchacho y lo metió dentro de la pequeña cueva. El criaturo empezó a sacar riquezas a puñaos: monedas de oro, de plata, joyas de todo tipo…pero, lenta, muy lentamente el agujero comenzó a achicarse. El primero que observó la cosa fue el hijo que gritando le pedía a su padre que lo sacara de aquella trampa que se cerraba, ya, a ojos vista. Los alaridos de su hijo volvieron a Escamilla a la realidad, pero, ya era tarde, la estrechez del agujero impidió que el desdichado hijo pudiera salir. El pavor y la desesperación de Escamilla de ver desaparecer a su pequeño hijo en las entrañas de la tierra pese a sus titánicos no son para contar. Uno se lo imagina y se le abren las carnes. Y la tierra se tragó a su víctima. Ayuntamiento de Torre de Juan Abad – Leyendas Populares, por Carlos Villar Esparza Libro "Con Once Orejas" 7 Los hombres y mujeres memorias recuerdan aún que “Escamilla enriqueció…pero un hijo le costó”. Cuentan y no paran, que aquella desgracia fue un castigo por las “cosas malas” que habitan en lo hondo de la tierras, por la avaricia de Escamilla, pues, ellas son las guardesas de los tesoros ocultos. Según la tradición oral de la abuela Celedonia, “Aquilín” y Tomás Jiménez |