historia En 1507 todavía no se había procedido a pintar las escenas del retablo mayor, estando el armazón y la talla asentado en su lugar de destino. En la visita de 1511 nos amplían las noticias sobre la naturaleza del templo. De esta forma sabemos que su material era la mampostería (cal y canto), mientras que la cubierta de madera de pino adoptaba la forma clásica de dos aguas, sin tirantes, perteneciendo al tipo denominado de par hilera. Se mencionaba por primera vez la existencia de una tribuna a los pies, explicándonos además que la casilla adosada al portal servia para alojamiento de los clérigos cuando estaban en treintanarios. Este mismo año los visitadores ordenaron al mayordomo que vendiera una imagen, cuya advocación desconocemos, con su tabernáculo a una ermita o iglesia que lo necesitara, invirtiendo lo así obtenido en subvencionar la pintura del retablo mayor, que todavía estaba en la talla, blanco, evitando de esta forma que pudiera perderse lo realizado años antes. Este documento es de naturaleza excepcional, puesto que en él encontramos la referencia mas antigua de un maestro. Hernando de Miranda, pintor, vecino de Fuenllana, cabeza de una importantísima escuela de retablistas asentada en este territorio, con obras por todas las villas del Campo de Montiel. Desde este su primer encargo documentado recibiría otros muchos hasta 1526, fecha de su ultima referencia, siendo requerido en las parroquias de Alambra, Carrizosa, Fuenllana, Villanueva de los Infantes, Torres y Villamanrique. Fueron los mismos visitadores, como representantes de la Orden quienes asentaron el contrato de la obra a Miranda, demostrándonos un direccionismo muy claro por parte de las altas esferas políticas y económicas, ejercidas a través del control directo de las visitas. En las condiciones del encargo se observa claramente las preferencias estéticas y escenografitas de la primera mitad de esta centuria. Miranda quedó obligado a pintar las historias principales de la vida de Cristo, comenzando por el Nacimiento y la Adoración de los Reyes. A costa del maestro correrían los colores, pinturas y oro, así como todo lo demás necesario hasta dar asentado totalmente la obra. La parroquia se encargaría de proveer los carpinteros, madera y clavazón necesarios para asentarlo. Se calculó en 20 ducados la hechura de las tablas, pilares en blanco y guardapolvos, pagados en tercios a destajo a lo largo de un año. Continuará...
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