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03-10-13 17:05 #11606062
Por:Al-Hakam

Mi Oscuridad, tu Luz
Voy a iniciar la publicación de un relato que empecé hace años, se quedó estancado y voy a tratar de retomar y obligarme a terminarlo aquí en el foro. Tengo bastantes capítulos pero me paré y no había manera. Soñaba con publicarlo incluso en papel. Pero ahora lo que aspiro es a terminarlo con vuestro ánimo. Si lo pulo un poco lo mismo no descarto publicarlo aunque sea sin pretensiones de éxito. El título del Libro es "Mi Oscuridad, Tu Luz". Cuando leáis el capítulo introductorio lo comprenderéis mejor. La introducción y el primer capítulo (iré poniendo uno cada día con los que tengo y luego si pongo nuevos cuando vaya pudiendo)

MI OSCURIDAD, TU LUZ

INTRODUCCIÓN

Voy a narrar la historia de Tristán, un muchacho ciego de nacimiento. Y de Sirena, su admiradora, y de Cástula. Quien los puso en contacto y de Andrés su hijo, que, aunque ya desapareció antes del relato, tiene alguna influencia en él.
Tristán nació hacía ya dieciséis años en una aldea de tantas que salpicaban el Renacimiento hispano. Pero debido a su carácter reservado no tenía amigos. Tenía lo que el llamaba compañeros, pues debido a su deficiencia, se veía obligado a ejercer la mendicidad. Y como no tenía casa, vivía en una covacha en las afueras con otros pobres, sus “compañeros”.
Sin embargo era muy querido. Pues era muy dado a contar historias, para que después le dieran unas monedas. Pero como se entusiasmaba tanto contándolas, se veía obligado a terminarlas antes de lo que los que las oían deseaban. Y pensaban que continuaría al día siguiente. Pero Tristán nunca contaba la misma historia. Le gustaba cambiar cosas, e inventarse otras, poner nuevos personajes. Sin embargo la gente no lo entendía. Cada vez le daban menos limosna, así que decidió que sólo mendigaría por su ceguera.
Tristán era hijo de Gonzalo y Claudia. También tenía a su abuelo Hernán Gómez, un marinero que había surcado todos los mares conocidos. El cual le había contado muchos relatos (reales o no) de los que sabía Tristán. Su padre fue soldado y su madre era una de las costureras más primorosas de esa zona. Unan fatal epidemia se los llevó cuando Tristán contaba con apenas doce años. Le dio tiempo a Gonzalo a narrarle sus batallas, con su verdad y sus exageraciones. Pero el muchacho, aunque sin vista, le entusiasmaba tanto oír a su padre, como a su abuelo. Y a su madre, que le hablaba de sucesos y fabulaciones del lugar y de los aledaños.
Luego de morir sus padres, quedó al cargo de su abuelo. Aunque el anciano con todas sus aventuras y mucho tiempo a sus espaldas, le llegó su final. Fue una pérdida que lloró mucho Tristán. Tanto por lo que lo quería, como por lo que significaba. Se quedaba sólo, y la fortuna familiar no era mucha.
Dicho patrimonio le duró lo que tardan las aves en emigrar y luego volver. La casa que poseía, la puso en venta. Así sobrevivía a duras penas. Sin embargo ya tenía que dormir debajo de puentes o entre la maleza.
Ya con catorce años era el mendigo cuya historia vamos a contar a continuación. Tenía un lugar donde dormir, su cueva. Y el resto del día vagaba por la aldea en busca de compasión y algunas monedas. Se sentía solo, terriblemente solo. La oscuridad a la que la naturaleza le obligaba, empezaba a reflejarse en su corazón. A menudo lloraba, primero a solas. Aunque a veces se le caían unas lágrimas cuando estaba en la plaza…


CAPITULO I
LA MUJER ENIGMÁTICA

Cástula: - ¿Porqué lloras, pobre mendigo?
Tristán: -Ya ves buena mujer, el cielo me hizo ciego, no puedo verte, ni ver lo que hay en mi entorno.
Cástula: -Pues si quieres yo te lo describo.
Tristán: -Sí encantadora fémina. ¿Y a que debo tu interés por mí?
Cástula: -Yo soy alguien a quien le gusta hacer bien a los demás, especialmente si están desvalidos.
Tristán: -Y dime, dime, ¿Quién hace ese ruido persistente?
Cástula: - Es el herrero, que está haciendo unas hoces. Servirán para segar y darnos el trigo, y luego el pan. Y como no, el trabajo a los jornaleros.
Tristán: -¿Por qué se queja esa chiquilla?
Cástula: -Su madre le dijo que no jugara cerca de los caballos. Le desobedeció y le ha dado unos azotes.
Tristán: -¿Quién riñe con ese desafuero?
Cástula: -Son dos mercaderes, al parecer no han quedado de acuerdo después de un trato. Uno de ellos, por lo visto, engaño al otro. Y éste, no le quiere pagar el precio de la mercancía.
Tristán: -Eres muy buena, ¿No tienes hijos?
Cástula: - Tuve uno, pero murió, lo ajusticiaron.
Tristán: -¡Qué pena! ¿Qué hizo?
Cástula: -Solo amar a los demás, y tratar de enseñar la verdad.
Tristán: - ¿Por eso ajustician ahora a la gente? Creía que solo ahorcaban a los rufianes y criminales.
Cástula, como queriendo hablar de otra cosa, le dice a Tristán:
-¿No oyes a eses pajarillos en ese puesto? Canturrean con como el coro de una escolanía. ¿Qué digo?, aún mejor. Es muy bonito oírlos y son de vivos colores.
Tristán: - Ya y aunque sea ciego de nacimiento, dime de que colores son.
Cástula: Unos verdes, otros amarillos, ¡Hay uno azul! Otro es pardo con el cuello rojo. Y algunos que no alcanzo a ver bien, pero cantan sin descanso.
Tristán: Ya se me ha pasado la tristeza. Pues no tengo ganas de llorar más.
Cástula: ¿Por qué llorabas?
Tristán: Creo que nadie me quiere. Bueno, como no veo ningún rostro, no percibo amor. Sólo me dan limosna, y dicen que Dios me bendiga. Pero nadie quiere saber nada de mí.
Cástula: ¿No tienes familia?
Tristán: Sí, la tenía, pero ahora son sólo un buen recuerdo entre tanta tristeza.
Cástula: Pero no creas que no importas a nadie ¿Por qué no te han de querer?
Tristán: Soy ciego, soy pobre. No tengo casa, vivo en una cueva con otros mendigos, y no tengo porvenir.
Cástula: Mira, te digo, allí en la plaza hay una moza, y no fea por cierto. Te mira mucho, y cada día te da limosna generosa, sin que lo notes.
Tristán: No la conozco ¿Dónde está?
Cástula: Está en el puesto de la fruta, es la hija del dueño. Y es extraño, pues tiene muchos pretendientes. Uno tras otro los rechaza.
Tristán: ¡Será vanidosa! Pues una mujer guapa no debe hacerse rogar por tantos buenos pretendientes.
Cástula: Te digo un secreto: yo la conozco. Y cuando viene a verte, pues te lo cuento, el darte limosna es una excusa para contemplarte. Pero es tan tímida, que no te habla.
Tristán: No me hagas tener ilusiones, no puedo ver, y corazón que no ve, corazón que no siente.
Cástula: ¿Sabes? Te voy a avisar cuando viene. Y háblale, cuando se acerque a darte limosna.
Tristán: De acuerdo. ¿Oye, voy bien vestido?
Cástula: Peínate un poco. Colócate el jubón y la camisa. Y arremángate los calzones. Mira allí viene.
El cieguecito oye unos pasos. Adivina como alguien saca de una bolsa unas monedas. No puede verle, pero hoy siente que se queda ahí quien le ha dado limosna.
Venciendo su propia timidez, el ciego pregunta:
-Dime ¿Qué esperas? Ya me has dado la limosna.
Sirena: Oye no quiero molestarte, si quieres me voy y vuelvo al puesto de fruta.
Tristán: No, perdóname, quédate y si puedes hazme compañía un rato.
Sirena: A lo mejor mi padre se enfada si me ve contigo.
Tristán: ¡Ya! No es buena compañía para alguien como tú un mendigo.
Sirena: Pues a mí no me pareces un mendigo. Pues siempre vas bien vestido. Y no mal aseado. Tu porte es de hidalgo.
Tristán: No me mientas, ni te burles de mí. Solo soy un pordiosero y un fracasado.
Sirena: No seas tan malo contigo mismo. Cuando me dijeron que contabas historias, muchas veces he venido a escucharte.
Tristán: Sí antes sí, pero todos las oían y nadie me daba limosna.
Sirena: Yo si las oía, y todos, te lo aseguro. Y te digo que nadie te daba limosna porque los emocionabas tanto con tus relatos, que no querían que acabaran. Al terminarlos se sentían como si no quisieras seguir narrando y se iban desengañados.
Tristán: Dime, ¿Es verdad eso? Es que no podía estar todo el día contando fantasías. Tenía que acabar alguna vez, porque en algún momento debía recibir mi recompensa. Pero si quieres, un día que no trabajes, te contaré todas las historias que quieras, enteras.
Sirena: Me gustó mucho una en la que un príncipe se enamoraba de una doncella, hija de un rival. Al final vencía el amor, y acababa la rivalidad.
Tristán: Te contaré esa, preciosa, y todas las que quieras.
Sirena: Me tengo que ir ¿Quién te ha contado esas historias? Pues tú no puedes leer.
Tristán: Mi abuelo me contó cosas que nadie ha visto, ni oído, ni tocado. Era marinero, y viajó por todo el orbe. Me narró todas las historias que sé. Aunque otra parte me fueron contadas por mi padre. Y por mi santa madre. ¡Qué Dios tenga en su gloria! Pero hay algunas que me las invento y otras las cambio, y pongo otros personajes. Me gusta jugar con la fantasía.
Sirena: Bueno, me voy, luego vendré a estar contigo más tiempo ¡Adiós!
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04-10-13 13:38 #11607294 -> 11606062
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPÍTULO II
LA HISTORIA DE CÁSTULA

El ciego esperaba tener a su amiga, su nueva y segunda amiga ese día, a su lado pronto. Pero, como siempre, era un poco despistado, ni le dijo su nombre, ni le preguntó el de ella. Lo primero que haría al día siguiente sería preguntárselo y decirle su nombre.
Por otra parte no sabía tampoco quien era la mujer que se le acercó a consolarle y a informarle de la admiración de esa chiquilla. Cuando volvió a la cueva tanteando con su bastón, entró y preguntó a Toribio un colega suyo, veterano de los tercios y con una pierna de madera ¿Sabes quien era la mujer que se me acercó esta mañana? Era muy raro, decía que tenía un hijo y lo ajusticiaron por decir la verdad o algo así. Y que tenía mucho amor a los demás.
-Cualquiera que te oiga-asertó Toribio- creería que te ha hablado la Santa Patrona la Virgen de los Remedios. Pero tranquilo, la mujer que se te acercó, no la conoces, porque no suele venir a la aldea. Vive en el monte, y sólo viene cuando necesita algo con urgencia. Pues sabe apañárselas bastante bien entre alimañas, árboles y hierbajos.
Se llama Cástula, y en verdad tenía un hijo. De esto va para 20 años que ocurrió. Y lo más curioso es que fue un defensor de los infieles y de todos los castigados por el poder civil y religioso que vivían en la aldea. Tanto que lo tachaban de hereje, de infiel y hasta de brujo.
Se le ocurrió decir ante los Tribunales del Santo Oficio que no había diferencia entre cristianos. Que daba igual que fueran más antiguos que nuevos. Que Dios era Dios. Se le llamara Alá, Yahvé o El Señor. Que nuestra fe se enraíza en el Antiguo Testamento y allí todos eran judíos. Si judíos como el mismo Jesucristo y la Virgen, San José y los Apóstoles. Y que los musulmanes eran hermanos en la Fe en Dios. Como los Judíos y Cristianos, y adoraban un solo Dios. ¿Y cómo se puede adorar a un Dios Único si se dice que en cada religión es diferente?
Abraham es el padre de todos ellos. Y que incluso si hay alguien que cree en otra cosa o no cree en nada, debe transigirse con ello, pues ese Dios en cuyo nombre se hacen verdaderos desatinos, nos hizo libres. Para creer en él, creer en otros o no creer en nada.
El hombre, llamado Andrés, era un alma de Dios. Ayudaba a todos, incluso a quienes le condenaron. Pues a nadie negaba su indiscutible talento para convencer a la gente. Era un ejemplo para la comunidad, compartía sus bienes que no eran muchos sino más bien escasos (porque nada tenía como suyo) Y siempre escuchaba a quienes le contaban sus lamentos.
Sólo cometió el error de enfrentarse a las autoridades religiosas y civiles. El proceso fue breve, no faltaron testigos falsos comprados con oro y favores, ni jueces corruptos que hicieron de la prevaricación su día a día. Como era cristiano viejo, se confesó y comulgó antes de ser ajusticiado. Porque nunca abjuró de su religión. Murió decapitado y después quemaron su cuerpo.
Su madre, temerosa de crueles represalias, huyó al monte. Era su única familia y no molestaron a nadie más. Solo confiscaron su humilde casa y sus breves bienes.
La mujer, Cástula, estuvo unos diez años sin venir a la aldea. Luego, como ya te he dicho, viene de vez en cuando. Sólo si es necesario. Por si acaso, aunque entre las autoridades no hay nada contra ella. No le temen, se contentaron con matar a su hijo. Con ello silenciaron a un hombre sabio y respetuoso con todo el mundo a quien tanto les molestaba.
Desde entonces nadie habla de Andrés, al menos en público. La gente teme a las autoridades, y tampoco nadie habla con Cástula, pues están recelosos de que les inculpen por tener que ver con ella. Sólo le dan lo que les pide y no conversan con ella.
También te he de decir que el párroco de la aldea quiso interceder por Andrés, pues sabía que era bueno. Su premio fue ir recluido a un monasterio, con voto de silencio. Allí permaneció cinco años. Cuando volvió ya no era el mismo. Sentía rabia de haber sido injustamente castigado y no hacía sino celebrar sus liturgias y nada más.
¡Son malos tiempos Tristán, para pensar por si mismo! Hay que pensar lo que tienen en mente los poderosos y así no se complica uno la vida.
Al calor de una hoguera, pobre, como los que allí se alojaban, se fueron durmiendo todos los mendigos. Pero Tristán se quedó pensando, mientras la sombras de la lumbre acechaban a su alrededor, pues la luz del fuego era muy tenue. Pensaba en su padre, y en su madre y en su abuelo. También se acordaba de Cástula y de su pobre hijo Andrés. Y como no de la chiquilla que, al parecer, lo admiraba. Así pasó gran parte de la noche por un lado el pasado, y por otro un presente que se le antojaba un futuro venidero y como cosa del porvenir, incierta y a la vez fascinante, pues de nuevo había gente que le mostraba su afecto.
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04-10-13 15:53 #11607496 -> 11607294
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Pongo dos capítulos más que estoy de "huelga" de Internet y no paso nada más que para lo preciso a la red.

CAPÍTULO III
SIRENA UNA AMIGA INESPERADA

El sol calentaba algo cuando Tristán abandonó la cueva. Ese calor le recordó que pronto sería verano y que el estío le haría pasar días de más penuria. Dado que en esa época las transacciones en los mercados eran menos frecuentes y la limosna escaseaba. La aldea se paralizaba tras las cosechas. Y, con el insoportable calor, se hacía un breve paréntesis hasta la época de vendimia.
Se entristeció de nuevo. No tenía casi nada y poco más poco era menos que algo para vivir. Ocupó su lugar en la plaza y el día empezó a cambiar. Se levantó un frío viento del Norte y húmedo.
Tristán no veía los nubarrones negros pero intuía que la lluvia no se haría esperar. Oía a los mercaderes recoger sus puestos y a los ganaderos conducir sus rebaños a lugar cubierto o seguro.
Entonces alguien le tocó en el hombro. El se asustó, pues temía que algún alguacil lo requiriera. Su temor se desvaneció cuando oyó la voz de su misteriosa admiradora.
Sirena: Oye te has encogido cuando te he tocado ¿Por qué te asustas?
Tristán: Ya ves, un ciego no sabe quién puede tocarlo y para qué.
Sirena: Solo venía a verte y a acompañarte. Pues mi padre ha recogido el puesto y tengo todo el día libre.
Tristán: Pues mira, no creo que quede nadie en la plaza. Yo tendré, muy a mi pesar, todo el día libre. Oye como te llamas, yo soy Tristán.
Sirena: Me llamo Sirena, siento que no puedas recibir tu dinero habitual. Si quieres puedes contarme alguna historia, y te recompensaré.
Tristán: Para ti, las historias son gratis, nadie acompañaría a un ciego en un día como este. Y eso es paga suficiente, Sirena.
Sirena: ¡Que raro suena mi nombre cuando lo has pronunciado tú!
Tristán: Es que lo he dicho como cuando pongo mucho interés en una Historia y si me guías a una cueva solitaria, pronto va a empezar a llover, te contaré unos cuantos relatos.
Sirena: Tienes razón, aquí no haremos sino mojarnos. ¡Vayamos! Tu voz es profunda y amena a la vez ¡Quiero oír esas historias!
Sirena y Tristán abandonaron la aldea. Recogieron unas ramas de árbol. Y en la cueva que indicó Tristán, prepararon una pequeña hoguera. Y una hendidura con recovecos hacía de chimenea. A la vez que con sus sinuosidades impedía que pasara el agua de la lluvia.
Poco después de entrar en la cueva el viento dio paso a una ventisca y un aguacero sin tregua. Sirena pareció asustarse por algunos truenos que acompañaron a la lluvia. Tristán la abrazó, y se quedaron así un rato. Luego, cuando la lluvia era más leve y cesaron los truenos, se puso Sirena enfrente de Tristán, que se disponía a contarle sus relatos. Antes de ello y sin que Sirena lo detuviera, Tristán acercó sus manos y recorrió el rostro de Sirena. Como si quisiera reconocer lo que no veía. En efecto observó con su tacto una nariz pequeña, pómulos un poco sobresalientes, barbilla fina, boca carnosa y ojos también pequeños. El cutis era fino y terso. Se quejó para sus adentros de no poder ver lo que había tocado.
Después de recorrer su rostro, ella lo acarició en el pelo y el cuello. Entonces el sintió un fuerte escalofrío.
Todo esto sucedió en un breve lapso de tiempo, pero para ellos fue un largo rato.
Tristán: Bien, Sirena, ¿Dispuesta a oír mi primera historia?
Sirena: Sí Tristán, pero voy a rescoldar un poco esta hoguera, para que no pasemos frío.
Tristán: En una isla remota, donde los marinos sin agallas no se atreverían a varar, había un pueblo de sabios hombres y sabias mujeres. Aunque su territorio era pequeño, sin embargo tenían más que suficiente, pues la tierra era fértil, los animales abundaban y otros recursos materiales como metales y minerales no faltaban.
Vivían en armonía, unos con otros. Por azar del destino, la población no aumentaba, pues morían los mismos que nacían. Quienes visitaron ese reducto creerían hallarse en el paraíso.
Sus leyes eran como ellos, justas, pero implacables. Por ello nadie osaba transgredirlas. Había una de ellas que impedía a cualquier habitante abandonar la isla. Pero hasta ese momento nadie sentía la necesidad de irse de ese Edén en medio del mar.
No estaba prohibido visitar la isla pero quién lo hiciera debería permanecer allí no más de cuatro lunas llenas. Y luego si volvía solo podía estar una luna llena cada vez que regresara.
Y es que la Luna y las estrellas les servían para situarse y gobernarse. Habían llegado algunas visitas, pero no agotaron siquiera el tiempo y no volvieron. ¿O no pudieron volver? Eran marineros intrépidos, pero agotados pues, la isla estaba muy lejana de cualquier otra civilización, llegaban casi sin víveres. Cuando los reponían ansiaban su regreso a casa.
La ruta a seguir para llegar casi nunca era trazada, pues llegaban allí perdidos de su ruta regular. Un día en una de las playas de la llamada allí “Costa de las Perlas” (allí en su lecho había ostras que surtían a los habitantes de tan preciada joya), apareció un hombre. Todos pensaron que estaba muerto, pero al reconocerlo algunos físicos de la isla, observaron que su corazón latía. Estaba deshidratado, y muy débil. Lo cuidaron y a los pocos días ya caminaba por su propio pie.
Quiso el destino que su porte regio, sus ojos oscuros y su cabello rubio, le supusiera que una dama de la isla fijara su atención en él. Pero no una dama cualquiera, sino la hija del uno de los gobernantes principales de allí.
El hecho era normal, pero no tolerable pues ese hombre era extraño a la isla y no podía quedarse y ella no podía irse. Ese hombre principal, instó a sus lacayos a que construyeran un barco pequeño, para que no antes de tres lunas abandonara el náufrago la isla.
El marinero fue requerido e informado de la situación. Frunció el ceño y cabizbajo aceptó el destino, que debía seguir. Pero les dijo que quería quedarse todo el tiempo que les permitieran sus leyes. Las cosas transcurrían con normalidad, salvo la gran pena que los dos amantes sentían por tener que separarse.
Llegó el día, un día soleado como le mayoría de esa estación. A la noche, la Luna llena luciría su esplendor y era la cuarta que pasaba nuestro náufrago. Por consiguiente tenía que marcharse.
Partió hacia poniente, donde estaba su casa, pero también partía su corazón y el de su amada con él pues se rompían sus ilusiones. Al caer la tarde cargó el barquito con todos sus aprovisionamientos, suficientes para una larga travesía, se fue de la isla. Y así parecía acabar una historia antes de amor y ahora de desilusión. La Luna lucía serena y en la playa de las perlas, en el lugar donde apareció el marinero, una mujer lloraba y pedía a la Luna que le devolviera a su amor.
Entonces unas nubes oscurecieron por completo la noche clara. Y de entre el mar surgió el barquito del marinero. Lo dejó anclado y nadó hasta la orilla. Su amada desconsolada no le oyó llegar. Cuál fue su sorpresa cuando le vio ante si. Se fueron nadando al barco y con toda rapidez se hicieron a la mar. Cuando estaba mar adentro, las nubes se disiparon y la Luna llena los guió e iluminó sus abrazos y sus caricias.
Ella le preguntó como había podido volver. Pues con la Luna llena lo había descubierto de no ser por las nubes. El le confesó que entre los numerosos libros que tenían en la isla, había una de extraños sortilegios. Se fijó en uno que decía que invocando a la Luna con mucho amor y con ciertos rituales, te concedía un deseo. El marinero hizo los rituales en el barco, conjuró su amor e invocó a la Luna. Deseo que se tapara tan bello astro y que sin embargo él encontrara el camino de la isla. El deseo le fue concedido y recuperó a su amada.
Al día siguiente todo era estupor en la isla. Había desaparecido la hija de uno de los mayores responsable del buen gobierno de la ínsula. Y no desapareció por casualidad, pues alguien se la había llevado y ese no era otro que el náufrago. Pero se dieron cuenta los gobernantes de que su ley de no poder abandonar la isla era inútil. Si te ibas, con no volver no sufrían pena pues los demás no te perseguirían, pues tenían prohibido abandonar el territorio. El consejo de próceres decidió seguir manteniendo la ley, pero no divulgar sus defectos. Y la calma volvió a la isla, nadie se acordó del incidente después.
El marinero y la isleña vivieron felices el resto de sus días. Y también sus compatriotas siguieron con su felicidad cotidiana. Salvo el padre de la muchacha, más molesto por la ineficacia de sus leyes, que por la ausencia de su hija.
Sirena: Tristán, esa historia ¿Te la han contado o es inventada?
Tristán: Me contó una parecida mi abuelo, pero la mayor parte de los personajes y los entresijos son míos.
Sirena: Es genial, bueno creo que ya no llueve. Volveré a casa, no sea que me echen de menos. Le dije a mi padre que iría a casa de mi tía. Y no quiero que tenga que llamarme allí. No te preocupes, mi tía sabe que estoy aquí contigo, ella lo aprueba y me apoyará en todo lo que concierne a ti y a mí.
Tristán se quedó un poco perplejo, ¿Qué significaría aquello? ¿Era una invitación? ¿Una declaración? ¿Una invitación a que él declarara algo? ¿Un posible compromiso? Decidió despedirse con un abrazo a Sirena y esperar a otro día, para despejar dudas.
Se fue a la Cueva con los otros compañeros. Y recibió preguntas de donde había estado de todos ellos. Sólo respondió con una mentira que lo protegía ¡Necesitaba estar solo!
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04-10-13 15:53 #11607499 -> 11607496
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPÍTULO IV
LA VIDA EN LA ALDEA

La aldea donde se desarrolla nuestra narración tenía su propio día a día. La jornada empezaba poco antes del amanecer. Los primeros en despertarse eran los panaderos, cocían su pan, y, mientras el sol despuntaba descansaban un poco. Luego vendían el fruto de su trabajo. Como contaba, un poco antes de amanecer, los agricultores aparejaban sus yuntas, quienes las tenían. Cogían sus aperos y se iban a trabajar unas tierras a las que, entre montañas, lograban sacar mucha más cosecha de la que se podía esperar. La tierra era propiedad de los nobles. Éstos, o bien arrendaban parte de las tierras o empleaban jornaleros que les debían dinero o tenían algún vínculo con ellos, pagando con su trabajo.
También había tierra pública pero allí el señor era el Rey y se seguía un régimen parecido al resto de las extensiones agrícolas. En esta aldea no había apenas tierras comunales.
Además una parte del campo, ya un poco alejado del villorrio, pertenecía a una abadía. En aquel tiempo los únicos que poseían algo importante eran la Iglesia. Refiriéndonos claro, tanto en patrimonio cultural, artístico y económico. El Rey, con la administración del ejército y la marina, además del control del país. Amén del patrimonio público. Y los nobles, que por mor de la historia acumulaban riqueza e influencias que los hacía ser pequeños reyes en sus respectivos señoríos.
En estos tiempos en otras partes se puso el germen de las futuras industrias. Con diversos talleres y nuevos inventos y nuevas ideas. Pero el talante belicoso de nuestros monarcas por mantener la hegemonía y proteger la Fe Católica, hicieron que el trabajar resultara poco atractivo. Y aquí duró un poco más la Edad Media.
Sigamos con la vida en la aldea. Salvó dos herreros, un carpintero, y una cuadrilla de, no digamos albañiles, sino obreros que hacían un poco de todo. Dirigidos por un maestro constructor. Y dos Sastres. Todo lo demás giraba en torno a la agricultura y la ganadería. Había en las montañas una antigua mina de plata. Pero su estado era tan lamentable, que nadie se atrevía a entrar. Claro también estaban agotadas sus vetas, y resultaba inútil tratar de reconstruirla.
Aparte estaba la labor de las costureras, que, como la madre de Tristán, se encargaban de hacer los primores que luego lucían los y las nobles de algunas partes de la comarca.
Y un alfarero, que cada vez más envejecido, veía como nadie quería seguir su oficio. Era un trabajo ingrato, muchas horas de trabajo y con poco beneficio. Y se temía que en un futuro los cántaros, botijos y tinajas, y demás útiles domésticos, tendrían que venir a venderlos de otras aldeas, en el mercado y no venir a comprarlas a su casa.
Había un corregidor, con algunos alguaciles a su cargo. Y un escribano que hacía su labor administrativa. Pero en el pueblo había pocos conflictos. El único destacable fue el del hijo de Cástula, Andrés. Pero la rapidez con que se solventó, hizo que volviera la normalidad que siempre estaba presente en la aldea.
Con su parroquia, una iglesia gótica, pero austera, con una torre, planta de cruz latina, como único ornamento destacable, dos vidrieras. Una en el frente y otra en el coro. Esta iglesia, estaba dedicada a la Virgen de los Remedios, muy venerada en la localidad. Contaba con un párroco, un sacristán y tres acólitos, que se ocupaban que el culto se desarrollara normalmente.
Durante el día, las mujeres compraban en el mercado, y hacían sus labores. Los hombres trabajaban en ocupaciones diversas. Y los niños, o bien ayudaban a sus padres o mataban el tiempo jugando o maquinando travesuras. En aquellos tiempos las escuelas eran todo menos cotidianas y extendidas a todo el mundo. El saber estaba mal visto, y cuando un niño y no digamos una niña, decía que quería aprender a leer y estudiar, sus padres se encargaban de quitárselo de la cabeza. Ellos sabían cuantos problemas traía no el saber mucho, sino pretender discutir esa cultura con los clérigos o el poder civil. Eso era sinónimo de investigación por el Tribunal del Santo Oficio, y en ciertos casos una condena casi segura.
Y así era la vida en esta aldea. No diré su nombre. Pudo ser de aquí o de allí. Estar en aquel paraje o situarse en este otro. Pero sus gentes eran gentes sencillas, que querían vivir y dejar vivir. No complicarse demasiado, salir del paso y procurar sobrevivir. Eran tiempos duros y esto ya suponía un triunfo. Los personajes de esta Historia pudieron habitar en cualquier lugar. No establezco un marco geográfico, porque precisamente de algunos de los que entonces discurrían por llanuras, estepas, sierras y altillos, mesetas y valles, pudo ser nuestro protagonista.
Se puede concluir con decir que el final del día hacía que todos volvieran a la aldea. Menos los pastores y quienes pasaban la vida en los caminos. Se metían en sus casas, y, los que no las tenían, como Tristán y los suyos, en sus refugios. Unos dormían, tranquilos. Otros volaban inquietos. Los amantes se entregaban recíprocamente y las estrellas bendecían cualesquiera cosas que sucedieran bajo ellas. Pues respetaban la libertad que suponía la intimidad de la noche. Sí porque por el día, todos estaban sometidos, por el trabajo, por los poderosos, por sus cuitas. En definitiva, la noche les daba la oportunidad de la soledad y de ser ellos mismos.
Puntos:
05-10-13 13:51 #11608901 -> 11607499
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
No hay quinto malo. Ahí va. Le tengo un especial cariño a este capítulo.

CAPÍTULO V
EL ATARDECER CÓMPLICE

El día empezaba a hacer sentir su mayor temperatura. La poca gente que se atrevía a salir, se ocultaba en la sombra o se refrescaba con vino frío en las tascas. Quienes podían, pues los agricultores tenían que soportar de pie derecho los inflexibles rayos del Dios Apolo que más bien parecía un diablo. Como único aliado, los benditos botijos que, en la sombra, aliviaban los rigores de la canícula, que ya era patente.
El mercado de la plaza a esas horas ya se había desmontado. Pues la compra se hacía poco después del amanecer con algo más de fresco.
Tristán se estrujaba su cerebro para ver la manera de salir de su miseria. ¿Ver?, pero si el no veía, ahí, ahí radicaba su limitación. Si es que había un Dios bueno, debía prohibir que existieran los ciegos, tullidos y desamparados. Y por otra parte, siempre los ha habido y probablemente en el futuro seguirán poblando la faz de la tierra.
Pensaba en Sirena, claro pensaba, solo podía tocarla, no verla. E imaginaba en su mente sin imágenes o imágenes que él inventaba. Veía a una princesa perfecta, como las de sus historias. Con sutil belleza, con riquezas, con porte de diosa, y luego se veía a él mismo. Razonaba y llegaba a la conclusión de que no llegaba ni siquiera a bufón para esa aristócrata. Y una lágrima rodó por su ojo izquierdo. No llegaba a percibir el mundo, pero le daba rabia ser un súbdito de segunda, tercera o, que más da, de última fila. Y se preguntaba que si el había hecho algo, sino nacer ciego.
De todas formas, lamentarse era estéril, debía encontrar la manera de progresar, de ser alguien. De… merecer a alguien como Sirena.
Decidió irse a la cueva, ya nadie le daría limosna. Y allí en la roca estaría más fresquito. Cuando se dirigía allí alguien le llamó. ¡Chist! ¡Tristán!
-Sirena ¿Eres tú?
- Si ven aquí, por la derecha.
-¿Por qué estás tan misteriosa?
-Necesito que no nos vean, sígueme.
Ella misma lo condujo a la cueva donde se vieron aquel día de tormenta. Y cuando se vio segura y a solas con Tristán, empezó a hablar y no paraba. Le contaba que pronto le enseñarían a coser y que tendría mucha labor, pues la aldea era famosa por sus costuras. Y que entonces no dependería tanto de su padre y podría seguir rechazando a los presuntuosos pretendientes que la trababan como una mercancía y no como una mujer.
-Oye le dijo Tristán, no se si te he contado que mi madre era muy buena costurera…
Ella pareció no oírle y le seguía relatando que le buscaría donde fuera a él mismo, Tristán, alguna ocupación en la que pudiera desarrollar sus habilidades.
-Podría educarte más y mejor y ser un buen maestro.
-Oye Sirena, para, para un poco. Que me parece que te han dado de comer la lengua de un gato. Y luego te han metido una docena de pájaros en la cabeza. Pues ten cuidado, no sea que el gato se coma a los doce pájaros de un bocado, ahora que no tiene lengua y sólo te quede la lengua y ni pájaros ni fantasías.
-¡Hombre! vengo a animarte, a animarme yo y me vienes con esas.
- No sé, discúlpame, tu estás en un momento de alegría, y yo estoy en una situación entre realista y quizás un poco pesimista.



- A mi me parece que debemos dejarnos de fantasías y realidades y hacer realidad, aunque sea este rato que estamos juntos, nuestros pequeños sueños. Oye Tristán me cuentas uno de tus relatos…
-No sé, no sé, ¿Sabes? Haces conmigo lo que quieres. ¡Como te aprovechas de un pobre ciego!
-No te hagas el interesante y cuéntame las mil y una noches, o algo así.
-Así que te apetece algo exótico y lejano…
“Un día, hace mucho, mucho tiempo, en pleno desierto había un Emir que gobernaba en un reino árido. Estaba salpicado de una docena de oasis que compensaban la sequía que por doquier se respiraba. Había algunos pueblos, pero la vida se desarrollaba en la ciudad de Sakarak. Bien guarnecida tanto por una fortificación como por sus ejércitos. El Emir organizaba su gobierno rodeándose de ancianos sabios, consejeros doctos y de sus estrategas más competentes. Dicho gobernante era en grado sumo orgulloso. Su autoestima era grande, casi enfermiza.
Pero el emirato que regía era próspero y nadie le discutía su egolatría, pues era un buen dirigente. Y no tenían nada que reprocharle. Durante dos años vino tal sequía que los pozos de casi todos los oasis se secaron. Dejaron de manar y la carestía de agua la sintieron los cultivos, los ganados y como no los súbditos del Emir.
Se formó espontáneamente, sin auspicio del Emir, una comisión de sabios ancianos y consejeros. Buscaron soluciones por miedo a una revuelta popular. El alto dignatario estaba de caza y cuando volvió y vio que se habían tomado decisiones importantes sin su participación, montó en cólera. Exigió una reunión urgente del gobierno, funcionarios, sabios y militares.
En su habitación mascullaba castigos crueles y se recreaba a quienes habían osado creerse mejores que él. Cuanto más se acercaba a la sala de reuniones, más maduraba su venganza. Y cada vez imaginaba un castigo colectivo no cruel, en el momento. Pero todos, todos, lamentaría ese error de subestimarlo.
Y dictó el siguiente edicto:
“A partir de ahora todo el mundo llevará los ojos tapados. A nadie se le permitirá leer, escribir, ni aprender nada que no sea útil para la subsistencia. Y la transmisión de dichos saberes será oral. Nadie verá en lo sucesivo la luz del Sol. Únicamente el Emir, señor supremo del desierto y sus soldados les será permitido tener los ojos descubiertos. Para mayor seguridad del país.
Se ordena a todos los habitantes a aprender pronto a valerse sin ver. Porque el único que sabe, gobierna y decide es el Emir en jefe. Se disuelve el consejo de sabios y consejeros y se les prohíbe difundir sus saberes. Bajo pena de sacarles los ojos y cortarles la lengua.
¡Que el Dios todopoderoso Alá sea alabado!”
Entonces todos y no solo las mujeres, iban con una venda en los ojos. Los niños y niñas que nacían desde pequeños eran ciegos a la fuerza. Sólo el que mostraba aptitud para la vida militar estaba libre de la oscuridad forzada.
Ellos y el Emir. Se reconcomía de placer, mira que osar desafiar su sabiduría.
Los libros se enmohecían en las bibliotecas. Nadie sabía más de lo que se dejaba transmitir oralmente. Un niño que iba con los ojos vendados se tocó por encima de la venda. Notó así como si viera unas estrellitas. Le picó algo más que la curiosidad. Esa noche huyó de sus padres y de su casa. Cuando palpando se sintió fuera de la ciudad y lejos de la vigilancia de los soldados. Allí, en medio de la arena y en el frío de la noche, se arrancó la venda. No veía nada particular, solo unas estrellitas como las que vio al tocarse.
Pero notó más luz a su espalda. Se giró y le cegó una luna llena de un metro de diámetro, como sólo se puede ver en el desierto. Y vio las fortificaciones y las casas y se preguntó porque no se podían ver. Claro que no había notado todavía la luz del día.
Un día de mucho calor, aún más del habitual en el desierto. Todos se refugiaron en sus casas y Adhmed, que era el nombre del niño, huyó y fue aún más lejos. Se volvió a despojar de la venda. La luz le hirió de veras a los ojos. Se cayó de espaldas y trató de taparse y recibir ese inmenso haz de luz poco a poco.
Vio ante si el oasis próximo, el verdor, los camellos y las filas de dunas. Pero esto es increíble. ¿Por qué no nos deja el Emir contemplarlo?
El próximo desafío era ver los libros. Se introdujo forzando una puerta en una de las bibliotecas menos importantes. No entendía nada de lo que leía, pues obviamente no sabía leer.
Le encantaban los arabescos, y las decoraciones geométricas que adornaban las páginas. Casi ninguno tenía ilustraciones de figuras humanas, pues el Corán los prohíbe. Pero había un ejemplar de las mil y una noches, que algún musulmán amante de dibujar había ilustrado profusamente.
Cada vez entendía menos porqué esto se ocultaba al mundo.
El Emir envejeció, y dejó como legado que su hijo mayor continuase con esta costumbre de privar a los súbditos el contemplar el mundo. Un día Adhmed vagaba a tientas por las almenas y llegó a la torre más alta. Allí un soldado que hacía guardia se había dormido. Él oía los ronquidos, y como sabía que dormía profundamente, se arriesgó a quitarse la venda.
Oía algo así como un rumor lejano y observó en la lejanía lo que parecía un ejército enemigo con manifiestas intenciones hostiles. Adhmed, sin darse cuenta de lo que hacía despertó al soldado. Este se vio en la tesitura de ejecutar a Adhmed, por estar con la venda quitada, primero y luego avisar a la defensa de la ciudad. Pero dudó sólo un instante y luego corrió a alertar a todos sus compañeros.
Adhmed vio que era un ejército inmenso y avisó personalmente al Emir. Le dijo, que aunque se enfureciera porque no llevara la venda, que dejara su orgullo de un lado, todos los soldados no podían contener la andanada que venía. Diles a todos los hombres, mujeres, viejos, jóvenes y niños, que se quiten la venda y que defiendan esta bella ciudad. El Emir estaba atónito. Recibía lecciones de un niño de 11 años. Pero estaba muy claro, o le hacía caso o en 7 horas no quedaría en esta urbe, piedra sobre piedra.
Las murallas se cerraron y el mejor general del Emir urdió un plan bueno pero muy arriesgado. Los ciudadanos contendrían como pudieran a los enemigos y todo el ejército saldría por la parte opuesta a la de los invasores. Y una vez rodeados caería sobre ellos por su retaguardia.
Los ciudadanos contuvieron, con pocas bajas la embestida de los enfurecidos enemigos. Pues las fortificaciones eran más sólidas, que numerosos y agresivos los otros soldados. Cuando se retiraban contrariados, cayó sobre ellos el ejército del Emir. Los cogió completamente por sorpresa. Se desperdigaron y fueron diezmados o hechos prisioneros en cuestión de minutos.
El Emir reflexionó y pidió perdón a su pueblo. Volvió a abrir las escuelas y se retiró dejando a su hijo. No sin antes romper públicamente su legado de perpetuar la ceguera artificial.
Adhmed fue nombrado consejero del nuevo Emir. Aprendió a leer y escribir. Y a solas pintaba cuadros de la Luna llena de los Oasis y ayudaba a los verdaderos ciegos para que pudieran valerse por si mismos.
Y lo único que en esa ciudad y el territorio quedó prohibido, fue la soberbia inútil”.
Y Sirena sonreía mirando al Sol caer. Tristán la sostenía en su regazo y se sentía el inútil más feliz del mundo. Pues a pesar de no valer (según él) para nada y no poder progresar como el deseaba. Tenía la mujer que cualquier hombre útil quisiera para él. Y se regañaba a si mismo, pensando que cualquier día se cansaría de él y de sus historias y no volvería a su lado.
Pero Sirena no estaba dispuesta a dejarle. Podría venir el mismo Rey a impedírselo y no lo conseguiría. Aún así le disgustaba que Tristán no cogiera toda la autoestima que merecía. Su pesimismo la entristecía y soñaba un futuro mejor para los dos.
Por primera vez se besaron mientras sus siluetas las perforaban rayos de oro. Los que Apolo les regalaba sin pedirles nada a cambio.
Puntos:
06-10-13 01:10 #11609636 -> 11608901
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Dos capítulos más para el fin de semana.

CAPÍTULO VI
LA VISITA DEL CONDE DE ALFAGORMA

Al día siguiente, Tristán se encaminaba a mendigar a la Plaza. Alguien se Interpuso en su camino. También detuvieron a otros pobres que salían de la cueva.
¡No podéis ir a la aldea! Les dijo un alguacil. ¿Por qué? Protestaba un hombre que tenía que ayudarse con muletas para andar.
La respuesta fue categórica: Va a visitarnos un conde y a las personas de ese estamento no les agradan los pordioseros en nuestra bonita plaza. Así que quedaos en la cueva, id por el campo o haced lo que os plazca. Pero de pasar a la aldea, olvidadlo por cinco días. Si no, obraremos en consecuencia. Os aseguro que si veo a alguno allí lo lamentará todo lo que le quede de existencia.
¡Cinco días! Tristán se sublevó interiormente. Si llevaba dos ya sin poder apenas comer. Pensaba esto mientras su estómago rugía protestando como si se hubiera enterado de la mala nueva. El no podía ir al campo a buscar alimento, no veía y no sabía donde encontrarlo. A Sirena aunque la viera, su orgullo le impediría pedirle de comer.
Si podía pedirle ayuda a sus compañeros. Pero ¡Ay! Cuando se le ocurrió esto, todos se habían ido ya. Bien al campo a buscar alimentos o a otras aldeas próximas a mendigar. En lugar de su propia aldea, ahora vetada a la limosna.
Sabía, eso sí, ir al camino del arroyo. Lo siguió y bebió solo agua. Y cavilaba: ¡Maldita mi ceguera! Soy el hombre más ridículo del mundo. Durante siete días, sólo beberé agua. Y luego estaré tan débil que no podré mendigar. ¡Será el fin!
De repente vio mentalmente a Sirena, y se juró salir de esta y seguir como fuera en este mundo. Antes de perderla haría todo lo que su persona pudiera conseguir. Que era mucho aunque él no lo pensara así.
Se dijo, en esta época los ciegos no somos nada. Trabajaré para que en un futuro seamos, si no como los que tienes ojos, si casi como ellos. Su autoestima iba en aumento. Sirena la había desatado. Y se devanó los sesos para conseguir de alguna manera solucionar su problema de subsistencia.
Volvió Tristán a la cueva de su alojamiento. Estaba vacía pero sin nada. No quedaba ningún mendigo que hubiera dejado algunas migajas o algo. Tuvo una idea, ir a la cueva donde se veía con Sirena. En el camino quizás encontraría algo para comer. No sólo no encontró nada sino que su hambre iba en aumento. Le estaba entrando el gusanillo de la decepción.
Llegó a la cueva y se sentó en la piedra que los sustentaba a él y a Sirena. Oyó unos pasos y se asustó. Alguien entraba en la cueva. Cuando se encontró con él, la persona que entraba retrocedió también algo asustada. Luego al reconocerle, le dijo. ¡Hombre, Tristán no tengas miedo, soy Cástula! ¿Me recuerdas?
-Si mujer. Oye, no tendrás algo de comer, es que…
Si chiquillo aquí traigo algo, me lo iba a comer yo sola, pero tengo más en otra guarida. Toma un poco de queso, y una pata de liebre, asada con un poco tomillo. ¡Ah! Y un pequeño cantero de pan.
Cástula, que era un alma de Dios, le dio todo lo que llevaba. Él le dijo, tú también puedes comer, esto es mucho para uno solo. Ella también tenía ganas, pero al verlo tan presuroso en el comer, adivinó como lo estaba pasando. Le recordaba, aunque no físicamente a su hijo. Cuando ella le llevaba de comer a la prisión y devoraba todo agradecido. Mientras ella pudiera ayudaría a Tristán. Y a todo el que lo necesitara. Ella necesitaba poco alimento, aunque brava, era una mujer menuda y acostumbrada a la vida espartana.
-Muchas gracias, Cástula, te tengo que agradecer tantas cosas… Oye como podía pagarte todo esto. No, no me refiero a dinero, porque hace unas semanas que mi bolsa, es eso una bolsa sin nada dentro.
-Tristán no tienes porque darme nada. Aunque… sí, tu antes contabas historias en la plaza. No se como dejaste de hacerlo. Quisiera que me recordaras una de ellas. Cuando la oí recordé a Andrés y a este mundo canalla. Bueno el mundo no tiene la culpa son más bien las malas personas que lo rigen.
Era algo de un padre y unos hijos. Estos reñían y se enfadaban al mínimo gesto de provocación del otro.
¡Ah! Dijo Tristán, si la recuerdo. Quieres que te la narre, entera.
-Sí así podrás pagarme con algo, si es que lo deseas.
Bien, érase una vez una familia formada por un padre y sus dos hijos. La madre había muerto en el parto de los dos. Eran gemelos, tan parecidos como los dos ojos negros de la madre. Que ahora eran cuatro, pues eran el vivo retrato de su madre. Rubios, con ojos oscuros y muy fuertes, como su padre. Tan iguales, y tan diferentes. Ya desde pequeños eran rivales. Su padre deseaba que un día terminara su disputa. Pues sufría mucho. Le recordaban a su mujer. Y de ella todo eran buenos recuerdos, eran iguales que ella menos en el carácter. Él tampoco era así, parece ser que un bisabuelo que también tenía un hermano gemelo tenía el mismo problema.
Pero se resistía a que la herencia de los bisabuelos gemelos le dejaran dos hijos enemigos.
Entraron en la adolescencia y sus disputas llegaban en algunos casos a mutuas agresiones. Incluso públicamente fueron amonestados por el corregidor de la villa. Cuando su padre cariñosamente les sugería que se llevaran mejor, ellos le reprochaban que no hubiera cuidado de su madre y que hubieran crecido sin el calor de quien les dio la vida.
Cuando maduraron, paradójicamente eran dos personas muy eficientes en sus oficios. Uno como herrero y el otro como carretero. Pero aunque los dos oficios podían ser complementarios. El uno trabajaba con otros herreros y el otro con otros carreteros.
Perdona dijo Cástula, que te interrumpa. Esto me recuerda y me dirás que soy una pesada, a la cantidad de gente que en otras religiones y en la nuestra que quieren el bien (incluso lo hacen) y luego con otras personas que como Dios, Alá o Jehová o como quiera que lo llamemos, son hermanos, les achacamos maldades, por creernos siempre en posesión de la verdad.
Siguió Tristán:
Sabes, Cástula, si contáramos las historias juntos, yo con mi imaginación y tú con tu sinceridad y total buena fe. Quizás no sería yo el pobre ni tú la fugitiva. Tendríamos dinero, porque con tu buen corazón atraerías a los que pagarían y que no se asustarían de un ciego visionario. ¿Has oído, ciego visionario? No hay peor paradoja.
Tristán, no te maltrates. Si tú dejaste de contar historias fue porque quisiste. En tu crítica interior subyace un sentimiento de superioridad que posees y que nadie te quitará, ni siquiera tú mismo. No conozco tu linaje pero aunque ciego creo que tienes dote de líder o de guiar a líderes. Tu sabiduría es mayor que la de muchos monjes que lo han leído prácticamente todo. Si tú pudieras oír esos libros, serías el más sabio. Míralo así, si tu actitud es superior, tus metas serán más grandes.
-Sí, en realidad soy un llorón. Me quejo, me quejo y me quejo. Realmente no hago nada para salir de mi situación. Yo quiero saber más. Mi madre, mi padre y mi abuelo me contaron todo lo que ellos sabían. Y lo que les habían enseñado. No me enseñaron a leer porque con las manos no se puede leer, ni con la nariz, ni con la lengua. Oír si puedo oírlo todo. Bueno creo que tienes razón, incluso puedo intentar volver a contar historias. Por cierto, tengo una a mitad de contarte. Y siguió con su cuento:
El padre envejeció y sentía próxima la fecha de su muerte. Los hijos habían formado sus familias, y paradójicamente tampoco entendían ni sus mujeres, ni sus hijos la enemistad de los hermanos. Los primos hermanos eran inseparables y concretamente dos de ellos que se parecían mucho a sus padres, eran como uña y carne.
Las cuñadas eran también eran muy amigas. Un día, el herrero iba por la calle y vio un incendio y supo que era en el taller de su hermano. El odio no pudo con el instinto familiar y arriesgando su vida pasó por las llamas y vigas cayendo. Rescató a su hermano que estaba atrapado por una pierna con un madero. Lo sacó y luego, incluso con esa pierna fracturada los dos se abrazaron.
Desde aquél día no volvieron a reñir. Trabajaban juntos. Y su padre bendijo lo que hubiera ocasionado el incendio. No hay mal que por bien no venga. Hacían los mejores carros, herrajes y demás elementos de construcción de madera y hierro.
Su padre murió, feliz por ver a sus hijos reconciliados. Y las familias de ambos también fueron felices, después de llorar por la muerte del patriarca.
Fueron un ejemplo de lo que puede remediarse y se remedió. Un canto al amor fraternal y al reconocimiento de los errores. El fuego que los unió no cesó jamás. E incluso fomentaron que nadie en su entorno discutiera inútilmente.
Cástula hizo rodar una lágrima por una mejilla que Tristán notó al acariciar su rostro. ¿Por qué lloras? Cástula dijo: No puedo dejar de olvidar cuantos hermanos, no de sangre, sino de naturaleza humana, se maltratan unos a otros. A mi hijo Andrés le gustaba que todos fuéramos hermanos y bien avenidos. Hermanos todos los hombres, sin distinción por raza, religión o pensamiento.
Y lo mataron, ahora podría ser un hombre maduro, y con una familia. Yo podría haber visto algún nieto o nieta con un corazón como el suyo.
Tristán la dejó hablar, y no la interrumpió. Cuando se desahogó, Cástula le dijo a Tristán que viniese a la cueva durante esos días, que ella le traería algo de comer. Él, tragándose su absurdo orgullo le dijo que estaba de acuerdo pero que él la compensaría cuando pasaran esos días de penuria.
Tristán volvió a su cueva. Todos se quejaban. Los que podían desplazarse no compensaban sus pocos ingresos con tanto caminar. Los que no podían hacerlo buscaban alimentarse de raíces o su alguno les cedía un poco de lo que había conseguido. Tristán se acurrucó en su rincón y durmió. Un compañero le dijo que si necesitaba algo. Él le contestó, ¡Gracias! Sólo necesito dormir un poco.
Puntos:
06-10-13 01:12 #11609639 -> 11609636
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPÍTULO VII
LA AUSENCIA DE SIRENA

Luego de dejar el Noble Señor la aldea, Tristán vuelve a mendigar. Ahora le va mejor, cuenta alguna de las historias, más breves, para que la gente no se aburra. Come regularmente, debido a que los miércoles se arremolinan decenas de aldeanos ociosos y ociosas, a escuchar sus relatos. Además dejaba que le preguntaran y orientaran de alguna manera las enseñanzas de sus cuentos. Y dejaban buenas limosnas. Él se preguntaba que cuanto duraría esto, pero le hacía parecer alguien más importante. Tenía algo más que monedas, ¡era casi un salario!
Al miércoles que hacía el tercero, se dio cuenta de que casi hacía un mes que no había oído a Sirena. Alguien le dio en la espalda. Era Cástula ¿Cómo estás Tristán?
-Hola Cástula. Oye sabes algo de esa chiquilla que estaba en el puesto de fruta y a veces ha hablado conmigo.
-Tristán, no ves con los ojos, pero parece que adivinas, de eso venía a hablarte.
-Cuéntame, de verdad, la echo mucho de menos.
-Algunos amigos qua aún me quedan por aquí, me han dicho que su padre no quiere que ella siga más tiempo soltera. Que se le habían llenado la cabeza de pájaros, con hacer la vida por su cuenta.
El noble que llegó recibió al frutero, como a otros hombres pudientes de la aldea. Le planteó la rebeldía de su hija y le recomendó a otro Señor cuya mujer necesitaba una ayuda de cámara, pues la dueña que le asistía murió hacía unos días. Lo agradecería mucho, pues la esposa del noble era muy joven y otra mujer joven le haría mucha compañía.
Además estaba en su castillo, y allí salían y entraban buenos partidos para su hija y no tardaría en hallar esposo, si no por su voluntad, por la de su señor o su señora.
-Tristán se quedó paralizado. Y le contestó a Cástula: -Y no la veo porque ya se ha ido o se la han llevado.
-No, su padre la ha castigado y no la deja salir, ella no quiere irse, sabe Dios porqué. Este lugar es poco para cualquiera y ella encontraría mejor futuro en una ciudad e incluso en una fortaleza señorial.
Tristán sospechaba que él era la causa de su rebeldía pero no podía aseverarlo y calló.
-¿Cuando se irá? ¿Lo sabes?
-En unas dos semanas salen unos correos hacía allí, a ese castillo del Señor de Delgumia, donde iría Sirena a servir, se encaminaría hacia ese lugar con ellos.
-¿Y no hay posibilidad de que pueda hablar con ella?
-No sé, ya no recibe ni a los pretendientes, su padre ahora está convencido de que los habrá mejores en el castillo.
A la semana siguiente precisamente su gran día, el miércoles, Tristán se levantó con un gran vacío mental, pues hambre no pasaba desde hacía tiempo.
Ese día sus espectadores estaban un poco decepcionados. Despachó la historia en quince minutos y no escuchó las preguntas. Luego se retiró a su rincón de siempre a la plaza.
Oyó unos pasos y sólo al sentir un aroma que le era familiar le dio escalofrío. Era Sirena, estaba seguro.
-¿Sirena?
-Si soy yo Tristán, oye esta tarde nos veremos. Tengo algo que decirte. Donde siempre ¿Vale? No puedo entretenerme ¡Adiós!
Tristán estaba confundido, seguro que esta tarde se despediría de Sirena. Era normal, hasta cierto punto. Su amiga hubiera dejado de serlo, ahora o poco después. Un ciego no entra en los planes de ningún padre para su hija. Y menos de un hombre relativamente adinerado, como ese frutero. Quería que esa tarde durara siempre. Sin embargo al atardecer debería volver Sirena a su casa.
Tristán fue puntual, bueno a decir verdad estaba en la cueva dos horas antes de lo convenido, incluso a pesar de lo que suponía su ceguera, limpió como pudo la gruta y se arregló la ropa adecuadamente.
Entró en su refugio Sirena con gran cautela. Miró varias veces hacia atrás por si alguien la seguía o la vigilaba. Abrazó a Tristán antes de decirle nada. Se besaron y Tristán sintió en su cara que se confundían las lágrimas de los dos.
El consiguió serenarse, pero su compañera seguía gimiendo y enviando lágrimas por toda su cara. Hablaba al tiempo compungida: - Sabes Tristán, me obligan a marcharme de la aldea, me espera una vida nueva pero sin mi gente. De camarera en un castillo. Es injusto, yo quiero quedarme. Si fuera un joven en lugar de una jovencita, ni me obligarían, ni tendría fijada una edad para casarme. Además, dicen que casarse es por amor, o al menos eso debería ser. Y ¡Que diantre! Yo ahora no quiero tener un marido que no deseo. Tristán, soy apenas una niña. Tú me comprendes, sí eres el único hombre que me entiende…
-Sirena, cálmate, todo lo que dices puede que sea verdad. Pero el mundo esta hecho así. Me dolerá mucho el no tenerte cerca. Sin embargo tu futuro será el que quizá envidian las mujeres de cualquier aldea. En el castillo serás una dama. Aunque sirvas a la Señora. Tendrás a tu vez sirvientes. Y que me dices de los buenos mozos que te cortejarán (Tristán se sorprendía de decir el mismo estas cosas) Aquí en los alrededores no los hay de tanta categoría. Con el tiempo te alegrarás de lo que te obliga a hacer tu padre. (Esto lo dijo casi mordiéndose la lengua).
Sirena se calló y no añadió nada a esas palabras. Tristán le animó. Y dijo que esa tarde le contaría algunas historias. Trataría de que fueran alegres, pues su despedida debía tener más sonrisas que lágrimas.
Puntos:
06-10-13 01:14 #11609640 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Podéis intercalar comentarios, que no sea un monólogo solo de mi obra.
Gracias a quien se pase y lea.
Al-Hakam
Puntos:
07-10-13 16:00 #11611250 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPITULO VII
UNA HISTORIA MUY PECULIAR

Tristán empezó su pequeña sesión privada de Historias. Elevó sus ojos y parecía que viera algo enfrente suyo. Y comenzó su relato.
Mira Sirena este es un cuento que nunca creí que contaría con agrado. Me explico, este relato refiere una tierra desconocida, solo unos pocos lograron franquear sus fronteras. Se encontraba en una altiplanicie, rodeada de un macizo montañoso de enormes dimensiones. Tan alto que nadie sospechaba que en medio de él estuviera un país, que si aislado, no era ni mucho menos desdeñable su conocimiento.
-Tristán, me tienes en ascuas, dime de una vez que pasaba allí.
-Sí, ya te cuento, pero sigue así, recostada en mi regazo. Sentiré mucho que te vayas.
-¿Quieres decirme que ocurría en la altiplanicie, pesado?
Era una tierra como digo peculiar. Sin vecinos, ni visitantes, con pocos habitantes y una forma de vida algo atípica. Digamos, casi sorprendente. Sí, Sirena, allí, aunque había dinero y mercancías, nadie deseaba la riqueza. Las personas que menos necesitaban o que aunque poseían, lo compartían todo, eran las más normales. Ser pobre o no acumular bienes era un signo de distinción.
El ser rico o avaro estaba muy mal visto. Se puede decir que se consideraba una especie de enfermedad o de locura.
Cuando alguien tenía bienes en exceso y no los compartía, era aislado y repudiado. Algunos no podían evitarlo, querían poseen aún a costa de ser condenados al ostracismo.
Los niños no tenían juguetes propios. Todos jugaban con lo que tenían a mano y rara vez discutían. Si lo hacían era por las reglas del juego, no por la posesión de los útiles de diversión. Y cuando un niño se ponía en plan posesivo se le reprendía y se le hacía ver que eso estaba mal.
El mando de esa ciudad era rotativo. El que demostraba vivir en armonía y conseguía que sus bienes no lo atraparan sino que el control sobre lo material era total y desinteresado. Esos eran candidatos a dirigentes. No me atrevería a llamarlos así, eran administradores y controladores del orden. Había pocos litigios y los que había contaban con normas precisas autootorgadas tiempo atrás.
No pagaban impuestos. Simplemente ponían al servicio de quienes administraban, lo que cada cual tenía de excedente. Así se beneficiaban los que tenían menos y todas las infraestructuras urbanas. Edificios públicos, actividades culturales, eventos de entretenimiento y sobre todo literarias, pues la lectura era muy del agrado de casi todos los habitantes. Poseían varias bibliotecas, muy bien surtidas.
Sí, Sirena, eran más ricos en cultura que en dinero. El dinero era lo que siempre debió ser, una medida, no una carga. Vivían con el dinero, no para el dinero.
Aunque eran humanos y como ya he dicho algunos tenían avaricia, pero no se recompensaba como en casi todos lados, sino con rechazo y antipatía. Y era inútil acaparar. No tenía sentido. Nadie se dejaba sobornar, ni se sentía tentado a ponerse del lado de los ricos. Pues sabían que el dinero es un acuerdo para intercambiar, no para dominar.
Un día llegó allí un mercader. Entró y estuvo unos días viviendo entre estos habitantes singulares, a la par que felices. Intentó que fueran avariciosos, que codiciaran sus mercancías, que suspiraran por la abundancia. Fue inútil, nadie le hizo caso. Y fue al revés, se fue convenciendo de que quizás ese era el camino. Volvió a su casa y fue pregonando por donde negociaba que existía un lugar en que todos eran felices, sin tener mucho, aunque no había miseria. Acabó pobre y solo. Le tenían por loco. Como pudo buscó la altiplanicie y pidió asilo allí. Le concedieron la ciudadanía, perdonándoles sus tentativas de corromperlos. Pues no eran rencorosos y fue Feliz y todos lo fueron. Menos los avaros, esos ya tenían su recompensa.
-Tristán no se de donde sacas esos relatos.
-Sirena no sé, pero mi cabeza a tu lado inventaría la luz aunque no la sienta ni la vea.
Sirena dejó escapar una lágrima y se quedó callada. Tristán dijo: -Tu silencio me hace que te cuente otra historia. Y tocándole la cara dijo: -Llora y yo lloraré también, hoy será un día Triste. Pero déjame que te ilumine la cara con una sonrisa. Te relataré el cuento más bonito del Universo.
Y Sirena sonrió por adelantado.
Tristán aseveró: Pero antes de la historia definitiva, me viene a la cabeza una fábula curiosa: -Había en un prado, al lado de un arroyo, varios hormigueros. La primavera empezaba a desperezarse y las hormigas que estaban encerradas todo el invierno se disponían a emerger como la vida lo hacía a su alrededor.
Como previsoras de los rigores invernales estos insectos no sólo acumulaban comida, también taponaban la salida de sus guaridas. Varias de las hormigas soldado, más fuertes deshacían la frontera entre la luz del día y las demás hormigas.
Pronto el prado verde y entremezclado de color tierra, se vio sombreado de puntitos negros, que se afanaban en aprovisionarse para la próxima estación fría.
Nos centraremos en dos hormiguitas de dos hormigueros diferentes. Y primero en una de ellas. Al alba era conducida por las hormigas soldado, con sus compañeras al bosque. Lo alcanzaban por un sendero prefijado de antemano. Allí entre los árboles recogían frutos caídos, insectos muertos y algo de carroña animal.
A nuestra amiga, para empezar, no le gustaba madrugar. Nunca, ni tan solo un día (pues las hormigas no tienen días de fiesta) le permitían recrearse en su rincón de descanso, siquiera cinco minutos. Ella se hacía la remolona. Pero si al primer aviso de los sargentos hormiga no se respondía. Al segundo quien no se levantaba lo arrastraban a la fuerza.
Le repateaba que los demás animales se divirtieran y no se preocuparan en exceso de su alimento. Veía a los pajarillos todo el día cantando y en menos de diez segundos se comían unos cuantos mosquitos y seguían entonando. Los saltamontes haciendo honor a su nombre se encaramaban sobre sus patas y rebotaban contra el suelo volando por las alturas. Y así todos los demás. Incluso las cigarras, que parecían burlarse con su canto alegre.
Un día se rebeló y decidió no ir a trabajar. Se extravió del control de los soldados. Como contaban todas las que iban cada día y las que volvían, se dieron cuenta. Pero nuestra amiga se escondió con tal pericia que no la encontraron. En un hueco del hormiguero durmió hasta dos horas más. Después salió burlando a todos los vigilantes. Y saltándose todos los senderos se fue por la ribera del arroyo.
Disfrutaba del paisaje, el heno gigantesco, se encontró con una oruga y le saludó. ¿Qué hay oruguita? Esta no contestó, y murmuró: ¿Una hormiga holgazana? Donde iremos a parar. Y siguieron ambos su respectivo recorrido.
Se remojó las patas delanteras en el agua, y observaba a los animalejos en el interior. Las culebrillas, algunos pececillos, incluso algún renacuajo. Pero se alejó de ellos, pues podía haber sapos cerca que la engrulleran. Y caminó, y siguió caminando, sin necesidad de tener que transportar ningún peso. Comió unos frutos de un arbusto ribereño hasta hartarse. Tan alegre estaba que bailó al compás de un ruiseñor y los coros de algunas cigarras.
De pronto se dio cuenta de que le faltaba la luz. Nunca lo había notado en el exterior, siempre trabajaban con luz y volvían mucho antes del atardecer. Se sintió sola y aterrada, no veía sino puntitos de luz y una gran luminaria, pues había luna creciente, sin embargo una loma que hacía sombra convertía en tenebroso el lugar donde ahora andaba.
Tenía frío, hambre y miedo. Trató de volver a su homiguero, pero ¿Cómo? Estaba muy lejos. Y se preparó a morir de frío. No lo hizo y despertó con el alba, como siempre y sin remolonear, e intentó volver a casa.
Poco después encontró el hormiguero y un soldado la reconoció y la aprehendió y la llevó a presencia de la hormiga reina. La sentencia fue contundente por abandono de labores y extrañamiento por un día (que para las hormigas es más que para los hombres). La condenaron a trabajar en las entrañas de la madriguera abriendo nuevos almacenes. Ella era sana y reservaban este trabajo a los soldados viejos y hormigas enfermas y prontas a morir.
Lloró, imploró, pero su vida acabaría excavando y acarreando piedras. Es sorprendente, quienes nos dirigen ¿Buscan nuestro bien? Nos imponen esfuerzos y penurias. Nos niegan los placeres y el disfrutar de la vida. Ellos si pueden divertirse y se regocijan en su suerte. La hormiguita solo quería ser libre, al menos de vez en cuando.
No es que la vida sea injusta, los injustos son quienes se atribuyen la licencia de elegir por los demás. Oye Tristán, me he alegrado cuando ese insecto era libre. Pero me vuelvo a entristecer con su destino, que mascullo es como el mío.
Perdona, pero yo también me enrabieto con las decisiones impuestas y prefijadas, incluso sin consultar a los interesados. Pero espera, ahora viene la segunda parte de la historia con otra hormiguita.
Este otro insecto era una hormiga especial de otro hormiguero. Tenía metido en la cabeza que volaría algún día. Observaba a las abejas, los mosquitos incluso los pájaros y deseaba surcar el aire libre y altanera.
Ella si quería seguir trabajando, pero mientras lo hacia soñaba con levantarse del suelo al cielo y dominar desde allí toda la pradera. No sabía esta hormiguita que era de una raza que cuando había un temporal en primavera le salían alas y volaba.
Soñaba que nunca llegaría tan algo como aquel águila que solo era un punto en las alturas del firmamento. Se levantó por la mañana y se sintió extraña ¡Tenía alas! Y no era un sueño. Por la tarde se ennegreció el cielo, era primavera y muchas de sus congéneres con alas se dispusieron a partir a buscar alimento donde el agua no llegara.
Se dirigían a un altillo que había delante de la pradera. Sólo nuestra amiga se separó de la bandada un rato, más tarde las alcanzaría. Se creía una diosa y recorrió mucho espacio aéreo. Disfrutó como nunca y se regocijó que la naturaleza la hubiera dotado de alas y luego se reunió con sus colegas.
Llovió como nunca, un aguacero terrible. Parecía de noche y al día siguiente las alas se les cayeron. Lo lamentó la hormiguita pero su experiencia no la olvidaría. Había subido, se mantuvo sola y sintió el aire rozándole por todo su cuerpo.
-Así termina la fábula.
-Si Tristán, es muy bonita. Mira mis planes los han hecho por mí. ¿Tu que proyectos tienes?
-Seguir contando historias y viviendo de la caridad. Y recordar estos momentos contigo y los que viví con mi familia.
No sé si volveré a la aldea, pero ¿Cómo podríamos comunicarnos?
Por escrito es inútil, yo no puedo leer, ni ninguno de mis compañeros mendigos sabe leer ni escribir. Además en el caso de que alguien me lo pudiera leer, tenemos el riesgo de que intercepten la carta y que descubran que nos hablamos y no quiero que corras peligro de castigos por mí. Y no se si otra forma de comunicarnos, por algún mensajero. Pero yo no puedo pagar ningún correo.
Bien me queda la historia más bonita, así que prepárate a escucharla.
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07-10-13 16:02 #11611253 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPITULO VIII
LA DONCELLA Y EL REY

Esta historia de Tristán era muy amena y con su intríngulis, sus protagonistas una doncella y un Rey. Le gustaba particularmente este cuento, tanto que no lo había contado nunca y lo reservaba para una ocasión tan especial como la que le ocupaba.
Tristán agarró de la mano a Sirena, fuerte. Luego le acarició el pelo, y comenzó su relato: -Había un reino en donde no faltaba de nada, había cultivos productivos, pastos para sus ganados. Un comercio floreciente y su Rey que era ecuánime y recto. Sí, era como un pequeño rincón en donde merecía la pena vivir.
Sin embargo parece que cuando las cosas van tan bien el destino se empeña en torcerlas un poquito. Bien, ciertos reinos vecinos, no tan prósperos, quisieron entrar en guerra con este Rey y sus súbditos. No contaban con la certera diplomacia del monarca y éste consiguió reunir a todos sus posibles contrincantes que los amenazaban.
Los convenció para que no los atacaran, pero el cabecilla de los principales se guardó un as en la manga y dijo que pese a no entablar batalla, le impondrían más tarde ciertas condiciones para mantener la paz.
Existían en este reino mujeres célebres por su belleza y virtuosidad. Venían incluso de otras lejanas partes pretendientes a cortejarlas. Y a veces conseguían unirse con ellas, y bien se establecían en el reino o se marchaban a otro lugar. Una de ellas llamada Kisia, era particularmente bella. Pero un poco reticente a casarse, incluso había quien pensaba que terminaría en un convento. Se crío en Palacio, y era una de las servidoras de la madre del Rey, el cual había enviudado al poco de contraer matrimonio. Y estaba muy dolido por la pérdida de su joven esposa, no tuvieron tiempo de tener malos recuerdos y todo lo que de ella tenía eran momentos buenos. Incluso pensó en no volver a casarse, lo cual rompería la dinastía, pues era el único hijo que Dios concedió a sus padres.
A los pocos días de la reunión citada, se presentó el dicho jefezuelo de los beligerantes. Estaba presente Kisia, pues la reina madre no quiso perderse la reunión y necesitaba a su ayuda de cámara.
En ella pujaron el Rey pacífico y sus contrincantes, con el cabecilla de los rebeldes había un joven. Era tan apuesto como altanero, miraba a la gente como si tuvieran que disculparse ante él sólo por tener su presencia. Este digamos todavía chiquillo era el hijo mayor del Rey que encabezaba la liga contra El Rey bueno. No dejó de mirar a Kisia durante la reunión, que por otra parte no llegaba a ningún punto común. La guerra parecía inevitable. El Rey anfitrión dijo a los otros reyes que les alojaría durante unos días y seguirían hablando. Él quería la paz a toda costa.
Por medio de un criado del Rey déspota, llamado Sigisto, le llegó un mensaje a Kisia de parte del hijo. Llamado este Truso, le decía que su belleza era algo irreal y deseaba entrevistarse con ella para constatar que no había sido una ilusión y que la mujer que ahora anhelaba existía y podía mirar sus ojos claros. Kisia como no, había reparado en tan apuesto galán y le sorprendió esta dulzura en alguien que parecía tan orgulloso. No pensaba en su inocencia cuan dulces pueden ser los lobos para atraer a su presa.
Le devolvió el recado diciendo que iría a ver a tan lisonjero muchacho. Pero que fuera discreto, ella también lo sería. No estaría bien visto incluso sería sospechoso que se vieran el hijo de un rival de Rey con la sirvienta de la Madre del Mismo. Nuestro Rey, era llamado con el sobrenombre del “magnánimo”, siendo su nombre Pesisto II, pues su abuelo fue Pesisto I.
En el encuentro Truso colmó de cumplidos a la dama Kisia, incluso en un par de ocasiones quiso besarla. A esto se oponía la chiquilla que quería primero saber lo que pretendía Truso. Además se dio cuenta de que aunque muy bella era solo una sirvienta de la reina y estaba hablando con el hijo de un Rey. Entonces el mancebo, al verse sutilmente rechazado lanzó sus armas contra Kisia. Le dijo que la haría princesa y que sería en breve también reina, pues sus planes se trazaban para derrocar a su padre, al que veía débil ante Pesisto, conquistaría el reino de éste y luego sometería a los otros reinos, que aunque socios en la guerra, podrían suponer obstáculos a su ambición. Kisia trató de disimular su horror ante el panorama de destrucción y guerra que el chico le mostraba. Lo calmó y le prometió que pensaría sus propuestas y que en los días sucesivos volvería a verlo incluso para ganarse su confianza dejó que la abrazara.
Poco después la doncella estaba confusa, debía revelar los planes de Truso. ¿Callarse? La Reina madre la veía taciturna y poco comunicativa. Y en sus ojos verdes adivinó que tenía algo que la reconcomía por dentro. Sin más preámbulos, le preguntó, Kisia ¿Qué te pasa?
- Nada, bueno sí, me pasa algo, quizás nos puede pasar a todos, y no se si debo decirlo, bueno creo que debo contarlo, pero solo lo haré ante nuestro “magnánimo” Rey, y a solas. La Reina se quedó bloqueada e intentó sonsacar lo que sucedía o iba a suceder, pero Kisia no soltaría prenda a menos que la oyera en confianza el Rey.
- Bien, parece que la cosa es gravé, organizaré una entrevista secreta con el Rey.
Se reunieron en una dependencia del castillo solos el Rey y Kisia. Entonces el Rey le interrogó: - Kisia que quieres decirme que es tan importante para que necesites que solo lo oiga yo.
-Majestad, conocéis a Truso, el hijo de rey Sigisto.
-Ah ese mozalbete presuntuoso, si ¿a que viene en esta conversación?
-Las conversaciones de paz que tan bien lleváis, puede convertirlas en papel mojado, pretende traicionar a su padre y después de guerrear y someternos a todos, traicionar a sus aliados.
-Pero, eso es terrible, ¿Estás segura? Mira que si es una fantasía podemos dar a traste con todo el plan de pacificación.
-Mi Rey, yo podría incluso haber participado en él, pues Truso quería que yo fuera su princesa. No he podido traicionar a mi Rey aunque me ofrezcan todos los reinos de la Tierra. Vuestra madre y vos me habéis tratado siempre muy bien y no os daré la espalda jamás.
El Rey llamó a Sigisto a Capítulo. Le contó la confabulación y mandó llamar a su hijo, pues no daba crédito a lo que oía. Se confirmó la sospecha, pues Truso no estaba en su habitación y además faltaban otros caballeros de Sigisto. Entonces se enteró por sus espías de que se habían ido a reunir a los ejércitos aliados para invadir el Reino del “magnánimo”.
Sigisto montó en cólera, y mando que se enviaran con caballos de los más rápidos mensajeros a todos las guarniciones. Y ordenó detener a su hijo y a todos sus cómplices.
Sigisto se disculpó ante Pesisto II y entonces recapacitó sobre la historia de guerrear con alguien que le había salvado la vida. No merecería la pena luchar para que luego hubiera rencores y más luchas. Entonces Sigisto llamó a sus aliados y entre ellos y Pesisto II rubricaron un acuerdo, estarían todos los reinos en paz y además colaborarían para que la bonanza económica se extendiera estos territorios y fueran una comunidad próspera, donde la envidia y los enfrentamientos brillaran por su ausencia.
El Rey “magnánimo” llamó a Kisia, para agradecerle su colaboración. Mientras hablaban notó éste la delicada finura de su rostro, lo centelleante de sus ojos verdes, que parecían hipnotizarle, y su sencillez.
Pesisto II buscaba entonces cualquier excusa para que la doncella estuviera cerca de él. Un día le confesó a ella que la necesitaba, que estaba prendado de su elegancia. Ella se preguntó si pasaría a ser uno de los caprichos del Rey, es decir como simple amante.
El Rey insistía y ella se lo preguntó directamente, para negarse a renglón seguido si esa era su intención. Aunque cayera en desgracia, prefería una vida desdichada con honor, a una relativa dicha sin honra. El Rey, embelesado le dijo que él haría lo que ella quisiera, que desde que conoció a su desafortunada mujer, no sentía nada parecido. Incluso esto era más fuerte. Entonces ella le habló directamente de matrimonio. El estaba de acuerdo, pero debía refrendarlo el consejo de Estado, ya que ella era una plebeya.
No hubo el menor problema, el Rey adujo que en pago a sus confidencias que le salvaron el trono la nombraba notable del reino. Dejó pasar unas semanas y luego anunció su compromiso con ella. La boda se celebró con festejos por todo el reino, e invitó a los reyes de sus reinos vecinos, ahora aliados. Éstos colmaron de regalos a los nuevos esposos. Así estaba más cerca la posible descendencia que perpetuaría la dinastía. Y así termina una historia de una muchacha sencilla que renunció a ser princesa y luego consiguió ser reina. El ser leal tiene su premio, siempre, aunque no lo creamos…
-Tristán, no dejes que me vaya, necesito tus historias, tu compañía, tu apoyo.
-Sirena, que más querría yo que impedir tu marcha. Pero recapacita, ya te lo he dicho: ¿Qué porvenir te puede esperar aquí? Con un poco de suerte consentirías casarte con algún campesino adinerado, o con un comerciante acomodado y ¿Luego? Hijos y sueños sin realizar. Allí en el castillo tendrás más expectativas. Se me ocurre que allí puede haber gente de ciencia, trata de aprender a leer y escribir, y estudia libros y pensamientos. Por si luego volvieras y pudieras comunicármelos. ¿Ves? Ya estoy soñando con que vuelvas.
Sirena lloró y lloró, Tristán la abrazó y la besó en sus cabellos. Se despidieron como la tierra y una planta que arrancan de cuajo. No volvería a verla, quien sabe, durante años. O nunca, y Tristán se sumió en un estado de somnolencia que le duraría varios días. Incluso cuando estaba despierto respondía a todo normalmente, pero estaba como en otra parte.
Sirena a los cuatro días de este encuentro sería llevada al Castillo del Señor de Delgumia. Se separarían sin poder comunicarse de nuevo. Pero sus corazones seguirían en sintonía, por extraño que entonces pudiera parecer estaban hechos para quererse, no solo para ser amigos.
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07-10-13 16:44 #11611333 -> 11609639
Por:consenso

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Hoy he leído hasta el capítulo 4º, la vida en la aldea, luego continuaré a ver qué pasa con Sirena y Tristán. La historia de la isla de los marineros, me ha recordado a una entrega de Piratas del Caribe, cuando sus protagonistas solo podían tener un encuentro amoroso cada no sé cuantos años que él adoptaba forma humana o algo así, no tiene nada que ver, pero me lo ha recordado.
En otro momento avanzaré la lectura, un saludo.
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08-10-13 18:08 #11612899 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPITULO IX
UNA DESPEDIDA SIN ADIOS


El día transcurría como si no sucediera nada importante. Eso les parecía a casi todos. Pero había dos personas que en poco tiempo se separarían. No es correcto decir que no se habían dicho nada, pero cuando efectivamente el espacio se interpusiera entre ellos, no habría un último saludo, ni un abrazo, ni lágrimas, ni consuelo. Tristán no quiso ni siquiera ir a la aldea. Se quedó en la cueva, fuera, pensando en ese vacío que llenaría sus días, sus noches, y lo que más temía, su ánimo.
Sirena ahora no podía exteriorizar sus sentimientos. Cualquier cosa que hiciera en contra de las pretensiones de sus padres la condenaría a un matrimonio obligado en poco tiempo. Y aún consintiendo con irse, no se haría esperar que la persuadieran de vincularse a algún ocupante del castillo.
Ella sonreía cuando le hablaban, se tragaba todo lo que sentía: rabia, impotencia, dolor y decepción. Asentía a cuanto le decían, admitía consejos obvios, se resignaba a situaciones prefijadas en su comportamiento. Y le fastidiaba, aunque en parte también le fascinaba, tener que llevar un comportamiento protocolario determinado. En un castillo y con notables del reino no se podía comportar de cualquier manera. Por eso le llamaba la atención. Por fin tendría que estudiar y aprender algo, aunque fueran buenas maneras.
Su padre había divulgado la partida de su hija, como algo excepcional y fructífero. Pues ya se veía relacionado con la nobleza. No sabía que, entonces, el que era noble no se relacionaba con el pueblo llano. Y rara vez se confundían dichos estamentos. Si su hija se casaba sería con alguien como ella. Pues pese a que e su padre era un hombre adinerado, se necesitaba algo más que poder económico para que fuera considerado persona de alcurnia.
Y desde hacía algún tiempo, ni siquiera tenían en cuenta a ningún pretendiente. La partida de Sirena era no sólo inevitable, sino también meticulosamente preparada. Su padre prefirió que se fuera cuando el atardecer se confundía con la noche. No es que tuviera nada que esconder, pero no quería darle mucha publicidad al día de partida de su hija. Por entonces tuvieron noticia de que algunos maleantes acechaban los caminos. Así, si salían de noche no los verían salir de la aldea, y, es probable que ni siquiera esperaran que nadie viajara a esas horas. Para ello contrató a dos personas, un cochero que había viajado por todo el territorio del reino y un antiguo maleante que se hizo guardián de viajeros. De esta manera se aseguraba de que Sirena, su única hija abordara su futuro sin contratiempos.
A pesar de dar mucho bombo a la nueva situación en que estaría su hija, el día de la partida solo lo sabían, el padre, el cochero y el guardián. La misma Sirena solo lo supo unas horas antes. Fueron andando hasta las afueras, se subieron en la diligencia que los trasladaría al castillo y la noche hizo el resto.
El viaje fue oscuro, tenebroso e inquietante. Varias veces el vigilante intuyó la presencia de posibles asaltantes. En dichas ocasiones instó al cochero a espolear con las riendas a los cuadrúpedos que los transportaban. En una de ellas hubo hasta un disparo de arcabuz, que no conllevaba peligro, pues se hizo fuera de alcance. Era una muestra de rabia por no haber podido abordar el posible botín.
La llegada al castillo fue casi de madrugada, pero aún la oscuridad extendía su manto sobre el mundo. Hubo un pequeño problema, pues no los esperaban hasta dos días después, y los guardianes del castillo recelaban que fueran los auténticos viajeros. Luego de dos horas, cuando ya el día presentaba sus credenciales, ellos verificaron las suyas y se les admitió en la fortaleza.
La presentación fue muy rápida, el señor la miró con desdén, o quizás no quiso reparar, no le parecía alguien importante, sólo una sirvienta. La señora vio algo en los ojos de Sirena, una tristeza que le parecía familiar. Ya tenían algo en común. El señor como dijimos más arriba, era algo mayor que ella y la comunicación no era de momento muy fluida entre ellos. Además los problemas entre los distintos nobles y el Reino en general hacían que no le dedicara apenas tiempo. Apenas hablaron, Sirena y doña Servanda la Señora, pero las miradas hicieron que se aliaran con los ojos. En ello pensaba, en su soledad Sirena, ¿Cómo Tristán podía vivir sin adivinar cuanto escondía la dirección de nuestro sentido de la visión?
Sirena fue presentada a los Señores, y poco después sus conductores al castillo volvieron para transportar a nuevos viajeros. Ya en ese momento, fue cuando Sirena se sintió sola, muy sola, como si todo su entorno lo hubieran borrado de una vez. No veía a su madre, ni a su padre, ni a sus parientes, en especial a su tía, la que arropaba los encuentros con Tristán. Era curioso, en ese momento no pensó en él. Fue cuando le enseñaron su aposento cuando lo necesitó imperiosamente. Entonces si que estaba sola, entre muchos extraños, pero sola. Quería que la voz de Tristán la consolara como antes siempre lo hacía, tenía clara en su mente la imagen del ciego, de su mejor y quizás único amigo. Lloró, durante toda la noche siguiente, y aunque durmió algo, no descansó lo suficiente.
Ese día asimiló mecánicamente todos los quehaceres que tenía asignados. Y mientras colocaba la ropa de la Señora se acordó de una historia de Tristán. Era la siguiente:
-En el tiempo en el que el otoño se convierte en invierno había un hombre que entonces, siempre miraba hacia el Sur. ¿Qué tenía ese punto cardinal que lo atraía? Nada que no fuera sistemático y continuo en esa época. Vivía junto a un lago y estaba rodeado de zonas pantanosas, en las cuales durante la primavera y el verano aves de todo tipo se reproducían.
Cada temporada, se volvía su pelo más blanco, y su cara más triste. Observaba las aves y aunque seguía ocupándose de sus quehaceres, cuando faltaban del pantano, estaba como en otra parte y hacía las cosas automáticamente.
Curiosamente cuando regresaban una sonrisa se dibujaba y permanecía el tiempo que las aves estaban junto a él. Incluso las alimentaba y ellas eran cómplices de su alegría, pues no se asustaban de él. Acariciaba a patos, flamencos y otras aves.
Esta historia así, no tiene mucho de particular. El meollo hay que buscarlo muchos años atrás. Este hombre era una persona importante en su ciudad. Tanto que todos le pedían consejo. Su verdadero oficio era de sastre. Era, digamos el buen componedor de la villa. Aunque tenía sus jueces y otros funcionarios, su talento y sentido común asombraban a tales profesionales. Por lo que muchas sentencias tenían en cuenta a Sexto, que ese era su nombre.
Un buen día aconsejó a un Señor importante en un litigio y premio a su asesoramiento, este le dio un título de hidalguía. Un buen día, quizá un mal día, Regina apareció en su vida. Bueno para el no fue malo o bueno, fue “el día”. Surgió de entre la gente un día de mercado. El tenía unos veinticinco años, ella rondaba los dieciocho. Y ese verano dio el salto de ser apenas una niña a convertirse en toda una mujer. Sí Cuando las aves volvían al pantano era esa jovencita morena de ojos azules que encandiló y desconcertó a Sexto.
Él no tardó, con su buena expresión hablando, en atraer la atención de Regina. Sus padres se sentían muy halagados. Pues era alguien respetable. La vida era un romance continuado para la pareja. Y aunque los primeros tiempos dejó un poco de ser el hombre ecuánime y recto. Cuando se asentó la relación era si cabe más efectivo. Ella lo era todo para él, si vivía lo hacía por Regina, si pensaba era porque cifraba sus elucubraciones en ella y derivaba luego en un mejor juicio. Llegó a ser una pieza imprescindible en su vida.
Pero el destino les jugaba un mala pasada. Una noche de tormenta, con relámpagos que parecían mandados del mismo infierno, cayó un rayo en la ciudad. Y fue en casa de Regina. Se produjo un incendio voraz. Sexto cuando lo supo fue rápidamente y entre llamas sacó a Regina. Sus padres también los sacó, pero ya era demasiado tarde. Incluso su novia estaba casi sin respiración. Pero no sufrió quemaduras. No había otros parientes en la villa y los más cercanos habían emigrado a una región lejana.
Entonces se planteó que o bien se casara con Sexto, o fuera en busca de sus parientes. Y hubo un tercer problema, ella sintió que la vida ahora era para ella un regalo de Dios y pensó en ingresar en una orden monástica de contemplación. De momento prevaleció lo de marcharse con sus parientes, para que se le aclararan las ideas.
Sexto no comprendía nada, ni quería que nadie tratara de explicárselo. Se encerró en si mismo y ese otoño vio como emigraban las aves y su único y bello amor también se marchaba hacia el Sur.
Se transformó en la caricatura de sí mismo, no daba pie con bola en sus asesoramientos. Y acabó retirándose al campo y no quería hablar con nadie.
Pero el destino no podía ser tan cruel y cuando observaba a las aves volver al pantano, un silueta de lo que el creía un Ángel lo llamó por su nombre, bueno le dijo algo más familiar a él. Le llamó nubecita, y nadie más que Regina lo haría, el contestó que quien suplantaba a su amor definitivo. Y apareció ante sus ojos su amada, más bella incluso que el año pasado. Le dijo que maldito el tiempo que pasó sin él y que se casarían lo antes posible, pues aunque debía su vida a Dios, fue Sexto quien la sacó del fuego y la única persona que amaba de verdad una vez desaparecidos sus padres.
Hubo una boda por todo lo alto, pues uno de los protectores de Sexto costeó un banquete copioso. Y Resucitó el hombre bueno de antes y toda conversación que tenía con Regina era como una poesía nueva que inventaba para ella. Eran felices, muy felices, y así vieron juntos irse las aves y volver y retornar al sur y establecerse en el pantano de nuevo.
Al parecer Dios les hizo dichosos pero no les bendijo con ningún hijo. Cuando las aves un año se iban, Regina empezó a sentirse mal, y tuvo que ser trasladada a un hospital de una ciudad cercana. Su mal era raro, desconocido para los físicos de la comarca y aún de más allá. No volvió con vida a la ciudad. Su enfermedad terminó con la vuelta de las aves.
Sexto empezó a no confiar en nadie, ¿Por qué se la llevaron? Eran felices, y no era justo que para un ángel que dejan bajar del cielo se lo vuelvan a llevar. Siguió trabajando como Sastre, pero ya no era el brillante componedor, y se limito a tejer y recordar a Regina.
No se perdía ninguna ida y venida de las aves y esperaba que un año le devolvieran a su razón de ser, su esposa, su amante y su amiga. Así pasaron muchos años, tantos que cualquiera perdería la cuenta. Y cuidaba de las aves y envejecía, Sexto, pero no perdía la esperanza de que Regina estuviera a su lado.
Un día en que emigraban las aves, dijo a un amigo que se iría de viaje, que buscaría su destino. Salió hacia el pantano, era un anciano muy demacrado y débil. Nadie lo vio regresar, quizá se fue con las aves, que lo condujeron al cielo con Regina. Sirena lloró de nuevo al recordar que quizá no volvería a ver a Tristán, como Sexto a Regina. Y deseó no acordarse de historias tristes y que su amor le contara historias alegres y disparatadas. Terminó la jornada y se retiró. Se sintió como la última mujer de la tierra y decidió intentar sobreponerse, pues con lamentarse no ganaba nada.
Puntos:
08-10-13 18:14 #11612908 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Consenso, a partir de entonces es cuando empieza a tener más vidilla el relato, a partir del capítulo V comienza realmente la historia a desenvolverse. Si quieres dar cualquier opinión sera bienvenida y a quienes la den será analizada y tenida en cuenta.
Al-Hakam
Puntos:
09-10-13 13:51 #11613976 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPITULO X
TRISTÁN SOLO

Durante aproximadamente una semana Tristán estaba como noqueado. Comía poco, dormía mal, bueno, más bien se desvelaba pensando en dos cosas: en Sirena y en su soledad. Pero en el fondo era un luchador. Había pasado por otras crisis, no sabía si más o menos importantes que esta, pero su vida no podía acabarse por una gran contrariedad. Es más todo lo que hiciera en adelante, lo efectuaría pensando en Sirena. Toribio, ese compañero que tenía en la cueva lo ayudaba a sobreponerse, esa semana había luna llena. Obviamente Tristán no la veía, pero su “colega” le explicó que la luminaria presidía el cielo y que de un modo u otro tenía influencia sobre varias cosas, el agua, los animales e incluso los estados de ánimo. Tristán no la podía visualizar físicamente, pero interiormente tenía una idea mental de ella, quizás fue este astro quién le sugirió que siguiera hacia delante y que no parara. Se fueron a dormir, y esa fue la primera noche que concilió el sueño. Y quienquiera que gobierne el mundo de los sueños, le concedió soñar con Sirena y que estaban los dos juntos y felices.
Una sonrisa se dibujaba en los labios del ciego, por la mañana. Y Senén, otro mendigo le azuzó y le pidió que se levantara. Que ya llevaba muchos días sin mendigar y comiendo poco, que fuera a la plaza que ese día tocaba mercado y habría más gente dispuesta a ser generosa.
Tristán se incorporó inmediatamente, y aunque se dio cuenta de que Sirena ahora no estaba como en sus desvaríos oníricos, fue con otro talante a la plaza.
Era como en efecto dijo Senén, un día de mucha algarabía. Ya había terminado la época estival y las cosechas estaban en los graneros y en las bodegas. Ahora correspondía que el dinero generado de la venta de una parte no almacenada, circulara de una manera o de otra. Y Tristán se acurrucó en su sitio de la Plaza y anunció a voz en grito que se disponía a contar una historia, lo hacía acompañando su vocerío con una campanilla, que adquirió hacía poco tiempo.
También este sencillo instrumento le valía para avisar cuando alguien se acercaba para que no lo arrollara, pues su andar sin ver era algo torpe. Los acontecimientos pasados le sugirieron un cuento, más bien un desvarío que había inventado esos días de añoranza y desgana.
En la cueva se daba cuenta de lo que nos subordinamos los humanos al tiempo. Incluso como, aunque tiene medida, es en sí algo subjetivo. Algunas veces un instante es eterno y varias horas son un suspiro.
Se le ocurrió que podía personificar al tiempo en forma de caminante. Y contó lo que sigue: -A un día sigue otro, una cosecha prepara la próxima y os narraré la historia de un caminante llamado “Cronos”. Su caminar no era constante ni se sabía cuando empezó, tampoco se sospechaba si terminaría algún día. A veces daba la sensación de que caminaba muy deprisa, pero avanzaba poco. Otras con su andar lento y pausado recorría grandes distancias.
En aquel lugar la gente era feliz, no conocían medidas, ni el tiempo, ni el dinero, ni si uno era más alto, menos guapo o simplemente igual a otro. Es decir ni siquiera la medida de la equidad se la planteaban. Hasta un día en que el caminante se hospedó en la ciudad de la que hablamos.


La llegada del caminante, en principio no causó gran revuelo. Pero no sospechaban que la visita no era gratuita. Este andarín era muy importante, y había impuesto su ley en casi todas partes, ahora recorría cuantas tierras no le rendían tributo.
En un primer momento resultó hasta molesto. Se ponía al lado de alguna persona y si éste caminaba lento, él iba más rápido. Y al revés, con lo que empezó a no caer simpático. El colmo fue cuando enseñó a unos jóvenes que con sus pasos podían medirse cosas y cuanto tardaba en darlos. ¿Medida? Que es eso -le dijeron- ¿No sabéis medir? Pues en todas partes lo hacen partiendo de mis enseñanzas. Todo esta medido, el día, sucede a la noche regularmente. Al salir de la Ciudad hay un límite, el campo, luego el río. Y normalmente empleáis tiempo en recorrer unos y otros. ¿Tiempo? Y fueron cayendo en sus poderosas garras.
Aquello empezó a difundirse y los ciudadanos empezaron a medir. Sólo un anciano les advertía que aquello sería el fin de su felicidad. Tanto les importunaba que ante su insistencia, lo echaron de la ciudad. Ahora medían todo, la riqueza, la posición social, que antes ni se advertía ni se le daba importancia. Y efectivamente no sabían ya si estaban contentos o no, pues su afán era medir y contar el tiempo.
El anciano se alejaba con pena de su residencia de toda la vida. A su lado pasó el caminante y le dijo: -Por querer destruir mi dominio, dictamino que tu tiempo se acabe dentro de media hora. Se adentró en otro camino para seguir imponiendo medidas, y el anciano empezó a sentirse mal, y justo en el lapso que dijo el caminante su vida se extinguió. Pero entonces su espíritu era libre, y quizás el extraño personaje no consiguió su fin, pues liberó al anciano de cualquier medida, bueno tal vez no pues ahora era inmensamente feliz.
La historia fue recibida con admiración por los aldeanos y algún que otro forastero que se acercó al mercado de otras poblaciones cercanas. Además la recompensa fue muy generosa y se dio cuenta de la paradoja de la historia al verse solo contando las monedas.
Al llegar el vientecillo de la tarde, con el que volvía a la cueva, sintió de nuevo nostalgia de su compañera. Pero, una cosa lleva a la otra, le agarraron de la mano, y una voz conocida le habló. Tristán vamos a la cueva, tengo algo que decirte. Te ayudaré a caminar un poco más deprisa, y seré tus ojos y tu bastón.
Efectivamente Cástula, su otra “compañera” parecía que venía a ayudarle a superar su soledad. Pero ¿Qué tendría que decirle? Esperaba que no fuera nada malo, pues no estaba como para complicaciones.
Intuyó que no lo llevaba por el camino que él solía trazar, y pese a todo no preguntó. Una vez fuera de la aldea, le dijo que había arriesgado mucho al ir al pueblo y que ahora necesitaba su ayuda. Entonces la notó muy alterada, y cuando llegaron a la que el llamaba “Cueva de las historias” o “Cueva de Sirena”, trató de que se recuperara.
Pasó a explicarle lo sucedido: -Mira Tristán, no se como, ni porqué, pero estoy en peligro. Alguien en la aldea ha dicho que por el monte hay escondida una bruja, no creo que nadie me odie ahora hasta tal punto, pero está claro que si me encuentran, me prenderán.
Probablemente se trate de otra persona, pero si es más astuta que yo en ocultarse, me cazarán a mí. Y además con los antecedentes de mi Andrés, quizá vuelvan los fantasmas que siempre he tratado que no retornen. E incluso, también puede que ya hayan aparecido y sea yo la prófuga. No conozco a nadie más, necesito que me cobijes en esta cueva y me procures un poco de sustento, te lo pido por favor. No será mucho con unas migajas me conformo, pero te aseguro que en muchos años no me he sentido tan desamparada.
Tristán la abrazó y le dijo: -Todo lo tuyo es mío, tu misma me has ayudado y no has regateado en nada. Y conste que no lo hago por que tú me auxiliaras, procederé así porque eres buena y no mereces ni siquiera la inquietud que tienes ahora. Trataré de hacer lo que me pides, y aún más. Tranquila, nadie lo sospechará. Intentaremos inventar una clave para saber que quien llega soy yo. E incluso si tienes necesidad de irte cuando vuelvas también tendrás asignada una clave.
Si estás en peligro y abandonas la cueva, deja la piedra del centro con su ángulo mayor hacia la puerta. Y si ves que no puedes volver, coloca una rama encima de la entrada. Si llegó por fuera, daré tres golpes breves, dos largos y rascaré mi bastón en la entrada. Tú puedes hacer lo contrario rascar con algo, tres largos y dos cortos. Yo trataré de hacer algo, pero espero que si tienes que irte, puedas regresar.
No tengo amigos influyentes, y mi única amiga -nuestra amiga-, está con gente importante, pero lejos. Llorando Cástula besaba las manos de Tristán, él se dio cuenta de que aunque había sido una mujer muy fuerte durante toda su vida, hasta los muros mas gruesos llegan a agrietarse. Pues Cástula a su sufrimiento anterior, añadía ya unos cuantos años en sus carnes.
Dejó que durmiera en su regazo unas dos horas. Luego se despertó sobresaltada no conocía el lugar y Tristán la calmó. Además se dispuso a contarle una historia que le vino a la mente mientras ella dormía.
Ella, con la mirada perdida escuchaba al ciego. Pero cuando la historia empezaba a salir de los labios de Tristán se embelesó en escucharlo. –Érase un tribunal, que juzgaba a todos los del lugar que se acercaban pidiendo justicia. O que a propia iniciativa entendía de asuntos de orden público. Se tenía en el lugar al estrado por una institución justa y ecuánime. Llegaron a su competencia treinta marineros, se les acusaba de robar, bueno de intentar asaltar una nave del lugar. Una tormenta arrastró, presuntamente, a éstos, al barco digamos víctima y a un tercer barco que se hundió no identificado.
Había numerosos testigos, los asaltados, los lugareños, pues la tormenta se desarrolló cerca de la costa del lugar. El tribunal los condenó a muerte, pues con su actitud evitaron que el barco abordado y el desaparecido, se hubieran salvado de no intentar defenderse. También murieron en el asalto y la tormenta varios tripulantes. De ahí la condena.
Un portavoz de los condenados, pues el tribunal dejó que se les oyera, aún ya convictos, habló. Dijo que había un gran error, pues ellos eran del tercer barco, que los piratas quizás huyeron. El tribunal visto lo endeble de su argumento le ordenó callar y ratificaron la sentencia.
La verdad era esa, que ellos pertenecían al barco cuyos restos llegaron a la costa con ellos. El barco pirata no se hundió, huyó entre la confusión de la tormenta. Como llegaron los otros dos barcos y la bandera pirata fue a parar accidentalmente a las bodegas del barco de los reclusos, se presumió, que éste era el pirata y el tercer barco se hundió.
El justo Tribunal había cometido una injusticia. Y lo peor es que podría consumarse al día siguiente. Serían ahorcados en la plaza pública. Una pena ignominiosa, totalmente errónea. Los encarcelaron y el portavoz, que era el capitán de la nave, trató de urdir un plan de fuga. Nadie los mataría sin motivo.
Esperaron a la noche. Uno de ellos empezó a toser muy fuerte, por indicación del capitán. El carcelero se acercó y entonces el preso se empezó a retorcer en el suelo, sin parar de toser. El guardián, entro y el preso hábil en la lucha cuerpo a cuerpo lo inmovilizó lanzando sus piernas a su cuello. Debido a la presión no emitió ningún grito, al llevarlo al suelo, con un puñetazo lo dejó sin sentido. Se cambió las ropas con él, pues lo eligió el capitán por ser de un físico muy parecido. Vino el vigilante al oír el ruido, salió vestido de carcelero el condenado. Al ver en el suelo al supuesto preso le dijo que había tenido un ataque y que estaba sin sentido, pero vivo. El vigilante insistió en que lo asistieran, pues no podían ahorcar un enfermo. Entonces ello ayudo a los convictos, pues le dijo que comprobara su salud. Entró, ingenuo, y recibió un golpe maestro en los ángulos del cuello que le dejó en las mismas condiciones que pensaba verificar.
Una vez conseguidas las llaves de las celdas de los otros condenados, fueron liberados. Necesitaban salir del edificio de los calabozos, y tres guardias lo podían impedir. Además de avisar y que toda la guardia les impidiera huir.
Una vez más urdieron una trampa. El disfrazado de carcelero y otro con las ropas del centinela abatido se dirigieron a los dos que se apostaban en la entrada. Al tiempo que los abordaban les convencieron para que comprobaran una presunta situación irregular en un ala de los calabozos. El carcelero se quedó en la puerta y los centinelas acompañaron al que estaba dentro. El tercer vigilante estaba en la atalaya del calabozo. Bajó al oír ruido, y ese fue el más fácil de retener. Pues se sorprendieron mutuamente tres presos que iban a buscarlo y él al bajar de repente. Se pusieron a los lados tapándole uno la boca y otro inmovilizando sus brazos. El tercer preso le arrebató la espada y una daga que notó oculta. Mientras los otros dos iban a pasar al pasillo de los calabozos y recibieron dos golpes secos, certeros y no mortales. Los lanzaron dos presos duchos en el arte del golpeo. Quedaron fuera de combate. Cogieron sus ropas y de nuevo actuaron con ingenio. Treinta presos sueltos por el pueblo, podían despertar sospechas. Se hiceron escoltar por los tres “guardias” que ahora iban con ellos. A tres o cuatro alguaciles y algún curioso noctámbulo les decían que necesitaban confesarse e iban a ver a los monjes de una abadía cercana, para que aliviaran al ser muchos.
Efectivamente se dirigieron al convento, y lo superaron y abandonando las ropas los nuevos “vigilantes” huyeron todo lo lejos que pudieron.
La conmoción fue grande en el pueblo. El tribunal decía que eran convictos y ahora en rebeldía. Que serían ajusticiados allí donde fueran encontrados. Pero no habían huido sin rumbo. Fueron a ver al oficial real de la Marina de Guerra. Los amparó e inició las investigaciones sobre el posible error. Les aseguró que él mismo les ahorcaría si le habían hecho indagar ociosamente.
Volvió este dirigente de los mares reales y los treinta convictos. Investigaron y hallaron las pruebas que esgrimía el tribunal. La bandera pirata, ayudó que fuera peculiar pues no era una calavera con dos tibias, sino un esqueleto blandiendo una espada.
El proceso de investigación llevó a la conclusión de que el barco pirata que llevaba esa peculiar insignia fue apresado justo dos días después de la tormenta, un poco más al sur.
Y sin bandera, cobijados bajo otro pabellón falso. Se había dado la circunstancia de que las banderas cambiaron, por mor del viento, de un barco a otro recíprocamente.
El asunto era peliagudo. Se demostraba la inocencia de los reos. Y el error de un tribunal, hasta entonces infalible. Pero no podían perseverar en esa equivocación. Se les concedió la libertad. Los culpables serían juzgados por el Rey, por los crímenes en el pueblo y por otros más fruto de sus corsarias correrías.
Se fueron contentos los marineros a buscar otro barco donde seguir su honrado trabajo y quedaron reflexivos el pueblo y los jueces. No hay que juzgar sobre seguro y sobre todo las cosas algunas veces no son lo que parecen.
Cástula aplaudió a Tristán. Y le dijo: -Ojalá los tribunales fueran corregidos siempre que abusan. Pero no quería estar triste y alabó que esta historia acabara bien. Dejó a la mujer durmiendo en la Cueva y él se fue a su refugio para no despertar sospechas, pues sus mismos compañeros podían delatarlos por dinero. Dado que la necesidad algunas veces hace traidores a los mismos colegas.
Otro día que terminaba en la aldea, otro atardecer, una noche más. Y la seguridad de que Dios velaría por ellos, por Cástula, Tristán y los demás. Había cuarto menguante, y la luna acunaba a dos luceros en su regazo. La vida seguiría al día siguiente, pues nadie determinaba que el tiempo se detuviera.
Puntos:
09-10-13 17:34 #11614313 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Me has enganchado Al-Hakam, he llegado de un tirón hasta el capítulo VI y la verdad que me fastidia bastante que cuando parece comenzar una bonita pero difícil historia de amor, se plantee la separación de la pareja. Espero que Sirena y Tristán puedan idear algo para evitar la separación.

La figura de Cástula aún me desconcierta un poco, porque aunque se erige como la protectora, yo diría casi madre, de Tristán, no sé muy bien como puede ir adquiriendo un papel más decisivo en la historia. Ya te contaré. Por lo pronto muy buen relato, vaya sí. Gracias.
Puntos:
10-10-13 12:42 #11615400 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Ya se me está acabando la munición de la recámara del libro, tendré que empezar a escribir capítulos nuevos. Pero ya estoy haciendo funcionar la ruleta de la mente para darle más vivencias a mis personajes de ficción. Otro capítulo:

CAPITULO XI
EL CASTILLO NUEVA MORADA

Sirena se iba acostumbrando, con tintes de resignación, a su nueva residencia. Notaba que no era alguien importante, pero se sentía como respetable entre tanto noble, aunque ella fuera la última del escalafón.
La Señora del Castillo como se ha dicho pronto encontró en ella una confidente ideal. Dicha dama era joven, de unos dieciocho años. Su matrimonio, como casi todos los que había entre nobles, había sido de conveniencia. Aunque hubo un romance fugaz entre los dos señores, que se enfrío un poco cuando el matrimonio y los problemas políticos y militares distrajeron al marido. Él tenía cuarenta y cinco años, y su vida licenciosa le había permitido mantenerse soltero tanto tiempo. Hasta que su familia y los deberes dinásticos le forzaron a elegir esposa.
Servanda (Doña Servanda) era una mujer bella y astuta. Incluso supo como encauzar el que el Señor de Delgumia reparara en ella. Hizo que su padre organizara unos juegos con motivo de la fiesta de su señorío. E invitó a otros señores, pero el que importaba era Francisco señor de Delgumia. En los bailes siempre se las arreglaba Servanda para acabar hablando con Francisco.
Hizo, con argucias, que fuera campeón en varios de las competiciones y ella se encargaba de darle las recompensas. Poco a poco se encaprichó de la preciosa y buena Servanda. Tanto que no tardó ni dos meses en pedirla en matrimonio. Ella debió renunciar a los amores de un segundón de un pueblo vecino, buen muchacho y al que apreciaba. Pero se interponía en su ambición de regentar un señorío.
Pero la pasión no puede durar, si no se la alimenta, y el matrimonio cayó en una rutina que odiaba la señora. Sirena oía las quejas de ella, y a la vez callaba las suyas, pero un día Servanda le dijo que le gustaban los cuentos, pero que no sabía leer pues entonces no era signo de distinción acceder a la cultura y no le enseñaron. Sirena tampoco sabía leer, pero si había oído muchas historias de Tristán. Se lo comunicó a ella sin citar a Tristán, le dijo que en su aldea gustaban mucho de contar historias. Y que gustosa le contaría algunas.
Dado el estado de ánimo de ambas se cobijaron en las fantasías de Tristán esa tarde, poco apacible, pues unos nubarrones negros amenazaban con descargar las fuerzas de la naturaleza sobre el castillo y sus aledaños.
Sirena contó a su Señora la historia de los amantes ridículos. Érase una vez un par de amantes, Risso y Senza, pues eran italianos. Su amor era peculiar, quizá ridículo, como indica el nombre del relato. Se unieron porque Risso consultó a un quiromante y le indicó que la mujer de su vida estaba junto a un arroyo al día siguiente. Este visitó todos los arroyos y cada uno tenía varias mujeres, pero eligió a Senza porque le gustó más el paisaje de la citada corriente de agua.
Senza tampoco tenía mucha pasión por Risso pues era poco hablador y a veces mejor que no hablara. Pues decía muchas sandeces y era poco atento. Pero aún con solo contar con veinte años creía que se iba a quedar soltera y cuando le abordó Risso no se lo pensó dos veces.
Formaban una pareja digamos asimétrica. Ella hablaba por los codos, y también tenía su chispa. Pues era ocurrente y dicharachera. Un poco cotilla también lo era y gozaba con los espectáculos teatrales. Él callado, torpe y digamos encerrado en sí mismo. Nunca había pretendido amores con ninguna dama. Por lo que Senza era la única y lo sería, porque no tenía ganas de esforzarse en buscar a ninguna otra.
Contrajeron matrimonio a los dos años de relaciones. Antes ella había desentrañado todos los secretos de Risso, pero no porque él se los contara, sino que sonsacó a toda su familia y aquellos que no había averiguado, se los preguntó directamente.
Su afán por conocer todo su pasado le llevó a interrogar incluso a su confesor en el mismo confesonario. Obviamente el prelado no soltó prenda, pues le obligaba su ministerio.
A Risso le empezó a doler la cabeza de oír hablar a Senza. Era como si un pájaro carpintero le estuviera labrando la cabeza a picotazos. Porque era así la oía por todas partes, porque Senza, a la vez que locuaz, no paraba de moverse y la escuchaba desde todos los ángulos. Risso consultó a un amigo, y le dijo que si se podía hacer algo para callarla al menos una semana.
Este amigo, un pillastre de mucho cuidado le informó que conocía a una alquimista que le prepararía un brebaje para el silencio. No le informó que esta mujer era en realidad una bruja y podía tener problemas. No obstante, como Risso no se preocupaba mucho de las cosas le encargó dicha pócima. En dos días tuvo la mezcla.
Consiguió que Senza la bebiera, mezclándola con agua, pues era incolora. Al punto ésta quería hablar pero algo se lo impedía. Él le dijo que llamaría a un físico, el cual no era sino su amigo el pillastre, el cual le aconsejó que guardara silencio durante al menos semana y media.
Luego le pidió a Risso que le pagara por haberle conseguido el brebaje y por añadir media semana al silencio de su mujer. No regateó y cuando vio que había silencio, en principio lo alabó, pero luego no sabía que hacer pues también sufría viendo a su mujer callada.
Pero eso hizo que a él se le ocurriera que fueran a dormir antes y una vez juntitos en la cama gozaran de los juegos matrimoniales. Antes también se amaban, pero cada vez menos. Entonces Risso comprendió que los dos podían ser excelentes amantes y ella gozó tanto que después de vencer su mudez, hablaba menos y amaba más.
Nacieron después de un tiempo de amarse dos gemelos de su cariño. Niño y Niña. A ella la llamaron Isabella y a él Leonardo. Pero la naturaleza es caprichosa y el hablador era Leonardo, y la callada Isabella.
Siguieron su vida con sus extravagancias y sus cuitas. Pero nunca dejaron de callar un poco y amarse a continuación. Fueron felices y sus hijos también.
La Señora aplaudió la ocurrencia y rió como no lo había hecho hacía tiempo. Sirena se alegró con ella y lo celebraron durante toda la tarde comentando la historia.
Al día siguiente debían empezar las labores de Sirena y conocería a otros sirvientes del castillo. Incluso a cargos más importantes con lo que, al menos se encontraría, y debía saber como tratarlos.
El primero en conocer fue el, digamos, hombre de confianza del Señor. Se llamaba Alejandro, era su apariencia muy apropiada para su cargo. Un hombre de unos treinta y seis años, enjuto, con barba cuidada. Desconfiado, huraño y esquivo. Ideal para que un día cayeras en su lista negra y eliminarte de un plumazo, pensó Sirena.
Cuando se lo presentaron el miró de arriba abajo a la chiquilla. Con desprecio y autosuficiencia, no le concedió más de dos minutos. Y en este tiempo habló más con la dueña que indicó a la nueva asistenta de la señora.
Fue más agradable la segunda persona que conoció. El diplomático del castillo. Si era una especie de abogado, de componente, de intermediario, de poeta. No sé debía haber leído y estudiado mucho, pues daba gusto oírle. Leandro era su nombre, provenía de Alcalá por lo que su formación universitaria en esa ciudad sería lo más probable.
No era serio sino agradable, tampoco excesivamente dicharachero, directo y además, porqué no, Sirena pensó que era atractivo. Su edad, unos veintitrés años.
La siguiente fue alguien a quien deseo desde el principio agradar. Era la mujer que antes era la asistenta de la señora. Era muy mayor, de unos cincuenta y cuatro años. En esta época edad poco común para sobrevivir. Tenía el aire de nobleza que algunos villanos tenían. Orgullosa, y a la vez tratable. No quiso volver a la aldea, y cuentan que suplicó a la Señora permanecer en el castillo, y ella lo concedió, con una menor asignación pero en un puesto de supervisión de las lavanderas. Sénula era su nombre, muy raro y nadie, ni ella misma supo nunca porque lo llevaba.
Los demás del castillo, el Bufón “Escamillo” su apodo, pequeño, chispeante, y aunque enano parecía una personita pequeña, pues no era deforme. Las demás sirvientas, Rosana, Claudia, Penilla, Clara y Tula. El jefe de la guardia, al que llamaban por su apellido Camacho, era vasco y muy fuerte. Los soldados que patrullaban y defendían la aldea y el castillo los cambiaban cada cierto tiempo. Pues las guerras estaban a la orden del día, tanto a nivel nacional, internacional, como pequeñas escaramuzas entre señores rivales. Y los mercenarios se iban relevando de cuando en cuando. Solo Camacho permanecía como rector de la seguridad del castillo. También había alguien que podíamos de tildar de lo que entonces se denominaba “juglar”.
Consuelo se llamaba, raro, parecía un nombre de mujer, pero era un apelativo que le iba al pelo. Cuando cualquier persona importante tenía depresión, mal rato o simplemente un día malo, lo llamaban. Con sus cantos, su retórica, y algunos consejos que mezclaba en ambos era más relajante que las tisanas de Úrcula, la cocinera, bueno la jefa de las y los cocineros, mujer rechoncha, graciosa y vivaz.
Había cuatro pajes del señor, que lo acompañaban en sus viajes. Sístulo, Manuel, Alisio y Craso. El nombre de este último no era el suyo, se llamaba Segundo, pero Leandro lo rebautizó por su parecido con un personaje latino del antiguo imperio romano. Eran jóvenes y cuando pasaban largas temporadas en el castillo, cometían alguna que otra trastada. Las sirvientas y otras jóvenes no escapaban de sus requiebros, y se comentaba que eran unos conquistadores.
Otro personal como los carceleros, y otros responsables de la disciplina en el castillo no le fueron presentados. Prefería no conocerlos nunca. Aunque los vería cuando alguien cometiera alguna irregularidad y fuera llevado a los calabozos.
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10-10-13 16:49 #11615695 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Espero que este relato que tanto me recuerda a las mil y una noches, no se convierta en las mil y una siesta jajajaj, porque ya es la segunda que me rapta para dedicarla a su lectura.

Las hormigas, una parece un poco cigarra y la otra aunque comenzó recordándome al cuento de la tortuga que quería volar, al final resultó ser hormiga con alas presagiando lluvia.

La plebeya y el rey, bien podría representar el típico cuento de princesitas para niñas. Este tipo de relatos hoy en día queda un poco desfasado... claro que viendo a Felipe y la Leticia, no tanto.

La historia de Sexto "recordada" por Sirena, quizás un poco fuera de lugar, ha roto un poco el hilo de la historia principal.

La historia de Cronos me ha gustado mucho, breve y con un mensaje claro.

Y el hecho de que Cástula comience a formar parte importante de la historia principal, me ha hecho no disfrutar demasiado del Tribunal y ese extraño cambio de banderas en los barcos.

El capítulo XI lo dejo por si pones alguno más para la tercera de las mil y una siesta jajaja.

Menudo coco el tuyo Al-Hakam.
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10-10-13 23:11 #11624428 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Eeea este fin de semana voy de viaje, aunque si tengo un rato elaboraré unas cuantas ideas que tengo, pero para darles forma necesitaré un par de días. Pondré mañana el capítulo XII que ya estaba escrito y luego mandará el tiempo que pueda y le dedique al libro. Me anima que alguien lo siga y como dice la Biblia cuando iba a llover fuego del cielo Aunque sea solo uno el que lea el libro en atención a esa persona seguiré escribiendo ;-)
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11-10-13 12:10 #11624933 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPITULO XII
LOS COMPETIDORES DE TRISTÁN

Tranquilidad en la aldea. Incluso el mismo Tristán está más calmado. Quizás resignado a continuar llevando una vida solitaria. Al fin y al cabo no le quedaba más remedio. Sigue contando historias y el posible reencuentro con Sirena lo intuye cada vez más lejano e improbable. La Tía de la chica sigue yendo a verlo. Pero no puede traerle nuevas de ella, pues la comunicación con la fortaleza es nula. Hoy la mujer pariente de Sirena se queda oyendo la historia que tiene que contar Tristán. Es muy acorde con sus sentimientos, y es original. Pues aunque mezcla algunos retazos de otros relatos, la ha fabricado en un par de noches de insomnio. Es algo nuevo y hasta terapéutico, pues al final durmió tranquilo el segundo día.
“Damas y gentiles hombres”, -comenzó Tristán- “Voy a relatarles la fabulosa historia del Ladrón de Ilusiones”. Un día hace algún tiempo, en el reino de los Agraciados. Sí, en esa parte del mundo son felices. No se sabe porqué extraña razón allí todo es alegría, diversión, entretenimiento. Ocio constante, porque el trabajo no es trabajo. Cada cual hace lo que mejor sabe y lo que más le gusta. Y no obstante nunca pierden su ilusión. Bueno son sus ilusiones. Con ello avanzan y siguen contentos. No les falta riqueza, y, debido a su actitud, rara vez enferman. Pareciera que la naturaleza también estuviera risueña. Los pajarillos cantan melodías alegres y cadenciosas.
El nombre del reino de los agraciados no lo han puesto ellos. No son soberbios, pero tampoco demasiado aventureros. No hay fronteras visibles con otros reinos, pero algo o alguien los ha preservado de visitas que los importunen.
Por ejemplo, sería muy traumático que alguien pobre, desilusionado o infeliz se mezclara con ellos. Porque podría contagiarse de felicidad, riqueza o ilusión. O… transmitir lo contrario a este reino ¿y entonces…?
Pero el orden permanecía y el peligro que nosotros vemos de alguien externo, empezó en su mismo centro. Como hemos dicho ese lugar era un reino y su Rey tenía su heredero. Joven y arrogante. El padre llegaba a su final, pues el vástago nació tras veinte años de reinado. Este Príncipe, llamado Arbastro, conseguía todo lo que quería y estaba acostumbrado, como cualquier ciudadano, al éxito.
Un día se dio cuenta de algo que nadie había meditado hasta entonces. La igualdad era patente en el reino. El Rey administraba que todos fueran felices y lo eran. Pero no había realmente una jerarquía, ser rey era una carga no un beneficio. Y todos, incluso él, no dudaba que era todo igual en los demás reinos.
Pero dudó y le planteó a su padre que iría de viaje y comprobaría si había un sistema mejor, incluso, de gobierno. Además renunció a llevar escolta ¿para que? Si todos eran buenos y felices. Se alejó mucho, unos kilómetros, la primera jornada. La segunda se multiplicaron y entró en un bosque. Era atardecido y la sorpresa no se hizo esperar. Unos bandidos lo asaltaron y lo despojaron del caballo y del dinero que llevaba. Solo respetaron la ropa que no le hiciera morir de frío.
Su sorpresa fue mayúscula. ¿Quién puede tener necesidad de quitar lo suyo a otros?
A lo mejor en ese reino había desigualdad y algunos no tenían suficiente y la costumbre era tomarlo a otros. La segunda experiencia fue peor, lo volvieron a asaltar, fuera del bosque, y, como no tenía posesiones le dieron una paliza.
Medio mareado y confuso, se sentó en una piedra. ¿Violencia? Que tipo de lugar era ese en el que por no ceder nada maltrataban a cualquiera. Entonces su concepto fue cambiando. Ahora no pensaba que esto era algo natural sino inducido. Trató de evitar caminos oscuros y viajar por lugares más seguros. Tuvo que trabajar en lo que no le gustaba y pasó necesidad y penurias. Logró bastante dinero y viajó por varios reinos. La mentira, la zafiedad y otras lindezas obraban por doquier. Pero degustó algo que afloraba en su interior, el Poder, y su utilización en beneficio propio.
Volvió a su reino, y le comentaron que, durante su ausencia murió su padre. Sus ojos brillaron y vio la oportunidad de aplicar sus nuevas teorías en el reino. Le habían robado en varias ocasiones. Y se convirtió en un nuevo ladrón en su reino. Robaba ilusiones, enviaba a la gente a trabajar en lo que no le gustaba. Y si no querían los esclavizaba y maltrataba. Se hizo con un ejército de mercenarios que esperaban en los aledaños del reino para si era necesario. Rompió lo más sagrado del reino, consiguió que no tuviera nadie ilusiones ni esperanza. Y un sabio de allí se rebeló, ¿quería convertir ese paraíso en algo distinto? Y organizó un entresijo no violento pero que devolvería el orden al reino. Envió mensajeros a los mercenarios con una paga generosa para que volvieran a sus casas. Lo consiguió. Fue sembrando otra vez felicidad, armonía paz y concordia.
El nuevo Tirano no tenía ningún apoyo y tuvo que ceder el trono a un primo suyo que seguiría con el trayecto justo. Se fue del reino y no volvió. Pero aprendió algo, el poder no da la felicidad, crea ansiedad y adicción. Con el Poder sirves a esa maldición no tienes control. Y trató de cambiar, y llevar la felicidad a otros reinos.
Y desde entonces hay más reinos satisfechos. Y más gente sonriente”
Los aldeanos aplaudieron contentos. Tristán les había regalado con un relato que tenía como casi todos un buen final. Y recibió su recompensa. Cuando se retiraba oyó jaleo en la Plaza. Pensó que sería algún ladronzuelo, ya que ese día había mercado. Pero, al oír el sonido de un Laúd, y cantares, sintió curiosidad.
Preguntó a un mendigo amigo, y le dijo que habían llegado unos comediantes a la población.
Puntos:
11-10-13 15:47 #11625203 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Al-Hakam, seguro hay mucha más gente que lo lee, otra cosa es que lo diga en "voz" alta. De todas formas muy halagadoras tus palabras de seguir escribiendo aunque solo sea para mi Muy Feliz

Eso sí, hoy me echo la siesta y después leo el par de capítulos. Tú cuando puedas y te apetezca, pero no dejes nunca de escribir. Todo eso que "fabrica" tu cerebro no se puede quedar oculto en tu interior, mejor compartirlo. Te reitero mis gracias.
Puntos:
12-10-13 23:54 #11627041 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Espero que estés disfrutando de tu viaje, pero escribe pronto que no sabes el enganche que tengo.

Se pueden advertir en tu escrito muchos consejos aplicables a nuestra realidad, pero me sorprende como lo mezclas con la realidad misma... me refiero en este último lugar a esas parejas que existen fuera de tu relato y que tan bien las has descrito en el papel de Senza, que habla por los codos y su pareja Risso, callado. Hay multitud de parejas asimétricas, como tus las llamas jajaja.
Puntos:
16-10-13 21:46 #11640043 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Esta misma noche cuando termine unas cosas ordeno unas notas y dejo listo para mañana por lo menos algún capítulo. Esta semana estoy muy liado pero esto me lo he propuesto y no debo dejarlo. Lo de mezclar realidad y ficción es que mi imaginación no es solo fantástica y estrambótica. Como cualquier persona vivo una vida real y soy muy observador. Con la capacidad de meterme en la piel de otros y empatizar con sus vivencias. También soy alguien que escucha mucho a la gente, escucho a todo el mundo a veces pierdes el tiempo, pero muchas veces la gente te cuenta cosas que ya les gustaría a los mejores escritores plasmarlas.
Puntos:
17-10-13 18:00 #11641102 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Un capítulo más, partido, pues continúa en el siguiente. Voy a ver si tengo un poco más de continuidad. Que si no se despista la gente.


CAPÍTULO XIII
TRISTÁN Y LOS COMEDIANTES

No era muy amigo de curiosear, pero los comediantes empezaron a captar la atención de los asistentes al mercado y dejaron un poco de lado a Tristán. Quien no tenía, por ahora, a quien contar sus relatos. Se fue aproximando por el borde de la Iglesia de la aldea a lo que era la puerta principal. Pues estos comediantes eran muy expertos en hacerse notar y no eligieron un sitio cualquiera sino la puerta de acceso a la Iglesia donde concentraron en pocos minutos a todos los curiosos (incluido Tristán)
Eran un grupo peculiar constaban de un músico que tocaba el laúd, un contador de historias y un malabarista. Este último lo mismo hacía números por su cuenta que acompañaba las historias al son de la música. El músico igualmente podía prestar sus tonadillas al relator de cuentos o los tres se colocaban independientes y así sectorializaban un poco a quien tuviera interés por cada cual.
Venían de una ciudad próxima, donde había habido una epidemia de paludismo y, antes de poder caer enfermos huyeron a sitios más salubres. Pero, para empezar, los tres se unieron para atraer conjuntamente la atención de los aldeanos.
Para captar su atención el relator de historias se adelantó a donde estaba la gente y les lanzó un desafío. Él contaría una historia, si alguien se animaba a retarlo y relatar otra más interesante le daría como premio las monedas que a él le dieran. Pues se pondrían dos cuencos y a quien de los dos le dieran más monedas se quedaría con todo. Parecía muy seguro de sí mismo y, no en vano, había contado cuentos y relatos hasta en la corte del Rey y en muchos sitios principales.
También lo hizo porque seguramente en una aldea como esta no abundarían los juglares y, definitivamente, nadie le retaría y tendría toda la atención… y las monedas. Pero no contaba con Tristán, que se abrió paso e hizo sonar la campanilla que a ese efecto tenía para hacer notar su presencia. El juglar hablaba por los codos y parecía no oír a Tristán (o no querer oírlo)
¿Quién suena esa campanilla tan molesta? Dijo al fin. Y vio llegar a un ciego. Al principio pensó que quería pedirle limosna y le dijo: Mira ciego, nosotros venimos a ganarnos el pan no a colaborar con la mendicidad en esta aldea. Tristán orientó sus ojos velados hacia él y le dijo: No quiero limosna ni piedad, quiero competir con tus historias.
El juglar se sonrió y le espetó ¿Qué puedes contar con la oscuridad que vela tus ojos? ¿Acaso quieres explicarnos la noche? ¿Las Sombras? ¿El interior de una cueva? Tristán no perdió el tiempo en enfadarse o replicarle por su altanería. Le dijo, pon delante de mí un cuenco y otro delante de ti. Te cedo el privilegio de que empieces la historia.
El juglar miró con altanería y, muy seguro de sí mismo, empezó su historia:
“El Tercer Mago” la tituló. Un murmullo se oyó en toda la plaza.
En las montañas de las esmeraldas (llamadas así por su riqueza en dicha piedra preciosa) y por su cielo azul turquesa habitaban dos magos. Uno era un mago diestro y afable con la gente. El otro era también muy buen mago, pero con poco trato con sus paisanos.
Un día el hijo primogénito del señor de unas tierras próximas cayó enfermo. Ningún físico pudo diagnosticar su mal. Presa del pánico mando llamar al mago afable, pero cuando llegó, con solo ver al enfermo dijo que era presa de una maldición muy rara. Que consultaría sus sortilegios por si podía hacer algo, pero no prometía nada.

Desengañado llamó al mago huraño. Vino a regañadientes y, cuando miró al enfermo le tomó la mano y sufrió una especie de convulsión el mago. No hay nada que hacer, morirá esta misma noche. Salvo que hagas un conjuro muy arriesgado, puede ir la vida de quien lo haga en ello. ¿No puedes hacerlo tú? Le preguntó el Rey. No, estimo en mucho mi vida y el riesgo es alto.
Dime quien puede prestarse a ello y aún así te recompensaré. El mago le dijo: Puedo facilitarte el conjuro, quien lo haga puede morir, cambiarás la vida de alguien por la de tu hijo con alta probabilidad.
Entonces buscó a algún aldeano que sirviera para hacer el conjuro ¿Qué importaba contra la vida de un noble? Pero antes de que lo trajeran un sirviente le dijo: Señor, hay un tipo muy raro que pregunta por vos, no ha querido pasar sin que salgáis. Dice que tiene algo que deciros.
Allí en medio del patio de armas de su castillo estaba el tipo. Alto, con cabello y barbas largas y rubias. Con un tatuaje en forma de dragón en su cuello. Sus ojos eran tan penetrantes que no llegabas a adivinar de qué color eran.
El señor, algo molesto con que le hubieran hecho salir le dijo. ¿Qué se le ofrece buen hombre? Con una voz suave, pero honda le explicó: Soy un mago, el mejor de todas las montañas y del más allá. Curaré a tu hijo. ¿Cómo sabes que mi hijo está enfermo? ¿Por qué no te conozco si eres de estas tierras?
No soy de estas tierras. Lo que te digo que haré será con una condición: Que le digas a los otros dos magos que hay en estos parajes que vengan después de curar a tu hijo.
El mago curó al hijo del magnate. Y luego convocó a los dos magos para que se reunieran con el tercer mago. Recibió en pago tres sacos de esmeraldas de la mejor calidad.
Una vez juntos los magos se fueron a una cueva de las montañas de las esmeraldas. Y el tercer mago les avisó: Yo puedo aplacar vuestro poder, soy el mejor de todo el mundo y del más allá. Si me obedecéis y me rendís pleitesía no os pasará nada. Pero si utilizáis vuestro poder sin mi permiso, os castigaré. Señalando con su dedo índice descargo un pequeño relámpago que partió en dos una piedra del suelo. El mago afable se horrorizó, pues detecto un poder grande en su rival. El mago huraño desconfió, pues veía algo siniestro en los ojos del mago discordante. Les dijo que al día siguiente tuvieran todos sus conjuros por escrito en esa cueva y se los dieran.
El mago afable se los iba a entregar, pero el mago huraño lo avisó y le dijo que juntos podrían neutralizar al tercer mago. Urdieron un plan y, mientras el mago afable le entregaba al tercer mago unos papeles con símbolos sin valor alguno. El mago huraño se colocó detrás del tercer mago. En diagonal enviaron un conjuro que hizo que el tercer mago se envolviera en una burbuja y desapareciera.
Al parecer ese mago era un demonio que subió a la Tierra, incluso sin permiso de su jefe el diablo. Y quería hacer de las suyas. Hizo que el hijo del señor se pusiera enfermo con sus malas artes y luego se hizo presente para curarlo.
Los dos magos silenciaron este hecho, siguieron su labor y colaboraron juntos en adelante.
Y He aquí la historia de los tres magos, donde uno era un impostor.
La gente aplaudió y celebró mucho la historia y luego hicieron un donativo generoso al juglar.
Tristán no las tenía todas consigo. El charlatán era bueno y debía inventar sobre la marcha algo inusitado. O no tendría ninguna moneda ese día.
Puntos:
20-10-13 17:24 #11644492 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Perdón por haber tardado tanto. Pero me ocupaban otras cosas. Seguiré, intentando tener un poco más de continuidad.

CAPÍTULO XIV
EL DESAFÍO DE TRISTÁN
Le Tocó el turno a nuestro amigo. Se colocó, a tientas, un poco más delante de donde estaba. Y comenzó su historia: Esta es la historia de un hombre que supo fabricarse su destino.
Un día, Leocadio, el protagonista de esta historia salió de casa a atender unos recados. Por el camino vio a una mujer que cojeaba y llevaba una pesada carga. La ayudó y luego volvió a su camino. Luego encontró a dos niños perdidos e intentó, consiguiéndolo regresarlos con sus padres. Así fue haciendo cosas buenas, pero al final no pudo atender sus obligaciones. Por la tarde las hizo sin ningún problema. Así era Leocadio, todo lo suyo era, además de suyo, de todos.
Pero llegó a esas tierras una época de penuria y de malas cosechas. Incluso algunas gentes de otros pueblos que andaban peor que el que nos ocupa vinieron pidiendo acogimiento. Leocadio sufrió mucho, pues ahora él no tenía, ni para sí, ni para los demás.
Una mañana recorría, ocioso y hambriento, la plaza de la villa. Una mujer se le acercó y le ofreció un mendrugo de pan. ¿Por qué me das esto buena mujer? Leocadio ¿no te acuerdas cuando me ayudaste? Ahora te veo necesitado y es de buenas personas el ayudarse unos a otros. Leocadio le dijo que no era necesario que el no ayudaba para que le ayudaran y que ella lo podía necesitar. No lo necesito, y además puedo conseguir algún alimento más. Se te ve en la cara que tienes hambre.
Leocadio no podía decir que no dos veces pues realmente estaba necesitado. Ahora no tenía trabajo y no podía sustentarse. Por la cuesta que subía a la plaza venía un arriero y se dirigió a él: Leocadio ¿Podrías venir a ayudarme a cargar unos sacos de trigo? Te lo pagaré con algunas hortalizas de mi huerta. Él fue y le ayudó, y le pregunto porque lo buscó a él. ¿No recuerdas cuando me ayudaste a desatascar el carro?
Así, poco, a poco los favores iban volviendo a él. Y, tras unos meses, la bonanza volvió al pueblo. Él no dejó de ayudar a los demás y los demás le ayudaban a él. De eso se trata en el mundo que colaboremos. Hace falta más cooperación y menos egoísmo. Esta es mi historia. Breve pero aleccionadora.
Entusiasmados con la historia la gente aplaudió y vitoreó a Tristán. Luego depositaron sus óbolos en el cuenco. Luego y de común acuerdo, una persona independiente de Tristán y el Juglar (que se llamaba Ambrosio) contó los dos cuencos.

¡Había ganado Tristán por tres monedas! Ambrosio pensó en romper su promesa de añadir sus monedas con Tristán. Y, molesto, accedió a dárselas. Sin embargo lo llamó su compañero el músico y le dijo: Oye Ambrosio, este ciego es bueno, con una historia el doble de corta que la tuya ha tenido mucho éxito. ¿No te parece que sería bueno intentar añadirlo a nuestra compañía? Su orgullo le podía, pero Ricardo, el músico, tenía mucha razón. Era más práctico tenerlo como amigo a Tristán que como posible competidor.
En estas tesituras, Cástula se acercó a Tristán que estaba contando la totalidad de las monedas que, ahora, estaban en su poder. Le tocó y Tristán se volvió, intrigado. –Tristán, soy Cástula, mira no tengo mucho tiempo. Están batiendo el monte los aguaciles y corro riesgo si sigo más tiempo en la aldea. Si puedes ayudarme, de alguna manera, no se me ocurre como. Pero estoy asustada, son más fuertes que yo. Te espero en la cueva. –Claro Cástula, ya se me ocurrirá algo, en un par de horas estoy allí.
Ambrosio se dirigió a Tristán. Mira ciego, bueno, ¿Cómo te llamas? –Tristán para servirle. –Yo soy Ambrosio. Oye, que hemos visto que tienes pericia en contar historias. Si lo deseas puedes venir con nosotros. Podemos contar historias juntos o por separado. Y Ricardo, el músico, y Odoacro el malabarista nos acompañarán. Si pulimos tu estilo podremos actuar en sitios más amables y acaudalados que esta aldea.
Tristán lo dudó solo un segundo y se le ocurrió algo. Dijo a Ambrosio. –Sí iré con vosotros pero quiero tener las ganancias acorde a mi importancia en el grupo. Además deseo que me acompañe una mujer, que es como mi madre (que en gloria esté) y me ayuda a desplazarme, además es buena cocinera.
Humm, dijo Ambrosio, una mujer en una compañía de comediantes es de mal agüero. Pero si es como tu madre la cosa puede aceptarse, además no podemos hacer que te desplaces con soltura nosotros. Llámala y que venga con nosotros.
Tengo que ir a buscarla. Nos veremos en el cruce de caminos de la Salida de la Aldea. Tristán fue a la cueva y compró algunos alimentos y ropa para Cástula. Le informó de todo y le dijo que no sabía si cocinaba bien, pero que lo dijo para que la admitieran en la partida de comediantes. Cástula lloró y abrazó y besó a Tristán. Luego le dijo que le guiaría al cruce de caminos y partirían ¿Quién sabe a un futuro mejor?
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21-10-13 17:51 #11645734 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPÍTULO XV
ADIOS A LA ALDEA

Tristán empezó a recapacitar un poco, iba a irse del lugar donde había pasado toda su vida. Lo hizo mientras recogía sus pocos bienes en la cueva de los mendigos. Afuera, vigilante, estaba Cástula. Allí había nacido, oído cientos de historias de su abuelo, su padre y su madre. Allí conoció a Sirena, y a Cástula. Pero ahora, solo Cástula le unía a esta tierra. Y estaba a punto de abandonarla por miedo. Y él lo favorecía llevándola consigo.
Y entonces pensó en Sirena, le atosigó un pequeño asomo de celos imaginándola entre nobles, buenos mozos y pretendientes con más posibilidades que él. Trató de rechazar ese pensamiento. Mientras, en el Castillo Sirena pensaba en él y se entristecía no volver a verlo ni escuchar sus historias.
Tristán salió y Cástula lo condujo al cruce de Caminos. Allí les esperaba un carromato que ahora sería un poco más estrecho con dos habitantes más. Ahora dormirían, a veces, en los caminos, en el campo. Otras veces en mesones y, las menos, invitados (pero no en las mejores habitaciones, sino en los pesebres o cobertizos) de señores principales.
Ambrosio les recibió y miró a Cástula. Ella le sonrió y éste le dijo que la aceptaban como cocinera y guía de Tristán, pero que no le hacía mucha gracia que viajara con ellos una mujer. Si hubiera sabido que quizás la andaba buscando la justicia eclesiástica, quizá la hubiera echado de la partida. Odoacro era el conductor del carromato, lo tiraban dos percherones con andar cansino, pero constante y con mucha fuerza.
El Viaje era de lo menos llevadero, el traqueteo y los baches hacían que se estuviera muy mal, incluso yendo sentados. Los caminos eran malos y se dirigían a un señorío cercano a actuar en un castillo de un noble muy importante. Bueno actuarían en un palacio en la ciudad que guarnecía el castillo, pero este noble era más proclive a estar en el castillo que en el palacio. Era un guerrero, ya de cierta edad, y su familia vivía en el palacio. Pero a él las comodidades parecían incomodarle.
Llegó la noche y pararón al lado de una alquería que debía estar deshabitada o, quizás por ser época fuera de cosecha no la ocuparan sus aparceros. No debían pasar sin estar invitados a ocupar las dependencias, pues aparte de estar cerrado con llave, podía ser propiedad de un noble o de la Iglesia. Y violar la propiedad de un noble o la Iglesia les acarrearía muchos, muchos problemas. Aparcaron el carromato y, como hacía una noche apacible, montaron un campamento al aire libre. Teniendo como techo las estrellas Cástula no pegó ojo mirando al Cielo y esperando que no se cursara una orden de búsqueda para ella fuera de la aldea. Los comediantes durmieron como troncos. Y Tristán no estuvo toda la noche en vela, pero sus cuitas eran otras. Ambrosio le dejó claro las cosas. El traía a Cástula y lo que ganara sería para los dos. O sea que no ganarían una parte del todo cada uno. Le pagarían a Cástula por sus cuidados de lavandería, cocina y limpieza que les hiciera. Pero entre todos, y harían cuatro partes de su beneficio. Y Tristán esperaba que hubiera dinero suficiente y no tuviera que arrepentirse.
Luego durmió y soñó con Sirena y luego con su abuelo. Éste último le miraba y parecía decirle que fuera fuerte y que siguiera con su gran imaginación, quizá esta le salvaría de muchas penurias.
En la aldea los alguaciles capturaron a un criminal que vino de una población veicna y dieron por terminada su búsqueda. Pues eso de que buscaban a un bruja eran habladurías de los pobladores de una aldea pequeña. Cástula podía estar tranquila, aunque ella no lo sabía. En el Castllo donde servía Sirena todos dormían, menos los centinelas y el Señor Delgumia. Había muchos problemas entre los nobles. Las conjuras se estaba multiplicando y los que tenía enfrente como enemigos estaban ya enfrentándose abiertamente en escaramuzas entre señoríos. Lo verdaderamente preocupante, es que él estaba en la parte que no era favorecida por el Rey. Su facción apoyaba a un candidato a la Corona que contaba con varios valedores, pero no mayoritaria.
Todo esto les ocurría a nuestros amigos. Esa noche una pequeña lluvia de estrellas fugaces quizá consideraran todos los deseos que tenían. Y a algunos se los concederían y a otros tal vez no.
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21-10-13 19:31 #11645895 -> 11609639
Por:consenso

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Yo voy poquito a poquito, no sé si conseguiré pillarte y ponerme al día, es que llevas un ritmo frenético con el relato.
Puntos:
21-10-13 20:30 #11645989 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Ahora iré un poco más pausado, es que tenía doce capítulos escritos y los he ido poniendo un poco deprisa. A partir del 13 son nuevos y ya tengo que sacar tiempo. Pero con tranquilidad ves poniendote al día que vale más que correr coger bien las bocacalles
Puntos:
26-10-13 21:26 #11653598 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
A ver si este fin de semana que no tengo mucho lío avanzo dos o tres capítulos más. Uno más ahora.

CAPÍTULO XVI
LA HISTORIA DE LOS TRAMPOSOS

Al día siguiente Tristán estaba un poco molesto de haber dormido en el suelo, bueno no por eso pues en la cueva con los mendigos dormía encima del suelo con un poco de paja encima. Pero unas piedrecitas que no acertó a quitarse le dieron la noche. Ambrosio lo llamó y le dijo que quería oír alguna de sus historias para cerciorarse de que habían hecho bien en traerlo con ellos.
Cástula preparó un guiso con unas perdices que Odoacro cazó en terreno comunal, donde no les podían decir nada por cazar. Las aderezó con unas hierbas aromáticas que recogió y que conocía por su vida en el monte. Sentados todos a la mesa (era una piedra grande no una mesa) Tristán empezó un relato que había inventado mientras intentaba dormir.
“En un Palacio donde los nobles se reunían para divertirse y, cómo no, también para intrigar contra sus contrarios hubo un congreso de estos señores donde ocurrió lo siguiente:
Había una leyenda de que en esos lares se escondía un tesoro, no abundante ni exagerado, pero suficiente para dar vida holgada a quien lo descubriera. Los nobles, pese a tener una vida desahogada codiciaron dicho bien y lanzaron a sus soldados y a sus sirvientes a buscarlo.
Sobornaron a todos los aldeanos que conocían las grutas, los campos y los cerros colindantes. Querían todos llegar los primeros a adquirir esa riqueza, más por prestigio que por necesidad.
Unos buscaban por las tierras bajas, otros por las tierras altas. Los menos en los pantanos, aquéllos en las cimas, éstos en los valles. Y un día hicieron una fiesta a la que solo estaban invitados la nobleza de esos lugares. Hubo grandes festejos en los jardines, con titiriteros, bufones, juglares y saltimbanquis. Luego, a la noche se solazaron en el patio central, amplio y lujoso. Con una función teatral digna del Peloponeso antiguo. Durante el día y la noche degustaron menús variados con asados, guisos y confituras de lo más heterogéneo.
Nadie diría que buscaban todos un tesoro, pues habían gastado más de lo que ese tesoro pudiera tener. Los hombres nobles se reunieron en la sala principal, mientras que sus mujeres y los sirvientes estaban aparte. Trazaron un plan para unir esfuerzos en conseguir el tesoro y se juramentaron repartirlo como buenos socios.
Poco después del parlamento todos se fueron a sus palacios y castillos. Cada uno con la firme voluntad de engañar al socio que le facilitara alguna información sobre el Tesoro. Eran avariciosos y todo avaricioso tiene su recompensa tarde o temprano (y no suele ser favorable a su ansia)
Y, recelosos de que el otro consiguiera el Tesoro, daban informaciones falsas a sus Socios. Si antes no lo encontraban ahora con los despistes mutuos era tarea ímproba. Un caballero aventurero llegó a la zona. Por azar le informaron de lo del Tesoro. Investigando mejor que los nobles encontró en una biblioteca antigua de un monasterio del lugar (donde no pensaron, paradójicamente buscar los nobles) un mapa de ese Tesoro. Pero no era exacto, o más bien no indicaba exactamente el sitio de las riquezas. El mapa había que interpretarlo mediante unos versos escritos que, con la debida traducción encaminarían al que los leyera al sitio correcto.
El caballero pagó a un monje para que los tradujera, sin decirle de que se trataba. El monje lo hizo y se extrañó mucho de que unos versos indicaran un lugar. Pero recibió su paga y siguió con su voto de silencio.
Los nobles ya no solo estaban confusos, sino que se acusaban unos a otros de engañarse y llegaron incluso a enemistarse entre ellos. Ahora ni siquiera el comercio era fluido entre sus señoríos. Con lo que los perjudicados eran los pobladores, no ellos. El caballero extranjero, con su información y con la ayuda de dos proscritos de ese lugar a los que pagó (también llevaba consigo a diez soldados suyos para evitar que nadie le traicionara) encontraron debajo de un árbol grande unos cofres que contenían copas de oro, joyas, monedas y orfebrería de diamantes y gemas diversas. Lo cargaron y se fueron del lugar una vez anochecido.
Quiso el azar que un lugareño dijo a uno de los nobles que sabía una historia de un árbol que escondía algo. Avaricioso no compartió con sus supuestos socios la información y corrió a lugar con gente suficiente para cargar el tesoro de Salomón. Se encontró con un socavón y corrió a pedir explicaciones a los demás. Todos se culpaban de haber robado el tesoro unos a otros. Se quedaron sin tesoro, rompieron su amistad… Y todo por unos cuantos objetos de oro. Fueron presa de su propia avaricia y se les conoció en el lugar como “Los nobles tramposos”.
Ambrosio aplaudió la ocurrencia de Tristán. Ricardo apuró un muslo de perdiz y cogió su bandurria y empezó a amenizar la sobremesa. Cástula recogió y limpió los recipientes de Cocina. Odoacro se puso a lanzar al aire unas mazas con pericia y tras un buen rato de divertirse, pusieron rumbo al señorío donde debían actuar.
Puntos:
30-10-13 16:06 #11658452 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Estos días ando con bastantes cosejas que atender y además me voy de puente. La historia continuará después de este domingo (si me da tiempo esta tarde hago un capitulillo) Así quien no se haya puesto al día del relato puede hacerlo.
Al-Hakam que vuelve a Al-Andalus (Almería) estos días
Puntos:
30-10-13 16:11 #11658458 -> 11609639
Por:molondro

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
NO me guardes las simientes!!!!
Puntos:
30-10-13 16:11 #11658459 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
A pasarlo bien y a recolectar muchas fotos.

La lectura, aún no me he puesto con los últimos capítulos. Pero llevas buen ritmo.
Puntos:
07-11-13 20:16 #11672102 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Ya le toca esta noche al librejo, en unas horas nuevo capítulo. Que a veces te lías te lías y no escribes.
Puntos:
07-11-13 23:47 #11672543 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Como diría Pepe Isbert, os debo un capítulo y os lo voy a pagar.

CAPÍTULO XVII
LOS DESVELOS EN EL CASTILLO DE SIRENA

Mientras Tristán y sus nuevos compañeros (y Cástula) iban por el ancho mundo sin muchas más preocupaciones que subsistir y hacer agradable la vida a los demás, Sirena estaba muy preocupada. Ello era debido a que su Señora también lo estaba, porque a su vez el Señor de Delgumia no las tenía todas consigo. La Señora había detectado un cierto desapego a su persona por parte del Señor. Todo el día estaba reunido con sus hombres de confianza y dando instrucciones a diestro y siniestro. Luego las noches no eran (aunque ya desde hacía un tiempo el ardor de la pasión no era patente en la pareja) de dos amantes esposos. Dormían en habitaciones separadas como era la costumbre, sobre todo en gente de alcurnia, pero cuando así lo disponían con la servidumbre les preparaban alguna de los dormitorios para que pasaran la noche juntos.
Ahora el Señor se retiraba maldiciendo entre dientes y huraño con todos. Esto se lo dijo, en confianza, la Señora a Sirena y ahora todo el castillo estaba agitado como si un terremoto fuera a llevárselo de golpe.
La cuestión es que el golpe de efecto que pensaban dar los partidarios de un nuevo candidato al trono fue no solo fallido, sino desastroso. La mitad de los comendadores cuando debía darse se cambiaron de bando y luego quedaron en evidencia quienes lo capitaneaban. Pues al tratar de convencer a los que se arrepintieron demasiados espías lo detectaron (incluso de ellos mismos) y lo comunicaron al Rey ahora legitimado por la mayoría de los nobles. Se preparaba una expedición de castigo y de posible prisión (si no ejecución) a los traidores.
Solo les quedaban dos caminos o entregarse sin lucha y sufrir la ignominia fuera la que fuera. O resistir con un resultado quizá más desastroso si cabe. Como eran un grupo reducido los que persistieron en la traición, no había prisa por la represalia. Pues estaban rodeados de fieles al Rey.
Sirena deseaba, más que nunca, tener cerca a Tristán. Pues el señor de la Aldea de donde procedían los dos estaba en la frontera más próxima a los que vengarían a su Rey. Posiblemente arrasarían la zona y no quería que Tristán sufriera en esa represalia. No sabía (no tenían como comunicarse) que había partido e iba, sin peligro, hacia un señorío seguro para actuar con sus nuevos compañeros. Ella confiaba en la fortaleza del castillo y de las fuerzas que los defenderían, ignorante de que los ejércitos eran muy desiguales.
La Señora la llamó para que la ayudara a elegir un vestido y ordenara mandar a las criadas que la vistieran. Cuando se acabó la vestimenta apareció Consuelo el juglar. Traía su mandolina y les relató, cantando una breve historia de desamor:

EL RUMOR DE TU PELO

¿Quién puede medir lo eterno?
¿Puedo recorrer el infinito?
Apagaría hasta el mismo infierno
Por besar tu rostro, el más bonito
Volaría por debajo del Suelo
Repetiría tu nombre, mujer
y remediaría mi desconsuelo
Viéndote, ahora, reír, volver
No sé, pensando, si te fuiste
Presumo que yo te hice marchar
Inventaré lugares que no conociste
Desearé, con tu deseo, aprovechar
Este instante, que es toda una vida
Este querer, que es todo mi amor
Esta noche, la luna en su esplendor
Esta musa, licor suave, fresca bebida

Este cante no hizo animar a la Señora y Sirena, una pensó en su amor irregular y Sirena no evitó pensar en Tristán. Mientras, los correos se sucedían llegando y saliendo del castillo. Un emisario adversario se acercó en son de Paz. Le dijo al Señor de Delgumia que se rindiera y sufriera el deshonor con cierta “honra”. Camacho, el jefe de la Guardia hizo una seña a su señor para degollar en el acto al emisario. El Señor lo detuvo, las cosas no había que empeorarlas, aunque ya de por sí no podían estar aún peor. Lo despidieron con las buenas palabras de Leandro el buen componedor y se fue con una promesa de estudiar un armisticio sin que las armas hubieran hablado.
A través de un balcón, Sirena vio unas nubes muy rojizas por el atardecer y eso, le habían dicho no era buena seña, pues presagiaba sangre.
Puntos:
09-11-13 21:50 #11674882 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Yo ya estoy al día con el relato. Resulta increíble que cada final de capítulo quede tan abierto como al principio, no me puedo imaginar siquiera el final y mira que le echo imaginación.

El encuentro entre Sirena y Tristán (que tiene que ser si o sí) espero que sea narrado por el al-hakam más romántico y digno de la sensibilidad que un cuerpo iluminado por la ceguera es capaz de trasmitir y sentir a un tiempo, sobre la suavidad de la piel y su eco interno.
Puntos:
19-11-13 21:56 #11696678 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Voy a ponerme, después de más de una semana de sequía de escribir a hacer otro capítulo. Este fin de semana he estado liado con un curso de fotografía y menesteres varios, fuera del pueblo. Espero que disculpéis que no vaya a la velocidad que quisiérais. Es la única manera de terminar este libro, cada capítulo, cada palabra, cada letra, cuesta un trabajillo, que hago a gusto pero cuando puedo.
Si os quedáis un par de horas más conectados tendréis uno o si me llegan las ideas dos capítulos. Del encuentro de Tristan y Sirena no puedo asegurar nada, aunque puede que estén más cerca de lo que piensan...
Puntos:
19-11-13 22:39 #11696758 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPÍTULO XVIII
RUMORES DE SONIDO DE ESPADAS


Tristán y sus nuevos compañeros llegaron al Castillo donde debían actuar. Allí se veía un gran trajín de idas, venidas. Preparativos para algo que no era ninguna fiesta. Se contemplaban a soldados practicando con armas de prueba y a los palafraneros preparando a los caballos con sus arreos de guerra.
Ambrosio se dirigió al portero del castillo a través de una pequeña ventana o mirilla. Les preguntó que diablos buscaban (pues vio la mandolina del músico) que no estaban para cantinelas. Con toda su diplomacia y buen arte en la dialéctica, ambrosio le pidió que avisara a su señor, pues los había contratado para amenizar unas veladas con sus invitados.
Al final consiguieron que los dejaran entrar. Tristán, obviamente no veía nada, pero escuchaba el acarreo de carros, las armas que chocaban y los relinchares de los caballos. No le daban buena espina.
El Señor pasaba por casualidad por allí e iba muy, muy enfadado. El vigía que recibió a los comediantes lo detuvo y le dijo que preguntaban por él. Les dedicó una mirada casi asesina y estuvo a punto de echarlos a patadas de allí. Pero el motivo de su enfado era que contaba con muchos y buenos soldados, pero pocos digamos “ingenieros” para construir ciertos aparatos que necesitaban para un asalto a un castillo que era como una isla, pues estaba en medio de un lago.
Se quedó mirando a Ambrosio y debió verla cara de espabilado y le preguntó ¿Sabes tú o sabéis alguno de vosotros construir balsas? Ambrosio se encogió de hombros, y los demás también pero del fondo surgió la voz de Tristán entre miedosa y atrevida diciendo. Señor yo puedo decirle como se pueden construir.
-A ver chico ven al frente que te pueda ver. Tristán, que tenía los ojos con aspecto de poder tener visión se adelantó, pero miraba en dirección transversal al Señor.
-¿Sabes construir balsas, jovenzuelo? Cuando observó que miraba hacia otro lado pasó la mano delante de sus ojos y estalló. ¡Maldición eres ciego! ¿Como vas a decirnos como construir balsas?
Mi señor, perdonad el atrevimiento. Soy Ciego, pero no mudo ni necio. Si tenéis a alguien que siga mis instrucciones conseguiréis unas balsas firmes y a prueba de embates. Mi abuelo fue marinero y me dijo como construirlas correctamente.
El Señor de La Marmita que era tal su título no salía de su asombro. ¡Un ciego era todo en lo que podía confiar para asaltar el Castillo de los Guillén! Una fortaleza natural con el Lago que lo protegía. A ver llamar al escribano y al albañil del castillo. Que traigan papel y tinta -Mira ciego que como no sepas hacer balsas te sacos los ojos aunque no te sirvan para nada.
Ambrosio, Ricardo, Odoacro y Cástula temían que lo de Tristán fuera un farol y que les sacarían los ojos a todos ellos si no resultaba.
El escribano y el albañil empezaron a seguir las directrices de Tristán. Entonces el albañil protestó ¿Por qué los troncos no se atan unos con otros? Es lo más lógico. Tristán le dijo que no, que habia que hacer una suerte de entrelazamiento, sobre todo en balsas de combate, no fuera que un enemigo cortara un tronco y se fueran desmembrando los demás. Sugirió cuerda untada con una grasa especial y madera de pino. Les dijo hasta las dimensiones en proporción, según fueran a llevar solo soldados con su impedimenta. O caballos encima u otros cargamentos más pesados.
El señor miraba atento a Tristán. ¡Un ciego, un maldito ciego! Estaba ayudando a su ejército a asaltar un baluarte casi inaccesible. De su desprecio nació una especie de simpatía hacia él. Y le dijo que como conocía tantas cosas. Le llevó a sus aposentos y cuando le contó que era narrador de historias le pidió que le contará algunas, pues este señor era un guerrero inflexible, pero tendía a tener episodios de depresión. Ello era debido a una vida demasiado guerrera y poco dada a placeres mundanos. Tristán le pidió que si podían quedarse en el Castillo sus amigos y sobre todo Cástula.
El Señor de la Marmita le dijo que podía mantenerlo seguro a él, pero sus amigos serían conducidos fuera por una escolta, pues los banquetes que debían amenizar estaban cancelados por posibles traiciones de sus invitados.
Consiguió que a Cástula la llevaran a una residencia que tenía el Señor más segura y sus otros compañeros serían conducidos a territorio también seguro. Luego, cuando todo se calmara un poco se reuniría Tristán con Cástula.
El Asalto al Castillo de los Guillén estaba ya preparándose y construyéndose las balsas para abordarlo. Más adelante asaltarían el Castillo del Señor de Delgumia, ese estaba cerca y además la enemistad entre La Marmita y Delgumia necesitaba de una venganza sosegada. Tristán oyó aterrorizado que el Castillo de Sirena sería asaltado por el Señor que ahora lo protegía a él y a Cástula. Y, nuevamente, no podía hacer nada. Su, digamos, amistad con el señor no era tal, era una relación amo y subordinado y no podía pedirle que hiciera una excepción con Sirena en caso de represalias contra los habitantes del Castillo de Delgumia.
Esa noche Tristán rezó como no hacía tiempo. Pidió a Dios que librara, como fuera, a Sirena del peligro. Incluso aunque no volviera a verla. Pero imploró piedad para su corazón, también ciego, pero esta vez de amor.
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19-11-13 22:42 #11696764 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Gracias Al-Hakan, voy a por él.
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19-11-13 23:13 #11696827 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Narrador de historias, menudo paralelismo entre Tristán y tú. Para nada quisiera meterte prisa. Además no tienes ninguna obligación de nada, pero estoy deseando avanzar en la historia.
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02-12-13 22:38 #11716592 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Mañana me ocupo de hacer por lo menos otro capítulo. Creo que voy a esperar a tener tres hechos para darle un poco más de continuidad a la historia. Me gustaría publicar cada dos o tres días. Pero es que me busco más haciendas de las que debería.
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05-12-13 01:35 #11728037 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Otro capítulo. Iba a hacer dos, pero la noche se me echa encima y ya estoy bostezando con cadencia más acusada.

CAPÍTULO XIX
SIRENA EN PELIGRO

El Señor Delgumia no salía de su asombro. Cinco Señores cercanos habían cambiado de bando en cuestión de días. No sabía si por miedo, por conveniencia o por haber sido comprados por el partido del Rey. Ahora él y otros tres o cuatro Señores (de uno de ellos no las tenía todas consigo pues era muy dado a ir a su aire) aislados y rodeados de fieles al Rey, esperaban su castigo. El mismo podría ser una rendición deshonrosa. Privarles de sus propiedades y siervos. Además de posible prisión cuando no juicio por Alta Traición y ejecución (por decapitación por ser nobles). Camacho su jefe de Guardia le dijo que combatir era un suicidio. Convocó a todos los hombres del Castillo, que no eran soldados y les preguntó si podrían empuñar un arma. Los sirvientes fieles a su amo dijeron que sí con la boca pequeña. Consuelo, el juglar, cambió la cara de color con solo pensar que tendría que matar a alguien o ver la sangre correr como el agua. Leandro seguía pensando que las cosas eran mejor hablarlas.
Entonces Camacho y el Señor se reunieron en la habitación privada de despacho del Señor. Camacho le fue franco, con los soldados que tenían y algún sirviente torpe con la espada no resistirían ni un envite. El Señor Delgumia pensó y pensó y se le ocurrió algo. Le dijo a Camacho que dispersara a la mayoría de la guardia por las aldeas cercanas. Que se hicieran pasar por campesinos. Y, si las cosas no cambiaban, que siguieran siéndolo. Luego le habló de una pasadizo que solo él conocía que salía del Castillo, por debajo y acababa en un claro del bosque, bastante lejos. Ese pasadizo se podría utilizar solo una vez. Luego de huir de allí se accionaba un resorte y una roca encajaba perfectamente por el gran hueco que había para salir. De esa manera nadie sabría como habían huido ni hacia adonde. Camacho sugirió que la Señora y su séquito con dos guardias que luego huirían como pudieran se fueran por separado y se alojaran en un convento de monjas que había relativamente lejano. La Señora y su séquito se camuflarían como unas religiosas más mientras pudieran. Pues ese convento pertenecía al territorio del Señor de La Marmita, pero la abadesa era de confianza. Y guardaría el secreto hasta que todo se hubiera calmado un tanto. Delgumia, Camacho y seis guardias de confianza huirían a otro recinto monástico. Si las cosas no cambiaban aunque no pudieran profesar, acabarían allí sus días. Esta abadía era de la orden del Císter, un tanto independiente y directamente conectada con el Papa de Roma. Nadie osaría entrar allí, el abad era un antiguo amigo de Delgumia y nadie sabría nada.
Todo parecía perfecto, ¿Y el resto de habitantes, sirvientes, camareros, carceleros etc? Saldrían todos con ellos y se dispersarían como los soldados. El Señor intuyó que sus bienes serían incautados y el oro y plata que atesoraba lo distribuyó de manera desigual pero equitativa para que todos tuvieran un buen pasar hasta que encontraran una nueva vida. Preparó todo para que esa noche partieran todos. No era seguro que nadie hablara cuando los apresaran o torturaran si eran localizados e identificados como sirvientes o soldados de Delgumia. Pero nadie, de las tres expediciones sabría donde iban los otros. Los seis soldados y Camacho eran de plena confianza. Amén de los dos guardianes que acompañarían a la Señora y su séquito, que se redujo a Sirena, y dos sirvientas más.
El plan se ejecutó limpiamente. La Señora no quería acabar en un convento, ya bastante era que estuviera casi encerrada en el Castillo. Pero el Señor Delgumia la convenció y Sirena lo ayudó a hacerlo. Pues a Sirena lo que le importaba era salvar el pellejo.
Esa noche, de Luna en cuarto menguante, casi nueva. Salieron todos del Castillo por el pasadizo. Camacho, cuando todos estaban ya en camino, selló la salida y el Castillo era ahora un Castillo Fantasma. El túnel de salida era ancho y cabían los caballos demás impedimenta. Las antorchas eran pequeñas para no llenar el túnel de humo (aunque tenía unos pequeños respiraderos)
Llegaron al Claro del bosque y cada cual tomó su camino. Sirena veía los árboles del bosque como gigantes amenazantes. Los dos guardianes que llevaban en la caravana, armaron sus ballestas y espolearon a la caballería para llegar cuanto antes a su destino.
Mientras Sirena contaba una breve historia. Esta no se la había contado Tristán, sino su abuela materna. Hablaba de dos mujeres nobles que tomaron diferentes caminos, y llegaron al mismo destino.
Es el relato de “El Rumbo Cierto”. Dos Señoras nobles, en la antigüedad, cuyos maridos habían partido a las Cruzadas en Oriente, estaban ya muy aburridas en sus Palacios. Y decidieron irse de su ciudad. Una partió hacia el Norte y la otra hacia el Oeste. Se despidieron con tristeza de no volver a verse y con alegría de conocer nuevas tierras. Cuando la primera llegó a las puertas de la primera ciudad había por los caminos monjes tañendo pequeñas campanas, había una epidemia y tuvo que ir hacia el Noroeste. La segunda llegó a una aldea y le pareció buen sitio para aposentarse, pero se avisaba una tormenta muy fuerte y decidió ir hacia el Norte. Cuando ya era de noche, atravesando un bosque, la primera vio unas antorchas siniestras y pensó que eran bandidos. Avisó a su conductor de carromato y le dijo que parara. La segunda vio las antorchas de la primera (pues de ella eran las antorchas que vio su amiga) y estuvieron unas horas recelando las dos comitivas. Pero al pronto un caballo relinchó y otro (que al parecer reconoció el relincho) contestó. Entonces, con cautela, los dos conductores se aproximaron y se reconocieron. Las dos señoras se saludaron efusivamente y decidieron ir hacia el Este. Allí conocieron una ciudad bella sin par, con placeres mundanos y espirituales. Y llegaron allí donde no iban dos personas que tomaron diferentes caminos.
La Señora aplaudió la historia y le dijo a Sirena que trataría de que las monjas no las incluyeran en todo su ritual, ni plenamente en la vida monástica. Ya se las arreglaría con la abadesa.
Llegaron casi de madrugada a las puertas de la abadía. Unos de los escoltas de la Señora y su séquito entregó un escrito de Leandro a la abadesa. Lo leyó y acogió a las mujeres. Los dos escoltas espolearon a sus caballos, ahora libres de carromato y huyeron a sitio seguro.
Y esa noche Sirena y la Señora y sus sirvientas, durmieron en cama dura. Pero seguras, por el momento.
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09-12-13 20:10 #11733554 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Esta semana va a ser complicado que haga algún capítulo. Me he "abonado" a las películas y los cortos del festival de cine. Y cuando salga de trabajar a ver cine y luego unas tapitas para cenar. Si después de todo esto me queda o fluye la inspiración se hará algo. Si llego atornajao va a ser más difícil.

Al-Hakam que quisiera que el esplendor de Al-Andalus hubiera sido fotografiado y/o filmado
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13-12-13 22:28 #11748860 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Hoy no estoy de Festival de Cine y además mi viaje a la capi del Reino se ha frustrado. Y para postre llueve. Así que aquí en Casita escribiendo. Mañana será otro día. Lo mismo me da tiempo a por lo menos hacer otro capítulo.

CAPÍTULO XX
EL ASEDIO FRUSTRADO

Tristán llevaba dos noches sin dormir. En el Castillo del Señor de la Marmita se preparaba otra expedición coordinada con otros señores para castigar a, entre otros el Señor Delgumia. No sabía cómo decirle a su ahora señor que no le hicieran daño a Sirena. Su atrevimiento podía costarle la expulsión del señorío o algo peor.
Ya le había contado algunas historias que divirtieron el carácter depresivo del de La Marmita. Pero ahora le pedía su señor que le contara algo de guerra, de pelea. Por fin iba a apresar a su enemigo y darle su merecido. Tristán con la voz, al principio temblorosa, le contó la historia de “Los tres enemigos”.
En un reino entre el desierto y la selva se encontraban tres reinos. Uno de ellos era el Reino de la Madera, el otro El Reino del Agua y el tercero el Reino del Ganado. En un momento determinado se dieron cuenta los reyes de estos territorios que serían más ricos con los recursos de los otros dos reinos. Pero no podían enfrentarse uno contra los otros dos sin perder el sustento, el agua o la materia prima. Y en inferioridad de fuerzas. Se empezaron a hacer alianzas. Pero ninguno de ellos deseaba respetarla, se apoyarían en otro reino y luego lo someterían igual que al tercero. Todos pensaban igual y no lograron alianza alguna. Pues eran tan astutos como recelosos y no aceptaron acuerdo alguno.
Se dio la paradoja que los ejércitos se pusieron en marcha para invadir respectivamente los reinos vecinos y se encontraron en una altiplanicie grande. Se lanzaron a la batalla. Normalmente hay dos contendientes, pero ahora eran tres. Se atacaban sin orden ni concierto, a veces se atacaban soldados del mismo bando. Hubo una masacre general y nadie ganó, como en casi ninguna guerra.
Pero alguien más astuto que ellos se cebó en su necedad de querer acapararlo todo. Un cuarto reino, andaba al acecho y atacó los restos de los tres ejércitos. Luego presentó a los líderes a sus pueblos y exigió someter a todos los reinos juntos. Se aceptó la tregua y los reinos acabaron como esclavos y siervos del Reino del Oro. La avaricia y el ansia de los Tres Reinos tuvo su castigo con su ignominia.
¡Pardiez Tristán! No sé donde sacas tanta imaginación. Esta vez no será como el relato, seremos tres señores contra uno. Seguro que Delgumia está temblando. ¡Quiero verlo suplicando, de rodillas, que digo, arrastrándose! Voy a dejar el Castillo hundido y se mantendrá así mientras yo viva, como ejemplo.
A Tristán se le escapó una lágrima y se volvió para secársela. Luego el Señor partió y dejó el castillo bajo el mando de Velasco su jefe de escolta. A Tristán lo mandaron donde estaba Cástula, por si había algún problema. Nunca se podía saber. Se rumoreaba que los señores del otro lado de la cordillera no aceptaron de buen grado que no se aceptara el candidato a Rey que proponían y estudiaban intervenir. Aunque ahora no era probable, la Alianza del candidato vigente era muy fuerte y quizá no era el momento.
Cuando llegó al Palacio del Señor donde estaba Cástula, ella salió a su encuentro y lo abrazó. Ella estaba bien, la trataban como lo que era una verdadera señora. Se hizo con la confianza del personal y casi con el manejo de la vida palaciega. Era una mujer conciliadora, amable y a la vez contundente. Con lo que ganó la confianza del mayordomo y ella la aprovechó para poner un poco de orden en ese sitio.
Tristán le comentó lo del peligro para Sirena. No conocía la situación digamos privilegiada de Cástula. Y le pidió que hiciera lo que pudiera. Ella lo consoló diciéndole que el Señor de la Marmita no era cruel y no haría daño a ninguna dama (aunque ella misma no estaba segura) y que ya era tarde pues habían partido y ningún mensajero los alcanzaría.
Se unieron los ejércitos de los tres señores a la expedición de castigo. Y se dirigieron al Castillo de Delgumia, luego caerían otros dos. Pues el cuarto se les había sometido sin condiciones (como presumía Delgumia) Ese era el primero por distancia y por estrategia sería el que caería prioritariamente.
Tristán no sabía a qué Santo Rezar, a que advocación de la Virgen encomendarse. Pero esa noche soñó con guerras, desmanes y de fondo Sirena pidiendo auxilio.
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13-12-13 23:03 #11748905 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Ya dejó de escribir, voy a escuchar un poco de música. Os dejo con mi "Serial"

CAPÍTULO XXI
LA NO BATALLA
Llegaron al comienzo de la loma del Castillo. De la Marmita se escamó un tanto. Ningún emisario pidiendo parlamentar. Nadie en las almenas. Se han escondido en los calabozos, como ratas, pensó. Y envió a cuatro de sus soldados como avanzadilla.
¡Ah del Castillo! Gritaron cuando vieron que nadie les esperaba, ni en las almenas ni siquiera intuían ballesteros en las ventanas, tal era su instinto militar. Uno de la avanzadilla dijo que irían por los arietes y romperían la cerradura. Otro que se aventuró más dijo que no sería necesario. La puerta estaba entornada, entreabierta.
Entraron como un torbellino toda la guardia que venía a una batalla y De la Marmita rugió y les dijo que no se les ocurriera hacer pillaje, que lo pagarían con su vida. Que miraran cada rincón, y, si encontraban alguien con vida que lo torturaran hasta que dijera dónde diablos estaba toda la gente.
Cuando pasó el revuelo del registro se oyó un ruido en una esquina. Como algo que caía, entre un poco asustado y deseoso de que hubiera alguien allí De la Marmita mandó a tres guardias a ver quien había hecho ese ruido. Se llevaron un buen susto cuando tres gatos aparecieron persiguiendo a dos ratas saliendo de los calabozos.
No habían registrado los calabozos. Pues estaban un poco escondidos. Bajaron con cautelas diez soldados y encontraron a todos los prisioneros ejecutados. Era la orden que dio Delgumia, no podían cargar con traidores y pendencieros o dejarlos libres.
Informaron al Señor de la Marmita. Este paseaba con las manos en sus guantes apretadas por el patio de armas. Tenía la rabia de la frustración. Se habían reído de él, y de sus vigilantes, pues el Castillo estaba espiado para que nadie huyera sin saberlo él. Se habían volatilizado. No podía ser, no eran fantasmas a lo mejor eran diablos y habían huido al Infierno.
Mando castigar con el tormento a los vigilantes del castillo pues habían dejado escapar a los enemigos y eso no se lo perdonaba. El no creía mucho ni en Dios ni en el Diablo y la hipótesis del Infierno no le parecía muy plausible.
Desechó la idea de hundir el Castillo. Lo habían tomado sin violencia y era un castillo muy bueno, con impresionantes almenas, muros gruesos y con un estilo que, pese a ser de su enemigo era una obra de arte.
El Señor de la Marmita había tenido una vida exitosa en los combates. Tenía propiedades más allá de su señorío. Merced a sus combates fieles al Rey. Pero su vida familiar era caótica. Su mujer lo traicionó, aunque fue un matrimonio de conformidad. Conspiró contra él y la mando decapitar, que quemaran su cuerpo y lo esparcieran en el barranco del Diablo. Su único hijo varón legítimo ahora había huido más allá de la Cordillera, se había unido a los conspiradores y si lo encontraba lo ejecutaría como a su mujer.
Estuvo mucho tiempo dedicado a la guerra. Cuando buscaba consuelo con alguna mujer no faltaba alguna meretriz o aldeana que lo satisficiera. Pero una de ellas conquistó su duro corazón y mantuvo una relación con ella más duradera. Fruto de ella nació una hija. Bella como su madre y ahora debería andar rondando la pubertad. Era una hija bastarda, pero era lo único que le quedaba.
Poco tiempo después del asedio frustrado, se conquistaron los otros dos Castillos. Se rindieron con poca resistencia y sus señores fueron conducidos a las mazmorras reales para nobles (que eran menos severas que otras mazmorras). A de la Marmita se le presentó un problema que quizá no era tal. Su amante aldeana había muerto por un brote de paludismo en su aldea y su hija quedaba desprotegida. Aunque no era, en esa época, muy de su incumbencia y al parecer no era tan desalmado. La mandó llamar a su castillo y la envió a su palacio (dónde estaban ahora Cástula y Tristán) y decidió abandonar por unos meses su Castillo y ocuparse de su hija un tiempo. Ahora el territorio estaba pacificado y se merecía algo de descanso. Mando llamar a los comediantes amigos de Tristán. Necesitaba entretenerse con música, malabares y con historias de ficción que le ayudaran a olvidar su vida desagradecida.
Puntos:
14-12-13 00:25 #11749038 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Yo ya voy al día con la lectura.

Disfruta del fin de semana que por aquí también se pasa bien.
Puntos:
13-01-14 20:10 #11795827 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Ante todo disculpas por no haber publicado es más de un mes. He tenido dos resfriados consecutivos y mi mente no estaba precisamente lúcida. Uno a principio de Navidad. Y poco después de curarse otro si cabe más virulento. Y eso que llevaba un par de años sin catarros. Bueno voy a ver si esta noche me pongo y hago algún capítulo. Ir a trabajar tenía que ir a trabajar, pero el tiempo que podía lo pasaba calentito y sudando el resfriado o los resfriados. A ver que se me ocurre que paré (por fuerza) y tengo que darle al reset y volver a coger el hilo de la historia.
Puntos:
13-01-14 23:29 #11796213 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
No pidas disculpas Al-Hakam, lo primero es la salud y cualquier otra cosa que tu priorices.

Yo estoy esperando un amoroso y poético encuentro sexual entre los protagonistas. Espero que no me defraudes jajajaj. Gracias.
Puntos:
14-01-14 00:00 #11796270 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
No voy a ser "Spoiler" pero está muy cercano. El sexo, ya veremos, que todavía están muy verdes los dos. Algun arrumaco y un poco roce si puede que haya :-)
Puntos:
21-01-14 22:57 #11816922 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
¿Cómo va el tema?... y la salud, por supuesto.
Puntos:
24-01-14 19:18 #11821018 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
La Salud con un poco de tos todavía. Pero eso me han dicho que me queda otra semana por lo menos. Aunque lo gordo del resfriado ya lo he pasado. Esta noche si nadie me malea para dar una vuelta lo mismo ya cumplo que el otro día me lié y al final no escribí nada. Es que me he echado mucha tarea para este 2014 y trataré que esto también sea algo que se cumpla.
Puntos:
25-01-14 00:54 #11821563 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
¿Estás cumpliendo??? jajajaja

Que te mejores.
Puntos:
25-01-14 19:52 #11822252 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Ahora sí, me voy a poner un buen rato a "parir" algo del este relato novelado. Ayer tuve una llamada de teléfono cuando ya tenía el ordenador preparado. Era alguien de quien no tenía noticias desde hace tiempo y para ponernos al día estuvimos un buen rato hablando. Luego ya era tarde y me dio un poco de pereza empezar el o los capítulos.
Pido disculpas que parece esto el cuento del lobo.
Puntos:
25-01-14 23:37 #11822556 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Ya está, un solo capítulo, pero más largo. Y ya se me están ocurriendo otras cosas que iréis viendo sucesivamente sobre esta historia. Espero que os agrade.

CAPITULO XXII
EL REENCUENTRO
Los espías del Señor de la Marmita encontraron a un soldado de Delgumia borracho en una taberna. Llamaron a la guardia y lo redujeron. Tras someterlo a tormento averiguaron donde estaba el Señor Delgumia refugiado. No sabían dónde estaban la Señora Delgumia con Sirena y las otra dos Sirvientas. Pero era cuestión de tiempo. Los secretos compartidos vuelan entre la gente como la pólvora.
El Abad avisó con un tiempo de cinco minutos a Delgumia y los suyos que venían unos soldados a caballo. No tardaron en salir por la parte de atrás y refugiarse en el bosque. Corrieron como almas perdidas. Sin caballos, pues hubieran llamado la atención de sus enemigos. El oficial de los soldados pese a la protesta del Abad de que aquello era solar eclesial y se enfrentaba a excomunión, pasó y registró toda la abadía. No encontró nada irregular aparentemente. Pero vio una daga con el sello de Delgumia. No quiso tentar más a la suerte con el profanamiento que acababa de hacer. Tenía suficiente, los monjes podían seguir con sus rezos, pero el daría caza a Delgumia y a los suyos.
Un experto explorador localizó las posibles huellas de los fugitivos. Y las siguió, pero acababan en un río y no pasaban a la otra orilla. ¿Se habrán ahogado? No, Delgumia ya escapó una vez y no dejaría que lo hiciera de nuevo.
Dividió sus fuerzas unas hacia el curso del río y otras hacia la parte contraria. Parecía que otra vez habían escapado ¿Pero por donde? La estrategia fue rápida por los fugitivos. Con unas ramas borraron las huellas y luego siguieron una senda pedregosa donde no podían dejar huellas. Además echaron las hojas de las ramas para que pareciera que no había barrido sus pisadas.
En el tiempo que tardaron en subir y bajar el río, ya habían caminado unas tres leguas. Eran soldados experimentados y Delgumia todavía estaba en forma. Desistieron, temerosos que el Señor de la Marmita les castigara por este nuevo fracaso.
La Abadesa del Convento donde estaba Servanda, la Señora de Delgumia y Sirena con su reducido séquito, recibió un mensaje del Abad que había dejado escapar a Delgumia y los suyos. Le aconsejaba que informara a de la Marmita de que la Mujer de Delgumia y su séquito se refugiaban allí. Porque lo averiguaría antes o después, y podría dejar de comportarse como un caballero si lo enfadaban todavía más con otras traiciones.
La Abadesa informó al Señor de La Marmita. Este se hallaba, cuando recibió el mensaje oyendo una historia de Tristán y cuando lo interrumpieron rugió de nuevo. Pues antes había recibido y ordenado castigar a los soldados que no capturaron a Delgumia. Pero cuando leyó el mensaje sonrió maliciosamente. Tristán le preguntó que, si no era mucha impertinencia que si sucedía algo alegre. Él le dijo en su rumiada venganza, que había localizado a la Señora Delgumia y a su séquito y que iría a comprobarlo.
A Tristán se le encogió el corazón y al mismo tiempo se lo alegró. ¿Estaría Sirena con la Señora? ¿Y podría acceder su señor a que lo acompañara…? Esto sería muy difícil. Su señor le dijo que la Abadesa, en señal de cortesía y de desagravio, le ofrecería un pequeño refrigerio a él y a su séquito, con unos dulces elaborados en el propio convento. Tristán le dijo que mientras tomaban ese aperitivo podría terminar de contarle la historia.
La cosa funcionó, no sabía Tristán como, pero lo hizo. Ahora solo la suerte haría que Sirena estuviera allí y pudiera verla. Y también que las represalias no le alcanzaran a ella.
La Abadía estaba a una hora de caballo del Castillo (Todavía no se habían instalado Tristán y el Señor en el Palacio) y Tristán fue detrás de un soldado en una cabalgadura que resultó de lo más incómoda.
En la Abadía no podían entrar hombres salvo sacerdotes. Pero había un claustro exterior donde si se permitía el acceso para recepciones y celebraciones religiosas. Aunque se separaba a las monjas de los seglares. Pero la Abadesa hizo una excepción y servirían al séquito de Delgumia las mismas monjas el refrigerio, aunque en ese claustro exterior.
Cuando estaban ya allí los recibió la abadesa y otras cinco monjas. Pasaron al Claustro y El Señor de la Marmita estaba deseoso de comer los dulces y de que Tristán le acabara de contar la historia. Pero la abadesa decidió chafar los planes del Señor. Les obsequió con los dulces, pero a cambio tenían que oír unos cantos religiosos que habían preparado para la ocasión.
Luego entregaron a Servanda, la Señora de Delgumia y Sirena con sus dos compañeras. Cuando entró Servanda, impresionó al Señor de la Marmita, por su juventud, belleza y altanería. Sintió algo como raro, de hecho, al parecer se le pasaron todos los deseos de venganza como de repente.
Sirena, cuando vio a Tristán (este no podía verla a ella por razones obvias) Dio un respingo y le bajó un poco la tensión. Tristán no la veía, pero sintió que estaba allí muy cerca, tan cerca que, entre el ensimismamiento del Señor de la Marmita con Servanda y la confusión del refrigerio se pudo acercar a él y decirle… Bueno no le dijo nada, lo abrazó y lloró como una niña. Tristán reconoció el aroma de su cabello y su corazón latía aceleradamente. Nadie les prestaba atención. Pues lo que era la posible entrega de prisioneros. Acabó en una fiesta improvisada. Pero a ellos no les hacía falta hacerse notar, se contaron, atropelladamente todas sus aventuras. A veces hablaban los dos a la vez. No se besaron, porque el lugar sagrado en el que estaba merecía una compostura. Pero estuvieron tan juntos que una cuchilla fina afilada no hubiera pasado entre ellos.
Tristán le preguntó que si sabía que iba a pasar ahora. Si los separarían de nuevo. Sirena todavía aturdida. Le dijo que había oído que la Señora iba como invitada (quizá un eufemismo de prisionera) al palacio de su Señor. Y Tristán deseaba fervientemente que Sirena la acompañara. Si no, el destino los pondría lejos de nuevo.
Servanda le preguntó a su ahora “Anfitrión” si podía llevar a su séquito. El que estaba un poco atolondrado con su “prisionera” le dijo que si por supuesto. Así que todos partieron para el Palacio. Luego les enviarían los enseres que tuvieran en el Castillo. El Rey había decretado un periodo de paz entre nobles. Un poco inútil, los que podían rebelarse estaban presos y ahora todos eran partidarios suyos. Delgumia estaba suelto, pero con apenas una docena de hombres era un proscrito con poco peligro. Aunque las tramas podían, algún día volverse contra él. Pero eso sería otra historia.
Antes que el Sol se jubilara por enésima vez, para volver a trabajar al día siguiente. Llegaron al Palacio y la vida parecía un poco más tranquila y con aires de amor en vez de guerra por todas partes.
Puntos:
27-01-14 22:07 #11825126 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Esto va tomando color, pero eso de que no se besaran por estar en lugar sagrado creo que va a frenar mucho el encuentro.

Si eso que se salgan fuera, al cobijo de algún árbol... claro que todo depende, escuchaba en la radio que en tiempos pasados, quien se cobijaba bajo un tilo o un olmo, estaba cobijado también en sagrado: "En países como Bélgica y Suiza, se consideraba un símbolo de libertad, ya que a sus pies tenían lugar las deliberaciones y juicios, y los perseguidos podían “acogerse a sagrado” refugiándose en los tilos y olmos."

Puntos:
28-01-14 20:34 #11826465 -> 11609639
Por:Marealta

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
LAS COSAS NO SIEMPRE SON LO QUE PARECEN
Dos Ángeles viajeros se pararon para pasar la noche en el hogar de una familia muy adinerada. La
familia era ruda y no quiso permitirle a los Ángeles que se quedaran en la habitación de huéspedes de
la mansión. En vez de ser así, a los Ángeles le dieron un espacio pequeño en el frío sótano de la casa.
A medida que ellos preparaban sus camas en el duro piso, el Ángel más viejo vio un hueco en la pared
y lo reparó. Cuando el Ángel más joven preguntó ¿por qué?, el Ángel más viejo le respondió, "Las
Cosas no siempre son lo que parecen."
La siguiente noche, el par de Ángeles vino a descansar en la casa de un señor y una señora, muy
pobres, pero el señor y su esposa eran muy hospitalarios. Después de compartir la poca comida que la
familia pobre tenía, la pareja le permitió a los Ángeles que durmieran en su cama dónde ellos podrían
tener una buena noche de descanso. Cuando amaneció, al siguiente día, los Ángeles encontraron
bañados en lágrimas al Señor y a su esposa. La única vaca que tenían, cuya leche había sido su única
entrada de dinero, yacía muerta en el campo. El Ángel más joven estaba furioso y preguntó al Ángel
más viejo, ¿cómo pudiste permitir que esto hubiera pasado?
El primer hombre lo tenía todo, sin embargo tú lo ayudaste; el Ángel más joven le acusaba. La segunda
familia tenía muy poco, pero estaba dispuesta a compartirlo todo, y tú permitiste que la vaca muriera.
"Las Cosas no siempre son lo que parecen," le replicó el Ángel más viejo.
"Cuando estábamos en aquel sótano de la inmensa mansión, yo noté que había oro almacenado en
aquel hueco de la pared. Debido a que el propietario estaba tan obsesionado con avaricia y no
dispuesto a compartir su buena fortuna, yo sellé el hueco, de manera tal que nunca lo encontraría."
"Luego, anoche mientras dormíamos en la cama de la familia pobre, el ángel de la muerte vino en
busca de la esposa del agricultor. Y yo le di a la vaca en su lugar. Las Cosas no siempre son lo que
parecen."
Algunas veces, eso es exactamente lo que pasa cuando las cosas no salen como uno espera que
salgan. Si tú tienes fe, solamente necesitas confiar en que cualesquiera que fueran las cosas que
vengan, serán siempre para tu ventaja. Y podrás no saber esto hasta un poco más tarde...
Algunas personas vienen a nuestras vidas y rápidamente se van... Algunas personas se convierten en
amigos permanecen por un tiempo... dejando huellas hermosas en nuestros corazones... y nunca
volvemos a ser iguales, porque hemos hecho un buen amigo!!
Ayer es historia. Mañana un misterio. Hoy es un regalo. Es por ello que es llamado el presente!
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08-03-14 02:00 #11907071 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPÍTULO XXIII
LA VIDA EN EL PALACIO

Amanecía en el Palacio del Señor de la Marmita. Ya se habían mudado allí y estaban muchos de nuestros protagonistas todavía durmiendo. La primera en levantarse fue Cástula que, a su vez, desperezó a otros empleados del servicio del Palacio que remoloneaban protestando ante la salida del Sol.
Sirena se despertó un poco después y fue a que su Señora se levantara para presentar sus respetos al Señor de la Marmita. Tristán durmió un poco más, quizá debido a que su Señor que estaría Soñando con Servanda no había manera de depertarlo. También su hija, Iselda, que ese era su nombre dormía hasta tarde en su nueva habitación mucho más confortable que la que tenía en la aldea. En eso seguro que salió a su padre, Darío, que ese era el nombre del Señor de la Marmita, pero no le gustaba mucho y prefería que lo nombraran por el título. Los compañeros de Tristán los cómicos, se entrenaban en una chopera cercana desde temprano.
Sirena se disculpó ante su Señora porque el Señor del Castillo no podía recibirla. No estaba todavía despierto. Servanda que no era tonta, estaba ya calculando sacar ventaja de su belleza y del ensimismamiento de Darío. Y se indispuso un poco, pues pensaba que no la recibía para hacerse el interesante.
Se retiró Sirena previo permiso de la Señora de Delgumia con una excusa para ir a ver a Tristán. Se encontraron, bueno casi chocaron en un pasillo, tal era sus ganas de estar juntos. Tristán se había hecho con un junco muy largo que le servía para tantear los ángulos y recovecos de la estancia. Todavía tenía que acostumbrarse.
Se quedaron en uno de los ventanales del Palacio. Sirena mirando al Sol que se dejaba entrever entre unas nubes juguetonas. Tristán que sentía la respiración de Sirena tanteo y la agarró por la cadera. Ella sintió ese escalofrío que sentimos cuando alguien amado nos toca con cariño. Entonces habló Tristán, mientras acariciaba el pelo de Sirena.
-¿De verdad me has echado de menos?
-Claro Tristán, contestó Sirena, mucho y todos los días.
-Le dijo a Sirena Mira alrededor a ver si no hay nadie.
-No no hay...
-Y sin dejarla acabar la besó, casi acariciando sus labios y juntando luego las dos frentes como si realmente se estuvieran mirando.
Sirena le dijo que oía pasos.Por un portón apareció Cástula y los vio allí agarrados de la mano y sonrió. Y les regañó para no perder autoridad
-Vamos no holgazanéeis. Tristán ve y cuéntale al oído al señor algo terrorífico a ver si despierta y tu Sirena vuelve con tu Señora que como te descuides cualquier señorita de este palacio te quita el puesto. Aunque en el fondo estaba muy feliz de que estuvieran juntos y se amaran.
Tristán subió unas escaleras hacia la estancia de su señor. El criado le dijo que le extrañaba tanto sueño, pues a veces, incluso, estaba en vigilia y dormía poco. Tristán le pidió que le dejara entrar y que trataría de despertarlo.
Se acercó, tanteo y cuando oía los ronquidos. Le dijo suavemente al oído: ¡Señor la Torre del homenaje esta tomada! Entonces Darío pegó un bote desde la cama, se ajustó al camisón su espada y cuando se dirigía a la puerta se paró. ¿Que demonios? No estamos en mi castillo y la guerra acabó hace días.
Tristán replicó. Son las diez de la mañana, el señor no acostumbra a dormir tanto. Escéptico se asomó tras las gruesas cortinas de su ventanal y la luz le echó un poco hacia atrás.
Pardiez si que es tarde. Dile a mis criado que me vistan. Debo ir a ver a Ser.. la Señora de Delgumia para indicarle los términos de su estancia en mi palacio en calidad de rehén para que su marido no intente nada extraño. Pues ya debe haberse rehecho más allá de la Cordillera.
Tristán cuéntame alguna historia, la que quieras, mientras tomo algo de para mi cansado cuerpo después de tan prolongado sueño.
Si mi señor, le contaré la historia de los pícaros de Medina del Campo.
"Erase una vez unos pilluelos que no gustaban de trabajar en nada, aunque sus trabajos eran otros. Engañaban, estafaban, mentían, daban gato por liebre, enredaban y siempre salían bien parados. Su destreza en las industrias de la picaresca eran loables.
Montaron entre ellos una farsa para que un avaro banquero les diera una importante suma para supuestamente encontrar oro en una montaña secreta. Se organizaron para que los mapas, los testigos falsos y un poco de oro de mentira le hiciera de cebo.
El banquero no era tampoco muy de fíar. Y tampoco daba su dinero alegremente. Les puso mil y una pegas. Y al final tuvieron que llevarlo a la montaña y entretenerlo mientras ocultaban una piedra pintada excavando un poco.
Cuando le indicaron el sitio donde había oro. Él se volvió y silbó dos veces. Entonces llegaron varios obreros para hacer la prospección. Ellos le dijeron que querían su dinero y que no le indicarían el lugar exacto si no se lo daba.
Uno de los obreros, un minero experimentado se adelantó y dijó. Si aquí hay oro yo lo diré. No les pague, maese banquero, hasta que demos con la veta.
Los obreros trabajaron un día y medio. Y todos acamparon allí. Los pillastres cada vez más nerviosos, estaban a punto de escaparse para que no les denunciaran a los alguaciles, cuando se oyó un grito. ¡La Veta! ¡La Veta!
Los obreros llegaron con dos rocas de cuarzo con algunas incrustaciones del preciado metal. El banquero entonces se negó a pagarle a los pícaros, pues eran sus obreros quienes habían encontrado el oro si su ayuda. Estos protestaron, pero no les hicieron ni caso.
Y se fueron cabizbajos, pues si hubieran trabajado de verdad, quizá hubieran encontrado una mina de oro en vez de dinero fácil"
De la Marmita aplaudió y rió un rato. Estaba de buen humor. Y le dijo a Tristán que antes que a la Señora de Delgumia vería a su hija. La noche anterior solo le pudo dar un beso de buenas noches y darle la bienvenida a Palacio. La llamó una sirvienta, Tomasa, que estaría al servicio de la ahora hija del señor. Entonces apareció una chiquilla que pronto dejaría de serlo muy bonita, con pelo rubio, ojos azules verdosos y piel blanca. Su figura era de noble, aunque la belleza, para se justos era de su madre.
La chiquilla se abrazó a su padre. Pues todavía estaba un poco temerosa y era al único que conocía. Pero reparó en Tristán, quizá no lo miró una vez sino dos veces, y hasta tres. ¿Quien es? (tampoco había notado que fuera ciego)Es Tristán, mi sirviente. Cuenta unos cuentos y unas historias fantásticas y amenas. Si quieres luego puede contarte alguna.
Si quizás, y viendo que no le miraba, se respingó, es muy orgulloso no me mira. No Iselda es ciego. Pero te escucha y tu podrás escucharlo cuando te placa estará también a tu servicio.
La adolescente miraba a Tristán con aprecio, casi con cariño, su porte era de buen mozo y a ella eso le agradaba.
Tristán fue enviado a avisar a los cómicos, que esa tarde tenían que actuar en la fiesta que por su victoria el Señor Darío daba con invitados principales. Y en ella reconocería a Iselda como su hija.
Tristán no percibió nada raro, pero le escamó un poco tanto interés por otra mujer que no fuera Sirena.
Y se empezó a preparar la fiesta, y se armó un jaleo entre cocineros, recepcionistas de invitados, la soldadesca protegiendo a los nobles. Y mucha cosas más que luego os contaré.
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10-03-14 17:31 #11909813 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Luego te leo que ya me están tirando otra vez de la pata jajajaja.
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10-03-14 23:23 #11910407 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Por mi ya puede llegar tu "luego os contaré".

Veo que vas entrando en materia amorosa, beso prometedor jajajaja.
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18-03-14 02:11 #11936132 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPÍTULO XXIV
LA FIESTA DE LA VICTORIA

Cástula se erigió en la jefa del protocolo de servir las mesas. Las doncellas que lo iban a ejecutar eran muy poco experimentadas y necesitaba alguien con mano fuerte y con las ideas claras. De los demás se encargaba Tomasa, antes de entrar a ser la sirvienta de Iselda. Velasco estaba al tanto de posibles irregularidades en el palacio o alrededores. Apostó algunos jinetes con caballos rápidos en los caminos para avisar pronto si había algún contratiempo. Y en palacio estrategicamente había guardias camuflados. Por si algún invitado se intentaba propasar en la bebida y se ponía violento. La consigna era convencerlo sacarlo a un corral interior y echarle una buena cuba de agua para que volviera a razones y no entorpeciera la celebración.
Entre los invitados estaban altos nobles, y algunos hidalgos de la nobleza baja. Y algún clérigo, también invitó a hombres versados en letras, bachilleres y licenciados. Pero eso por si podían ensalzar su victoria con algunos versos o con palabras grandilocuentes.
Lo que no supuso es que se le metería un intruso en la fiesta. Había, no obstante firmado la invitación, pero si la hubiera leído no la hubiera enviado. Era un noble que estaba con Delgumia y, en el último, pero último momento lo dejó en la estacada. O a lo mejor se quitó de en medio y se unió al bando del Rey para tener otra oportunidad de atacar desde dentro.
Era un hombre de muy buen porte. Alto, de cuerpo atlético y con una voz que seguro que había encandilado a más de una dama. Darío, el Señor de La Marmita estaba feliz. Esa noche nadie se la estropearía. Y que diablos si los vapores de ambrosía del Rioja que degustarían esa velada le daban fuerzas, cortejaría a Servanda. Aunque primero tenía que reconocer a su hija y parlamentar con todos los invitados y brindar por su victoria.
Apareció Guzmán Díaz, que ese era el nombre del citado invitado incómodo. Y el semblante de Darío se ensombreció. Consciente de que no era bien recibido se adelantó y no saludó, sino que abrazó a Darío. Gran Victoria sobre los rebeldes, le espetó con resolución. De la Marmita con tal alabanza cambió de idea y pensó que quizá era verdad que se unió a ellos sinceramente. Dicho Guzmán era un pico de oro. Siempre, cuando las batallas se tenían que decidir en una mesa, lo incluían a él en las negociaciones. Y cuando había que parlamentar, era el primero en enarbolar la bandera blanca.
Hablaron un rato y Guzmán arrancó varias sonrisas de su anfitrión. Luego apareció Servanda (había enviado a Sirena a la mejor costurera para que le vendieran algún un vestido espectacular ya hecho pues no había tiempo) Se iluminó la Sala con su presencia, y los ojos de Darío parpadearon como si estuviera viendo visiones. Guzmán, si no fuera fiel a Delgumia, también pudiera haber sido preso de sus encantos (o ella de su palabrería) Tras ella Darío de La Marmita indicó que tenía que hacer un anuncio importante.
Tras ello indicó que se acomodarán en Circulo ante la escalinata de acceso a la estancia y allí subido lo anunciaría. No era hombre de mucho hablar, y dijo escuetamente. Aquí os presento a la mi hija y heredera Iselda. Hubo un Rumor prolongado entre los asistentes. Y Servanda dio un respingo pensando que el señor de la Marmita no estaba solo. Luego subió Iselda, con un vestido como un toga con una especie de manto encima y con una diadema que perteneció a la Señora caída en desgracia. Todo el ropaje y las joyas eran espectaculares, pero no lo era menos la belleza ambigua de la niña que ya era toda una mujer.
Empezó el convite. Intencionadamente De la Marmita se colocó a un lado Iselda y al otro Servanda. Pero el protocolo juntó a Guzmán al otro lado de Servanda. Y nos tememos que la conversación de Guzmán era más amena y menos tosca que la de Darío.
Sirena y Tristán estaban fuera de la fiesta. Digamos que tenían la tarde libre. Se fueron a unos campos sembrados de trigo, pues era casi el mes de mayo. Allí Sirena guiaba a Tristán para que las espigas los acariciaran. Y en un momento determinado se acunaron tumbados sobre la mies.
Tristán estaba debajo y su respiración empezó a acelerarse. Sentía a Sirena sentada a horcajadas sobre él. El calor, hizo que ambos se aliviaran de ropa, Sirena miró, avergonzada alrededor, por si alguien los veía. Tristán la agarró por la cadera y le acarició de abajo arriba. Luego le dijo que se acercara y la besó, con un masajeo de su espalda y su cuello de lo más ardiente. Sudaban por todas partes y Tristán giró a Sirena y la colocó a su lado. No la veía pero recorrió todo su cuerpo intentando hacer una estatua mental de su amada. Ella lo veía y deseaba algo que los dos sabían que no estaba bien, pero que tarde o temprano no podrían evitar.
Entonces Sirena paró. Vio atravesar una lechuza y le dijo que eso era un mal signo. Que quizá habían pecado y no debían continuar. Tristán se asustó y también paró. Se vistieron como si esa lechuza en vez de un ángel los hubiera expulsado del paraíso. Se sacudieron las hierbas y espigas que tenían por todo el cuerpo y la ropa. Y Volvieron al Palacio.
De la Marmita no hallaba el modo de que Guzmán dejara de hacer reír a Servanda. El no era ocurrente, ni hablador, el sabía manejar la espada y ganas tenía de hacer uso de ella en ese momento con Guzmán. Pero se le ocurrió algo. Cástula le dijo, busca a Tristán y dile que venga. Cástula, algo nerviosa se afanó en buscarlo, pero sabía que se habían alejado un tanto. Se alivió a verlos llegar, sudorosos y despeinados pero allí estaban. Le dijo a Tristán que se cambiara de inmediato y se presentara al Señor. Le ayudarían otros criados pues Darío le urgía su presencia.
Tristán acudió y nada más entrar Darío interrumpió la amena conversación entre Servanda y Guzmán y le indicó a éste que le quería presentar a su Juglar particular que deseaba que oyera alguna o algunas de sus historias. Guzmán que estaba tan a gusto aceptó a regañadientes. Y Servanda, que aunque entretenida pensó que también se debía a su anfitrión.
Entonces conversaron Servanda y Darío. Sorprendentemente empezaron a surgir palabras y requiebros nunca dichos por Darío. Servanda se turbó un poco. Pero sabía que tenía que jugar sus cartas y no le puso coto. Hasta que le sirvieron a de la Marmita dos copas más de vino. Tras las cuales las proposiciones subieron de tono y Servanda tuvo que contenerlo (de momento)
A Iselda le pusieron a lado a una Noble de un pueblo cercano. La trataba con altanería por considerarla nada más que una bastarda. Y se le iban los ojos hacia Tristán cuando hablaba con Guzmán.
Hicieron un Baile y después todo el mundo se retiró a sus aposentos.
Y esa noche Tristán y Sirena estaban temerosos de haber cometido un pecado pero para nada arrepentidos. La Luna llena que Sirena veía tras el ventanal de su habitación era el preludio de una vida de felicidad.
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20-03-14 23:39 #11940330 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Esta noche no se si me dará tiempo a hacer otro capítulo. Pero mañana seguro que si porque no tengo otro peregil que mondar a estas horas.
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21-03-14 16:10 #11941064 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Anda que la lechuza no ha sido oportuna ni na.

Alucino contigo al-hakam, cuanto más escribes más abierta resulte la historia, no sé como lo haces.
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03-04-14 01:57 #11963686 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Mientras repiquetea la lluvia en la ventana escribo este capítulo un poco a deshora. No tengo mucha continuidad, pero es que me meto en muchos "fregaos" a la vez y voy llevándolo como puedo.

CAPÍTULO XXIV
EL EMBROLLO

El Señor de la Marmita se despertó con una resaca considerable. Ordenó a todo el mundo que no le molestarán ese día ¡Y que le hablaran bajito! Tristán se reunió con sus compañeros los cómicos. En la fiesta tuvieron trabajo y se emplearon a fondo. Los invitados iban yéndose a sus lugares de origen, pues dado lo trabajoso del transporte en aquella época no podían arriesgarse a abandonar el Palacio de noche y sin protección.
Un correo llegó al Palacio y pedía con insistencia que lo recibiera el Señor de La Marmita. Un criado le rogó que volviera otro día pues su señor estaba indispuesto. Pero resaltó que era algo muy importante. El criado lo remitió a Velasco, el jefe de la guardia, y éste le inquirió sobre el mensaje que él respondía por su Señor.
Era un mensaje de Delgumia. Se había rehecho más allá de la Cordillera y se había informado de que su mujer era rehén de Darío. Quería parlamentar y negociar la vuelta de su mujer hacia donde se encontraba actualmente. Había rumores de que señores de otros reinos estaban de nuevo conspirando contra el Rey. Y no andaría muy lejos Delgumia de estas traiciones. Velasco consideró que tenía que informar, dada la posible gravedad del asunto al Señor.
Con tacto y hablando muy bajito le dijo a Darío que un correo venía con noticias probablemente inquietantes. Recibió, reticente, al correo que le dijo todo lo que sabía al respecto y De la Marmita se enfureció pero con poca energía dado su estado “convaleciente”. No le gustaba nada la noticia del correo. Por una parte si negociaba Delgumia era porque se veía en una posición de más fuerza y por otra le privaría de la presencia de su Señora. Y en tercer lugar rumiaba una reorganización de los traidores y nuevos conflictos. Eso teniendo en cuenta lo que respecta a los nobles. Pero a Tristán le podría suponer una nueva separación de Sirena.
Ignorantes de todo ello Sirena y Tristán reían juntos con muchas ganas de las ocurrencias de sus compañeros cómicos. Incluso intervenían con gracejos y chanzas también él y ella. Se unieron a esa “fiesta villana” algunas criadas que andaban ociosas. E incluso bailaron al aire de la mandolina de Ricardo, el músico. Luego vieron partir rápidamente el caballo del correo con la respuesta de Darío. Sin darle importancia y bebieron un poco de vino, peleón pero gratificante para ellos.
La hija de Darío llegó a la improvisada fiesta. Aunque era hija de una mujer del pueblo llano ya se le iba pegando aires de nobleza. Y ordenó a todos que dejaran de tocar y que se pusieran a trabajar. En rigor a ella le daba igual que estuvieran ociosos u ocupados. Lo que no soportaba era ver reír a Tristán tan a gusto con Sirena.
Y ese día pasó muy rápido para todos. Pero no exento de contratiempos y de algún mal agüero. Iselda le pidió a Tristán que le contara una historia de amor. Tristán tuvo que acceder. Que remedio, era la hija de su Señor y no podía negarse. Y Sirena empezó a mirar no con celos sino con furia a esa niñata que seguro que solo quería tener a Tristán como un capricho. Pero tampoco podía hacer mucho.
Tristán se sentó en un banco de piedra que había a la salida del Palacio e Iselda a su lado. Se pegaba a él y el trataba de separarse pero desistió pues se hubiera caído del banco. Y empezó la historia.
“Erase un chico trabajador y abnegado. Que vivía solo para sus quehaceres. No pensaba en otra cosa. Pues esto le ocupaba durante todo el día. Su madre le decía que pensara en casarse, pues ya iba teniendo edad. Y él no reparaba en ello. ¿Casarse? Estaría el doble de ocupado y si tenía hijos pues multiplicado por equis.
Un buen día llegó a su aldea una diligencia que paró allí porque se le había roto un eje. Lo llamaron pues entre otras cosas actuaba como carpintero. Valoró la avería y les dijo que tardaría tres días en arreglarlo. Los ocupantes de la diligencia estaban en el figón del pueblo y una señora de ellos se dirigió a él desaforada. ¡Tres días! ¿Es que no hay otro carpintero más eficaz? Restituto que ese era el nombre de nuestro amigo la miró y se sintió algo turbado. Ella sintió algo parecido. Entonces él quería abreviar el tiempo de reparación para conformarla y ella alargarlo para poder estar junto a esos ojos negros tan agradables.
Luego de reparar la avería. Restituto le preguntó a la Señora si podría verla de nuevo. Ella le dijo que no tuviera cuidado que volvería en dos días. Para quedarse si él no lo veía mal. Así concertaron en poco tiempo un matrimonio que contentó a los novios y a los padres de Restituto. Que hizo un buen casamiento, pues la moza era hija de unos comerciantes prósperos. Tuvieron fruto del Matrimonio tres hijos y una hija. Y el trabajo se multiplicó para Restituto, pero también su felicidad”
Iselda embobada aplaudió a Tristán. Y le dio un beso en la mejilla. El se tocó justo en el sitio donde depositó el ósculo, entre molesto y agradecido. Y ella toda colorada se despidió como la chiquilla traviesa que todavía era. Tristán se quedó solo pensativo y sintiendo que las cosas empezaban de nuevo a ir mal.
Pero las cosas pueden ir mal o ir mejor. Eso depende del azar.
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03-04-14 02:01 #11963687 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
El capítulo es el XXV perdón por el error
Puntos:
03-04-14 23:39 #11965015 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
La verdad es no recuerdo con mucho detalle los capítulos anteriores. ¿Cómo consigues la continuidad? ¿repasas lo escrito anteriormente o sigues algún guión argumental previo?.

No trasnoches tanto que luego vienen los "fregaos" jajaja, un saludo Al-Hakam, escritor de madrugadas.
Puntos:
04-04-14 13:12 #11965469 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
La Continuidad se consigue de las dos formas. Con un hilo argumental previo más o menos coherente y repasando también lo escrito. Pues a veces puedes salirte del hilo o cambiar cosas. Y tampoco escribo todo lo que se me ocurre. Surgen varias ideas sobre el hilo argumental y escojo las que más me gustan, si no sería un libro interminable y un poco pesado.
Puntos:
04-04-14 16:36 #11965660 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Menuda imaginación. si de todo lo que se te ocurre vas dando cuerpo a una historia como esta y además te quedan cosas que no pones.

Eres un privilegiado, al menos en este sentido.
Puntos:
07-05-14 17:58 #12010679 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
No avanzo estoy en una especie de no sé, no es desgana, ni pereza. Tampoco es falta de inspiración. Voy a ver si me obligo a escribir algo. He estado de viajes por otros lugares y he hecho muchas fotos. Pero lo de escrbir (y mira que me gusta) se ha atascado un poco. Bueno a ver si estas noches de primavera-verano me pongo y saco un poco el tarro de las esencias.

Al-Hakam perdido en el laberinto de las letras.
Puntos:
08-05-14 17:55 #12011844 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
No te vayas a agobiar por esto Al-hakam, tú cuando te apetezca, es la única manera de disfrutar de las cosas. Y si yo disfruto leyéndote, tú como poco, tienes que disfrutar escribiendo.

Disfruta de estas noches... y días.
Puntos:
22-05-14 01:18 #12053211 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
CAPITULO XXVI
NO HONRARÁS A TU PADRE

Una tormenta propia del mes entre primaveral y veraniego azotaba los campos cercanos al pueblo donde tenía el Castillo y el Palacio de la Marmita. Tras la cordillera los acontecimientos se estaban precipitando. Cada vez se unían más partidarios a nuevo candidato a Rey. Era más joven, más fuerte y más decidido que el Rey que actualmente tenían. Ya mayor y con un hijo bohemio y sin muchas dotes de gobierno, ya designado como heredero. Pero un suceso hizo que se tambaleara algo la unión. El hijo de Darío Señor de la Marmita, que lo traicionó y estaba con los rebeldes, estaba en tratos con una joven noble y estaba próximo al casamiento. Pero Delgumia la cortejó y pese a su edad más avanzada, su abolengo y esa tendencia de la nobleza a meterse en camas ajenas lo perdió. La doncella que era algo necia accedió a sus ruegos y decían que incluso llegó a perder la honra (no sabían que ya la había perdido con Fernán el hijo de Darío)
Fernán montó en cólera y como Leocadio Señor de Delgumia estaba casado y pese a su necedad amaba a esa mujer le retó a duelo a muerte, para lavar su honor. En esos tiempos los duelos eran legales y muchas veces recomendables. Los respaldaron, reticentes otros dos nobles a modo de padrinos, aunque entonces no se llamaban así. El que respaldó a Delgumia se ofreció a sustituir a éste para que el combate fuera más igualitario. Pero Delgumia, orgulloso y dolido por ello se aprestó a acudir al claro del bosque donde se batirían a espada y maza.
El nuevo candidato a Rey se indispuso con este duelo. Delgumia era un hombre poderoso y cabal, pese a sus lios de mujeres. Y necesario para algunas negociaciones. Fernán era altivo, soberbio y poco dado al trabajo en equipo. Y dió instrucciones para que ganara Delgumia, aunque tuvieran que “ayudarle”.
No era el día ni del candidato a Rey, ni de los nobles que acompañaron para “ayudar” a Delgumia, ni de este mismo. Se saludaron con las espadas y, cuando el noble encargado iba a apuñalar a Fernán. Con un rápido mandoble que ni el mismo diablo podía hacer, le segó un brazo y la cabeza a Delgumia. El noble encargado de ajusticiar a Fernán estimo, que, como nada podía hacerse era mejor no perder más partidarios. Y se alejaron con un el físico que les acompañaba valorando si era posible atender a Delgumia. Despedazado en tres partes era muy complicado.
Se instituyó una bandería entre los más jóvenes y decididos del nuevo candidato proponiendo como general a Fernán. Pues su mandoble fue muy pregonado y se le atribuían dotes sobrenaturales a algo que solo era producto de su entrenamiento, fuerza juvenil y destreza. El nuevo Rey les dejó hacer y reunió a los más cabales y maduros para estudiar contrarrestarlos.
Con sus nuevos bríos Fernán mandó un correo a su padre para restregarle que había triunfado y que pronto se verían las caras. Llegaría en una semana. Mientras tanto De la Marmita estaba todavía estudiando la oferta de Delgumia, mientras era enterrado con honores, pero sin honra, ahora restituida a Fernán. La lentitud de las comunicaciones hacía que se planificaran cosas que tenían que ser deshechas con las noticias nuevas quizá acaecidas hace tiempo.
En principio el correo notificaría que Fernán era un nuevo caudillo (malo para Darío) y que Servanda era libre (Bueno para Darío, según se mire) y que Tristán, de momento no tenía que temer su separación de Sirena. Aunque esto no lo supo y probablemente tampoco tendría noticias de todo este tejemaneje de nobles, amoríos e infidelidades. Que en todos tiempos han ocurrido y seguirán ocurriendo.
La tormenta pasó y Tristán le pidió a uno de los cómicos que le dijera si sabía leer. Si, le dijo Odoacro, se leer y escribir. Pero no te podría enseñar, tu eres ciego y no podrías ver lo que lees ni leer lo que escribes. Le dijo que, si no era molestia, le leyera algunos de los libros que se decía tenía de La Marmita. Él (Tristán) se encargaría de que se los facilitara. Le contaría que los necesitaba para contar mejores historias. Y también quería que les escribiera algunos relatos para que quedaran para siempre. Él le dijo que su escritura era mala, pero que leer le leería todo lo que el quisiera. Le refirió a un clérigo que estaba en el pueblo, ya retirado y que estuvo en el scriptorium de un importante convento. Claro que dado que era un clérigo le pediría algún dinero o prebendas por hacerlo. Y él, aunque no era cura, también quería ser recompensado por leer.
Tristán soñó que conocía los secretos del saber esa noche. Y que sus relatos quedaban escritos para siempre. Y le gustaría que llegara el día que alguien ideara algo para que los ciegos pudieran leer y escribir. Y durmió más contento que nunca.
Puntos:
07-06-14 01:14 #12085792 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Ya tengo elaboradas algunas notas para unos cuantos capitulos mas decir algo aunque sea criticar el relato que me siento como un predicador en el desierto :-)
Puntos:
07-06-14 13:14 #12086040 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Aunque la audiencia no se pronuncia, nunca se predica en el desierto, te lo aseguro.

Yo no comento nada, porque tu último capítulo no lo he leído... y tiempo he tenido, pero prefiero esperar a que haya alguno más. Así me sabe mejor.

Buen fin de semana Al-Hakam.
Puntos:
06-07-14 17:23 #12127836 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
No he podido publicar ningún capítulo últimamente porque estoy en liado por un proyecto fotográfico que me ha surgido y tengo que poner toda el alma en él (a falta de reportajes en el pueblo y demás trabajo profesional habrá que tener a punto la cámara)y también estoy preparando para el fin de semana que viene un taller fotográfico de fotografía nocturna y ligthpainting en la Sierra de Cazorla. Tengo que para una y otra cosa poner a punto el equipo y repasar muchos conceptos. El proyecto es para hacer en una finca próxima (en vez de tomar vacaciones haré esto y creo que disfrutaré igual o más) un análisis paisajístico y de fauna (es un coto de caza) O sea que dispararé pero sin balas ni cartuchos, sino que respetaré a todos los animales. Será el fin de semana siguiente a la feria y toda esa semana. Aunque tengo esto aparcado no lo dejaré. El segundo fin de semana de Agosto, con el puente ya proseguiré con el relato.
Puntos:
07-07-14 13:24 #12128721 -> 11609639
Por:consenso

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Interesantes proyectos, el resultado seguro son fotografías maravillosas como a las que nos tienes acostumbrad@s.Que todo salga bien Al-Hakam y sobre todo que disfrutes mucho.
Puntos:
09-07-14 01:03 #12130619 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
No quería confesarte que ya leí el último capítulo, a ver si así te "obligaba" un poco, pero viendo tus proyectos, me atrevería a decir que no hay mejores motivos para no seguir escribiendo.

Mucha suerte con todo ello y a disfrutarlo. La historia puede esperar... eso sí, creo que va siendo hora que cuando la retomes hagas un breve resumen como introducción a la continuación, a mi me costó seguir el hilo en el último capítulo, tuve que releer lo anterior para ubicar a algunos personajes.
Puntos:
28-08-14 18:35 #12204975 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Puede que el libro se retrase un tanto. Un amigo que es escritor (se dedica a ello) ha leído parte del libro y me ha dicho que la historia está bien. Me ha dado algunos consejos para mejorarla. No en argumento, sino en estilo y algunas cosillas que hay que pulir. Y ya si lo hago un poco en condiciones lo mismo lo publico. Pero primero a analizar los fallos y a tornear un poco el relato para mejorarlo y adecuarlo a literatura más correcta.
Ya iré informando de si sigo poniéndolo aquí o os informo de donde lo publicaría (en papel y en ebook por supuesto)
Puntos:
28-08-14 22:45 #12205222 -> 11609639
Por:eeea

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Ok, yo voto por el papel, pero tú decides.
Puntos:
29-08-14 10:08 #12205522 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Si se hace se trataría de hacer en los dos formatos. Pero en caso de ser muy costoso se optaría por hacer ebook que siempre sale algo más barato.
Puntos:
07-03-15 21:36 #12499572 -> 11609639
Por:Al-Hakam

RE: Mi Oscuridad, tu Luz
Como ya he dicho me desencanté un poco de la literatura escrita y el proyecto de pulir y enviar esto a alguna editorial se frustró. Aparte que no por circunstancias quien me lo sugirió ha tenido que irse a trabajar al extranjero y hemos perdido un poco el contacto. Quiero volver a hilar la historia (sinceramente no he vuelto ni a releerla) y a conseguir finalizarla. No deje la literatura escrita por ningún comentario improcedente como pudiera pensarse por alguien. Estaba en un mal momento y luego me he concentrado en la fotografía, el derecho y en el estudio de la Historia Medieval. Aparte de mis rutas de senderismo que también me relajan y llenan mucho. Pero el gusanillo ha empezado a revolverse en mi mente y tengo ganas de volver a escribir regularmente. De momento es una declaración de intenciones, pero en breve releeré mis propios escritos y actuaré en consecuencia.
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