Trebujena - Cadiz

Ya en el primer párrafo del Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad, Rousseau se apresuró a plantear su tesis: “La Naturaleza ha puesto la igualdad entre los hombres, y ellos han instituido la desigualdad”.

Continuación 1

El entonces revolucionario mensaje se mitificó y se elevó a dogma. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos proclamó que “todos los hombres son creados iguales”, y las tablas sinaíticas de la convivencia contemporánea, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sostuvo que “todos los hombres son iguales por naturaleza”.

Continuación 2


En Rouseau, que es una de las expresiones más genuinas de la desenvoltura universal, casi todo es deliciosa apariencia; pero quizás la más tramposa de sus predicaciones sea la igualitaria. Lo cierto es exactamente lo contrario de lo que afirmaba Juan Jacobo: la Naturaleza, que es jerárquica, engendra a todos los hombres desiguales, y la sociedad, que es homogeneizadora, trata de asemejarlos y laminar sus peculiaridades individuales.

Continuación 3

Hay recién nacidos prematuros y posmaduros, sanos y enfermos, voraces y desganados, silenciosos y llorones. Cada ser humano es un microcosmos de casi infinitas potencialidades distintas, con un código genético único e irrepetible que, al desarrollarse, manifiesta aptitudes y vocaciones variadísimas. Todos nacen desiguales y, tan pronto como en las escuelas maternales se efectúan las primeras evaluaciones, resulta que unos son fuertes y otros débiles, unos tenaces y otros abúlicos, unos geniales y otros no. Todas o casi todas las cualidades superiores propias del hombre se distribuyen en una curva gaussiana donde nadie ocupa el mismo punto. La desigualdad natural entre los hombres es absoluta y se escalona entre extremos de trágica contradicción, como la que separa al débil del superdotado y al deforme del atleta. Dos hijos de los mismos padres y criados en el mismo domicilio, tan pronto como empiezan a manifestarse, revelan personalidades dispares y, a veces, antípodas. Y estas diferencias se dan en todos los casos.

Continuación 4

No es cierto que la Naturaleza engendre a los hombres iguales; la verdad es que los pone en el mundo con capacidades disímiles y, por lo tanto, jerarquizables según un criterio dado. La hipotética homogeneidad enunciada por Rouseau está en franca contradicción con los datos más evidentes de la genética, la fisiología, la psicología y el sentido común. Es solamente una ficción para uso de demagogos y consumo de insatisfechos o mal informados.

Continuación 5


Y tampoco es verdad que la sociedad institucionalice las desigualdades. Al contrario, todas las sociedades de todos los tiempos realizan un denodado esfuerzo igualatorio. Comienza imponiendo un idioma con rígidas reglas. La equiparación idiomática conduce a la del pensamiento, porque en el fondo de cada idioma hay una tácita concepción del mundo. Paralelamente se van imponiendo una serie de pautas de comportamiento: como hay que comportarse, alimentarse, saludar, vestirse, rezar y un largo etc. A medida que el adolescente se desarrolla, la educación imperante en el momento le va suministrando una idea de la Historia y una definición o determinación de lo que es verdadero, bello y bueno.

Continuación 6

El que se separa de estos criterios sociales se convierte en un extravagante, en un rebelde e incluso, en el límite, en un loco o un delincuente. La sociedad tiene un calificativo revelador para el que se resiste a la coacción laminadora ambiental: “es un inadaptado”.

Continuación 7


Al contrario de lo que predicaba Rouseau y han tratado de realizar los socialistas de todas clases, debe pensarse que el gran quehacer social de nuestro tiempo no consiste en aumentar las potencialidades igualatorias de la sociedad y del Estado, sino en individualizar más. Allí donde todos viven y piensan igual, nadie piensa mucho; y reina la monotonía y la mediocridad.

Continuación 8

La mayor riqueza de la especie humana es la variedad de sus individuos. Cualquier invento o descubrimiento es siempre una innovación y, por tanto, algo distinto de lo normal. Los protagonistas del progreso de la Humanidad no son las masas uniformes, sino los espíritus superiores en alguna cualidad, los más diferentes. No debemos cultivar el odio al mejor, sino el respeto; no el rebajamiento de los superiores, sino la autorrealización propia. La igualdad implica siempre despotismo; la desigualdad es fruto de la libertad.

Fin

Dio en la diana el poeta Young: “Todos nacemos originales y casi todos morimos copias”. Debemos conseguir que la sociedad sea promotora de mutaciones personales y no una matriz clónica o un gigantesco rasero. Al revés de lo que propugnaban Rouseau y Marx, la gran tarea del mundo actual y del humanismo moderno es lograr que la persona sea libre de ser ella misma, y que el Estado o la sociedad no la obliguen a ser un plagio.

Leído y adaptado por Justo.- Mayo 1986


Perdonen el desglose, pero me ha sido necesario hasta darme cuenta de que tenía que moderar el lenguaje; lo que no me ha impedido expresar lo esencial. De aquí en adelante, creo que no será necesario parcelar el texto, aunque esto tiene la ventaja de poder contestarlo por partes.