Infancia y adolescencia INFANCIA Y ADOLESCENCIA Aún recuerdo vagamente mi preocupación primera, de asistir diariamente a la antipática escuela. Si hace frío como si llueve con el Rayas o el Catón todos los días a las nueve a estudiarme la lección. Con pizarra y pizarrín ambos fríos como hielo sentados sobre un cojín cuando no en el santo suelo. El aula, grande y vacía y sin más calefactor que un brasero que tenía en su mesa el profesor. En las mañanas de invierno yo, pegando tiritones en las manos el cuaderno y en la oreja, sabañones. Escarlatas las narices los pies, fríos como hielo rodillas con cicatrices y como escarpias el pelo. Allí aprendíamos todos con monótono cantar la lista de Reyes Godos o la tabla de restar. Después, Historia de España Aritmética y Geometría algo de Historia Sagrada Dictado y Geografía. Hasta llegado el Verano y con él, las vacaciones que esperábamos ufanos y colmados de ilusiones. Pues era tiempo de nidos, de baños y remojones y en las charcas del Ejido eran nuestras abluciones. En las charcas del Cordel con sus aguas algo pardas disfrutando con placer hasta que llegaba el guarda. En este caso a trotar por el llano y el ribazo tan desnudos como Adán con la ropa bajo el brazo. Por los montes y cercados que rodean la población perseguíamos sofocados al mirlo y al alcaudón. Nidos de urraca y jilguero de tórtola y de pinzón de cogujada o triguero de tordo y de gorrión. De pájaros y de huevos al fin quedábamos hartos de los perdigones nuevos de ranas y de lagartos. En las tardes calurosas escapados a hurtadillas nuestras peleas afanosas en las cercanas "Erillas" Allí, en el trozo más llano con la mayor ilusión al fútbol y al balonmano jugábamos sin balón. Ya que éste consistía en una bola de trapos al que todos, a porfía sacudíamos sopapos. Terminados los partidos todos muy buenos amigos marchábamos decididos a robar brevas o higos. O a coger las zarzamoras o melones, o sandías por estar a todas horas con las tripas bien vacías. Los sábados y domingos a la Sierra de La Peña a practicar montañismo a comer uvas y almendras. Luego, ya en la población, y según las estaciones jugábamos al peón o a policías y ladrones. En las noches más oscuras en grupos de tres o cuatro hacíamos diabluras con los perros y los gatos. Que corríamos por la villa perseguidos a pedradas como una infame cuadrilla de personas despiadadas. Y así eran las diversiones de aquellos años malditos de hambre y de privaciones para aquellos jovencitos. Esta fue, sin arrogancia sencilla y sin prepotencia al principio, nuestra infancia y después, la adolescencia.
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