Zorita - Caceres

I N V I E R N O

Entre las ramas desnudas,
sopla un viento seco y frío,
que deja muy limpio el cielo;
y sobre el agua del río,
hay una capa de hielo
que deja sus aguas mudas.

El campo se halla baldío,
y ya sus aves canoras
no se oyen por la cañada,
no cantan a todas horas
saludando a la alborada,
como hacían en el estío.

Marcha, seguido del perro,
el pastor con su rebaño,
mientras balan las ovejas
a sus corderos de hogaño,
que dejan sentir sus quejas
al compás de su cencerro.

Escondido entre la breña
el fornido leñador,
poda las grandes encinas
con un singular ardor,
cortando sus ramas finas
convirtiéndolas en leña.

Ya nada parece tierno
todo s hll dormido,
sobre nuestra madre tierra
un frío manto ha caído,
el hielo y la nieve en guerra
¡Ha comenzado el invierno!

Paciencia y silente espera
hay que luchar con tesón
contra esta cruda estación,
que un día sin remisión
por orden de sucesión,
nos traerá la Primavera.

Mcf.

mui buena rima

QUIEN MAL ANDA, . . .


Yo soy el zorro ladino
que salgo al anochecer
y, apartado del camino
oigo la hierba nacer.

Busco al incauto conejo
que merodea por el prado
y tras quitarle el pellejo
me lo trago de un bocado.

Persigo entre la maleza
a la perdiz que, dormida,
apreso con gran fiereza
entre la fronda escondida.

Al incauto pajarillo
Que, durmiendo acurrucado
al abrigo de un tomillo,
cae en mi boca asustado.

Al cabrito que, infeliz,
se extravió de su madre,
me llevo al menor desliz
aunque el perrito me ladre.

Y al pequeño corderillo
que lanza al aire su queja,
con su balido sencillo
alejado de la oveja.

En frías noches de Enero
con mi astucia sibilina,
me cuelo en el gallinero
y me llevo una gallina.

Mas ha llegado la hora
en que la carne escasea,
con hambre desoladora
como fruta, o lo que sea.

Higos, uvas, ratas, grillos,
lagartijas y ratones,
escarabajos, topillos,
y sandías o melones.

El hambre voraz me obliga
y necesario es comer,
hay que llenar la barriga
antes del amanecer.

El pobre pastor se enfada
y él, como un alimañero,
me ha tendido una celada
con lazo de fino acero.

Es una trampa infalible,
que muy rápida se acciona
y, en descuido imprevisible,
mi fuerte cuello aprisiona.

En el círculo mortal
me introduje, cual pardillo,
y cuando intento escapar
más fuerte aprieta el anillo.

El aire apenas si llega
a mis fláccidos pulmones,
y mi vida al fin se entrega
al ritmo de mis tirones.


Ya veo llegado mi fin,
se terminan las querellas,
ya se ocultan para mí
en el cielo las estrellas

Aquí perdí la partida
ya solo lamento ahora,
ver a mi piel convertida
en abrigo de señora.

Qué triste fin para mí
que solo por tener hambre,
he llegado a verme así
con éste collar de alambre.

Pues es cosa bien sabida
que yo tampoco ignoraba,
que en el pasar de la vida
quien mal anda, mal acaba.

mcf