Curiosidades de nuestra zona LOS PAREAÑOS DE MALILLO Siendo un chiquillo de siete u ocho años de edad, acompañaba a mi abuelo Manuel, del que heredé nombre y apellido, por tierras limítrofes de los términos municipales de Logrosán y Zorita, para comprar madera destinada a su taller de construcción de carros y otros aperos agrícolas. Corrían los años 1940/41 del pasado siglo. Íbamos a lomos de una borrica y, al llegar la hora del mediodía, nos detuvimos a comer bajo una encina, al lado de un arroyuelo de aguas frescas y cristalinas. A escasa distancia, podían verse unos altos muros de piedra que sobresalían por encima de los árboles y retamas del dl entorno. Éstos son, me dijo mi abuelo, los pareaños de Malillo. Y así quedó la cosa. Para mí, solo fue, más adelante, un vago recuerdo Muchos años después, en mi calidad de corresponsal informativo del periódico EXTREMADURA, el día 21 de Mayo de 1977, publicamos un trabajo relacionado con “Las ruinas del convento de Malillo”, cuyo texto era el siguiente: “Desde muy pequeños, oímos hablar en Zorita de los pareaños de Malillo, que los más viejos citaban con frecuencia, como punto de referencia de sus andanzas agrícolas, pastoriles o cinegéticas, sin que jamás llegásemos a comprender en qué consistían los citados pareaños que me presentó mi abuelo No hace muchos años, coincidiendo nuestro paso por allí, precisamente con el ejercicio de la caza, descubrimos las ruinas de referencia, que recorrimos detenidamente, los cuales nos produjeron una fuerte impresión, porque nunca llegamos a imaginar su grandiosidad y el extraordinario auge, que aquellas instalaciones debieron tener en su día. Posiblemente con siglos de existencia Se trata de un viejo monasterio o convento totalmente arruinado, emplazado en el término municipal de esta villa de Zorita, en el paraje donde confluyen los linderos de las fincas denominadas “Moheda de Majadalraso”, “Vale del Judío” y “La Torre”, aunque esta última pertenece a la jurisdicción de Logrosán, sirviendo prácticamente de divisoria entre todas ellas. Es de considerables dimensiones y aunque el tiempo y a incuria han derribado la mayoría de los muros, aún puede contemplarse una gran parte de los mismos, algunos de ellos con una altura de seis o siete metros, hoy utilizados por las cigüeñas para el emplazamiento de sus nidos. La construcción es sólida, a base de argamasa y grandes piedras de pizarra, de forma irregular, pero muy bien tramadas, como lo prueba el hecho de que, posiblemente abandonado en el siglo XIX, aún se conservan en pie y, con toda seguridad, lo harán muchos años más. Aparte del recinto perimetral, aún se conservan un gran número de paredes interiores, de lo que fue en su día iglesia o capilla, pudiendo observarse en las mismas los huecos u hornacinas donde se hallaban colocadas las imágenes que fueron objeto del culto a que estaban destinadas las construcciones de referencia. En lo que parece que fue en tiempos un gran patio central, existe aún la boca de un enorme pozo o aljibe, hoy casi cegado hasta la superficie ya que, según referencias, ha sido utilizado en más de una ocasión para arrojar lo animales muertos en las fincas del entorno, como cementerio de las reses, hurtando inexplicablemente sus despojos a la voracidad de los buitres y otras aves carroñeras. Al Sur de estos muros, y a escasa distancia de los mismos, existe aún una sólida presa de contención levantada sobre el cauce de una arroyo que discurre en dirección Este-Oeste, en apreciable estado de conservación, aunque la balsa que en su día debió formar, se halla actualmente casi cegada por los arrastres del citado cauce y, prácticamente, sin otra finalidad que el servir de abrevadero para la ganadería, mientras las aguas pluviales discurran por el mismo, en los meses otoñales e invernales. En el centro del frontis de dicha presa aún puede contemplarse un escudo tallado en granito de muy buena factura, aunque algunos de sus relieves han sido destruidos a golpes, por la ignorancia de algún pequeño zagalilo o por el gamberrismo de alguno de más edad. Creemos no equivocarnos al afirmar que el citado convento o monasterio, debió tener el su día gran auge y esplendor, y aunque después hemos intentado obtener alguna información más concreta, consultando a los más viejos del lugar, nadie ha podido facilitarnos datos fidedignos debido a que el abandono se remonta a muchos años atrás. Sabemos así mismo que el sacerdote ex párroco de Zorita y posteriormente canónigo archivero de la catedral de Cáceres Don Teodoro Fernández Sánchez, asiduo colaborador de este Diario, ha realizado algunas investigaciones sobre el particular, y no hace muchos años nos dio a leer un cuento o relato, que hacía mención al citado convento de Malillo, suponiendo que en los archivos del Monasterio de Guadalupe deben existir documentos y datos que hablen por si mismos, de lo que hoy son ruinas abandonadas, y dignas a nuestro juicio de un exhaustivo estudio, a cuyo fin emplazamos a todos aquellos que puedan aportar nueva luz, con mayores conocimientos y más capacidad que el autor de estas pobres líneas.-“ Hasta aquí, la transcripción de mi artículo en el Diario Extremadura. Pues bien, ya conocemos datos aclarando que dichas ruinas no corresponden a ningún convento ni edificio religioso, sino a un importante esquiladero de ovejas, propiedad del Monasterio de Guadalupe que, en el siglo XVIII tenía una cabaña ovina de 34.000 cabezas, repartida por las fincas “Valle del Judío”, “La Torre”, “Mirasierras”, “El Torilejo”, “Ballesteros”, “La Moheda” y algunas más, todas de su propiedad, hasta que legó la desamortización y fueron enajenadas a favor de compradores particulares. El arroyo denominado Malillo, de carácter torrencial y curso discontinuo, nace en la finca de La Moheda, desemboca en el río Pizarroso y su nombre fue el origen de la denominación de toda una zona, que cruza un camino de herradura que va de Zorita a Navalvillar de Pela, zona equidistante unas dos leguas de Logosán, Madrigalejo y Zorita, abarcando las aludidas fincas y algunas más, explotadas por los monjes Jerónimos de Guadalupe, cuya vocación ganadera era innegable. Dicho esquiladero constaba de varias naves destinadas a albergar los rebaños, pilas para guardar los vellones de lana, cocinas par el personal, habitaciones y otras dependencias, y dado el carácter religioso de estos servidores, un oratorio amplio, con hornacinas dotadas de imágenes donde celebrar misas y otros actos litúrgicos. Alrededor de los muros perimetrales de la construcción, había tres cercados con muros a piedra seca, que aún subsisten, aunque también derruidos, donde descansaban las ovejas que iban a ser esquiladas. La presa anteriormente descrita era el abrevadero construido asimismo por los frailes. Las obras de todo ello, se iniciaron en el año 1701 y terminaron en 1703. Durante la Guerra de la Independencia sufrieron graves daños, que no fueron restaurados hasta el año 1827. El escudo de la presa era el del Real Monasterio de Guadalupe, con un jarrón de azucenas, flanqueado por dos leones y el capelo de los borlones eclesiásticos. El aljibe del amplio patio central, de bastante profundidad y revestido o encañado de pizarras, estaba destinado a recoger las aguas pluviales, suficientes para cubrir, en determinadas épocas, la necesidades de todo el personal, religioso y seglar, que residía en dichas instalaciones con carácter fijo o temporal. Otra obra: Para el lavado de lanas procedente de tan numerosa cabaña, que debían ascender a cerca de cien mil kilos anuales, los frailes construyeron un lavadero en la misma orilla de la margen derecha del río Ruecas a mitad, de su curso entre Logrosán y Madrigalejo, en el término municipal del primero, cuyo lugar se llamó desde entonces “Lavaderos”, hoy dehesa de La Torre, a cuyo cortijo se hallan adosadas las obras de referencia, hoy todavía bien conservadas, al menos en el aspecto externo. Solo construyeron entonces un canal derivando aguas dl río hasta el lugar donde se realizaban las operaciones de lavado, y una cocina para el servicio de los operarios. Allí no entraba más lana que la procedente del esquiladero de Malillo, distante unos 3 ó 4 Kilómetros de este lavadero. Poco más de cien años administró estas explotaciones e Monasterio de Guadalupe, pues en 1829 las arrendaron a Don Félix Jacquet y Hermanos, del comercio de Olerón (Francia), que recubrieron el cauce con piedras de cantería y bóveda de ladrillos, levantando una hermosa presa sobre el río Ruecas, hoy desaparecida, aunque todavía pueden verse sus arranques, y se colocaron compuertas para que e agua llegase limpia y corriente. Durante mis años de residencia en Madrigalejo, realizábamos frecuentes excursiones familiares a éste lugar, sobre todo en verano, para tomar baños en la tabla del río donde estuvo ubicada en su día la presa de referencia Han transcurrido más de 300 años desde su construcción y el deterioro es cada día mayor, pues los sólidos muros siguen derrumbándose por la acción del tiempo y de los agentes atmosféricos. Ya valen solo de aposento a culebras, lagartos y pequeños mamíferos, que allí encuentran refugio seguro, entre las piedras que un día sirvieron de sustento a una obra importante y funcional par los fines que fue edificada. Toda esta información, ha sido tomada del libro; “Crónicas Lugareñas” MADRIGALEJO, cuyo autor fue mi buen migo Don Lorenzo Rodríguez Amores, culto veterinario y escritor, fallecido recientemente, con el que tuve el honor de colaborar, muy modestamente, en su maravillosa obra literaria. A dicha obra, que contiene además, una valiosa información sobre personas, tierras, descubrimientos y hechos memorables de la zona comprendida en el triángulo geográfico comprendido entre los municipios de Logrosán, Madrigalejo y Zorita, remito a aquellos foristas o lectores que quieran saber más sobre éstos y otros temas importantes. Saludos. |