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Zarza la Mayor - Caceres

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España > Caceres > Zarza la Mayor
23-12-10 18:25 #6754354
Por:reducto

HISTORIA DE UN PAVO
Con los mejores deseos de salud y prosperidad para todos; en especial para mis primos, Juan José y Pedro Gabriel, habituales lectores y escritores de este espacio.

Esta historia fue publicada, hace un tiempo, en cuatro partes. Quiero volver a reproducirla, completa, pues está relacionada con las fechas navideñas que celebramos en estos días.


Antaño, era costumbre el críar y engordar pavos o gallos, en los corrales de las casas, para sacrificarlos y servirlos en la cena de Nochebuena.



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La historia que les voy a relatar ocurrió en un corral de una casa de Zarza la Mayor, a finales de los años cincuenta, en vísperas de Navidad, a media tarde.

Yo, que por entonces era niño, tenía mis brazos apoyados en el alféizar de una ventana de la primera planta de una casa que daba vistas directas a un patio. Desde este patio se accedía, lateralmente, por una puerta de barras de hierro, a un corral que era usado como gallinero, leñera, trastero…Parte del corral estaba cubierto con un tejado voladizo, bajo el cual estaba apilada la leña que, a su vez, servía de dormidero para las aves.


En esto aparece, en el patio, un hombre que penetra en el corral esgrimiendo, en su mano derecha, un cuchillo recién afilado; y su brazo izquierdo adelantado al cuerpo. Ya pueden, ustedes, imaginar cuáles eran sus intenciones.

El hombre no es sabedor de que yo estoy en la ventana y de que me voy a quedar para observar lo que se avecina. Los que no se han quedado han sido los gorriones y las palomas, pues no han querido ver el desarrollo y desenlace de la cercana tragedia.

El hombre avanza, amenazante, buscando con su mirada al pavo más hermoso del corral. Las primeras muestras de intranquilidad aparecen en el gallinero. El hombre ya ha identificado al pavo que va a sacrificar y se dirige a él con intención malsana. Los gallos, gallinas, patos y demás pavos buscan refugio, en la medida de lo posible, subiéndose a la leña o escondiéndose entre los muchos cachivaches que alberga el abigarrado corral. Los conejos se han agazapado, como es propio; y observan, expectantes y quietos, sólo moviendo los bigotes, los próximos acontecimientos.

El hombre llega frente al pavo escogido y, éste, en lugar de huir y buscar defensa entre tanto trasto, y la confusión que se iba a crear en el gallinero, se decide a plantar cara . El hombre, de no mucha estatura; el pavo, de buena envergadura y con mucha gallardía.
Frente a frente, humano y animal se aprestan a entrar en fiera y desigual batalla ( el hombre va armado; el pavo, no ). El hombre, los primeros instantes queda sorprendido, posiblemente sea la primera vez que en su dilatada vida matando pavos, en vísperas de Navidad, éste sea el primero que osa entrar en el cuerpo a cuerpo.

Yo continúo en la ventana, pero me he retirado un poco más atrás por si el hombre mira a lo alto, para que no me descubra.

Habíamos dejado a los contendientes entrecruzándose las miradas. El pavo no se arredra ante el arma que exhibe su oponente y, lejos de huir “ despavorido “, como sería lo procedente, se reafirma en vender cara su derrota. El hombre lanza su primera embestida intentando dar la primera cuchillada, a la vez que intenta coger por el gaznate al pavo con su mano izquierda. A la descoordinación entre los brazos del hombre se une un quiebro perfecto del pavo que da como resultado una pequeña herida en la mano izquierda del hombre que, desde el lugar que yo ocupo, veo sangrar. El pavo, intacto : uno a cero, a su favor. El hombre se gira un poco con la intención de retirarse momentáneamente para ver la herida y subsanarla, si fuera menester. El pavo interpreta ese movimiento como un signo de victoria y lanza una andanada sobre el costado de su rival. Dos a cero, a favor del pavo. El hombre, bien porque considera la herida leve o bien porque no quiere manifestar debilidad ante su contrincante, decide seguir el combate. Del resultado de las siguientes acometidas no podría hacer un tanteo pues se desarrollaron vertiginosamente y envueltas en una confusión tal, que llevaron a los residentes del corral a producir un bullicio y una algarabía mayúsculos. Las aves, si hubieran dispuesto de alas más poderosas, hubiesen volado hacia los corrales de la vecindad.

Yo, en la ventana, ya no asomaba la cabeza sino que, de mi cuerpo, sólo sobresalía del alféizar lo justo para poder seguir viendo la disputa.

La contienda continúa sin que el pavo muestre signos de flaqueza. La tarde avanza. Las sombras van alargándose. El guirigai ha adquirido tal magnitud que se ha extendido a los corrales próximos e imagino que, como onda expansiva, se haya transferido a buena parte de los gallineros del pueblo. Se percibe una amalgama de sonidos que sería muy difícil reproducirla con una onomatopeya fiable. Una vecina sale a su corral y profiere la siguiente exclamación: ¡ qué barruntan las gallinas ¡ Otro vecino, de la otra parte, ante el bullicio ensordecedor manifiesta: ¡ ni que hubiera entrado una raposa en el corral ¡

Yo, sabedor del origen del estropicio, no satisfago la curiosidad de la vecindad pues no me atrevo. El hombre, que sí ha oído las quejas vecinales, tampoco dice nada.

Una cigüeña pasa, en dirección a la iglesia, con su vuelo rasante majestuoso, sobre la perpendicular del escenario donde se desarrolla la acción. Solamente hace un leve giro de cabeza para percibir, por un instante, lo que en el corral sucede y, sigue su trayectoria. No le interesa lo que allí acontece. Las palomas no han vuelto, sí lo han hecho algunos pardales que observan, inquietos y dando saltitos, desde su privilegiado graderío de los tejados aledaños.

La disputa se desarrolla ya con menos énfasis pues el hombre muestra algún síntoma de cansancio y; al pavo, su color rojo natural se ha tornado en color rojo pimiento morrón. Mas sigue mostrando su altivez aunque ya tiene señales cruentas de la refriega. El desenlace está próximo. El pavo cae al suelo, malherido. El hombre, sofocado, se sienta en un poyo depositando el cuchillo ensangrentado a su lado mientras contempla al pavo mostrando aún signos de una valentía digna de merecer la más alta condecoración, aunque fuese a título póstumo. El pavo ya no levanta la cabeza del suelo pero el hombre no hace ningún gesto de victoria. En su fuero interno piensa: lo he tenido que matar en defensa en propia, era su vida o la mía.

He de confesar que, al principio, estaba a favor del hombre; pero en el transcurso de la contienda me fui decantando a favor del pavo. Era un pavo común; mas tenía méritos para pertenecer a la realeza. A aquel pavo lo sigo teniendo en la más alta estima y consideración. Y no sólo a él, sino a todos sus congéneres. Cuando, posteriormente, visitaba algún corral del pueblo o del campo donde hubiera pavos no se me ocurría hacer las burlas, que tanto hacíamos los niños de aquella época, de imitar sus sonidos para que se encresparan y, seguir repitiéndolas hasta que se pusieran furiosos e inflamasen sus gaznates y enrojecieran hasta ponerse agresivos. No me fiaba, solamente los observaba en la distancia y, ni siquiera me atrevía a acercarme a los pavipollos.

Aquel aguerrido pavo murió. Al año siguiente, como la costumbre hace norma, en las mismas vísperas, el hombre se disponía a repetir su cruel acción. En su mente quedaba, incólume, el recuerdo del majestuoso pavo. Bien porque tenía un año más y las fuerzas le podrían traicionar; bien porque podría enfrentarse a otro pavo de la misma estirpe, el hombre recurrió a una táctica para debilitar, previamente, el coraje del pavo.

Por aquellos años ya se decía que: ¡ al enemigo, ni agua ¡ Pues mira por donde este hombre hizo ingerir, al pavo, un cuarto de litro de vino peleón con la excusa de que la carne estaría más tierna y jugosa. El pavo daba tragones pero no le hacía ascos al líquido. Realizada la ingesta, el hombre se sentó en el mismo poyo que lo hiciera, jadeante, el año anterior, a esperar, pacientemente y con algo de regodeo, a que el pavo mostrara síntomas de embriaguez. El pavo deambulaba por el corral hasta que sus movimientos empezaron a ser torpes y, al tiempo, uno de los párpados empezó a caerse de forma no voluntaria. Fue cuando el hombre, a traición, se abalanzó sobre el animal asestándole certera cuchillada.

Aún, hoy, sigo pensando que el hombre recurrió a los efectos del alcohol porque no se atrevió a entrar en un cuerpo a cuerpo con el pavo navideño de turno.



Si han sido pacientes y han llegado al final del texto espero que hayan pasado un rato agradable. Esa era mi intención. Está basado en hechos reales; pero tiene buena parte de fantasía. No voy a decirles cuáles son los porcentajes de realidad y ficción. Es preferible que sean ustedes mismos los que hagan el reparto de una y otra, en función de sus apetencias lectoras. Por lo que atañe a lo trágico y a lo cómico yo les sugiero repartirlo al cincuenta por ciento.
Puntos:
23-12-10 18:54 #6754477 -> 6754354
Por:andrew 4o

RE: HISTORIA DE UN PAVO
Y DIGO YO QUE HACIA UNA CIGUEÑA EN ZARZA EL DIA DE NOCHE BUENA? Riendote Riendote Riendote (Pero muy bonito el relato) FELICES FIESTAS Y FELIZ AÑO NUEVO
Puntos:
25-12-10 20:28 #6761300 -> 6754477
Por:reducto

RE: HISTORIA DE UN PAVO
En Zarza, en diversos lugares, siempre ha habido una abundante población de cigüeñas. Si quieres decir que, por ser aves migratorias y por estar en la estación invernal, están en lugares más cálidos; has de saber que, siempre, queda un pequeño contingente de ellas que, por diversas razones, permanecen todos los ciclos estacionales. Ayer y hoy, Nochebuena y Navidad, las he visto en los campos zarceños.
Aún así, como el texto matizaba, había un buen porcentaje de fantasía.
Saludos para andrew40.
Puntos:
03-01-11 18:54 #6805632 -> 6754354
Por:pedro gabriel

RE: HISTORIA DE UN PAVO
Como esta mañana me dijiste, después de habernos dado un fuerte abrazo y de hablar de lo principal de tu estancia en Barcelona, decirte que lo he leído con mucho interés, y tras un día tan lleno de emociones tristes y grandes emociones de cariñ,que toda mi familia hemos recibido hoy, entre los cuales estás tú, decir que la descripción del corral en la parte donde estaba el pavo, es como yo también la recuerdo (aclarar que yo no estuve en la batalla), y mientras iba leyendo el relato, alguna que otra sonrisa afloro en mi cara.
Si la realidad y la ficción no estuvieran unidas, ¿Cómo hubiese sido el mundo del cine, la televisión y muy especialmente los libros? Yo me pregunto.
Un fuerte abrazo y sigue con la aventura.
Pedro
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