Valverde del Fresno - Caceres

Isidoro, con su fábula sobre el Águila y el caracol, me ha hecho reflexionar sobre la conveniencia de abandonar por un momento la zozobra, en la que nos sumergieron unos políticos incompetentes, para adentrarnos en el mundo de lo fabulario y de ficción con el que nos obsequian algunos escritores .Monterroso,escritor guatemalteco, es uno de ellos; sus fábulas no terminan con la clásica Moraleja y con ello, pienso, el lector , ha de dar rienda a su imaginación para interpretar la historia narrada y protagonizada generalmente por animales

Transcribo aquí una de sus fábulas en la que una rana lucha por ser auténtica, y para ello vive pendiente de la opinión de los demás, busca el aplauso de los que le rodean, que le reconozcan sus méritos; es una rana vanidosa, de ahí el mirarse continuamente en el espejo...
La fábula nos permite adentrarnos en un mar imaginario en el que cada uno puede nadar en un sentido u otro; posiblemente podamos ver similitudes entre la gente que nos rodea; Monterroso nos enseña que la autenticidad está dentro de cada uno de nosotros, si la buscaamos fuera, es pòsible que acabemos, como la rana, siendo un pollo.

La Rana que quería ser una Rana auténtica

“Había una vez una Rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.

Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad.

Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.

Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena Rana, que parecía Pollo.”

Augusto Monterroso.