Valdefuentes - Caceres

Estimado profesor, se que no te agrada verte en ningún foro por ello, obviaré tu nombre y el de tu hermoso pueblo.

Querido profesor de historia (el profe): estoy enterado de que tus ojos se abrieron un 21- agosto del 1946 en un pueblecito próximo a (Valdefuentes) pueblo de caciques, curas, falangistas y guardias civiles, como en toda nuestra Extremadura. Hijo de una familia de jornaleros que muy bien podría ser la de Pascual Duarte, ruda y al mismo tiempo humilde, sumisa, temerosa de los cuatro jinetes de la hambruna y servidora de los caprichos y deseos de aquellos amos, marqueses y señoritos de baja cama.

Tus primeros llantos hicieron exclamar a la partera, otro que en su vida entonará una buena jota extremeña. Te criaron allá entre aquellos vastos parajes de inmensos barbechos y por la gracia divina, te vistes privado de la protección y el amor de tu padre y más tarde, de aquellos bellos e inocentes sueños mientras tu madre velaba en la cama.

Un mal día te arrancaron de tu entorno y te quitaron la libertad de correr por el campo, de escuchar el canto de la tórtola y de cazar gamusinos con los amigos por las noches, para en un segundo verte en cerraron EN EL CLAUSTO DEL SILENCIO DEL HOSPICIO DE SAN FRANCISCO DE (CACERES), junto a otros niños de sonrisas tristes, miradas melancólicas y corazones ahogados por el llanto de aquellos niños asustados, de mirada perdida, buscando siempre la figura de unos padres que nunca llegaron.

Te parieron Fuerte como el sol, correoso como la retama y de mollera…. dura como los canchales de las dehesas extremeñas, fiel amante de su zamorana, buen padre, aprendí de abuelo y amigo de todos tus alumnos

Hoy enterado de su licenciatura, te quiero felicitar por haber alcanzado el umbral de ese laboratorio de las ideas sabias y al mismo tiempo, tendente mis manos por si en algún momento las necesitaras en tu nuevo caminar.

Comprendo que no te será fácil dejar de lado la monotonía del viejo camino que te llevaba a la universidad, pero igual que en tiempos pasados, solo que esta vez, no será bajo aquellas sotanas negras por donde asomaban los crucifijos o las reglas y las partituras musicales del cara al sol, esta vez estimado profesor, será entre los viandantes que te encuentres a lo largo de esa otra vereda.

Un Valdefuenteño.