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Santibáñez el Bajo - Caceres

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11-07-16 12:02 #13202016
Por:El_ pizarroso

La Pingolla de FELIX BARROSO "CONTEMPORIZADORES"
Este articulo de opinión es de FELIX BARROSO GUTIERREZ,que en el día de hoy 11/6/2016,a salido publicado en EXTREMADURA PROGRESISTA o DIGITAL EXTREMADURA

Resulta chocante que, en 1962 -hace cuatro días, como quien dice-, se anotaran en los correspondientes libros de actas como causa de defunción la “senectud”, y resulta que muchos de los finados apenas rayaban los 70 años. En el caso de Cirilo Jiménez Martín, el que irrumpió con sus primeros lloros cuando en oscuros pueblos celebraban a San Fraterno y Santa Evenilde y también veía la luz el afamado compositor y letrista Cole Porter, se certifica con rotundidad que falleció por “desfallecimiento cardíaco propio de la senectud”. El día 9 de julio de 1891 se había peinado sus setenta primaveras. No llegó a las setenta y una. Era hijo de Ti Felipe Jiménez Domínguez y de Ti Simona Martín Montero. Fue durante muchos años guarda de la dehesa boyal, propiedad de la comunidad de vecinos y, en el lugar, todos le llamaban Ti Cerilu “El Guarda”.

Refieren las voces antiguas que Ti Cerilu hacía su vida en un chozo de escobas y, fuera invierno o verano, tenía que salir por alcores y hondonadas y dar muchas zancadas a lo largo y ancho de la dehesa. En cierta ocasión, se presentaron en su prehistórica choza el alcalde de la localidad, un tal Marcelino Moreno Montero, acompañado de otros señores que se habían desplazado desde Cáceres. Todos eran gente de derechas, de la facción conservadora. Señoritos de buenas cunas y que desempeñaban el papel de cacicorros, con gran influencia sobre los caciquillos de las villas y aldeas que se camuflaban entre coscojas y a la sombra de altos y vetustos campanarios. Ti Cerilu “El Guarda” les sacó una jarra de vino. Paladeando el morapio, el alcalde le dio una palmada en el hombro y le dijo: “-Bien contentu puédih ehtal, Cerilu, que éhtuh señórih, que son pécih de loh górduh y con mucha vara de mandu en la provincia, han pensau en levantal una casa pal guarda, peru una casa en condiciónih, pa que, juntu con la tu familia, podáis vivil con desahogu, cumu tienin que vivil las presónah humánah”.

Sin embargo, el tiempo fue pasando y la casa no llegaba. Al cabo de muchas lunas, se dejaron caer, de nuevo, por la dehesa, con motivo de dar el visto bueno a unas mejoras llevadas a cabo por la Diputación cacereña, otros personajes de calaña semejante a los de la vez de antaño. Hubo convite por parte del Ayuntamiento. Bajo unas encinas, montaron mesa y mantel y dispusieron una suculenta caldereta de cabrito. Buen pan y mejor vino. Y hasta natillas de postre. Invitaron a Ti Cerilu, que empinó el codo con ganas. Al finalizar, después que el alcalde peloteara y resobara a los señorones, el nieto paterno de Ti Félix Jiménez Caletrío y de Ti Manuela Domínguez Gutiérrez, pidió la palabra: “-Dihculpin loh señórih, que el vinu le poni a unu algu zarabatu y, en cuántih te dehcúdiah, te s,enrelía la lengua. Allá va un cantal que me he sacau de la mi chinóhtra”. Y el paisano se arrancó con una tonada aflamencada, de ésas de ida y vuelta: “Marcelinu, Marcelinu,/bien te jincáhti el vinu;/peru d,aquel vieju asuntu,/agora ehcúrrih el bultu./La casa no han levantau/y lah pérrah han volau./Marcelinu, Marcelinu,/cúmu te guhtaba el vinu…”.

A punto estuvo de que le dieran el pasaporte al nieto materno de Ti Vicenta Montero García y de Ti Luis Martín Alonso; pero cambiaron las tornas, los Borbones escaparon a Roma y la gente de abajo se volvió loca de entusiasmo abrazando a la II República. No obstante, Ti Cerilu siguió en el chozo y jamás estrenaría la casa que se levantaría años después, cuando a él ya le pesaban las piernas y la dictadura del general Franco se sumía en su oscura vorágine.

Tristemente, mucha gente también se ha quedado compuesta y sin novio, sin una casa con balcones asomándose a un extenso mar de encinas, en esos últimos días del pasado mes de junio. Sin novio, sin casa y casi sin vestidos. Son muchos miles los que están abatidos y ojerosos. Aquella casa, con un pararrayos que tocaba el cielo, desapareció como por arte de brujería y puede que tarde en juntarse el dinero para levantar una con solidez de muros y cimientos. Ese escritor tan heterodoxo y tan chipirifláutico, que bien podría formar parte de nuestra herética cuadrilla, la que se suele tomar los vinos tricolores los domingos en el pueblo de Ahigal, como es Aníbal Malvar, no lo ha podido expresar con más acierto: “La de Podemos no es una derrota política o electoral, sino social, o ética, o poética, o sabe el demonio qué. Los sueños son demasiado impacientes para aguantar segundas vueltas. Por eso duele más a los que se creyeron habitantes de los umbrales del cambio. Es un dolor indeterminado, ilocalizable, casi hipocondríaco. Como el de las oscuras e irremplazables golondrinas que no volverán”.

Mintiera si dijera que este escribidor, que no forma parte de círculo o de triángulo alguno, no sintió la punzada de esa invisible puñalada la noche del 26-J, después de escrutar los votos. La sentimos muchos porque nuestras barricadas revolucionarias no habían avanzado más allá del chozo, y la casa del guarda, o sea, la Bastilla o el Palacio de Invierno, se nos esfumaban o difuminaban como un espejismo o una nube de humo. Y al igual que Cirilo Jiménez Martín, alegramos los paladares con el vino para cantar la caña, tal vez a nosotros mismos, por haber sido abortado el sueño de una noche de verano. Posiblemente, en momentos de lucidez, fuimos conscientes de que, a nuestros espaldas, teníamos a colegas que, en su afán de asaltar los cielos, habían contemporizado con todo lo que les salía al paso: con los de arriba, con la socialdemocracia, con el cortoplacismo, con la bandera monárquica y rojigualda, con las geoestrategias malditas de la OTAN, con la Europa de los mercaderes o con banqueros y empresarios de colmillos áureos, estómagos prominentes, sonrisas cómplices y almas de negreros.

Nos sentimos integrantes de los expulsados de la Internacional de 1872 y vamos tras las huellas de Mijaíl Aleksandróvich Bakunin. Somos más de aquel socialismo antiautoritario que intuía que la dictadura del proletariado estaba abocada a convertirse en dictadura sobre el proletariado. Y mucho más de la Comuna de París de 1871, la que creía seriamente en el espíritu revolucionario de carácter autogestionario antes que en las vanguardias o en el partido único de orientación marxista. Y sin pertenecer, como hemos dicho, a círculo alguno, sabemos que el espíritu del 15-M se impregnaba de ese sentimiento filosófico del asamblearismo transversal, fresco, juvenil (no en el sentido de la edad), rupturista, participativo y emancipador. Pero pese a ello, los falsarios y depredadores de dos patas han motejado a todo ese movimiento de comunista, siendo muy conscientes del terror que levanta tal palabra entre el rebaño de la España profunda.

Pero la vida sigue y aquí, sobre esta tierra tan castigada por la Historia, en estos extremos más allá del Duero (Extremadura), continuamos codeándonos vecinalmente con esos 244.529 extremeños que el pasado 26-J antepusieron el Miedo a la Podredumbre (ambos con mayúscula). Porque ellos, esos nuestros vecinos, no tienen ni un pelo de tontos y saben que el PP está agusanado, pero aún siguen viendo a los de arriba como los todopoderosos que pueden asegurarles un trozo de pan y darles un jornal. “No se puedi il contra loh de arriba, que el pez chicu siempre s,ha comíu al grandi, y ehtu ha sidu asín toda la vida”, continúan diciendo por estos pueblos: todo un concepto miedoso y conservador, un servilismo esclavista que teme y contemporiza con el señor feudal, ya que éste les protege con su ejército del enemigo que arrasa las cosechas. Los “Santos Inocentes” de Miguel Delibes con toda su patética crudeza. Contemporizadores con sus propias desgracias, que no son fruto de la potestad divina, sino generadas por aquellos que orgasman de placer al ver que los siervos de la gleba les besan las manos con las que les estrangulan.

Nosotros, llevados por ese sentido de la hospitalidad antigua que tenía Ti Cerilu “El Guarda” y que ya solo se conserva en contados pueblos, ofrecemos la jarra de vino a todos los que nos rodean. Jamás por contemporizar, que ya sabemos que la casa con balconadas a la dehesa del pueblo llegará cuando llegue, en el momento en que la gente deje de ser rebaño y sean conscientes de que también muchos peces chicos pueden acabar con el pez grande. Cuando no se tenga miedo a las palabras y se vuelva a hablar de CASTA, de REVOLUCIÓN y de POESÍA. Cuando se llame al pan, pan, y al vino, vino. Cuando se diga muy clara y rotundamente que el “Brexit” (por citar uno de los muchos ejemplos) es toda una revuelta de los de abajo, de los que se están quedando en pelotas por culpa de la globalización y otros cambalaches técnicos, así como por la quiebra de oportunidades y la pauperización de las clases trabajadoras. Cuando no se contemporice con traje cortado a la medida y pajarita de diseño con los todopoderosos del planeta, por mucho Premio Nobel de la Paz que lleven colgado en la solapa. Cuando, en definitiva, la gente despierte y sepa oír con nitidez el terrible ruido que hacen sus cadenas mientras las arrastran.

Ti Cirilo Jiménez Martín no llegó nunca a habitar en aquella casa que le prometieron y con la que había soñado. Pero, al menos, la vio construir y, por ello, se nos marchó de viaje eterno, sin billete de vuelta, con la satisfacción de que el guarda de la dehesa que vino detrás de él podría vivir como un ser humano. Ocurrió su despedida el mismo día que lo hacía el famoso actor español Juan Calvo Domenech y en el calendario estaban en rojo San Secúndulo y San Sátiro. Era el primer viernes de marzo del año 1962 y el reloj de la torre del Ayuntamiento marcaba las cinco en punto de la tarde. Su jarra de vino quedó encima de la mesa, esperando escanciar su contenido y echar el brindis al que solo temen los que tienen mala conciencia y miedo cerval a las guillotinas democráticas, las que solo podrán ser levantadas cuando haya Democracia Real y no mediatizada.

Buenos días.
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