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Santibáñez el Bajo - Caceres

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04-04-16 18:45 #13076053
Por:El_ pizarroso

La Pingolla de FELIX BARROSO "25 DE MARZO"
Este articulo de opinión es de FELIX BARROSO GUTIERREZ,que en el día de hoy 4/4/2016,a salido publicado en EXTREMADURA PROGRESISTA o DIGITAL EXTREMADURA

Corría el 1 de marzo de 1936 cuando Máximo Patrocinio Cabezalí Moreno, delegado del Gobernador Civil de la provincia cacereña, se personaba en la casa consistorial del lugar para la toma de posesión del nuevo Ayuntamiento, surgido de las filas del Frente Popular. Patro, como era conocido en el pueblo, se encontraba de secretario en el Ayuntamiento de la localidad de Salorino y tenía fama de ser un republicano de ideas muy avanzadas y progresistas. La nueva corporación municipal quedó constituida: Mateo Cabezalí Calvo (alcalde), Leandro García Rodríguez (1º teniente de alcalde), Aquilino Martín Cáceres (2º teniente de alcalde), Florencio Esteban Gutiérrez (regidor síndico) y cerraban la lista los concejales Maximiliano Alonso Clemente, Eulogio Hernández García, Máximo Domínguez Arrojo, Francisco Esteban Esteban y Doroteo Gil Blanco.

Cuando el nuevo Ayuntamiento salió a la plaza, le aguardaba una gran muchedumbre, que inició un sonoro aplauso y gritó numerosos vivas a la República. Dos vecinos, tocayos ambos (Gabino Hernández García, apodado “Precisu”, y Gabino Caletrío Sánchez, apodado “Ataca”), fueron aupados sobre los hombros de varios mozos y dieron en entonar, con el son de aquellos antiguos cantos de siega, unas estrofas compuestas para la ocasión: “La vara de la justicia/la lleva quien la mereci;/ahora la cogió Mateo/y en suh mánuh rehplandeci”. “La vara republicana/Mateo la lleva en la manu,/para defendel al pueblu/cumu güen republicanu”. La emoción, la ilusión y una alegría irrefrenable embargaba a todos los congregados.

Veinticuatro días más tarde, Mateo Cabezalí Calvo y algunos de sus concejales madrugaban más de la cuenta y se dirigían a la finca del “Cuarto Real”, en términos de Oliva de Plasencia. El primer teniente de alcalde, Leandro García Rodríguez, con el resto de los concejales, hacía lo mismo y se encaminaba hacia el latifundio de “La Dehesilla”, en términos de Santacruz de Paniagua. Detrás de ellos, a pie o montados en sus caballerías, marchaban alrededor de 300 vecinos, entre jornaleros, yunteros y pequeños campesinos. Lloviznaba aquel 25 de marzo, cuando alrededor de 80.000 extremeños, pertenecientes a las clases bajas del campesinado invaden más de 3000 fincas que sumaban unas 250.000 hectáreas. Al grito de “¡Viva la República!”, tomaron pacíficamente posesión de ellas, atendiendo a las llamadas de los sindicatos agrarios y al espíritu del decreto del 3 de marzo, promulgado por el gobierno republicano.

Mateo Cabezalí había dado el primer vagido cuando también lo hacía el famoso botánico inglés Ernest Entwistle Cheesman. El reloj de la torre del Ayuntamiento marcaba las cuatro de la tarde y la Iglesia celebraba a San Pánfilo y a San Landelino. También era la onomástica del alcalde y Salamanca estaba en plenas ferias de San Mateo. Nuestro paisano tenía el oficio de hortelano allá donde se entroncan los parajes de “Cabeza Tejón” y “La Senserilla” y era hijo de Ti Lino Cabezalí Domínguez y de Ti Vicenta Calvo Hernández, labradores del lugar. Poco a poco, se fueron despejando las brumas de aquella mañana marcina y, cuando llegaron al “Cuarto Real”, ya alumbraba un sol radiante. Delante de la cancela de la finca, se encontraba el terrateniente al que le decían don Santos Monforte, rodeado de matones enviados por la Viuda de Vidal, que, con don Santos, eran dueños y señores de aquel extenso latifundio. Tanto el Cuarto Real como la Dehesilla fueron fincas comunales, pero arrebatadas a la comunidad de vecinos en el siglo XIX, cuando las diferentes desamortizaciones y vendidas, de forma inmoral e ilegal, al mejor postor.

Los matones quisieron cerrarles el paso, pero al ver que no podían, uno de ellos tiró de pistola. Ti Mateo Cabezalí, el alcalde, se enfrentó a él. Despechugándose, le dijo: “-Si quiérih jadel carni y si no te rejila el pulsu, dihpara a la metá del mi pechu. A mí me mataráh, peru loh que vienin detráh te van a aplahtal a pisotónih, cumu a una curiana y un cucarrachu, que eh lo que érih. ¡Paeci mentira que seáh un muertu de jambri y defiéndah a loh señorónih! ¡Mala lechi habráh mamau de lah úbrih de la marquesa!” Le temblaron a aquel mercenario los pantalones y reculó para atrás. Don Santos Monforte, con el cerullo entre las patas, desapareció del escenario y corrió a esconderse en una venta cercana. Fue derribada la cancela y los campesinos, clamando en pro de la República y cantando a todo pulmón sonatas revolucionarias, tomaron posesión de la finca. Uno de los vecinos más exaltados, al que motejaban como Ti Morichi, gritaba: “¡Ahora, el suelu, y, mañana, el vuelu!”.

El Instituto republicano de Reforma Agraria legalizó aquellas ocupaciones, pero poco duró la alegría en casa de los pobres. Cuatro escasos meses después, vino el terror de mano de los terratenientes, de los dueños de las fábricas y los bancos, de las milicias parafascistas de la CEDA y otras derechas, de aquella Iglesia que también era parte de la casta latifundista y de los militares sublevados contra el legítimo gobierno republicano. El nieto paterno de Ti Miguel Cabezalí Hernández y de Ti María Lucinda Domínguez Álvarez y alcalde de la población se libró por puro milagro, pero su primo hermano Máximo Patrocino Cabezalí Moreno, el delegado gubernativo, fue sacado a rastras de su casa y asesinado en Cáceres el 8 de diciembre de 1936, festividad de la Inmaculada. En el piquete al que se le encomendó el fusilamiento figuraba, desgraciadamente, un guardia civil de su mismo pueblo, pero éste se negó en rotundo a apretar el gatillo, alegando que el que iba a ser asesinado eran un buen paisano y un buen amigo suyo.

Y aquel guardia civil quedó signado para siempre y fue expedientado.

Hoy, cuando trazo estas líneas, hace nueve días que el calendario marcó el 25 de marzo. Prácticamente nadie se acordó por estos pueblos nuestros de tan memorable fecha. Sin embargo, la recién nacida revista “El Miajón”, que ha venido a estos mundos belloteros de la mano del buen amigo Duardu Martín, plasmó en sus páginas una entrevista que Jesús Conde le realizaba a nuestro galardonado escritor Víctor Chamorro Calzón, el que nació en Monroy y reside en Hervás. Enjundiosas palabras. No tienen desperdicio. Víctor tiene muy claro que aquel 25 de marzo de 1936 se produjo la mayor movilización popular de la historia de Extremadura, tan solo un mes después de haber triunfado el Frente Popular.

Es muy consciente de que aquel hecho “devolvió la dignidad a un pueblo que llevaba demasiado tiempo abnegado”. Muy cierto que, en esa fecha, los jornaleros, yunteros y pequeños campesinos fueron los protagonistas de su propia historia y de las miserables vidas que arrastraban. Hicieron añicos la cizaña y la desunión que los caciques, terratenientes y la Iglesia católica, apostólica y romana habían sembrado entre ellos. Víctor sigue abogando porque el Día de Extremadura tendría que ser el 25 de marzo y no el 8 de septiembre. Una fecha cargada de unión, de solidaridad, de lucha y de justas y honestas reivindicaciones, donde la religión y sus vírgenes, con todo el respeto hacia ellas, no tendrían que jugar papel alguno, como no lo juegan en la gran mayoría de las comunidades autónomas.

Desapercibido ha pasado el 25 de marzo. Hace ya tiempo que se encargó el binomio bipartidista de aborregar y anestesiar a la clase campesina. Primero fue con aquel Plan de Empleo Rural (PER) de 1986, auspiciado por Felipe González, hoy todo un referente de converso y traidor a la izquierda. Luego, vendría, en 1996, el Acuerdo para el Empleo y la Protección Social Agrarios (AEPSA). Pan para hoy y hambre para mañana. “Nada de aventuras, que ya sabéis lo que ocurrió en el treinta y seis con la reforma agraria de la República”, amedrantaban politicuchos y politicastros a los obreros del campo. Nada ha cambiado. Todo sigue igual. La Política Agraria Común (PAC) beneficiando vergonzosamente a los grandes terratenientes y perjudicando a la agricultura familiar y profesional. Los empresarios y propietarios de la tierra que ya eran de por sí temibles potentados en el franquismo han engordado más en estos años de partitocracia. Los mismos señoritos y los mismos clanes familiares, llámense Osborne, Domeq, Mora-Figueroa, Villar Mir, Lladó, Casa de Alba, Juan Roig o Botín, por citar algunos. ¡Ay si levantara la cabeza Ti Mateo Cabezalí y algunos de los suyos!

Pero el nieto materno de Ti Nicolás Calvo Iglesias y de Ti Josefa Hernández Montero se quedó confuso y en coma cuando una perniciosa hemorragia cerebral le engangrenó los sesos en la madrugada de San Casiano y Santa Nona, un 5 de agosto de 1961. Esa misma mañana un incendio destruía la plaza de toros de Bilbao. Con él, se fueron marchando otros viejos luchadores que escuchaban y cumplían las consignas de aquellos sindicatos y partidos de auténtico cuño revolucionario; hoy, para mayor desgracia de las clases trabajadoras, convertidos en meros artilugios reformistas. O lo que es peor: en adalides de la criminalización de esa nueva izquierda emergente que, haciéndole un guiño al José Antonio de la camisa azul (color del mono del obrero), le parafrasea y exclama: “Para una reforma agraria habrá que sacrificar unas cuantas familias. No de grandes labradores, sino de capitalistas del campo, de rentistas del campo; es decir, de gente que, sin riesgo ni esfuerzo, saca cantidades enormes por alquilar sus tierras al labrador. No importa. Se las sacrificará.

El pueblo español tiene que vivir. Hay que hacer la reforma agraria revolucionariamente; es decir, imponiendo a los que tienen grandes tierras el sacrificio de entregar a los campesinos la parte que les haga falta. Las reformas agrarias, como las que rigen ahora, a base de pagar a los dueños el precio entero de sus tierras son una befa para los labradores. Habrán pasado doscientos años y la reforma agraria estará por hacer”. El que quiera escandalizarse, que se escandalice. Más nos escandalizamos nosotros de sus sucios y soporíferos juegos de trileros a los que nos han tenido acostumbrados a lo largo de toda esa sobada y revenida Transición. Y aún no ha parado el juego.

Buenas tardes.
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