Santibáñez el Bajo - Caceres

Este articulo de opinión de FELIX BARROSO GUTIERREZ,que en el día de hoy 1/2/2015,a salido publicado en EXTREMADURA PROGRESISTA o DIGITAL EXTREMADURA.


Los que no son radicales, o sea, que no profundizan en la raíz de las cosas, pueden que hablen de brutalidad y de barbarie si comentamos que, en nuestras infancias, pubertades, adolescencias y primera juventud nos entreteníamos, en nuestros pueblos, con juegos donde te podían correr a correazos y exponerte a otras flagelaciones. Nadie de la comunidad interiorizaba aquellos lúdicos respingos como torturas ni nada que se les pareciera. Tales juegos se incardinaban dentro de vetustas tradiciones, se regían por normas avaladas por el derecho consuetudinario y eran consustanciales a la lucha por la vida dentro de un nicho ecológico cimentado en economías de subsistencia.

Juegos como “la correa pol detrá”, “el cintillu” o “jíluh, cuérdah” permitían a uno de los integrantes azotar con el cinto al resto, pudiendo recibir también él su merecido. Y a cuenta del juego de “la taba”, que formaba parte del mismo gremio, se armó, según narran las bocas desdentadas, cierta quimera en un oscuro año de pasados tiempos. La taba es el hueso llamado astrágalo que se encuentra en las rodillas de ciertos rumiantes. Con él, se jugaba sobre una superficie llana. Según del lado que cayera, podrías librarte o recibir varios correazos en las palmas de las manos. Agustín Corrales Sánchez, hijo de Ti Perfecto Corrales Esteban y de Ti Maximina Sánchez Sánchez, andaba, por lo que dicen, siendo ya un pollancón estirado, liado con la taba y era el amo del cinto. Uno de los del corro tuvo mala suerte y empezó a recibir correazos. Un golpe se desvió y le dio en mitad del rostro. Casimiro Martín Martín, mozo ya hecho y derecho y pariente del flagelado, viendo lo ocurrido se enfrentó al del látigo. Iniciaron ambos todo un rosario de insultos. Agustín hilvanaba un improperio tras otro. Se quedó sin recursos infamatorios el contrincante, al que le decían Casimiro “Vianda”. Entonces, señalándole inquisitorialmente con el dedo índice y con las cajas destempladas, se atropelló en las palabras y vociferó: “-¡Y tú un barrarru, y tú un barrarru, un joíu barrarru, máh que barraru, barrarru pa toa la vía, que t,echarán en la urnia y siguiráh siendu un barrarru…! Y la verdad es que, desde entonces, el nieto paterno de Ti Antonio Corrales y de Ti Victoria Esteban, llevó como apodo tal palabreja, cuyo significado se desconocía en el pueblo. Posiblemente, quiso decir “bárbaro”, voz no muy corriente en el vocabulario de aquellos campesinos. Y como a Ti Agustín “Barrarru” le dieron tierra en el camposanto en la efemérides de San Geroncio, el 25 de agosto de 1994, cuando contaba 83 estíos incompletos, que había nacido en 1906, celebrándose a San Zenón y Santa Cesárea.

Se repartían correazos cuando muchacheábamos por nuestras villas y lugares. Eran parte del juego. Pero lo que no forma parte de juego alguno son los latigazos que todos los viernes, desde el pasado 16 de enero, debe recibir el periodista y bloguero saudí Raif Badawi, por crear un foro de debate en la red. Cruenta humillación en la plaza pública de la ciudad de Yeda, frente a la mezquita de Al Yafali. La condena es repugnantemente vergonzosa para toda persona con un mínimo de dignidad democrática: Mil latigazos y diez años de cárcel. Así se las gasta la despótica monarquía de Arabia Saudí, esa abominable tiranía a la que le rinden pleitesía numerosos países que se dicen Estados de Derecho y Democráticos. Ahora, cuando ha fallecido Abdalá bin Abdelaziz al-Saud, rey omnipotente de esa nación, no ha tenido reparo alguno en asistir a la exequias el ciudadano Felipe de Borbón, actual rey de España, junto con otros mandatarios que anteponen la contemporización a la dignidad humana.

Es todo un insulto a la inteligencia y todo un acto de repulsiva hipocresía que ese país de las flagelaciones haya enviado a su ministro de Asuntos Exteriores, el príncipe Saud Al-Faisal bien Abdelazid al-Saud, a la gran manifestación celebrada en París contra el terrorismo el día 10 del pasado enero. Manifestación en las que se podían ver muchas pancartas donde se leía: “Yo soy Raif Badawi”. Esperpéntico y terrible que personajes de tal calaña, que permiten cámaras de los horrores en sus países, encabecen una honesta y magna protesta en pro de los derechos humanos. Súmese a él otra gavilla de los que asistieron, tal que el primer ministro israelí Benjamín Netanyau, que no tiene remordimientos por el genocidio cometido en Gaza. Bien le decía a este columnista su siempre apuesta, generosa y añorada Samira Akal, orgullosa por los cuatro costados de su sangre árabe y de ser siríaca, que “muchos de los pecados nuestros, de los musulmanes, son, en realidad, de las potencias occidentales, que amordazan a quienes clamamos por las libertades y dan aires a quienes son dueños del oro negro y se muestran sumisos a sus imperialistas geoestrategias”.

Ti Casimiro “Vianda”, que vio la luz de estos mundos un marzo airoso de 1892, siendo el día de San Cuadrado, se soliviantó porque uno de los correazos propiciados por el que fuera nieto materno de Ti José Sánchez Montero y Ti Antolina Sánchez Caletrío había ido a parar a la cara de su pariente. Pero el enfado del paisano debería ser una minucia al que habría de ardernos a nosotros por nuestras sangres al ver otras flagelaciones millones de veces más perversas, lacerantes, sádicas e inhumanas que practican otros en nombre de sus dioses o de sus bastardas ideologías. Y para escarnio nuestro, don Felipe (hoy, rey de España; mañana, las estrellas lo dirán), asistiendo a los funerales de uno de estos sátrapas, “representando a España”. ¿A qué España? A la mía y a la de otros muchos miles que nos oponemos a que la democracia se contamine con instituciones antidemocráticas, por supuesto que no. A la que está harta de contemporizaciones, de bailarle el agua a los tiranos y a los poderosos del mundo, por supuesto que tampoco.

No hay que darle importancia a aquel enfado del hijo de Ti Demetrio Martín Domínguez y de Ti Ezequiela Martín Sánchez por el correazo que se desvió de su camino. Más correazos están recibiendo a diario toda una serie de ciudadanos, en este país donde el rencor se recoge a cazos, que han osado rebelarse contra el discurso único e intentan bajar de la burra a los que llevan muchos y nefastos años encaramados a su grupa. En las oscuridades de antes de ayer, viernes, zapeando en la caja tonta, me vine a dar de bruces con “La noche en 24 horas”, que dirige y presenta Sergio Martín Herrera, el que perdiera sus papeles el día 5 del diciembre que dejamos atrás, al demostrar que su ética periodística estaba a la altura del betún, cuando felicitó a Pablo Iglesias, el de Podemos, porque habían excarcelado a unos etarras. Allí, en la pantalla, estaban los cuatro jinetes que, por omisión, permitieron que sus coces fueran derechas al cráneo del dirigente político. Y alguno, que de rojo solo tiene el apellido, arrimó más leña a la hoguera. Cuando Sergio Martín les pidió unos titulares para el día de hoy, tres de ellos les dieron otra terrible coz a Podemos y a otras izquierdas alternativas de cuño hispánico en las propias posaderas de Syriza y su osadía por haber ganado las elecciones en Grecia. Esta mañana, en la prensa matinal, Rosa Belmonte denomina a tales periodistas como “los cuatro tertulianos machos”.

El abuelo paterno de Ti Casimiro “Vianda” llevaba su mismo nombre y sus mismos apellidos y casado estuvo con Ti Andrea Calvo Domínguez. Por el costado materno, tenía a Ti Manuel Martín Fuentes y a Ti Mariana Sánchez Martín. Todos ellos gente proletaria, acostumbrada a recibir muchas flagelaciones por parte de los dueños de sus vidas y haciendas. Un colapso que generó una aguda angina de pecho hundió en el negro vacío a Ti Casimiro. Tenía los 80 bien cumplidos. Era otoño y ese mismo día también caía fulminado el gran pionero soviético de la aviación Igor Sikorsky. Flagelaciones sobre los parias de la tierra y sobre quienes no se doblegan ante quienes tienen el látigo en la mano. Nada que ver con los correazos de nuestros juegos. Pero también tendremos que recordar que Jesús de Nazaret, el hombre, el revolucionario, al que le seguían los desheredados, aunque sería azotado por los esbirros y títeres del imperialismo romano, también alzó el flagelo contra la corruptocracia que traficaba, en el templo, con el sudor y la sangre del pueblo.

Buenas tardes.