Santibáñez el Bajo - Caceres

Este nuevo articulo de FELIX BARROSO GUTIERREZ que en el día de hoy 26/10/2014,a salido publicado en el diario !!!!!" DIGITAL EXTREMADURA"!!!!!" o en !!!!!EXTREMADURA PROGRESISTA!!!!! y la podéis encontrar dentro de la sección "OPINION.

El escribano que el día 9 de enero de 1916 inscribió como Basilio a un niño que vino al mundo en tal fecha debió equivocarse. Siempre se le llamó Basiliso. Ciertamente, había nacido el día de Santa Basilisa, que también era el de San Revocato y Santa Pusilana. Hijo de Ti Ricardo Gutiérrez Sánchez y de Ti Marcelina Montero Jiménez, Basiliso sería, con el tiempo, Ti Basililo “El Boyero”, al que algunos también llamaban “Záncah”. Cuando los facciosos se rebelaron insidiosamente contra la II República Española, Ti Basiliso tenía veinte años, seis meses y siete días. Fue movilizado después que tomaran el pueblo los franquistas y se pasó la Guerra al lado de un cañón antiáreo alemán, de aquella serie “Flak” que el genocida Adolfo Hitler envió como generosa ayuda al ejército de su colega el general Franco.

“La artillería alemana era mu güena -me contaba Ti Basiliso-, que ehpiparraba loh aviónih y loh tánquih rójuh cuántih se leh ponían a tiru. Yo sirví en una pieza del ochu-ochu, al mandu de un oficial alemán que se llamaba “Guatilú”, que loh mánduh eran alemánih peru loh artilléruh éramuh ehpañólih”.

No sabemos si aquel “Guatilú”, como decía el amigo “Zancas”, era Walter Lucht, que, efectivamente, actuó como oficial alemán en la Guerra Civil y que, luego, con el grado de general, mandaría el LXVI Corps en la batalla de las Ardenas, durante la II Guerra Mundial. Basiliso, que siempre se encasquilló algo al hablar, relataba que aquel oficial alemán le cogió cariño y se lo quiso llevar, como asistente, a su país” ¡Cuántu máh habiera ganau yo de habeli jechu casu! –contaba el paisano. Peru cuandu me licenciarun, me vini pal pueblu a pasal calamidádih, c,antóncih juerun loh áñuh de la jambri”. Cuando se despidió del oficial, éste le regaló dos uniformes alemanes de reglamento y le entregó 50 pesetas. “Loh unifórmih ehtaban nuevecítuh del tó y, claru, no me loh iba a ponel pa remual; asina que leh quité lah ensíniah y me loh pusi pa trabajal, c,antóncih andaba la cosa mu mal de ropa y había que aprovechal lo c,había. ¡Una pena que loh doh trájih nuevecítuh loh ehtrozara arandu o segandu por ésah ehtórdigah!”

Con el tiempo, el grandullón de Ti Basililo, que daba grandes zancadas con sus largas piernas, fue boyero de la vacada del común, en la dehesa boyal de la población. Era un hombre de despierta inteligencia, que nos refería infinidad de maravillosos cuentos cuando dábamos con él en nuestras correrías en busca de nidos o lagartos. Nos decía que, en la humilde majada de piedra donde descansaba cuando no andaba pastoreando las vacas, guardaba una porra de siete quintales y que, con ella, no se atrevían los ladrones ni otros facinerosos de guantes negros o blancos. A veces, a escondidas, nos asomábamos por las rendijas de la puerta de la majada, pero no acertábamos a ver más que el pobre ajuar que había dentro.

Una porra como ésa, de siete quintales, es la que está haciendo falta ahora mismo en España. No hablamos de descalabrar cabezas de aquellos que jamás las pasaron canutas ni durmieron en una majada de piedra por donde se colaban los fríos del invierno y con alguna gotera entre las tejas. Pero sí amagar con escachurrárselas en la crisma a toda esa panda de ladrones si no se ponen en fila para ir por sus propios pies y, con mandato judicial por medio, camino de la trena. Ya ha caído, como saco de patatas, uno de los mayores pesos pesados del PP: Rodrigo Rato, considerado por algunos como todo un “gánster político-financiero”. Parece que ha comenzado el acoso y derribo de la derecha por meter manos y narices donde no debían. Se quejan sus prebostes de que la han tomado con ellos, pero ya se sabe: si no la haces, no la temas.

El ciudadano barbado que vio la luz en Santiago de Compostela sigue en su pedestal, dejando que sus devotos continúen creyendo que nació con entrecanas barbas, que leía “El Marca” desde la más tierna edad, que fumaba puros en los recreos de la escuela, que recitaba de memoria los artículos del Código Mercantil antes de hacer la primera comunión o que nunca se atrevió a abrir el armario (Carlos Alberto Biendicho, dirigente del PP que fundó la Plataforma Popular Gay –PPG-, sabe mucho al respecto sobre este último supuesto). Al igual que nunca nombró nuestro barbudo presidente del Gobierno por su nombre a Luis Bárcenas, alias “El Cab-ón”, lo mismo ha pasado con Rato, al que se ha dirigido como “esa persona”.

Se estrecha el cerco. El 75% del antepenúltimo Gobierno del “Bigotín de las Azores” (julio 2002), o sea, de su Consejo de Ministros, está más enredado que una zarza en temas judiciales: El juez Ruz señala al señor Aznar como receptor de sobresueldos por valor de 782.695 euros, entre 1990 y 1996. Sigue siendo presidente de honor del PP. Sobre Mariano Rajoy, indica el juez con su índice que se llevó 1,58 millones de euros entre 1990 y 2011, también como sobresueldos, aparte de otras partidas monetarias, como la de 33.207 euros para gastos de ropa. ¡Ni que hubiera que tenido que echar mano, como Basiliso Gutiérrez Montero, de uniformes de los nazis para tapar sus desnudeces! La lista se enrosca en los pescuezos de Javier Arenas, Francisco Álvarez-Cascos, Ángel Acebes (recientemente, imputado), Jaume Matas (actualmente, en la cárcel), Federico Trillo-Figueroa, Pilar del Castillo, Ana Palacio, Miguel Arias Cañete y Cristóbal Montoro. Acoso y derribo del más fiero y férreo aznarismo. Y, ahora, como ya corre por las redes sociales, Alejandro Agag, yernísimo de José María Aznar y al que le brindó principesca boda en el Real Monasterio de El Escorial, es acusado de llevarse 8.000 millones de las antiguas pesetas como comisionista en las obras del ave Madrid-Barcelona, al actuar como intermediario entre las empresas adjudicatarias y el GIF (Gestor de Infraestructuras Ferroviarias), dependiente del Ministerio de Fomento.

Ti Basiliso “El Boyero” no conoció a su abuelo paterno. Nadie supo, en el pueblo, quién fue, aunque rumores había para dar y tomar. Ti Ana Gutiérrez Martín, la abuela, seguro que lo sabía, pero se llevó el secreto a la tumba. Al menos, Ti Basiliso conoció a su abuelo materno, llamado Ti Juan Montero Esteban, casado con Ti Ramona Jiménez Montero. Bien dice el viejo refrán que “el consejo del abuelo al nieto le corta el vuelo”. No parece que las mesnadas aznarianas hayan tenidos abuelos que les recortaran debidamente las uñas y les impidieran formar una banda alibabiana. La gran araña tejió su red y ahí andan enredados en los pegajosos hilos de Bárcenas, de Correa, de la Gürtel, de la financiación ilegal, de Caja Madrid, de las cacerías de Blesa, de las tarjetas opacas, de la banca Lazard… Y hasta ya huelen que apestan las basuras acumuladas en Toledo y que tienen en la picota a los pepeístas José Manuel Molina (exalcalde), Vicente Tirado y María Dolores de Cospedal, la de la peineta.

Decía el filósofo y escritor austriaco Ludwig von Mises que “la corrupción es un mal inherente a todo gobierno que no está controlado por la opinión pública”. Sin embargo, el Gobierno del PP lo que pretende es ser él quien controle al pueblo. De aquí que, hace cuatro días, haya nombrado como Presidente de Radiotelevisión Española al andaluz José Antonio Sánchez Domínguez, cuya fama de manipulador y de barrer para la mansión de la derecha es de sobra conocida. La gran araña neoliberal y neoconservadora, con ciertos aditivos neofranquistas y unas gotas de casposo nacionalcatolicismo, conoce muy bien los trajes que se gastan ciertos Judas que andan sueltos (inclúyanse, también, versos sueltos de la izquierda sindical y política), haciendo buena la afirmación del pensador francés Joseph Fouché: “Todo hombre tiene su precio; lo que hace falta es saber cuál es”.

Cuando España instalaba su primera base permanente en la Antártida, en el frío enero de 1988, Ti Basiliso hizo el hato para no volver jamás a este que llaman perro mundo, aunque también digan que el perro es el mayor amigo del hombre. Pero, a veces, me lo imagino saliendo de su tumba y, como boyero que era, alanceando con la “enguijá” (aguijada) a esa caterva de depravados que encima tienen la osadía de sentarse en torno a una mesa para hablar de medidas democráticas y regeneradoras, cuando bien dice el antiguo adagio que “honra y dinero no caminan nunca por el mismo sendero”.


Buenas tardes.