Santibáñez el Bajo - Caceres

Este articulo de opinión es de FELIX BARROSO GUTIERREZ,que en el día de hoy 3/7/2016,a salido publicado en EXTREMADURA PROGRESISTA o DIGITAL EXTREMADURA

En el pueblo siempre usaron el término “canu” para llamar a los rubios. Cuando eran muchachillos, les decían “canínuh”. Algunos lo conservaron siendo adultos. Por ello, a Victoriano Montero Barroso le llamaban Ti Caninu “El de lah alfórjah”. La verdad que ese mote emparentado con las alforjas casi ni él sabía muy bien a qué era debido, al igual que otros muchos apodos de aquí o de más allá. Escuché distintas opiniones en el lugar. Victoriano apareció por este anaranjado planeta un 4 de diciembre de 1919, figurando en el almanaque San Marutas y San Osmundo. Su padre tenía los mismos apellidos que él y le conocían por Ti Segundu. Y su madre se apellidaba al revés y en la pila de la iglesia le pusieron Dionisia (o Ti Dionisia, que el tratamiento de “Ti” se otorgaba a toda persona entrada en la madurez).

Victoriano Montero vivía muy cerca de la casa de mis padres y con él hablé cientos de veces. Era de la quinta del 40, pero sin haber cumplido el servicio militar fue movilizado en febrero de 1938. Tras un acelerado período de instrucción en Talavera de la Reina, fue llevado a la fuerza al frente, como tantos otros del mal llamado “bando nacional”. Recibiría su bautismo de fuego por tierras aragonesas. Las balas silbaron a su alrededor, pero pudo sortearlas. Solo un trozo de metralla le rompió el pantalón a la altura de una rodilla y le dejó unos imperceptibles rasguños.

Bien saben todos los dioses de los cielos y del averno que mi persona tiene gran cariño a los lobos, pese a las truculentas historias que me contaron sobre ellos. Pero Ti Caninu “El de lah alfórjah” me habló de otros lobos que no amaban la libertad y que, en vez de aullar quejumbrosa y románticamente a la luna desde un peñasco, la asustaban con sus gañidos estentóreos y malsonantes. “En el pueblu nuéhtru -me decía el paisano-, había algúnuh cuandu la República que eran únuh don naídih, cumu éramuh cuasi tóh loh máh. Peru ésuh se lah daban de sel máh rójuh que loh rójuh. ¡Ay, amigo! En cuántuh barruntarun la chahcarina que s,avecinaba, se voltearun la chaqueta y d,ensiguía se jidun compádrih de loh lóbuh que nunca se jartan de carni, y cumu bien dici el refrán, “quien con máluh lóbuh anda, a aullal s,enseña”.

Me seguía relatando Victoriano que algunos de aquellos chaqueteros y don nadies “jidierun múchah facatúah, que lo sabi bien tó el pueblu y múchuh de loh alreórih”. Al parecer, para limpiar su pasado de “rojos”, se prestaron a los trabajos más sucios y les fue bien en ello: comieron y bebieron hasta dejarlo de sobra y, al igual que pasó en tantas villas y lugares, llegaron a ocupar puestos de responsabilidad municipal dentro del nuevo régimen fascista. Ti Caninu me refería que “no hay bichu peol que un probi jartu de sópah”. Él era muy consciente que solo “habían síu doh o treh loh que habían regüeltu loh trebollínuh”. Pero también afirmaba que otra legión de ellos habían sido cómplices con sus silencios o por desviar la mirada hacia otras partes. “Había múchuh jambrínah y jambriéntuh, lóbuh máluh que andan a desora -me contaba-; d,ésuh que nunca se jartan y bien dici otru refrán que `jambri qu,ehpera jartura, no eh jambri ninguna`”.

Salvando las distancias y sabiendo que no vamos a ser políticamente correctos (allá cada cual con las limpiezas de sus manos y de sus conciencias), nos sentimos obligados a hablar del miedo como cómplice en determinados acontecimientos históricos. Y el día 26 de junio, cuando el pueblo español fue llamado a las urnas, pasará a la Historia, junto a la campaña electoral que le precedió, como una jornada (o jornadas) donde el pánico atávico campó a sus anchas por las tierras de España, de modo muy especial por aquellas donde la incultura y la falta de información crítica se hunden como reja en el barbecho. Los resultados electorales han sido los que han sido y, si nos preciamos de demócratas, hay que respetarlos, pese a ese escalofrío que ha recorrido el espinazo de este país y que ha hecho arder las redes sociales, donde la sombra de un pucherazo pendía cual espada de Damocles.

Sabido es del pánico que cundió en las filas del “establishment” político-económico-financiero-monárquico-eclesial y mediático. Obispos ultras (Oviedo, Getafe, San Sebastián, Alcalá de Henares u otros amados discípulos del cardenal Antonio Cañizares, el de la púrpura y larguísima bata de cola), a los que han acompañado multitud de párrocos trabucaires, han lanzado sectarias homilías, advirtiendo de que España podría caer en manos de individuos “con vocación ácrata”, cuyos objetivos eran atentar contra “la ciudadanía y el bien común”. Se han dejado la boca seca metiendo en el cuerpo de sus feligreses a “esa escuela estatal, de pensamiento único y manipulada ideológicamente por el poder dominante, donde predominaría el laicismo excluyente”. Increíble que, en un Estado aconfesional, se permita ese adoctrinamiento y el atemorizar al pueblo por parte de una religión, que al igual que otras religiones, debería ser asunto de conciencia y jamás debería impartirse en los centros de enseñanza y mucho menos con carácter de evaluable. Increíble que la llamada “Televisión de los Obispos” (13 TV), financiada por la CEE, haya estado los seis meses anteriores al 26-J haciendo campaña por el PP, como si fuese la oficina de prensa y propaganda de un partido que se cae a cachos por su putrefacción. Increíble que el Papa Francisco no haya dicho “esta boca es mía”; él, el que hace poco afirmaba: “El que se dice benefactor de la Iglesia y mete una mano en su bolsillo para ayudarla, pero a su vez con la otra mano roba al Estado o a los pobres, es un ladrón y un corrupto; un impío que lleva doble vida, y merece, como dijo Jesús, que le aten al cuello una rueda de molino y lo echen al mar”.

Ellos, los lobos malos, tal y como diría el nieto paterno de Ti Matías Montero Caletrío, han enseñado a mal aullar a mucha gente y las han convertido en sus cómplices. Pero no solo los obispos, sino todos los confabulados en ese “establishment” del que hablamos más arriba. Todos ellos, temblando y temiendo por sus privilegios ante una “nueva invasión de los bárbaros”, han hecho copartícipes a casi ocho millones de españoles de su encenagada conjura. El mensaje que les han transmitido sus huestes queda muy claro: Podéis seguir con vuestras mentiras, calumnias y difamaciones; poniendo en marcha los ventiladores y salpicando a todos los mortales; conspirando y metiendo las manos en las arcas públicas con toda impunidad; acrecentando el déficit de la Seguridad Social con los trabajos basura; esquilmando la hucha de las pensiones; aumentando la deuda pública hasta límites indigeribles; convirtiendo a España en un retal de saldo; llevándoos calentito el dinero de vuestros sobres negros a los paraísos fiscales; colocando férreas mordazas hasta a los cuadrúpedos de esta pocilga y de esta cuadra en la que se ha convertido este país; atemorizando a la España profunda con los maquis y el contubernio masónico y comunista, como hicieron durante la dictadura los fundadores de vuestro partido y muchos de los militantes que tenéis en vuestras filas; convirtiendo la epopeya en cobardía, la épica en miedo y la poesía en ripio… ¡Seguid así, no nos defraudéis, que por algo os hemos votado!

Si en los años de la II República, que bien los conoció el nieto materno de Ti Manuel Barroso Esteban y de Ti Micaela Montero Floriano, el “establishment” lo representaban la Confederación de Derechas Autónomas (CEDA), la Iglesia Católica, la monarquía Borbónica, los grandes banqueros, espadones, terratenientes y caciques, poco ha cambiado respecto a los actuales días. Los lobos malos siguen siendo los mismos; ahora con el añadido de la Troika europea y otros neoliberalismos. Han sacado a la superficie el franquismo o autoritarismo sociológico, el que prefiere mil veces antes a partidos carcomidos hasta la médula por la corrupción que a gente joven, culta y con mensajes alternativos, Frente a las políticas transformadoras, esas masas, alienadas por los calostros franquistas que mamaron en las escuelas y en el cotidiano vivir de una dictadura, han deseado más de lo mismo, con la bendición de sus monseñores y de la caverna mediática que cabalga a lomos de los jamelgos del Apocalipsis. El “doblepensar” del que habló el escritor británico George Orwell se ha patentizado de forma trágico-dramática.

A base de caídas, aprende uno a levantarse. Y eso bien lo sabe Trinidad Grande Pardo, la bella y valiente hija de los Berrocales de Trujillo que, con su cabellera de fuego al aire, desplegaba la bandera y guiaba al pueblo en la ilustración que acompañaba a nuestra anterior columna. Ella sufrió en sus propias carnes el trallazo de ciertos caciques extremeños el mismo día de las votaciones. Pero se ha vuelto a levantar, porque sabe muy bien que los manipuladores y amedrentadores solo tienen el 33,3% de los votos; el otro 66,7% está en la barricada de enfrente, la que cierra la calle para poder abrir un horizonte más limpio, más justo, más patriótico y más solidario. Quien ya no podrá levantarse será nuestro paisano Victoriano Montero Barroso, al que apodaban "Caninu el de lah alfórjah”. Se lo llevó la guadaña de La Seca en la misma jornada que se inmolaban en Madrid varios terroristas islamistas involucrados en el 11-M, al asaltar los “Geos” su apartamento. Ese mismo día se celebraba la onomástica de San Cresto y San Papo y también fallecía la renombrada cantante italiana Gabriella Ferri. Era el 3 de abril del año 2004. Pero aunque él ya no pueda ponerse de pie, otros sí podrán hacerlo, pues del pensador chino Confucio aprendieron aquello de: “Nuestra gloria más grande no consiste en no haberse caído nunca, sino en haberse levantado después de cada caída”.

Buenos días.

No querías CALDO, tomas TRES TAZAS.

¿ Aun sigue escociendo el resultado del 26 J?