Santiago del Campo - Caceres

UN TIEMPO QUE SE FUE
Era uno de esos día frio de enero, una lluvia fina caía empujadas las nubes con la brisa del sur . Ante este contratiempo mi madre me solía decir “En la dehesa no se moja nadie” y me empujaba a salir al campo. Una pueril manera de convencerte para echarte fuera de casa a pesar del mal tiempo a buscarte la vida y no vuelvas con las manos vacías..
En los veranos siempre había más trabajo más comida. La abuela nos llevaba las sopas de tomate a la huerta y se volvía a casa. Nosotros nos quedábamos a cuidar el melonar .
Esas noches de agosto durmiendo cara a las estrellas. Para un crio de 8 años con la bóveda celeste en noche sin luna, era el más profundo de los misterio, del universo. El abuelo que como casi todos los mayores de esa época no sabía leer. Contaba lo aprendido de las generaciones pasadas. Gran parte de su vida había transcurrido bajo el reinado de Alfonso XIII. Por eso era republicano. No he olvidado; con mi característica curiosidad. las tertulias a la sombra del árbol. Sin prisa, tirando de petaca y echar un trago de agua, con alguno de sus 3 cuñados. Curiosos y paradigmaticos personajes nacidos en el último tercio del S. XIX. Ahí me encontraba yo sin pestañear. Escuchando la experiencia de estos veteranos
curtidos por los vientos y los soles de la campiña extremeña.
Cuando Sabino Dionisio; -un guarda del municipio-, con la escarapela de su cargo en la cinta del sombrero y su inseparable bastón, nos contaba: su epopeya como combatiente en Cuba. Ni fue herido y dudo que entrara en combate. Yo un crio imberbe con escasos 10 años me quedaba absorto cuando Sabino afirmaba con gran convencimiento que en Cuba los árboles tenían frutos más grandes que los melones del abuelo. Con el tiempo algún nativo me iluminó. “Son los cocoteros me dijo.” Su estancia se prolongó por unos 6 años. Coincidieron los dos hermanos allí y nunca hubo contacto entre ellos.
Esta era la España de final de 1800. Para que nos hagamos una pequeña idea. El que iba a
luchar contra los nativos y las fiebres palúdicas, era porque sus mayores no tenia 'seis mil
reales' de la época. Ahí estaba la cota, para no ir. Asi lo atestigua la canción que aprendí siendo un crio. “Si te toca te Jo... que te tienes que ir pues tus padres no tienen 6,000 reales pa tí.” Cuando iba a cumplir los 12 años. Me contrataron para guardar puercos en la finca de La Zarza.. Era la década de los 40 -50. con la hambruna crónica pegada a los talones. Era el chico para todo, acarrear agua, de mensajero, traer y llevar gente al pueblo. En concreto, cabalgar. Todo tiene su encanto, los años la experiencia van marcando tu destino. La vida
rural me marco. Y desde la gran ciudad he sentido la nostalgia de los grandes espacio y anchos horizontes. Ya jubilado vuelvo al hogar. Cuando me acerco por mi pueblo junto a mi mujer, nos damos un paseo hasta ese cortijo, a 5 k. del pueblo y, le apunto los detalles.
Ahí dormíamos tres personas en ese granero en el suelo, sobre un saco de paja, Hasta los 16
años casi 5. de ellos, aquí. De compañeras las malditas pulgas. Esta casona ostenta una fecha 1888.puede ser la de su construcción. En los 40, el campo era una fiesta. El cortijo carecía de luz de agua de servicio, ni se echaban de menos en ese tiempo.
En las noches sin luna si los dos mastines ladraban en exceso. A veces salíamos a ver.
Uno de los hijos del guarda, poseía un fusil Mauser, que se le entregaba a los de Somatén
para combatir a los maquis, de la época. En el soporte el color de la bandera. Este apuntaba
al infinito y una bala se perdía en la noche con su silbido cracteristico. Era la hora de volver
. Aquí ante esta fachada, dispararon a una chica de 20 años que no se percató del disparo
que acabó con su vida. No guarda ninguna relación con lo anterior . Cosas que el tiempo a borrado y sus protagonistas ya no están, excepto los que hemos llegado ha octogenarios. Hoy la casona esta vacía, quizá con fantasmas que no han encontrado la paz en el más allá. Hoy la estancia languidece dentro los misterios de su pasado. Emilio Rey.